Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

35|Desmentir

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.
desmentir

°

Estaba acostada en mi cama en posición fetal, mirando a un punto fijo del cuarto. Un pequeño cofre de joyerías. Dentro tenía el regalo que Pablo me había hecho. Decidí traérmelo a la escuela, porque cuando lo volví a tomar entre mis manos esa noche, recordé como me enamoré de Pablo.

Cuando nos conocimos, ni siquiera sabíamos que nuestros padres se conocían, tampoco que nos iban a querer juntar o que compartiéramos el mismo colegio por los próximos cinco años.

Estábamos en una cafetería, apenas iba a cumplir los doce años y Pablo ya los tenía recién cumplidos. Mis padres me dejaron sola en la mesa y yo aproveché aquella oportunidad para escaparme. Recordaba como aborrecía estar en este país, lo único que quería era regresar a casa y olvidarme de que alguna vez mi papá regreso por nosotras.

Lo recuerdo perfectamente, estaba parada en el marco de la puerta de la cafetería, dispuesta a salir corriendo, cuando un niño se me acercó a coquetearme y como aún no gestionaba bien mi rechazo hacia los de su género, le pedí de manera violenta que me dejara en paz.

Él se jactó diciendo que no sabía con quién me estaba metiendo, que tenía a muchas chicas detrás de él, que tenía mucho dinero, que tenía muchas propiedades y muchas cosas. Básicamente me dio a entender que era el dueño del mundo. Cosas que no me importaban en lo más mínimo y lo mandé a volar a otro lado.

Esa fue nuestra primera pelea, cuando intenté salir corriendo de la cafetería para encontrar la forma de regresar a México, aquel niño rubio de ojos azules me tomo de los hombros diciéndome que a dónde me creía que iba, acusándome de ser muy pequeña para andar yo sola por ahí. Estaba muy enojada en ese momento, por lo que se me hizo fácil lanzarme encima de él y comenzar yo misma la pelea.

Nuestros padres llegaron a separarnos y trataron de calmarnos para podernos presentar cordialmente. Se trataba de la familia Bustamante, aquel insufrible niño se llamaba Pablo, el menor de cuatro hijos y los adultos junto a él eran sus padres, los amigos que papá creía presentarnos.

En todo el almuerzo nos matamos con la mirada, mientras mis padres hablaban con los suyos. Nos lanzábamos comida, nos hacíamos caras desagradables, hasta nos pateábamos bajo la mesa. Después de ese primer encuentro catastrófico, a papá se le ocurrió la grandiosa idea de llevarme todos los días a casa de los Bustamante, mientras él trabajaba con el Señor Intendente de la ciudad.

Las tardes en casa de los Bustamante terminaban siempre en tres cosas: alerta ámbar, tragedia, primeros auxilios. El colegio, que básicamente era la secundaria, inicio tres meses después de eso, nuestras peleas seguían, pero al menos mis padres se dieron cuenta de que respetaba a la autoridad en el colegio y no me intentaría escapar en horario de clases.

Ahora estaba aquí, casi tres años después, sacándome en mi cama, pensando que era lo que se suponía que tenía que hacer en este momento. No sabía qué hacer con mis sentimientos, con mi enojo, mi tristeza, mi remordimiento. Nada estaba funcionaba en mi cuerpo, estaba en modo automático.

—Loreto, te estoy hablando, ¿Qué te pasa? —era Natalia, ni siquiera la escuché entrar a la habitación—. ¿Estuviste llorando? Tienes los ojos rojos —no pronuncie ni una palabra—. Loreto, me estás preocupando, dime una cosa. Lo que sea.

—¿Me puedes abrazar, Natalia? —le pregunté con un hilo de voz.

No tuvo que pensarlo dos veces antes de acostarse atrás de mí y rodearme con sus brazos. Solo de esa manera pude comenzar a recobrar el calor en mi cuerpo, como si me estuviera congelando y Natalia fuera el único calentador en el polo norte.

