09: la de 1er año
+ Tzuyu mayor que Sana
──────────────────────── ♡︎
──¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? ──pregunta Jaebum.
Sana se sonroja desde su puesto. Ni siquiera era una pregunta dirigida hacia ella, pero de alguna manera, se ve avergonzada.
──Justo antes de llegar aquí. Tu madre estaba llamándome como loca y no pude negarme ──responde Nayeon, guiñándole un ojo y carcajeando cuando Jaebum comenzó a insultarla.
──¡Suficiente, ya! ──interrumpió Mina, sin paciencia──. Contesta bien o bebe, Im ──refunfuña.
Todos allí se miran con diversión. Esas dos se traían algo mal oculto y, probablemente, Mina se había puesto celosa del estúpido comentario de la coreana respecto a follarse a otra mujer.
──Ayer, ayer fue ──mira a la japonesa directamente, una sonrisa escapando de sus labios. Por supuesto que la persona con quien tuvo sexo fue Mina.
Tzuyu mira hacia un lado cuando Nayeon comienza a pasar su vista por los participantes del juego responde-o-shot.
──Chou, mala jugada intentando pasar desaparecida. Te escojo a ti ──Tzuyu muerde su labio, rendida. Conocía a su mejor amiga y sabía que estaba por jodérsela──. Si tuvieras que follarte a alguien de aquí, ¿quién sería y por qué Sana?
Las risas estallan en el grupo y las dos nombradas se sonrojan. Tzuyu se promete internamente asesinar a su mejor amiga cuando estén a solas.
──No seas imbécil, Nayeon ──regaña, tomando la botella de vodka para servirse un shot. Ni siquiera debía beber porque esa pregunta no valía, pero ahora parecía necesitarlo.
Y claro que lo necesitaba, se dijo cuando sus ojos y los de la pobre muchacha sentada frente suyo se encontraron. Sana desvió la mirada y ella suspiró.
Sana había entrado a su universidad ese mismo semestre y, aunque esté en primer año, sus amigos ─de tercer año, por cierto─, no dudaron en invitarla esa noche luego de que descubrieron que Tzuyu tenía cierto interés en la joven. Ella nunca lo admitió, pero a veces se dejaba en evidencia cuando se encontraba a Sana en la cafetería de la universidad.
──Bien, otra pregunta: ¿qué le harías a Sana si estuviesen a solas? ──esta vez habló Sehun, su otro mejor amigo, pero también el idiota más grande que conocía.
──Suficiente ── se levanta de su puesto con el ceño fruncido.
Este descaro entre amistades era normal y no solía afectarle, pero entre ellos había una pobre chica que, probablemente, estaba sintiéndose muy incómoda en ese momento.
──No me quedaré a esto, pueden seguir jugando ustedes ──vuelve a decir y, antes de caminar lejos del círculo, le dedica una última mirada a Sana.
Pobre chica, ahora sí que no querrá ni toparse con Tzuyu.
Se dirige al balcón del departamento, sacando su cajetilla de cigarros. No era de fumar, un par de veces en fiestas tal vez, aunque había pasado a comprarlos cuando le avisaron que Minatozaki Sana estaba de primera en la lista de invitados.
Lo enciende y aspira el humo, la nicotina haciendo efecto inmediato ante su alteración de presión arterial. Tenía sus dudas respecto a acercarse a Sana, pues, aunque no fuese una gran diferencia, la chica tenía dieciocho y ella veintiuno. ¿Inmoral? No, pero tampoco lo llamaría moral. Estaba... bueno, la ley no lo prohibía, así que estaba bien. O no era ilegal al menos.
Rió sin gracia ante su análisis. ¿De qué servía considerar su diferencia de edad si ya Sana jamás le hablaría? Con suerte charlaron antes, antes de que sus, supuestos mejores amigos, arruinaran todo con sus bromas de mal gusto. Es decir, ¿no les importaba hacer sentir mal a Sana? Porque estaba segura de que la pelinegra no se sintió a gusto momentos atrás.
──Va a resfriarse ──escucha a su espalda.
Si bien reconoce esa suave voz, puede confirmar que es Sana ─que se supone nunca más le hablaría─, porque es de las pocas chicas que sigue usando palabras formales para dirigirse hacia un mayor. Si bien el "unnie" u "oppa" se mantenía en esa generación, era poco usual escuchar un "usted" para referirse a alguien de no más de treinta años.
