Treinta y nueve
—¿Y tú que tienes? —me preguntó Lox.
Él es el único que me ha estado apoyando, y se lo agradezco muchísimo. Aunque no he hablado nada desde lo que pasó.
—Vamos, anda. Hoy por lo menos habla. Menciona algo —insistió sin hacerme mover de la banca en la que estaba sentada.
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