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22 | desacuerdo

Astrid salió para tratar de contactar a Rocket, de pie en el balcón con vista al planeta mientras sostenía su radio en sus manos. Parecía que no podía recibir una señal, pero se negó a darse por vencida.

—¿Rocket? —dijo Astrid—. Rocket, ¿estás ahí?

Cuando no obtuvo respuesta, suspiro y siguió intentando. Peter apareció detrás de ella, colocando sus manos sobre sus brazos. Astrid se tensó bajo su toque.

—¿Qué estás haciendo, Peter?

—Baila conmigo —dijo Peter.

—No voy a bailar contigo —respondió Astrid.

—Es Sam Cooke, uno de los mejores cantantes de la Tierra de todos los tiempos —dijo Peter, mientras Astrid finalmente comenzaba a escuchar la música, dejando que Peter la girara para mirarlo.

Los dos comenzaron a bailar torpemente hasta que encontraron un ritmo, balanceándose juntos. Peter hizo girar lentamente a Astrid, antes de que ella volviera a girar y le sonriera a Peter, permitiéndose la oportunidad de relajarse durante cinco minutos.

—Drax cree que no eres una bailarina —murmuró Peter.

—No lo soy —respondió Astrid—. Y si le cuentas a alguien sobre esto, te mataré.

—¿Cuándo vamos a llevar nuestra relación al siguiente nivel? —preguntó Peter—. Hemos estado juntos durante mucho tiempo y...

—¿El siguiente nivel? —preguntó Astrid confundida—. ¿Qué es eso?

—Me imagino que tu planeta estaba familiarizado con la idea del matrimonio —dijo Peter.

Astrid todavía se veía confundida—. Quiero decir, sí, ¿por qué?

—Bueno, ¿por qué no, ya sabes...?

—¿Por qué no qué? —preguntó Astrid.

—Nos casamos—respondió Peter—. Mira, antes de que empieces a actuar en modo "no me importa nada", solo escúchame. Te amo, más de lo que jamás he amado a nadie, y no puedo imaginar pasar mi vida con nadie más que contigo.

—Peter —dijo Astrid, antes de aclararse la garganta—. Yo... he tenido tantas cosas en mi mente recientemente, y todavía las tengo. Eso es mucho pedir, y no sé si es lo que quiero.

—¿A qué le temes? —preguntó Peter—. ¿Al compromiso? ¿A estar conmigo? ¿Al hecho de que podría haber alguien mejor?

—No —dijo Astrid, alzando la voz—. Tengo miedo de que me dejes  o te pierda de la misma manera que lo perdí todo.

Peter se detuvo por un segundo, asimilando lo que ella dijo—. Astrid, nunca te dejaré. Nunca. Por nada en el mundo.

—Solo no creo que pueda hacer eso de nuevo —respondió Astrid con tristeza—. No puedo dejarme ir como lo hacía cuando era niña, porque solo termina lastimándome.

Peter la acercó más a él—. Yo nunca te lastimaría.

—Lo sé —respondió Astrid—. Y eso es lo que me asusta.

—¿Por qué?

—Porque sé que tú no lo harías pero, ¿y si alguien más te usa para lastimarme? —preguntó Astrid—. No podría vivir conmigo misma si te perdiera.

—Oye, oye, no me perderás —le aseguró Peter—. Y estoy tratando de hacer este gran gesto para demostrar cuánto te amo y que no te dejaré, y no aceptaré un no por respuesta.

Astrid sonrió levemente—. Eres muy insistente, ¿lo sabías?

—Me lo han dicho —dijo Peter—. Entonces, si te vuelvo a preguntar, ¿tu respuesta será afirmativa?

Astrid puso los ojos en blanco—. Depende de cómo me preguntes.

—Astrid Carter-Bello, ¿me harías el hombre más feliz del mundo y serías mi esposa? —preguntó Peter.

Astrid se rió—. Sí, idiota espacial.

—¡Genial! —dijo Peter—. Quiero decir, no tengo un anillo porque fue un impulso del momento, pero creo que puedo conseguir uno la próxima vez que nos detengamos en algún planeta con una joyería, así que hasta entonces, solo finjamos, ¿sí?