Sana está parada en la puerta estilo ventanal cuando Tzuyu voltea. En sus manos traía la chaqueta de cuero con la que llegó a esa reunión social.
──Oh... ──su boca se abre, sorprendida y nerviosa──, gracias.
Sana camina hacia ella para pasársela. Tzuyu recibe su prenda, se la coloca y agradece nuevamente. Luego, no puede evitarlo y sus ojos caen en los labios de la menor, aunque retrocede de forma brusca, recordando que tenía un cigarro en la mano.
──Perdona, el humo ──se echó hacia atrás, apartando el cigarrillo, dispuesta a apagarlo. Mas, la joven se le adelantó.
──No me molesta, unnie. Estoy acostumbrada.
──¿Fumas? ──cuestiona con verdadera curiosidad. Sana realmente parecía de las chicas que lloran cuando ven a alguien matar sus propios pulmones.
──¡N-no, no! ──se apresura en negar──. Jungkook, él siempre huele a cigarro.
──¿Jungkook?
¿Jungkook familia, Jungkook amigo, Jungkook novio...?
──Mi mejor amigo.
¿Mejor amigo de infancia que veo como hermano o mejor amigo «nos besamos cuando estamos ebrios»?
──Es gay.
──¿Disculpa? ──Tzuyu sale de su trance, mirando a Sana.
──A su pregunta. No, no lo veo como mi hermano pero tampoco, no nos besamos cuando estamos ebrios.
──¡Oh, lo lamento! ──sus mejillas se pintan de rojo, queriendo desaparecer. ¿En serio lo había dicho en voz alta? Juró haberlo debatido seriamente, sí, pero en su cabeza.
Sana sonríe. Tzuyu, al verle, olvidó su vergüenza de lo mucho que le llamó la atención. La sonrisa más jodidamente adorable del universo.
──Eres preciosa, Sana ──dice, aunque muerde su lengua al hacerlo. Al parecer, despertó con ganas de humillarse.
La más bajita esquiva su mirada, posándola en los departamentos frente a ellas. Ahora ambas estaban apoyadas en la baranda de esa terraza y Chou nota cómo sus mofletes se colorean y en sus labios vuelve a aparecer esa sonrisa.
Sin esforzarse en disculparse, Tzuyu se permite curvar sus labios hacia arriba también.
Da otra calada a su cigarrillo, acompañando a Sana en el agradable silencio que las rodeaba. No pasó demasiado hasta que el frío se caló por la piel de la pelinegra, quien comenzó a temblar de forma ligera. A pesar de las bajas temperaturas, muy metida en su papel de unnie, Tzuyu se saca su chaqueta rápidamente, apretando el cigarro con sus labios para colocársela a Sana.
──No es necesario, unnie ──se gira un poco hacia ella.
──Estás temblando, Sana ──acomoda bien el abrigo en sus hombros. Sube el cierre a la mitad, deteniéndose en la parte inferior de los pechos de la menor.
Detalla la delgada tela del top que los cubre, que luce tan fácil de quitar. El escote no era muy revelador, pero se asomaba un poco el encaje que tenía su brasier. ¿Era negro o azul oscuro?
De repente, sus ojos se abren de sobremanera, entendiendo que su fanatismo por los pechos había llegado muy lejos esta vez y que, definitivamente, Minatozaki se dio cuenta de su descarado escaneo. La pobre joven también la miraba, ya tan sonrojada que Tzuyu no recuerda su rostro sin el rosa decorándole los pómulos.
Sabía que Sana no la abofetearía por su comportamiento de adolescente puberto, era demasiado humana para aquello, pero lo que, de verdad, ni en un millón de años se imaginó, fue que Sana se abalanzara hacia ella, decidida y atrayéndola de su camiseta para unir sus labios.
Corresponde en cuanto puede y, casi que por instinto, la sujeta de la cintura, tirando el cigarrillo para apagarlo con su suela del zapato. Sabía a gloria, a chicle y más gloria. Por todos los santos, qué mujer con la que se había topado. Sana rodeó su cuello, alzando las puntas de sus pies para quedar mejor posicionada. Tzuyu acarició la piel expuesta que dejaba el espacio entre el top y pantalón que llevaba Sana, enterrando sus uñas cortas a la vez abría los labios de la pelinegra con su lengua para recorrer cada rincón que pudiera.
