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04: omega rebelde

+ Omegaverse, Tzuyu G!P y mayor que Sana.

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Tzuyu entró con aires de superioridad a la preparatoria. Sus dos amigos la seguían a cada lado, pero unos pasos detrás. Ella disfrutaba de aquello, de todos esos ojos sobre sí por ser la alfa más malditamente atractiva del lugar y sin duda la más fuerte.

Estaba cursando su último año antes de pasar a la universidad y sabía que tenía que exprimir a todos dentro de ese lugar antes de marcharse y dejar su huella por siempre.

Sonríe con diversión hacia las omegas que le miran desde los casilleros, sintiendo su pecho inflarse de orgullo.

Ella era todo lo que el mundo necesitaba y quería.

Y esa omega de cabellos castaños que ahora reía junto a una beta en mitad del pasillo no sería la excepción.

Al parecer cumplía los dieciocho, porque su amiga le sostenía un cupcake que tenía un pequeño cartel de «feliz cumpleaños». Tzuyu cumplió la mayoría de edad en vacaciones de verano y aún recuerda la grandiosa fiesta que hizo en su hogar y como los y las omegas se morían por entregarle sus obsequios.

Sana y la beta, que no recordaba su nombre, dejaron las risas cuando se paró frente a ambas. Tzuyu sonreía egocéntrica, mirándola hacia abajo como siempre hacía.

──Así que eres la cumpleañera ──lamió sus labios──. Las omegas suelen rogarme por una noche con ellas como regalo y pocas veces digo que sí, pero si me lo pides tú, tal vez me lo piense por ese culo que tienes ──rió y los alfas le siguieron.

Sana frunció el ceño realmente molesta. Le entregó el pastelito a su amiga y se volteó para enfrentarla cara a cara.

──Eres una imbécil ──escupió, aguantándose las ganas de golpearla.

──Ay, Sana ──otra risa salió de su garganta, negando con la cabeza──, no entiendo por qué te esfuerzas tanto en hacerte la rebelde, si todos aquí saben que mueres porque te meta la polla y te llene-

Su oración fue callada cuando la pequeña mano de Sana se atrevió a abofetearla. De repente los alumnos que las oían y observaban desde sus casilleros ─porque claro que estarían pendientes a lo que hacía esa alfa azabache─ quedaron expectantes, el pasillo completo en silencio y atentos a ellas.

Nadie nunca se había atrevido a golpear a Tzuyu, mucho menos una omega.

Chou solo tocó su mejilla, notando la sangre que salía de sus labios rotos gracias al anillo que traía puesto Sana.

Sus amigos quisieron atacar a la castaña, gruñéndole y mostrando sus colmillos mientras Jihyo intentaba apartarla de ellos, pero Tzuyu los detuvo y Sana no se movió, ignorando los jaloneos de la beta.

Sana era así, no se dejaba llevar por nadie y no le importaba su casta, Minatozaki se defendía y golpearía a cualquier alfa si era necesario. No les temía, su odio hacia la mayoría de ellos solo la hacía más fuerte, más valiente; por ello era nombrada "omega rebelde" y por ello también, a Tzuyu le encantaba. Le ponía que fuese desafiante, que fuera distinta y que creyera que ningún alfa la podría controlar o sacar su parte sumisa de naturaleza.

Tzuyu deseaba ser la primera en "hacerla una omega de verdad", que cayera rendida hacia ella y gimiera rogando que se la follara y la hiciera suya. Solo suya.

Porque Minatozaki Sana n era un desafío, quizás el más difícil hasta ahora.

Y Tzuyu adoraba ser retada y ganar.

Escupió la sangre sin interesarle que luego tendrían que limpiar unos pobres auxiliares y miró a Sana con las pupilas dilatadas, sonriendo.

──¿Así quieres jugar? Está bien, Sana, así será a partir de ahora ──sentenció y le guiñó un ojo antes de seguir su camino con los otros alfas.

El pasillo entero pasó saliva, y Sana, aunque intentó disimularlo, lo hizo igualmente, su corazón acelerado y con un poco de miedo.

──Firmaste tu muerte, Sana ──logró escuchar la preocupada voz de su amiga──. Sé que es una idiota, pero... ¿golpearla? Sana, no sé cómo te voy a defender cuando venga por su revancha ──sinceró, su rostro pálido.

Jihyo siempre la protegía como podía, pero es que Sana tampoco aportaba.

──Tranquila, Hyo, sé defenderme sola ──afirmó, caminando hacia el salón en un intento de tranquilizarse.

A ver, Chou se merecía mucho más que una simple cachetada, pero es que... joder, sí había sido un poco arriesgado. Esa azabache era la más respetada y nadie la provocaba por algo.

──¿Pero y si usa su voz de mando? ──cuestionó, sentándose a su lado cuando llegaron al salón──. Mierda, estoy segura que hasta un alfa se pondría sumiso con esa voz ──suspiró.

──Papá me ha enseñado a manejar a mi loba, Jihyo, confío en sus consejos si alguna vez la desgraciada se atreve a usarla.

Aquello era verdad, su papá era un alfa fuerte que cuando se enteró que su pequeña Sana sería una omega, se decidió a criarla como creía necesario para que su hija jamás se dejara llevar por un alfa. A eso se debía su actitud diferente a la de los omegas comunes, por eso llamó tanto la atención cuando llegó al instituto por primera vez y no permitió que ningún alfa la manipulara o mirara en menos.

──Realmente espero que sea así, unnie ──habló Park y no pudo responderle porque la maestra ya había llegado al salón, callándolos a todos allí.

Pasó la clase con un dejo de mal sabor en la boca. ¿Y si Tzuyu usaba su voz alfa y terminaba por acceder hacia la estupidez que sea que quisiera la azabache?

No.

Claro que no. Jamás defraudaría a su papá ni se traicionaría a ella misma. Chou Tzuyu podía amenazarla con cortarle los dedos y Sana seguiría dando la cara.

Así debían ser los omegas le había dicho siempre el señor Minatozaki, defensores de sí mismos y firmes ante cualquiera.

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Una semana desde su encuentro con Chou, y Sana debía admitir que pasó cada día atenta por si la alfa se aparecía para cobrar venganza.

Se le hizo raro que no ocurriera nada, que no la buscara o si se veían en los pasillos no le gritara algún comentario despectivo o hasta sucio.

Y no debió bajar la guardia ese día lunes, porque sabía que Tzuyu no se rendía, pero lo hizo. Se había acabado su última clase del día que era deporte, y le insistió a Jihyo que no la esperara porque aún debía ir a hablar con un maestro para que le corrigiera el ensayo que estaba haciendo. Estaba bajándose la remera cuando una segunda presencia apareció en aquel camerino que antes estaba vacío. Se le pusieron los pelos de punta al sentir ese aroma potente que bien conocía.

En el momento que se dio la vuelta para enfrentarla, Tzuyu ya estaba a centímetros de su cuerpo con su típica sonrisa de arrogancia. Apretó los puños, lista para atacar si era necesario.

──Chou ──habló con determinación, la chica no paraba de acercarse.

──Relájate, omega, solo estoy aquí para charlar ──dijo y volvió a alejarse unos pasos hasta apoyarse en la pared blanca──. ¿Tienes miedo? ──preguntó con una sonrisa, podía sentir las feromonas contrarias, normalmente dulces, a unas más ácidas.

──¿Por qué debería? ──respondió, sin mirarla y tomando su bolso. Tenía que salir de allí en cuanto antes.

No solo tenía la desventaja de ser omega, sino que en específico, su tonta loba no paraba de insistir con que aquella azabache desagradable era su alfa. Hasta una vez tuvo la indecencia de llamarla su destinada.

Si fueran destinadas, Tzuyu no la trataría como lo hace, se quejaba ella.

──¿A dónde crees que vas? ──la detuvo, parándose frente suyo──. ¿Acaso no quieres hablar? ──formó un falso puchero de tristeza.

──No tengo tiempo para esto, Chou ──intentó pasar por su lado pero falló cuando los brazos de la más alta le agarraron y le tomó desde el cuello con una mano.

Tenía mucha más fuerza que Sana, así que a esta solo le quedó observarla hacia arriba con odio en sus ojos.

──Suéltame.

──No ──hizo presión con sus dedos a los costados de su cuello, no le cortaba la respiración con ese gesto, pero tampoco le daba opción de escapar──. Me debes algo, omega ──ya no había diversión en la alfa, totalmente seria.

Sana solo atinó a levantar la rodilla para pegarle en los genitales y salir corriendo una vez Tzuyu se retrocedió de dolor y la soltó.

Alcanzó a tocar la manilla de la puerta.

──Detente ──usó su voz de mando, soltando una última queja de dolor.

Sana en serio sabía controlar a su loba, su padre le había hecho un sin fin de pruebas tan simples como ordenarle que le trajera alguna cosa con su voz de mando y Sana tenía que negarse, así la entrenaba él.

Y con cada prueba que le hacía, ella se volvía más fuerte, y esto no era la excepción. Sí, la voz de Tzuyu era demandante, quizás la más imponente del instituto, pero nada se comparaba a la voz de su papá, un alfa maduro y con una vida llena de experiencias. Por lo que Sana podía salir corriendo de ahí, tenía el dominio, pero algo le pasó, algo hizo que, aunque tuviera la capacidad, simplemente obedeció, frenando sus movimientos.

No fue su loba, no fue la loba o voz de Tzuyu, fue la propia Sana que en el fondo de su cabeza anhelaba seguir junto a la mayor unos segundos más.

Y sería mentir que Tzuyu no se impresionó, pues sabía que Sana era una omega con mucho autocontrol.

Ignorando aquello, caminó hasta quedar con su mentón pegado a la cabeza de Sana, su pecho contra la espalda de esta.

──Eres una buena omega ──gimió en voz grave, tan excitada que sus manos tuvieron que pasearse por la cintura de Sana, apegándola a ella.

Sentir el trasero de la chica contra su polla la hizo cerrar los ojos con fuerza.

Lo que Tzuyu no sabía era que Sana se encontraba igual, párpados cerrados y mordiendo sus labios para no jadear.

Luchó tanto tiempo contra sus instintos y la asquerosa pero sincera idea de que Tzuyu le atraía, que lo que pasaba ahora se sentía irreal.

Totalmente prohibido.

Totalmente perfecto.

──Fuiste hecha para mí, Sana ──comentó, pasando las manos por debajo de la remera de la menor para acariciar su plano abdomen. Bajó la cabeza y enterró su nariz en el cuello de la joven, aspirando ese olor con el que soñaba con los ojos abiertos──. Te deseo tanto...

Sana tragó saliva, queriendo que Tzuyu le diera genuino asco, pero es que sería mentir desgraciadamente, porque ese tacto sobre su piel se sentía como fuego, la volvía loca todo de esa jodida morena.

──¿Qué vas a hacerme, eh?

Pero Sana era orgullosa, tenía agallas, sabía pelear y tenía claro que entregarse a Tzuyu sería un error tan grande como el haberla conocido.

Así que se volteó, empujándola del pecho e intentando desviar sus ojos de la erección de Tzuyu que se notaba a través de su pantalón.

──¿Qué harás? ──repitió, fingiendo enojo──. ¿Usarás tu voz para intentar tocarme? ¡¿Así de enfermiza y aborrecida es tu cabeza?! ──volvió a empujarla, logrando que Tzuyu retrocediera unos pequeños pasos.

Sana rogó que le contestara que sí, que fuera una verdadera degenerada para así poder odiarla más y con justificación, para demostrarle a su loba que Chou Tzuyu era un monstruo del que debía mantener distancia.

──Sabes muy bien que no necesito de mi voz para tocarte. Sabes que mueres por que lo haga y sabes aún mejor lo que somos, Sana.

La impresionó con lo dicho, la impresionó cuando Tzuyu por tercera vez se acercó a ella y le tomó el cuello una segunda, observándole los labios sin pudor.

──D-dices porquerías, imbécil.

La azabache sonrió porque nunca antes había tartamudeado con ella. Porque Sana tenía todas las posibilidades de alejarse de su suave agarre en el cuello y no lo hacía.

No se movería.

──¿Qué somos? ──Chou retomó el habla, lamiéndose los labios mientras la dirigía a la pared y la presionaba contra esta con suavidad──. Dilo, dile a tu alfa lo que somos, Sana.

Destinadas, respondió la maldita de su loba, feliz de que Tzuyu también lo supiera.

──Nada ──escupió, ganando la batalla contra su loba y Chou.

La batalla, no la guerra, porque cuando Tzuyu se rió y llevó la mano hasta dejarla sobre en centro de Sana, paseando sus yemas sobre la tela de su ropa, a esta todo le palpitaba, mareada por su olor dominante, su sonrisa superior y lo cerca que la tenía.

──Desabróchatelo ──demandó, refiriéndose a su pantalón.

──N-no ──volteó la cabeza, negándose a mirarla.

Tzuyu hizo presión, enterrando tan solo un poco sus dedos, pero siendo lo suficientemente efectiva para que la más baja lloriqueara con los ojos cerrados.

──Desabróchatelo ──repitió.

Sana agachó la mirada, avergonzada porque ya había perdido todas sus fuerzas en cuanto Tzuyu repitió la exigencia.

Se desabrochó el pantalón mientras una lágrima de humillación caía por su mejilla.

¿Cómo defenderse contra su loba si ella misma actuaba así?

Una vez los dos botones abiertos, Tzuyu ronroneó a gusto y le tomó el mentón, obligándola a mirarla.

──Eres tan obediente, omega ──dijo y antes de darle tiempo para negarse, juntó sus labios adentrando sus largos dedos en las bragas ajenas y hundiéndose en ella.

Ambas gimieron a gusto, Sana impresionada por lo bien que encajaban sus dedos en ella y Tzuyu excitada de lo húmeda que estaba su vagina, apretándola tan solo segundos luego de meterse allí.

Que pérdida había sido todas sus discusiones con su loba, pensó Minatozaki, porque no se resistió más y la rodeó por el cuello, necesitándola cerca.

Aunque peor fue para Tzuyu, que el sabor a melocotón de Sana, tal cual era su aroma, la dejó fascinada y totalmente adicta a esa omega. Solo quería a Sana, sus ojos ya no serían capaces de posarse en otra mujer y sabía que sentiría asco ante el olor a otras omegas.

Dio una estocada contra la castaña, apretando sus dientes hasta hacerlos sonar por lo apretado que parecía ahora su pantalón. Se sentía tan bien estar así que no se imaginaba cómo sería cuando metiera algo más que sus dedos.

──Vamos, Sana, haz lo que sabes que quieres hacer ──gruñó, retándola.

Sana se negó moviendo la cabeza y mordiéndose los labios. No podía hacer lo que Tzuyu esperaba, no habría vuelta atrás si lo hacía.

La mayor metió sus dos dígitos más profundo, agarrándola de la cintura para que no cayera de lo débil que estaba.

──Hazlo, omega, llámame alf-

Sana la calló para que no siguiera, volviendo más firme el agarre de sus brazos al rededor del cuello ajeno y lanzándose otra vez a los labios de Tzuyu con desesperación. Sus ojos lloraron un poco, y no supo si era por la excitación o por lo mal que se sentía lo bien que se sentía besarla.

Tzuyu la pegó más contra la pared, soltando feromonas dominates como nunca. Mientras el húmedo contacto seguía, Tzuyu acercó su polla hasta tocarle el muslo y frotarse allí.

Gimieron contra sus bocas, el universo entero pareciendo detenerse. Era tan grande y dura, Sana podía sentir todo sin necesidad de estar desnudas.

Su coño comenzó a palpitar sobre la mano ajena. La quería dentro suyo. Y al parecer Tzuyu también lo necesitaba, porque sin detener el beso se bajó los pantalones con una mano, seguido de su bóxer. Luego le tiró la ropa interior de la omega hacia abajo, de paso dejándola sin pantalón también.

Le sujetó con fuerza el cuello cuando la excitación, probablemente más grande de su vida, se hizo presente al momento de que sus intimidades se tocaran. Con tan solo rozar su hinchado y rojizo glande contra el monte de venus de la castaña sentía que iba a explotar en un orgasmo. Sana gimió en su boca de forma lastimera.

──Dime alfa ──insistió ella, más Minatozaki la sorprendió cuando descendió su palma hasta agarrarle el pene y apretarlo con fuerza.

Tzuyu gruñó y empujó las caderas, dejando que su falo se adentrara a esos pequeños y delicados dedos. Le folló la mano como quería follarle el coño, sin dejar de hacer presión en el cuello de Sana para dejarla marcada. Su otra mano, que en ningún momento paró de estimularla, ahora se encuentra goteando por lo mucho que estaba lubricando la chica.

El camarín, que supuestamente debería estar vacío porque todos los alumnos ya se habían ido, estaba inundado en feromonas alfa y omega, tan intensas como los gritos lastimeros que salían de la garganta de Sana.

Tzuyu le separó las piernas, deteniendo la mano de Sana y colocando su polla sobre los labios vaginales de la joven, paseándose por allí como si fuera un juguete sexual.

──Ruégame, omega ──dijo con la voz ronca y sus ojos completamente negros──. Ruégame por follarte.

Se observaron unos cortos pero dolorosos segundos antes de que Sana cayera rendida ante ella.

──Por favor, T-Tzu ──cogió aire──, entra...

La mayor sonrió y Sana casi se desmaya cuando Chou enterró brusca y fuertemente su polla en su vagina. Las caderas de la azabache se movieron para delante y hacia atrás, obligándola a que rodeara las piernas a su cintura y se subiera sobre ella, sus pies dejando de tocar el suelo.

Contra la pared, sobre la alfa que destacaba por ser la más grande idiota de JYPE, Minatozaki Sana se dejó follar por ella. Encajaban a la perfección, como si hubiesen nacido por esto, para estar juntas

Salvaje como siempre fue, Tzuyu la separó de la pared y le dio todas las estocadas que su cuerpo le permitió, rápidas, perfectas, llegando hasta el punto G de la omega.

Sus piernas comenzaron a flaquear porque sentía el orgasmo susurrándole en la oreja, así que se sentó en la banca que había en el lugar y solo pudo gemir más ronca cuando la vagina de la castaña se enterró por completo en ella.

Le jaló el pelo, obligándola a besarse otra vez y Sana no perdió tiempo, comenzando a moverse sobre el falo de la alfa mientras sus rodillas se apoyaban en la banca.

Tzuyu paseó la lengua por su cavidad bucal y le agarró con fuerza el trasero, estaban por correrse, ambas los sabían.

Sana, desesperada por venirse, comenzó a saltar sobre su polla y el mundo pareció detenerse cuando por fin todos sus fluidos salieron gracias al orgasmo.

──¡Alfa! ──gritó, sin poder soportarlo más, porque aunque se odiaría toda la vida por llamarla así, era lo que su cuerpo entero le rogaba que hiciera.

Y al parecer esa simple palabra de cuatro letras bastó para que Tzuyu se corriera también, Minatozaki sintiendo el semen de la mayor inundar todo su ser.

Al expulsar su esperma en la chica, Tzuyu la había ahorcado por instinto, permitiendo que la sensación de placer se extendiera en ambas.

No mentiría, la alfa tuvo que contenerse a ella y a su loba para no morderle el cuello y marcarla por una vida completa, pues sabía que si lo hacía, Minatozaki Sana le rompería la cabeza hasta desvivirla.

Sí, ella tenía muy claro que Sana era su omega, su destinada, pero también sabía que Sana no lo aceptaba y este polvo solo fue un pequeño inicio para la castaña.

──Omega... ──habló Chou, sintiéndose para nada cuerda en ese minuto por lo bien que era acabar dentro de la contraria──, omega, mírame ──demandó, pues Sana tenía los ojos puestos en su pecho, probablemente evitándola a su manera──. Mírame.

Esta apretó los labios, alzando la cabeza y Tzuyu casi se cae de la banca cuando esos preciosos ojos la observaron con timidez, totalmente sumisa. Así tenía que ser, le gritó su loba, Sana podía ser la omega rebelde con la persona que quisiera, pero con su alfa... ella era su única dueña, la que mandaría y tendría el control por siempre.

