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𝖕𝖗𝖔́𝖑𝖔𝖌𝖔



PRÓLOGO.
vacance club

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—¿Estás en un colegio prestigioso o una cárcel para menores? ¿Cómo que clases de verano? —rodeé los ojos.

—No son clases de verano, Amanda. Se llama Vacance Club, son un montón de actividades de verano, que es mucho peor, puedo compartir clases, cuarto, eventos, cenas, pero ¿Mis vacaciones? —estaba frustrada—. Se suponía que volvería a México para las vacaciones y de un día a otro, papá cambio de opinión.

—¿Qué dijo tu mamá de todo esto? —se acercó Amanda tomándome de los hombros.

—No me devuelve las llamadas desde hace una semana, papá dice que está ocupada firmando contratos con unos proveedores —me giré para ver a Amanda a los ojos, estaba arreglada y maquillada para dar su show—. No sé que hubiera sido de mí en este país, si tú no estuvieras aquí, Amanda.

—Bueno, mi cielo, ahora pertenecemos a mundos parecidos, mientras tú aguantas a esa bola de niños ricos y mimados, a mí me toca soportar a varios de esos padres...

—Amanda, no cometas el mismo error dos veces, por eso tuviste que irte de México —Amanda se pasó su mano sobre su boca, simulando que era un cierre—. Me tengo que ir, solo venía avisarte que no te veré en una o dos semanas.

Conocía a Amanda desde que era pequeña, aunque ese no siempre fue su nombre, todavía recordaba la noche que se fue del club nocturno “Las Diosas de la noche”, lugar del que mamá era dueña, por meterse con personas poderosas, empresarios, políticos, senadores, inversionistas, dos años después de que mamá y las otras trabajadoras del lugar la ayudarán a escapar, papá volvió con una fortuna convenciendo a mamá de no solo vender el club nocturno, sino también mudarnos a Argentina para darme la mejor educación del mundo, en el colegio más reconocido a nivel nacional, el Élite Way School.

Amanda era la Drag Queen más conocida de toda Argentina, aunque mayormente por la mala crítica de los medios, aun así, ella seguía haciendo sus espectáculos y siendo la voz de un movimiento que constantemente trataba de ser invisibilizado, a mí no me molestaba ser vista por los medios con ella, era mi familia, pero papá la convenció de verme a escondidas.

—¿Cómo? ¿No te quedarás para el espectáculo? —negué con la cabeza.

—Tengo asuntos que resolver con uno de esos niños ricos y mimados antes de que se vaya del país —Amanda me tomo de la cabeza, plantando un beso en cada mejilla—. Aunque no pueda verte, sé que te voy a necesitar, tienes que decirle a Mariel que te mantenga al tanto del registro de llamadas, cien de ellas serán mías.

—Amanda es una mujer ocupada, Loreto —habló una voz autoritaria a mis espaldas—. Con la música no se escucha, pero hay un hombre que no para de gritar tu nombre.

—¿Por qué no lo dejas pasar? —pregunté confundida.

—Porque aquí no entra ninguno de los guaruras de tu papá, ese hombre le robó el brillo a tu mamá —tenía razón, desde que él volvió a nuestras vidas, mamá no paraba de trabajar.

—¡Señorita D'Amico! —grito Ciro, mi chófer personal.

—Me tengo que ir, nos vemos chicas —me despedí de beso de ambas, corriendo a la entrada, en donde los gritos comenzaron a intensificarse—. Perdón por los gritos, Galo.

Galo era el portero del club nocturno “Club Queen” del que Amanda, luego de años de esfuerzo, era dueña. Era un hombre grande, imponente de casi dos metros y tez morena. En cambio Ciro, era un hombre joven, delgado y de tez blanca.

—Señorita D'Amico, quedamos en que solo serían treinta minutos, los Bustamante la están esperando desde hace una hora —rodeé los ojos caminando al auto.

—No escuché el celular —Ciro puso mi teléfono frente de mí, cuando me abrió la puerta del asiento trasero—, con qué aquí estaba —le arrebate el teléfono recibiendo una llamada.

—Contesté el teléfono o llamaré a su padre.

—No te preocupes, tengo asuntos pendientes con el hijo del intendente de la ciudad —dije entrando al auto, contestando la llamada—. Bueno, ¿Quién habla?

—No te hagas la boba, nena —habló un Pablo muy enojado—. ¿Por qué no estás en mi casa como quedamos?

—No lo sé, ¿Por qué no le preguntas a Natalia? —Pablo comenzó a reírse en la otra línea.

—Nena, escúchame, aunque me encanten tus celos, esto no tiene nada que ver con que si no estás en mi casa en quince minutos, le diré a tu papá sobre la escapada del viernes.

—Por esta y mil razones, no estás listo para ser mi novio, Pablito —fingí estar enojada.

—¿Dé que hablas, Lory? Tú y yo estamos hechos el uno para el otro —no podía creer lo cínico que podía llegar a ser este hombre.

—¿Sabes que? No te preocupes, Pablito, te prometo que ahí estaré, adiós —colgué la llamada antes de escuchar otra palabra de él.

Tuve que mentirle a Amanda sobre porque papá había cancelado mis vacaciones a México, tuve que decirle la verdad a mi papá sobre mi salida del viernes para que Pablo no tuviera control sobre mí y ahora necesitaba deshacerme de él para que no pasará las vacaciones conmigo en el Vacance Club.

—¿Tiene idea de lo enojado que está su papá? ¿Sabe lo que harán con la carrera de su padre si descubren que, no solo su única hija sale a clubes nocturnos, sino que es amiga de una Drag Queen?

—¿No estarás molesto porque mi amiga la Drag Queen gana tu salario de un mes en un día? —conteste recargándome en el respaldo del auto, cruzándome de brazos.

—Señorita D'Amico, tiene que entender a su padre, su carrera se hizo en anonimato, sin causar ningún escándalo, no es figura pública y se dedica a los negocios, su padre es un reconocido empresario de renombre —Ciro había demostrado ser leal a mi padre desde que lo conozco.

—Igual que Amanda, tú no la conoces, no sabes nada de su vida y todo lo que ha tenido que pasar, es de las pocas cosas buenas que me trajo mudarme aquí —nadie de mi familia entendía lo importante que era Amanda para mí, solamente mamá y ella no estaba.

—Hagamos una cosa, si usted intenta ayudar a su padre, yo mismo la traeré cada que quiera al club nocturno —esas palabras sin duda me cambiaron completamente el ánimo.

—¿Me lo prometes, Ciro? —pregunté viéndolo por el retrovisor.

—No es de mi agrado, y al contrario, pienso que es de muy mal gusto, pero me importa su padre y, mucho más importante, me importa que vos estés bien —por más peleas que tuviera con Ciro, nunca podía quedarme enojada con él, al fin y al cabo, las peleas eran provocadas por mi padre.

Me distraje pensando en lo que tenía preparado para el imbécil de Pablo, quería utilizarme para que sus padres no lo llevarán a Londres y así poder quedarse con el imbécil de Tomás, pero en mis planes no estaba verlo en mis vacaciones, después de lo que me había hecho.

—Llegamos, Señorita D'Amico —sin duda la casa de los Bustamante era la auténtica casa blanca.

—No te muevas de aquí, Ciro —le advertí metiendo la cabeza entre los dos asientos delanteros, mirándolo a los ojos—. No pienso tardarme.

Me salí del auto, caminando hasta la entrada de la casa, echándome un poco de aire en los ojos para que se vieran cristalizados y pellizcaba mis mejillas para que se vieran rojas.

Finalmente, toqué la puerta.

—Hola, Cariño —saludó la mamá de Pablo amablemente, antes de verme atentamente—. ¿Estás bien, cariño? ¿Por qué estás llorando?

—Buenas tardes, Señora Bustamante, ¿Podría decirme en dónde está Pablo? —pregunté fingiendo un hilo de voz.

—Por supuesto, está en la sala de estar con su padre —se movió un poco de la puerta, para que pudiera entrar a la casa.

Caminé hasta la sala de estar de los Bustamante encontrándome con el Señor Bustamante, el padre de Pablo y el mismísimo Pablo, entablando una conversación normal, que hasta por un momento me hizo replantearme lo que estaba a punto de hacer.