Dos largos minutos pasaron donde no se separaron ni de casualidad y ahora Sana tenía la cabeza apoyada en el pecho de su unnie, muy avergonzada como para mirarla a la cara. Tzuyu rió con ternura, aunque todo seguía revuelto en ella, más al oír la respiración de la joven, que seguía algo alterada.
Suspiró cuando el celular de Sana comenzó a sonar. Y justo que estaba por besarla una segunda vez, maldición. Sana se separó un poco de ella y apoyó la espalda en la baranda detrás suyo, Chou siguiéndola como cachorro y posicionándose frente suyo para acorralarla en sus brazos.
──Hola, sí. ¿Qué? Pero unnie, ¿qué hora es? ¿Por qué saldría a esta...? Dios, bueno, pero déjelas escondidas en el masetero.
Tzuyu veía cómo sus gestos iban cambiando a mediados avanzaba la conversación. No entendía nada, pero tampoco le importaba. Admirar los ojitos de esa chica, sus pestañas largas y su piel de porcelana parecía el mejor plan por existir.
──Nadie nos robará, Jeongyeon unnie ──rodó los ojos──. Espere... ¿está ebria? ¡Por Dios, unnie, ¿qué le he dicho de esto?!
Tzuyu acarició su rostro y ella la miró, pareció calmarse otra vez, aunque su ceño seguía fruncido.
──Es lo peor, unnie. Esto es ridículo.
──¿Qué sucede? ──cuestiona una vez Sana cuelga. No ha dejado de sobar su mejilla.
──Es Jeongyeon unnie, mi compañera de cuarto. Ayer se le perdió su juego de llaves y hoy le dejé las mías por cualquier cosa, pero ahora quiere salir a una discoteca y necesita pasarme las llaves antes ──suspira, no queriendo separarse de ella.
──¿Y por qué no las esconde?
──Eso le dije, pero dice que las robarán. Y eso que vivimos en un condominio ──ríe suave. Tzuyu iba a reprochar, pero ella se adelantó, sabiendo qué diría──. No, no hay forma de mandarla al diablo. Unnie es... bueno, una persona compleja de tratar.
Tzuyu formó un puchero.
──¿Puedo llevarte al menos?
──Bebió, unnie. Olvídelo.
──No lo hice, señorita. No alcancé a beber ese shot porque salí aquí y antes de eso estaba tomando bebida.
──Pero tampoco es necesario, debe divertirse con sus amigos.
──Vamos, yo solo quiero estar contigo, Sana ──insistió, agarrándola de las caderas para dejar húmedos besos en su cuello──. Prometo solo asegurarme de verte entrar y me iré.
Sana no respondió, dejándose guiar cuando Tzuyu la sujetó de la mano, aprovechando que la terraza quedaba lejos de donde sus amigos conversaban. No es que le importara que la vieran con Sana. Es más, si fuese por ella, iría y les restregaría en la cara que besó a esa hermosa mujer, pero conocía con quienes se juntaba y, si antes fueron desubicados, Dios santo, no quería ni imaginarse qué dirían al ver a Sana con su chaqueta puesta y labios hinchados.
Así que solo se limitó a ir por las cosas de Minatozaki, diciéndole que la esperara en la puerta del departamento, y cuando agarró la bolsa de la menor y recibió silbidos, Chou solo les sacó la lengua y se burló de que ella sí podía dedicar su vida a otras cosas que no fuesen beber y esconder romances como el de Mina y Nayeon. Esta vez sí logró una magnífica jugada que dejó a sus amigos gritando y riéndose mientras ahora Nayeon era la que planeaba asesinarla.
──────────────────────── ♡︎
Tzuyu la acompañó hasta la puerta, caballerosa como siempre.
Estaba a punto de dar sus últimas palabras de despido antes de besarla ─porque claro que la besaría una última vez─, cuando Sana se agachó, agarrando una hoja mal arrancada de cuaderno.
──¡Maldita unnie! ──gritó la menor, mostrándole el papel.
"Tardaste demasiado y la noche me espera, así que al final sí te dejé las llaves en el macetero. ¡Lo lamento!", era lo que estaba escrito en una letra grande y desordenada.
Ella rió.