Y para que mentir, otra vez, no había mejor sensación de que su omega le fuera sumisa y entregada, Tzuyu lo gozó como nunca gozó algo en su vida.

──Eres mi omega... solo mía ──le tomó el mentón──, y yo tu alfa, la única que tendrás en esta vida y todas las siguientes, ¿lo entiendes? ──demandó, sin burla pero con seriedad.

──N-no... ──intentó negarse, intentó bajar la mirada de nuevo e intentó callar a su maldita loba que gritaba un gigantesco "sí"──. N-no... y-yo...

Tzuyu la tiró hacia ella, brusca y molesta por su respuesta, callándola cuando le enterró los colmillos sobre la piel de su cuello en posesión, mientras Sana solo pudo cerrar los ojos débil y gemir por aquello. La mayor no mordió el punto donde debía formarse el lazo, pero sí al rededor de esa zona, dejando sus dientes marcados y de paso su aroma alfa impregnado en su piel.

Dio más pequeñas mordidas, pasando por su mentón hasta llegar a sus labios.

──Acéptalo ──reprimió usar su voz de mando, pues quería que la omega estuviese consiente cuando lo aceptara, para que todo se volviera por fin realidad.

──Tzuyu... ──lloriqueó──, no me hagas esto... ──rogó.

Rogó porque, ¿cómo aceptar que la peor persona que conocía, la persona que iba contra todos su ideales con su actitud superior y burlesca, el monstruo que se juró alguna vez poner en su lugar, esa misma imbécil, era su alfa?

¿Por qué si eran destinadas (como bien sabía que eran), Tzuyu era así, no solo con el resto, sino con ella también?

Tantas dudas, miedos y negaciones que la atormentaban cada día cuando la veía en los pasillos y le discutía en clases... Todo su esfuerzo... ¿dónde quedaba eso?

Estaba sentada en la polla de la alfa, ¿cómo se atrevió? Sentía a su loba riéndose de ella ahora mismo.

──No se acabará el mundo si aceptas lo inevitable ──retomó Tzuyu──. Dilo, Minatozaki Sana, dilo y no seas cobarde, omega.

Sana enterró sus uñas en los hombros ajenos con rabia por el insulto, frustrada tanto consigo misma como con la alfa porque sabía que no saldría de ahí sin antes llamarla su destinada.

Tzuyu le gruñó en reacción ante el dolor, esas garras de gatito que la omega siempre llevaba limpias, largas y pintadas de rosa en serio servirían como un arma.

De todas formas, Tzuyu escondió sus colmillos y se acercó hasta besarla entre arisca y dulce, solo para darle ánimos y más motivos a la chica sentada sobre sí para que digiera lo que quería escuchar.

Sana correspondió de mala gana, moviendo la cabeza hacia un lado para darle más acceso. Se separaron con las miradas dilatadas y la respiración agitada, y cuando Sana abrió la boca y Tzuyu creyó que por fin lo haría, Sana la cerró repentinamente, dándole una gran cachetada. La cabeza de Tzuyu se corrió hasta un lado por la fuerza, tocándose con una mano la mejilla y su labio que ahora sangraba como pasó hace una semana por el mismo anillo.

Al parecer la omega tenía un fetiche por las cachetadas.

Tzuyu la miró con leve impresión, sin querer verse afectada. El ceño de la menor estaba fruncido y debía admitir que se veía muy sexy así, enojada como una gatita salvaje.

──Eres una imbécil, estúpida, tarada, asquerosa, un parásito para esta sociedad ──escupió──, y te aborrezco más que a nadie ──tomó una respiración──, por eso... por eso odio que seamos destinadas.

Joder.

Todos esos insultos se redujeron a nada y la molestia de Tzuyu se esfumó al escuchar lo último, su corazón hecho un lío y sonriendo con orgullo mientras su loba parecía que se volvía loca dentro de su pecho. Le agarró del rostro para juntar sus labios y la besó intensamente, su maldita polla despertando otra vez por lo bien que se sentía ahora mismo.

Hecho estaba, Sana había aceptado su destino de mierda y ya no había vuelta atrás.

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