Entonces me di cuenta de que extrañaba mucho a Natalia, no importaba cuánto ignorará este sentimiento con mis nuevas amigas, ahí permanecía en lo menos profundo de mis entrañas, flotando en el medio del río que recorría mis venas.

De pronto, una persona entro al cuarto, asustándonos por la agresividad con que había entrado.

—¡Loreto, vení acá y decime que esto es una mentira...!

—¡¿Quién te crees para irrumpir así en nuestro cuarto, nene?! —la voz de Natalia se escuchó por toda la habitación.

—¿Qué tenés, Lory? ¿Por qué estás así? —la voz de Pablo paso de escucharse como una dictadura a una súplica—. ¿Qué tiene Loreto, Natalia?

—¿Qué demonios te importa? Ese no es asunto tuyo —Natalia se levantó de la cama para correr a Pablo del cuarto—. ¡Salte y no vuelvas a pisar este lugar!

—No me voy a ir hasta que hable con ella —ambos parecían dos perros ladrándose.

Saque fuerzas de quién sabe dónde para sentarme en la cama y mirarlos antes de tomar una decisión de la que seguramente me arrepentiría después.

—¿Nos puedes dejar solos, Natalia? —ni siquiera sonó a una preguntas, sonó igual que a una súplica.

—¿Estás segura? —se adelantó a tomarme de las manos.

—No tardaremos mucho, lo prometo —regresé la mirada en Pablo quien se tapaba la boca con una mano, sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo.

—Voy a estar afuera vigilando que nadie entre —asentí ligeramente con la cabeza.

Natalia le dedico una mirada de odio a Pablo, antes de salir y cerrar la puerta de un portazo.

—¿Qué tenés, Lory? ¿Te hicieron algo? ¿Tu viejo te volvió a poner una mano encima? —me intento tomar de la cara, pero yo me alejaba cada vez que sentía su tacto—. Por favor, háblame.

—¿Qué es mentira, Pablo? —me limpie las lágrimas y acomode la sábana sobre mi cuerpo—. ¿Qué quieres que vaya y te diga que es mentira?

—Olvida lo que te dije, no es importante —intento volver a tomarme del rostro y está vez lo deje, al ver cómo un papel enrollado sobresalía de su bolsillo trasero.

—Dijeron algo nuevo sobre mí en el diario, ¿Verdad? —le arrebate el diario de chismes de su bolsillo y lo empuje, levantándome de la cama para leer su contenido—. Veamos, que cosas nuevas inventaron sobre mí está vez.

—Puras mentiras, Lory. No vale la pena leerlo —trato de arrebatarme el papel, pero fui más inteligente y me alejé leyendo solo por encima de todas las primicias, hasta encontrar mi nombre.

—No, por algo viniste aquí. Burlaste la seguridad del cuarto de las chicas, entraste gritándome que te desmintiera algo y eso es exactamente lo que te voy a dar.

Pablo se apresuró a tomarme de la cintura al ver que no podía tomar el papel de mis manos y de un solo movimiento conseguí tirarlo en la cama, sometiéndolo debajo de mi cuerpo.

—Mira esto: “Parece que el alumno Tomás Ezcurra Paz tiene una enamorada. Se le vio saliendo de la mapoteca con un grabador bajo el brazo, evidentemente estuvieron escuchando música romántica” —la diversión estuvo a punto de terminarse cuando leí que Tomás y Vico se habían visto en el cuarto de suministros.

—No es necesario que continúes. Vamos, Loreto. Dame ese papel, es muy obvio que es todo un chamullo Marizza, porque ya sabemos que ella es la que escribe el diario trucho —lo mire a los ojos, después me encargaría de Tomás por ser un mentiroso.