──No la entiendo ──suspiró Sana──. Tenía miedo a que nos robaran pero deja esta nota para que cualquiera sepa que las llaves están escondidas.
Tzuyu estaba demasiado ocupada pensando en lo adorable que se veía la bajita refunfuñando que no notó su cambio de expresión.
──Mm, unnie ──susurró Sana y la observó tímida──. ¿Quiere pasar?
Oh, bueno, eso sonaba genial. Asintió y ambas, algo cohibidas, se adentraron al departamento.
Tzuyu estaba cuestionándose si esta invitación era por cordialidad, tal vez para ofrecerle algo de beber y luego se iría sin más, o si podría ocurrir otra cosa entre ellas, pero tampoco fue necesario darle una segunda vuelta al asunto, pues, ya con la puerta cerrada, la joven se lanzó a sus brazos, besándola con una desesperación que no esperó.
Sorprendida, pero sobretodo fascinada, la besó de vuela, suspirando sobre sus labios por lo bien que sabía. Chicle y gloria. ¿Ya lo había dicho?
──No quiero que se vaya tan pronto, unnie ──susurró Sana, avergonzada.
La mayor sonrió brillante, tomándole las manos.
──Gracias al cielo, porque yo tampoco quería irme ──admitió.
Luego de eso, Sana la arrastró por el pasillo principal y las dirigió a su habitación donde habían repisas repletas de libros, peluches en la cama y casi todo era de color blanco crema. Sí, eso era muy Sana. Lo que no era para nada Sana, pensó Tzuyu, era lo que la chica estaba haciendo ahora mismo: sola, sin pedírselo, le quitó la chaqueta de cuero que le había devuelto antes de subirse al auto. Sus manos parecían sin control cuando la tomó por las mejillas y le pidió en un susurro en su odio que le quitara cada prenda de ropa.
Yoo la acostó en la cama, besándole el cuello mientras sus manos se perdían en el top de Sana, arrancándolo con facilidad. La vista bajo suyo era de ensueño. El brasier de encaje ─azul oscuro─ apretaba los pechos de Minatozaki, pidiendo que se los devorara. Sana se sonrojó, tanteando con sus dedos la mejilla de Tzuyu. Se sentía deseada y eso la llevaba al cielo.
Tzuyu la levantó con cuidado para poder desabrocharle el sostén, bajando las tiras por sus hombros hasta dejarlo de lado, ahora sí que con una de las siete maravillas frente a sus ojos.
Sus dedos fueron por sí solos a los pezones de Sana, rodeándolos con caricias. Tomó uno de sus pezones y lo apretó sin llegar a ser tosca, lamiéndose los labios al oírla gemir bajo. Observó el rostro colorado de la menor, el dorso de su mano sobre su boca y con ojitos que suplicaban por más.
Se acercó a su pecho, besándole los senos antes de succionarlos con dedicación. Sana la rodeó con sus piernas, ya jadeante, y Tzuyu, con el pecho izquierdo de esta misma metido en su boca, alzó la mirada solo para volverse más loca: ahora Sana tenía los ojos cerrados, la boca abierta y apretaba a un pobre conejo de peluche que reposaba a su lado.
La tomó por la cintura, sin dejar de comérsela mientras hacía magia para quitarle los pantalones y bragas. Ya con sus piernas desnudas, tiró de sus caderas hacia adelante para que la pelvis de Sana rozara contra su estómago y ambas gimieron al sentirse tan íntimamente.
Se separó de ella, elevándola de su espalda baja y que se sentara. No dijo nada mientras la daba vuelta en la cama, dejando que el pecho de Sana reposara en el colchón, acostada a lo largo. Esta la miró por un lado y Tzuyu la besó, enterrando su lengua en la boca de la chica.
──Quédate así ──pidió, levantándose para quitarse la camiseta y pantalón. En su mente no estaba presente complacerse a sí misma, solo se quitó lo necesario para que el roce de su ropa y el cuerpo desnudo de Sana no fuese incómodo.
Quedó en bragas y volvió a la cama. Sana no había hecho más que mirarla expectante a qué haría, y en el fondo riendo porque se dio cuenta de la fascinación de Tzuyu por los pechos, pero aun así era la misma Tzuyu quien tenía el busto bastante pronunciado.