—Pablo —tan pronto volteó a verme me lancé a sus brazos—. ¿Por qué me haces esto, si tú eres el único chico en mi vida, Pablo? ¿Por qué?

—¿Qué sucede, nena? —preguntó confundido tomándome de la cintura y acariciando mi cabello.

—¿Por qué sales con otras chicas, Pablo?, ¿No soy suficiente mujer para ti?, ¿Te cansaste de esperarme? —lanzaba pregunta tras pregunta aferrándome al pecho de Pablo—. Di algo, Pablo.

—¿Qué es lo que está pasando aquí, Pablo? —preguntó Sergio molesto.

—No, papá, no es lo que creés —no pude evitar que se me saliera una pequeña sonrisita al escuchar a Pablo hablar tan nervioso.

—Es verdad, Señor Bustamante, es todo mi culpa —dije separándome de los brazos de Pablo una vez deje de sonreír—. He estado posponiendo por tanto tiempo formalizar nuestra relación, que no me detuve a pensar en lo que sentía Pablo, en sus necesidades.

—¿Perdón? —dijo el Señor Bustamante carraspeando la garganta.

—Era obvio que saldría con otras chicas, solo mírenlo, estoy saliendo con el hombre más guapo de todo el colegio —me gire sobre mis talones tomándolo de las manos—. Por favor perdóname por entrar de esta manera a tu casa, pero cuando me enteré de que saliste con Natalia este fin de semana me volví loca.

—No es tu culpa, Loreto —se apresuró a decir la mamá de Pablo, Mora Ortiz.

—Mora tiene razón, Loreto. En todo caso es culpa del imbécil de mi hijo que no pudo resistir la tentación de salir con cualquier chica —se acercó peligrosamente a Pablo haciendo que rápidamente lo volviera abrazar.

—Agradezco sus palabras, Señor y Señora Bustamante, pero se que esto es todo mi culpa —me separé un poco del pecho de Pablo, encontrándolo con una cara de pocos amigos, aún no procesaba lo que estaba pasando—. Perdóname Pablo, pero te prometo que estoy trabajando muy duro para convertirme en la novia que mereces.

—¿No piensas decir nada Pablo? —preguntó su padre molesto.

—No es necesario —me adelanté a responder—, Pablo y yo organizamos está comida para pedirles que lo dejarán quedarse en el Vacance Club, pero creo que este tiempo separados nos servirá mucho a los dos, así que vine a despedirme —me pare de puntillas plantando un pequeño beso en la mejilla de Pablo—. Necesitamos un descanso el uno del otro, ¿No lo crees, Pablo? —la cara de Pablo era un auténtico poema, no estaba segura si estaba enojado, confundido o asustado—. Quisiera irme a casa, si no les molesta.

—Por supuesto que no, Loreto —habló rápidamente Mora—. Pablo acompaña a Loreto a la puerta.

Pablo apenas pudo gesticular una mueca, tomándome de mis brazos, caminando afuera de la casa, cerrando la puerta.

—¿Me puedes explicar que fue todo eso, nena? —preguntó echo una furia.

—A mí no me gustan las amenazas, entonces decidí contarle a papá sobre mi salida, quieres adivinar quién se quedó sin viaje a México por tu culpa —dije soltándome de su agarré—. Ahora mismo eres mi persona menos favorita en el mundo, Pablito. Y como no puedo salir de la escuela, decidí sacarte a ti, al menos lo que dura el Vacance Club.

—No sabes con quién te estás metiendo, Nena —dijo tomándome del mentón con cierta hostilidad.

—En vez de volver a amenazarme, mejor ve pensando en que le vas a decir a tus papás sobre tu falta de compromiso en esta relación —me separé de su agarré—. Sin duda, un tiempo alejados el uno del otro nos hará bastante bien.

Me limpié las lágrimas, mientras caminaba hacia mi auto y una vez arriba, baje la ventana del asiento trasero para despedirme de Pablo.

Esto le serviría de lección para que no volviera a amenazarme.

Una o dos semanas alejada de Pablo Bustamante y Mía Colucci me traería la paz mental que estos dos habían estado robándome.

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