—¿Por qué? Si se viene la parte más interesante y por la que supongo que estás aquí, ¿Verdad? —intento hablar y yo le cubrí la boca con una de mis manos—. “Cuando este cronista pudo ingresar al lugar encontró restos de velas consumidas que sugerían un clima romántico y perfume de mujer, ¿Quién es la enamorada secreta?” —Pablo se comenzó a mover debajo de mí, pero no deje que se escapara fácilmente—. Aquí es donde salgo yo, ¿Verdad? —regresé la mirada al diario—. “Esta escritora suya tiene la respuesta. Y si leyeron las anteriores ediciones de este diario se darán cuenta de que todo cobrará sentido en este momento. La enamorada secreta resulta ser, nada más y nada menos que, la alumna Loreto D'Amico, a quien se le vio compartiendo un momento íntimo en la mesa de pool con Tomás Ezcurra, fundiéndose en un abrazo ardiente” —esto era lo que me temía al dejar acercarse a Tomás de esa manera—. “¿Será ella su enamorada secreta? ¿Tomás habrá logrado superar el triángulo amoroso con Manuel Aguirre y ganado el corazón de Loreto? ¿Qué pensará Pablo Bustamante de toda esta situación?”.

No pude evitar reírme de toda esta situación, primero estaba llorando y ahora riendo. Todo esto me tenía dañada.

—¿De qué te reís, nena? ¿Te parece gracioso que inventen todas estas cosas de vos y mi mejor amigo? —Pablo me arrebato el diario de las manos, pero era demasiado tarde.

—No lo sé, Pablo. Tal vez yo también necesito un novio oficial para que no me “histeriqueés”, me des la vuelta o no quieras saber nada de mí —se quedó en silencio, aproveche y me subí su regazo, rodeando su cuello con mis manos—. Dime, Pablo. ¿Necesito tener un novio oficial para tenerte donde quiero?

—¿E-en dónde escuchaste eso? —le acaricié el cabello.

—¿Te importa más saber de dónde lo escuché, que saber que lo sé? No has cambiado absolutamente nada, Pablito. Todavía no tienes tus prioridades claras conmigo —me intenté separar de él, pero Pablo se aferró a mi cuerpo—. ¿Qué estás haciendo, Pablo?

—No se lo que te habrá dicho ese mocoso, pero no termino de escuchar toda la conversación, te lo prometo, Loreto.

—¿Q-qué mocoso? —lo separé de mi cuerpo, mirándolo a la cara—. ¿D-de que mocoso estás hablando, Pablo?

—¡Ese mocoso! ¡Cacho! ¡Pancho! ¡Nacho! ¡Cómo sea que se llame! —me lleve las manos a la boca, no debí dejar que Nacho saliera detrás de Marizza. Era una tonta—. No escucho la parte más importante de todo eso.

—Escúchame, Pablo. No se que crees haber visto, pero no hay ningún mocoso metido aquí en el colegio, ¿Me escuchaste? Yo te escuché hablando con Tomás —Pablo negó con la cabeza.

—No mientas, lo vi yo mismo con mis propios ojos. Primero me lanzó cosas a la cara, después se me abalanzó la bestia esa cuando estaba hablando con Marizza en el parque —esto era malo—. Pero el mocoso ese no escucho la parte más importante.

—¡¿Cuál mocoso, Pablo?! ¡Aquí no hay ningún mocoso! ¡De seguro un niño de por ahí te vio haciéndole algo a Marizza y se le hizo fácil saltarse la malla del colegio y se te abalanzó! —todo era mi culpa, gracias a mi descuido descubrirían a Nacho.

—Eso no me importa ahora, nena. Me importa un bledo si hay uno, cinco, diez o cien mocosos escondidos dentro del colegio —me mando a callar—. Lo que me importa es que no escucho toda la conversación.

—No hay cien, ni siquiera uno. Te lo prometo, Pablo —me mando a callar poniendo una mano sobre mi boca.

—No escucho la parte cuando le conté a Tomás que me metiste una patada en la entrepierna —intenté sacarme la mano de su boca para disculparme, pero no lo logré—. Le dije que vos me volvías loco y que no importaba cuando tratara de sacarte de mi cabeza, simplemente no desaparecías.