Tzuyu se colocó sobre las pantorrillas de Minatozaki, sin cargar su peso sobre ella, sino que apoyando sus rodillas a los costados. Bajó hasta besar todo el largo de la espalda de la menor, quedando a la altura de su trasero. Ella gimió sorprendida cuando Tzuyu le dio un fuerte apretón con ambas manos, manoseándola hasta acabar por enterrar sus dientes en la voluminosa piel de su trasero. Se dirigió a besarla nuevamente, manteniendo las manos en su culo.
En medio del beso, Tzuyu le separó las piernas, tocando sus pliegues ya húmedos. Hurgó hasta encontrar su vagina y, de golpe, metió uno de sus dedos, sus cuerpos bruscamente rebotando hacia delante por la fuerza que aplicó. Los pechos de Tzuyu golpearon duro en su espalda y Sana dejó de besarla, enterrando su cara en la almohada y gimiendo alto por la precisión con que le dio. Tzuyu hurgó más en ella, adentrando un segundo dedo.
──Mierda, Sana ──jadeó en su oído, excitada──. Cómo logras ser tan apretada ──dijo, sintiendo las paredes de la chica tragándola.
Minatozaki no tuvo tiempo para avergonzarse, demasiado ocupada con sus uñas enterrándose en las sábanas. Todo fue para peor ─mejor─ cuando la azabache separó un poco sus dedos, haciendo tijeras con estos, abriendo y cerrando para que el libio de Sana jamás acabara.
──¡U-unnie! ──exclamó, tensándose. Su corazón latía veloz, incrédula de la satisfacción que lograba alcanzar. Había mantenido relaciones con su ex novia de dos años y jura nunca haber sentido ni un cuarto de lo que sentía en ese instante.
Tzuyu le dio más estocadas, segura que podría venirse sin siquiera tocarse un poco. Se preguntó seriamente dónde había estado esa chica toda su vida, pues escucharla gemir su nombre con tanto descontrol hacía que cada rincón de su sistema nervioso se activara y diera su cien por ciento.
Las piernas de la pelinegra zumbaron en temblores agresivos, su garganta dejó escapar malas palabras que Tzuyu estaba segura que no usaba a diario y se dio cuenta que Sana intentaba callarse, mordiendo su almohada. Dos dedeadas más y Sana se corría.
Oh, Dios, se había conseguido una pillow princess que dejaba que le comiera los pechos, gemía como estrella porno, era bonita y muy dulce. Ante el pensamiento, que parecía más una fantasía, Tzuyu, a la vez que Sana, se corrieron.
Sana lo había hecho en un grito que los vecinos probablemente oyeron, Tzuyu mordiéndole el hombro con tal magnitud que llegó a sentir el hueso de la muchacha.
Daba igual. Ese dolor solo alargó más el orgasmo de la más baja.
Cayó sobre Sana, agotada al igual que esta. Sus respiraciones eran un lío, uno muy desastroso.
Luego de uno o dos minutos ─ninguna era capaz de saber cómo pasaba el tiempo─, Tzuyu se hizo hacia un lado, no queriendo aplastarla más. Se sacó las bragas porque estaban empapadas, y cuando giró hacia un lado, Sana ya la estaba mirando.
Se sonrieron y Sana se acercó, besándole lento. Tzuyu tenía experiencia en el sexo y su cuerpo era capaz de aguantar horas tras horas, pero supo que Sana no cuando comenzó a besarla más flojo, dejándose llevar totalmente por ella. Sonrió. Debía admitir que prefería mil veces aquello.
──¿Quieres descansar? ──cuestionó, separándose y admirando esos ojitos que pestañeaban lento.
Ella asintió, abriendo sus brazos para que Tzuyu se metiera entre estos, quien así lo hizo, no sin antes sacar la mantita que reposaba en sus pies y taparlas. No hacía el suficiente frío para tener que meterse dentro de las sábanas, pero prefería asegurarse de cuidar bien a la joven y que no acabara resfriada.
──¿Podré seguir viéndote? ──preguntó Tzuyu.
──Es lo único que quiero, unnie ──dijo y ambas sonrieron.
Esa noche durmieron con Sana rodeándole con sus piernas y con Tzuyu aferrada a uno de sus pechos.
¿Qué se le iba a hacer? La adicción a las tetas era real y Chou estaba allí para demostrarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro