28|Elecciones
CAPÍTULO VEINTIOCHO.
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—¡Despertate, Loreto! —me levanté abruptamente de mi sueño.
—¿Qué pasó? ¿Qué hora es? ¿En dónde estoy? —apenas pude abrir los ojos cuando me encontré con Marizza encima de mí saltando como un perrito.
—¡Te quedaste dormida! —se levantó de un salto de la cama, quitándome las sábanas de un rápido movimiento—. ¡En unas horas será las elecciones del grupo de baile y Luján nada más no afloja, y vos dijiste que me ayudarías a convencerla!
—¿Qué baile? ¿Cómo entraste al cuarto? —estaba confundida, no sabía ni que día era y lo único que quería era seguir acostada.
—La turra de tu ex amiga me dejó entrar, dijo que vos estabas en el quinto sueño y que por eso no viniste a abrirme —había olvidado completamente que compartía cuarto con Natalia.
Mire a mi alrededor, pero la habitación estaba vacía.
—¿Pilar no se quedó a dormir? ¿En dónde está Natalia? —empecé a acicalar todo, sacando las piernas fuera del edredón y tallándome la cara con las manos.
—Esa rubia oxigenada salió a bañarse, a Pilar la vamos a ver en el salón de gimnasia para las elecciones —Marizza se volvió a tirar a la cama, sobándome los hombros—. Ahora parate y mueve ese culo a nuestro cuarto para ayudarme a convencer a Luján.
—Tengo que bañarme y lavarme los dientes —me puse mis pantuflas y encima mi bata para dormir.
—Eso lo podés hacer después, nena —me tomo de los brazos, sacándome a patadas—. Ahora tenés que ir y convencer a Luján de unirse al grupo de baile.
Nuestras habitaciones estaban tan cerca que apenas tuvimos que cruzar el pasillo para llegar de mi cuarto al de ellas. Me encontré con Luna absorta en limpiar un portarretrato, mientras que Luján se relajaba acostada en su cama.
—¿Eso es tuyo, Lunita? —pregunté aprovechando para acostarme en su cama, dejando caer mi cabeza en sus piernas.
—No, es de Mía. Es el único recuerdo que tiene de su mamá —levanté las manos pidiendo permiso para tocarlo, a lo que ella aceptó.
—Que bueno que estás aquí, Loreto. ¿Le podés decir a la tarada de tu amiga que es imposible que la descerebrada de Mía no tenga una foto de su mamá y que solo le está viendo la cara? —no me moleste en mirar a Luján.
—Mía no habla mucho de su mamá, murió cuando ella era apenas una bebé y al Señor Colucci no le gusta hablar mucho de ella —hablé tranquilamente—. ¿Te pidió que se lo arreglarás?
—Bueno, le dije que podía intentar quitar algunas de las manchas de suciedad.
—Eres muy buena amiga, Luna —se lo devolví para que siguiera arreglando el portarretrato de la mamá de Mía.
—Che, basta de lloriqueos. Loreto por qué no mejor nos decís que fue lo que te trajo por acá —todas la miramos con incredulidad, claramente Luna y Luján sabían que Marizza había ido a buscarme para que convenciera a Luján de hacer la audición para unirse al grupo de baile.
—Luján, tienes que unirte al grupo de baile. Será muy divertido y estoy segura de que te vas a morir de la risa con Marizza si te unes —esos ánimos para Luna, Luján y para mí fue como el mejor chiste jamás contado de la historia, pero al parecer a Marizza no le causó ninguna gracia.
—Loreto, Marizza te hizo perder el tiempo. No me gusta bailar y, además, menos me va a gustar si me tengo que bancar a esas imbéciles.
—Pues no extraño mucho el grupo de baile, pero había algo que si me gustaba, y eso era que podía faltar a las clases para ensayar —eso capturo la atención de Luján al instante—. Me iré a bañar y después las alcanzo para las audiciones.
—¿Vas a bailar con nosotras? —se emocionó Marizza.
—Creo que alguien también necesita un buen baño, porque la cerilla no le deja oír lo que las personas le están diciendo —me levanté de las piernas de Luna—. Me salí del grupo porque ya no me sentía cómoda. Estarán Mía, Vico, Feli y Natalia.
—Hablando del cuarteto de las sin cerebro, ¿Qué pasó con Vico? ¿Si la encontraste? Dijiste que nos ibas a contar que fue todo lo que pasó entre ustedes —Marizza se acercó peligrosamente a mi espacio personal.