Me quedé absorta, mirando a través de los ojos de Pablo. Amanda me había dicho una vez que los ojos eran la ventana del alma, y que si alguna vez quería saber si alguien mentía, solo tenía que mirarlo a los ojos.

—¡Voy a matar a ese estúpido mocoso! ¡Marizza tiene que tenerlo escondido por acá cerca, estoy seguro! —sacó su mano de mi boca y trato de levantarse decidido en ir a buscar a Nacho.

Lo detuve, tomándolo de las mejillas y juntando nuestras frentes, estábamos tan cerca el uno del otro, que la atmósfera se transformó en aura llena de posibilidades.

—No es verdad lo de Tomás, seguramente fuiste y lo encaraste violentamente, tienes que ir a disculparte con él —mi voz sonaba tan serena—. Lo que me dijiste no borra lo que escuché, Pablo.

—Perdóname. Por favor, perdóname, Lory —llevo sus manos a mis mejillas—. Solo te hago daño y no sé cómo detenerme.

—Nos hacemos mucho daño mutuamente —cerré los ojos, disfrutando su tacto—. ¿Por qué es tan difícil para nosotros? ¿Qué nos impide ser felices, Pablo?

—Es lo mismo que yo me preguntó —nos estábamos acercando, rozamos nuestras narices.

Quería besarlo, realmente quería fundir mis labios con los suyos en un apasionado beso, pero como si esto fuera un chiste recurrente, la puerta del cuarto se abrió, haciendo que me separaba abruptamente del cuerpo de Pablo.

—¡Aquí viene Gloria, chicos! —exclamó Natalia, asustada.

Tocaron la puerta.

—¿Qué se les dijo de ponerle seguro a las puertas, jovencitas? Saben que está estrictamente prohibido poner seguro a las puertas —cuando escuchamos la voz de gloria detrás de la puerta a la que Natalia resguardaba, nos llevamos la mano a la boca Pablo y yo.

—Escóndete, nene. Gloria te ve aquí y te mata —lo tomé de la camisa, arrastrándolo hasta mi armario, en donde lo encerré.

Me aseguré de acomodar mi cama, asegurándome que no hubiera ningún indicio de que un chico hubiera estado en nuestra habitación y solo de esa manera le lancé la señal a Natalia para dejar entrar a Gloria.

—¿Quién fue la graciosa? —preguntó, apenas puso un pie dentro.

—¡Yo! —se apuntó Natalia—. Es que nos enteramos de un chisme buenísimo de un chico de cuarto año y estábamos hablando al respecto, porque la novia está por aquí y ya sabes, Gloria. Cosas de chicas.

—El Elite Way School no es un lugar de chismes, alumna Duque, al contrario, es un sitio del saber, mundialmente reconocido por formar a grandes maestros, licenciados, doctores y profesionistas —ninguna lo puso en duda.

—Por favor, perdónanos, Gloria. Fue una estupidez, no volveremos a hacerlo —me adelanté a tomar el lugar de Natalia frente a Gloria.

—Su padre le dejo un recado en dirección, porque dejo su teléfono en su casa.

—¡Con que ahí lo había dejado! —ni siquiera me había dado cuenta de que no lo tenía.

—Mañana se lo va a mandar con su chófer personal, para que salga temprano a recogerlo fuera de las instalaciones —solo asentí con la cabeza—. Su padre nos avisó que este fin de semana se encontrará fuera de la ciudad y, por ende, pasará esos días dentro de las instalaciones del colegio.

—Que oportuno, justo no tenía nada planeado para este fin de semana —intente bromear con ella, pero no le hizo gracia.

—Ya es muy tarde, las luces se apagarán dentro de dos horas, aprovechen y vayan a hacer sus necesidades de una vez, antes de su hora de dormir —la acompañamos a la puerta para despedirnos de ella.