Astrid negó con la cabeza ante el anuncio de Peter—. Sí, juguemos a fingir. Sabes, soñaba con crecer, casarme y encontrar a la persona con la que estaría para siempre.

—Bueno, espero que yo sea esa persona —dijo Peter—. De lo contrario, desperdicié una buena propuesta. En serio, me estaba volviendo loco y me sorprende que no lo arruiné...

—Peter, detente, no deberíamos estar discutiendo qué tan buena fue tu propuesta —dijo Astrid—. Lo que deberíamos estar discutiendo ahora es que hay algo en este lugar... algo no está bien.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Peter—. Tú eres la que estaba tratando de apoyarme.

—Esa chica Mantis —dijo Astrid—, tiene miedo de algo.

—¿Por qué estás tratando de quitarme esto? —preguntó Peter.

Astrid se volvió hacia él—. No estoy...

—Es mi padre, es sangre —espetó Peter.

—Tienes parientes en la Tierra y no volviste —dijo Astrid.

—Te lo repito, ¡tú y Gamora me hicieron venir aquí! —exclamó Peter—. Y la Tierra es donde murió mi madre frente a mí.

—No, es porque ese lugar es real, y esto es una fantasía —replicó Astrid.

—Esto es real —gritó Peter—. Solo soy medio humano, ¿recuerdas?

—Esa es la mitad que me preocupa —dijo Astrid.

—Ah, lo entiendo. Estás celosa porque soy parte dios y te gusta cuando soy el débil —dijo Peter.

—¿En serio? —preguntó Astrid, mirando a Peter—. ¿Sabes qué? No puedo comunicarme con Rocket, voy a ir a ver qué pasa con la nave.

—¿Y cómo vas a hacer eso? —preguntó Peter—. Estamos a mil millones de kilómetros de Berhert.

Astrid se encogió de hombros—. Fácil —abrió un portal, revelando la nave que dejaron en Berhert—. Volveré pronto. Hasta luego, Peter.

Con eso, saltó a través del portal y emergió sobre Berhert, dejando que el portal se cerrara detrás de ella sin mirar atrás. Una vez que se cerró, Astrid notó de inmediato el silencio con el que se encontró, lo que le pareció inusual.

—¿Rocket? —dijo Astrid—. ¿Groot? ¿Nebula?

No hubo respuesta, y cuando Astrid se alejó más que la nave, vio los cuerpos de los Devastadores que Rocket había matado tirados en el suelo. Ella jadeó, girando sobre sus talones y corriendo de regreso a la nave. Conectó su radio al sistema de la nave, haciendo todo lo posible por localizar a Rocket.

—¿Rocket? Rocket, esta es Astrid —dijo ella—. ¿Puedes escucharme?

Se encontró con estática, antes de que una voz hablara—. ¿Rubia? ¿Qué estás haciendo en Berhert?

—Me peleé con Peter y vine a buscarte —respondió Astrid—. ¿Dónde estás?

—Es una historia graciosa —dijo Rocket—. Resulta que Yondu y sus matones nos encontraron, luego Nebula se hizo cargo de los Devastadores y escapamos y volamos al resto de ellos.

—Disculpa, ¿qué? —preguntó Astrid.

—Yondu y...

—Te escuché la primera vez —lo interrumpió Astrid—. Sólo estoy teniendo dificultades para procesarlo. ¿Dónde estás ahora?

—Mirando directamente al planeta de Ego —respondió Rocket—. Escucha, Yondu dice que Ego es una mala noticia y que tenemos que salvar a Quill.

—Espera, ¿qué?—preguntó Astrid—. ¿Yondu está contigo?

—Hola —habló la voz de Yondu—. Hazme un favor y regresa a ese maldito planeta y encuentra a Quill.

—Rocket, ¿estás seguro de esto? —preguntó Astrid.

—Sí —dijo Rocket—. Solo ve a buscar a Quill y... oh, Groot, ¿no podrías haber vomitado en otro lugar que no sea sobre ti mismo?

—Me dirijo de regreso al planeta de Ego ahora —dijo Astrid—. Te veré pronto, Rocket.

—Nos vemos allí, rubia.

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