—Tengo un mal olor de boca que de solo acercarte te mueres —tomé la perilla de la puerta, abriéndola para salir rápidamente—. Nos vemos en las audiciones, las amo.
Regrese a mi habitación para tomar mi canasta de aseo personal para el baño, encontrándome con Natalia tendiendo una toalla en la silla de su escritorio.
—¿Supiste que tu amiga consiguió abrir una segunda fecha para el grupo de baile? —escuchar su voz dirigirse a mí me causo escalofríos.
—Es muy terca y siempre consigue lo que quiere —contesté brevemente—. Nunca conocí a alguien que luchará tanto por las cosas que quería como ella.
—Supongo que volverás al grupo de baile siendo parte de su grupito —el tono de voz prepotente con el que me había hablado solo causo que me enojara.
—Tal vez lo haga —era increíble el nivel de convencimiento que una tenía para hacer cosas que no tenía pensadas únicamente por estar enojada—, pero eso no es más de tu incumbencia —luego de tomar mi bata de baño, mis productos de higiene personal y las bolsas donde pondría mi ropa sucia me giré para darle la cara—. Por lo que veo tú volviste a entrar.
Sobre su cama estaba el uniforme de deportes, junto a las zapatillas especiales que todas usábamos en el grupo de baile.
—Mía me insistió, también está tu amiga Luna —nada nuevo que no supiera—. Ella es muy linda, a diferencia de las otras.
—Luna es amable con todo el mundo, no te lo tomes como algo personal —ni siquiera entendía por qué estaba hablando con ella—. Cada una tenemos nuestro carácter y no por eso somos menos amigas, de eso se trata la amistad, ser honesta y directa con la persona que te está depositando su plena confianza.
—Yo he estado intentando que me dejes explicarte y no has querido —explotó.
—No te di una oportunidad, te di dos, Natalia. La primera fue afuera del salón de clases y la segunda en la cafetería. No me vengas aquí a gritarme pidiéndome que te escuché cuando yo misma ya te había dado la oportunidad de explicarte, antes de que todo explotara —sentía el cuerpo caliente—. Ahora tendrás que sentarte a esperar a que yo esté lista para volver a escucharte, eso sí aún quieres ser parte de mi vida.
Estaba consumida por la ira, sentía que explotaría en cualquier momento, pero logré contenerme. Recogí mis cosas y me retiré a los baños de las chicas para tratar de deshacerme de la energía negativa que me rodeaba. Mi emocionalidad estaba en un punto de ebullición, sentía una mezcla confusa de enojo, tristeza y felicidad, todas estas emociones se entrelazaban y se intensificaban, llevándome a un estado de sobreexcitación emocional.
Después de desprenderme de todos esos sentimientos de mi piel, me quedé unos minutos dejando escurrir toda el agua de mi cuerpo, poniéndome la bata encima y mis sandalias, caminando al cuarto con la cesta de productos de higiene personal y las bolsas de la ropa sucia que mandaría a lavar a casa este fin de semana.
El cuarto estaba vacío, y por un solo segundo lamente la discusión que desate con Natalia, luego simplemente decidí olvidarme del asunto y cambiarme para desayunar algo antes de entrar a clases.
La puerta de la habitación se abrió.
—¿Qué haces aquí, Loreto? ¿No vas a ir a ensayar con las chicas para las audiciones? —se trataba de Pilar.
—¿Están en el gimnasio, verdad? —Pilar asintió—. Estoy segura de que Marizza conseguirá que todas entren al grupo de baile —la genética de Sonia Rey, más todo el talento de mi amiga, la hacían la persona más calificada para entrar en ese grupo.
—La maestra de baile hablo con el maestro y nos regaló su hora de clases, para ensayar en el gimnasio, por si te nos queres unir —se escuchaba apresurada.
—Voy por unos aperitivos, pero tú vete adelantando, no querrás perderte un solo segundo de ese ensayo, Pilar —ver a una mujer contenta era por mucho la cosa más satisfactoria del mundo, no podía explicarlo.
—Bueno, nos vemos allá, chao —lanzó un montón de besos al aire, corriendo fuera de la habitación.
Para la ropa, solamente me puse un conjunto casual compuesto por una camiseta negra ajustada con escote en "V" combinada con una camiseta roja que sobresalía de la parte inferior, unos pantalones de mezclilla desgastados de corte acampanado con detalles rasgados y bolsillos decorativos y mis tenis converse negro con blanco.
Mi estómago rugió exigiendo comida, apurándome a arreglarme el cabello con mi secadora y mi cepillo. Una vez lista, simplemente salí de los cuartos de las chicas, dirigiéndome a la cafetería, donde lo primero que me encontre fue una escena entre Pablo, Tomás y Guido, burlándose de Marcos.
Quise ir a de defenderlo, pero no quería cruzar palabras con Pablo, me tenía harta, por lo que la idea de dejar las cosas por la paz y salir lentamente de la cafetería sin ser percibida por el grupo de orangutanes se infiltró rápidamente en mi cabeza, hasta que despidieron a Marcos y este comenzó a caminar en mi dirección.
—¿Estás bien? ¿Te volvieron a molestar? —pregunté rápidamente, tomándolo de los hombros.
—N-no, solo fui a entregarle una carta a Tomás, n-nadie estaba molestando a nadie —le clavé la mirada, intentando que me contara la verdad, pero mantuvo sus palabras.
—Tengo mucha hambre, mis amigas están ensayando para unirse al grupo de baile y no tengo con quien comer, ¿Quieres acompañarme? Es más, si aceptas te invito a comer yo, ¿Aceptas? —no se le notaba muy convencido, hasta que me ofrecí a pagar la cuenta.
—N-no, por supuesto que no te dejaré pagar, v-vos pedí lo que queras que y-yo lo pago —saco nerviosamente su cartera, haciendo que se le cayera al suelo.
—Está bien, como quiera iba a pedir fiado porque no traje dinero conmigo —me adelante al mostrador pidiendo un jugo de naranja y un pastelito de avena—. ¿Tú qué quieres?
—U-una soda está bien —cada vez que Marco tartamudeaba me moría de la ternura, sin duda el único hombre que conocía que era incapaz de matar hasta a una mosca.
Insistí en poner todo a la cuenta de mi padre, pero se me olvidaba lo necio que podía llegar a ponerse Marquitos cuando algo se le metía a la cabeza, por lo que terminó pagando la cuenta, mientras yo escogía una mesa alejada del grupo de Pablo, sentándonos a platicar Marco y yo.
—L-Loreto, ¿T-te puedo hacer una pregunta? —asentí con la cabeza dándole una mordida al pastelito—. ¿P-por qué vos no habías estado entrado a clases?
—Es una larga historia, pero digamos que... —una servilleta en mi boca me interrumpió abruptamente.
—No se habla con la boca llena, Princesa —cuando levanté la mirada, encontrándome con aquel Torombolo del otro día, le dedique mis pensamientos más primitivos—. Marcos, ¿Qué hacés con esta incitadora?
—No sabía que el concurso de Torombolos ya había acabado, supongo que tú ganaste por la corona de cinco puntas en tu cabeza —aleje la servilleta de mi boca—. Dime qué no conoces a este Torombolo, Marco. Y que solo nos habla para molestarme.
—E-es amigo de la f-familia. B-bueno, era el mejor amigo de mi h-hermano —me quedé en silencio—. No sabía que ustedes dos se conocían.
—No nos conocemos, solo tuvimos un primer encuentro lamentable —le aclaré mirando con odio al Torombolo.
—¿Qué sucede, Princesa? ¿Tu príncipe azul te corto el rostro? —apunto atrás de mí, señalando a Pablo.
—No soy ninguna princesa y no necesito ningún príncipe azul, solo atraigo algunos Torombolos que les gusta estar detrás de mí como bien comprenderás —sonreí dando un sorbo a mi jugo de naranja.
—Cuidado Marco, las princesas de ahora las fabrican con lenguas filosas —hizo una expresión de vampiro, sacando la lengua antes de sentarse en otro lado.
—¿Q-qué es un Torombolo? —preguntó Marco, tan rápido como su amigo se fue.
—Se me hizo parecido a un personaje de cómic que le dicen así, pero también es una fruta de cinco puntas —le aclaré siguiendo al imbécil con la mirada—. ¿Nos vamos? No soporto el olor a testosterona a las nueve de la mañana.
Mi encuentro con el Torombolo solo provocó que perdiera el apetito, por lo que tome una servilleta para limpiarme la boca y la deje caer con rabia sobre la bandeja de comida, saliendo de la cafetería para entrar al salón de clases.
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