—¿Ya se fue? —le pregunté a Natalia, corriendo al armario para sacar a Pablo.

—¡Si, no hay nadie! ¡Dale, antes de que alguna chica lo vea! —Natalia se quedó a cubrir la puerta.

—Te tienes que ir Pablo, suficientes problemas tienes con todo el mundo para meterte otra vez con el colegio.

—¿Estamos bien? —fue lo primero que me preguntó apenas salió del armario.

—¡Que te van a describir, nene! ¡Te tienes que ir! —lo grité ignorando su pregunta.

—No, yo no me voy de aquí, hasta que me perdones —se plantó en el suelo del cuarto, con los pies firmemente posados sobre la alfombra.

—¡Me vuelves loca! ¡¿Por qué no puedes dejar las cosas como están y simplemente irte, Pablo?! —me frustraba bastante.

—Porque no quiero que vuelvas a intentar sacarme de tu vida —sentí la sangre subir a mis mejillas—. No quiero que dejemos de hablar por más que vos estés enojada conmigo. Si no hablas conmigo, entonces no puedo solucionar las cosas contigo.

—Eres tan insufrible, Pablo Bustamante —estaba enojada conmigo misma, me desconocía completamente teniendo a Pablo frente a mí—. No todo está bien entre nosotros, pero al menos está situación lo estamos, ¿Contento?

Ni siquiera podía mirarlo a la cara, pero pude verlo con el rabillo del ojo como sus labios se abrían, dejando ver su hermosa sonrisa. Me tomo de la nuca, plantando un beso en mi mejilla.

—Soy solo tuyo, Lory —susurró en mi oído, dejándome pasmada.

Cuando salió del cuarto con ayuda de Natalia, ella cerró la puerta y se acercó a preguntar que había pasado.

—Gracias, Natalia —la tomé de las manos—. Por todo lo que hiciste hoy por mí.

—Yo haría lo que fuera por ti, Loreto —se escuchaba desesperada, haciéndome creer que ella también me había extrañado.

—¿Me vas a contar desde cuándo estás enamorada de Pablo y por qué no me lo habías dicho? —probablemente debí haber tenido más tacto al hacer la pregunta, porque eso solo hizo que soltara mis manos y me diera la espalda con nerviosismo—. ¿Pensaste que nunca me enteraría?

—N-no sé de lo que estás hablando —aquí íbamos de nuevo.

—Estuve pensando en muchas cosas hoy, ahora que tenía la cabeza fría y no caliente como el día que hice el estúpido anuncio ese —le intente explicar desde el fondo de mi corazón—. Tú eres la única que sabe la verdadera razón de mi salida del grupo de baile, de mi separación con Mía, Feli y Vico.

—Ellas nunca fueron tus amigas. Tu única amiga de verdad, solamente he sido yo —se estaba comportando como una niña de cinco años.

—Entonces sé honesta conmigo, mírame a los ojos y dime la verdad. ¿Por qué no me dijiste lo que sentías por ese estúpido hombre? ¿Tenías miedo de que me fuera a enojar? Créeme cuando te digo que nada me hace enojar más que estar enamorada de ese hombre, Natalia —bromee con ella para aligerar el ambiente.

Natalia se quedó en silencio.

—Solucionemos las cosas, Natalia. Sé honesta conmigo y vuelve a ser mi mejor amiga. Regresemos a ser Emma y Anya en el club nocturno de Amanda. Ven a mi casa cuando la tuya no sea un lugar seguro —le suplique, acariciando sus hombros—. Solo tienes que ser honesta conmigo, Nata.

—Loreto, yo... —se puso enfrente de mí, tenía la cabeza agachada y le costaba pronunciar palabra—. La verdad es que...

—Tú puedes, Natalia —no la soltaría.

—No, no puedo —y sin más salió corriendo fuera de la habitación.

—¡Natalia! —grité su nombre, pero no respondió a mi llamado.

Sentí como si me hubieran vuelto a dejar con todo el amor en las manos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro