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27|Llamada

CAPÍTULO VEINTISIETE.
llamada

°

Logré perder a la maestra Hilda sin llevarme ningún cuestionamiento de su parte. No había ningún lugar al cual ir, simplemente no quería cruzarme con el grupito de Mía o de Pablo.

Caminando por los pasillos, cerca de la cafetería, me encontré con un montón de estudiantes leyendo un cuaderno. La ansiedad me invadió y me adelanté a las chicas junto a los casilleros, arrebatándoles el nuevo Diario de la semana.

—Perdón, solo será un segundo —me apresuré a abrir el cuaderno, pasando página tras página, leyendo entre líneas todos los nuevos chismes de la semana.

Me sorprendió no ver mi nombre por ningún lado, pero por sobre todo agradecí que la noticia del nuevo auto del director no saliera a la luz. No quería que mi padre estuviera involucrado en una noticia de la que no era partícipe.

Regrese el cuaderno, acercándome a otro grupo de chicas preguntándoles sobre las nuevas noticias que nos traía la persona que escribía todos aquellos chismes de mal gusto, diciéndome lo mismo que yo había leído.

—Loreto, que bueno que te encuentro —escuché la voz de Luján—. Marizza tuvo que ocuparse de unos pendientes con el grupo de descerebradas, pero me pidió que te buscara, ¿Encontraste a Vico?

—Todo el asunto de Vico quedo perfectamente solucionado, no tienen que preocuparse por absolutamente nada —le asegure a Luján, quien estaba acompañada de Pilar—. ¿Leíste el Diario, Pilar?

—Si, la verdad me da gusto que no hayan sacado nada de mi papá, aunque eso no quite que sea un corrupto —me lance sobre sus hombros, tratando de darle ánimos.

—Quita esa cara de pocos amigos, nena. Estoy segura de que tu padre sus razones tendrá, tienes que relajarte. Olvídate de problemas tontos de adultos tontos —no mentiría diciendo que todo estaba bien, teniendo en cuanta toda la mentira de mi beso con Manuel, pero como no podía hacer nada en este momento, tendría que preocuparme después—. ¿En dónde dijiste que estaba Marizza, Luján?

—¿Me estaban buscando? —unos brazos nos rodearon por los hombros.

—Marizza. ¿En dónde estabas? —me puso un dedo sobre la boca, silenciándome.

—¿Quieren estar en el grupo de baile? —preguntó emocionada.

—Te lo dije en el cuarto, Marizza. Me salí del grupo de baile por mi salud mental —dije quitando su mano de mi boca—. Además, no es por ser aguafiestas, pero las inscripciones ya cerraron.

—Bueno, hay una segunda fecha. ¿Quieren saber quién lo consiguió? Marizza Pía Spirito —no pude evitar verla con mucha admiración, no cualquiera conseguía hacer lo que Marizza estaba haciendo a solo unos días de empezar el colegio.

—No haré la prueba, pero puedo ayudarte a convencer a Luján de que haga la prueba —Luján me miró con cara de pocos amigos—. ¿Cómo lo conseguiste?

—Para Marizza Pía Spirito no hay imposibles, y bueno, puede que también estuviera involucrado el pequeño daño a la propiedad privada —la mire con sorpresa, mientras Luján asentía lentamente—, pero eso te lo cuento en la comida, deja primero voy a cambiarme.

—Te acompaño —hablamos Luján y yo al unísono, caminando detrás de Marizza.

—¡Pilar, te vemos ahí en la prueba! —exclamé despidiéndome de Pilar.

Cuando llegamos a la habitación de las chicas, supe todo lo que había pasado en mi ausencia. Marizza había tirado el equipo de música del grupo de baile, remplazándolo por uno nuevo, consiguiendo la simpatía de la maestra para abrir otra fecha para las chicas que querían pertenecer al grupo de baile, y Mía no tuvo otra opción más que terminar aceptando la decisión de la maestra.

—No le contaste lo que hiciste que publicarán en el periódico sobre el viejo de la sin cerebro esa —estaba confundida, realmente me había ocupado de resolver todos mis problemas, que olvide ayudar a mis amigas con los suyos.

—Supongo que la sin cerebro debe ser Mía —ambas asintieron—, ¿Qué tiene que ver su papá con todo esto?

—¿Se lo cuentas tú o se lo cuento yo? —parecía que ninguna quería contarme lo que Marizza había hecho.

—Solo hice una pequeña travesura. Le llamé a un periodista y le di una noticia falsa sobre el viejo de la descerebrada esa, ya está —se escondió en su ropa.

—¿Qué clase de noticia? —le pregunté interesada.

—Una noticia, no tiene importancia, ¿Nos vamos a la cafetería? —Luján me lanzó un periódico doblado a la cama de Luna—. No tienes por qué verlo, nada más fue una pequeña broma.

Le lancé una mirada acusatoria a Marizza, tomé el periódico, me di la vuelta y lo abrí de par en par, enfocándome en la portada principal, que destacaba en letras grandes y negras: “Empresario multimillonario acusado de acoso sexual a conocida Vedette”. Y debajo de aquel escandaloso encabezado, se encontraban las fotos de Sonia Rey y Franco Colucci.

—¿Esto es verdad? —pregunté alarmada, levantándome de la cama.

—Por supuesto que no, Loreto —Marizza se adelantó a negar dicha acusación—. Solamente quise darle una pequeña lección a la sin cerebro.

Estaba a punto de estallar en su contra, cuando mi teléfono comenzó a sonar en mi bolsillo trasero. Marizza se escondió detrás de Luján y yo me levanté para enfrentarla, pero el teléfono no dejaba de sonar.

—Marizza, ni se te ocurra moverte un solo milímetro —saqué el teléfono, viendo el identificador de llamadas—. ¿Amanda?

—¿Quién es Amanda? —preguntó Luján, provocando que levantará la mirada nerviosamente.

—Es mi tía, tengo que contestar —me llevé el teléfono a la espalda, caminando a la puerta—. Esta conversación todavía no ha terminado, Marizza. Te voy avisando que lo que hiciste estuvo muy fuera de lugar.

Tenía que deshacerme de la estúpida rivalidad entre Mía y Marizza. Podía notar la similitud entre ellas, su única diferencia eran sus distintas crianzas sociales.

Me salí del cuarto de Marizza y Luján, corriendo a encerrarme al mío, tirándome en la cama y contestando la llamada.

—¿Bueno? —pregunté confundida.

Las llamadas de Amanda eran raras, siempre era yo quien tenía que llamarla, por lo que me preocupe de este repentino cambio de papeles.

—Mi niña, mi amor, mi cielo, ¿Cómo estás? —su voz sonaba animada, por lo que me trajo bastante paz.

—Muy bien, Amanda —contesté con su mismo tono de voz—. Nunca me llamas al teléfono, ¿Está todo bien? ¿Necesitas que te ayude con algo?

—¿Desde cuándo necesito razones para llamarte? —preguntó con nerviosismo.

—No lo sé, pensé que me extrañaba y querías verme —giré mi cuerpo sobre mi cama—. Pasaron muchas cosas que todavía no he tenido la oportunidad de contarte.

—Siempre quiero verte y te extraño aun cuando compartimos tiempo de calidad, solo para aclarar —una sonrisa se dibujó en mis labios—. Ahora que lo mencionas si necesito de tu ayuda, mi vida.

—Lo sé, ¿Quieres que te ayude con tu vestuario? ¿Con el tema de la noche? ¿La música? ¿O la administración de personal? —desde pequeña estaba en el negocio del espectáculo, conocía todo lo que conllevaba un show bien organizado de mis amigas del Club Queen.

—Julieta tiene una gripe horrorosa, sus papeles con sus fluidos están esparcidos por todo el camerino de las chicas, tuvimos que mandarla con el doctor.

—No puede ser, ¿Cuánto hace de eso? ¿Fueron a visitarla? ¿Le mandaron flores? ¿Ella está bien? ¿Le avisaron a su mamá? —estaba preocupada, todas las chicas que trabajaban en el club nocturno de Amanda, eran mis amigas.

—Está descansando en su casa, el doctor fue y la inyectó, le recetó medicamento y le indico un reposo absoluto por una semana.

—Que alivio escuchar eso. Le mandaré una canasta de fruta, las fresas son sus favoritas —deje escapar un suspiro, agradecida de que no fuera nada grave.

—Las chicas y yo intentamos cubrir sus shows de esta semana, pero no pudimos completar de personal el jueves en la noche.

—¿Por qué esto me recuerda a esa vez que me llamaste un viernes en la noche para pedirnos a Natalia y a mí que cubriéramos el show de apertura y de cierre de Gloria?

—¿Te arreglaste con Natalia? En ese caso ambas podrían venir y ayudarnos a sacar adelante el show...

—No más Natalia, Amanda —la interrumpí—. Y vete olvidando de Anya, porque no va a regresar en un largo tiempo.

—¿Y qué hay de Emma? —me quedé en silencio, no había nada ni nadie que me detuviera con mamá en el extranjero y con papá ignorándome para arreglar las cosas con mi madre—. ¿Sigues ahí?

—¿Cuándo les hemos fallado Emma y yo, Amanda? —una risa triunfante se escuchó del otro lado del teléfono—. Necesito salir de este lugar, no sabes en todas las que me metí por culpa de ese maldito niño de papá.

—¿Te refieres a tu primer beso, Pablo? —se estaba burlando de mí.

—Sigue burlándote de mí y no te diré las cosas maravillosas que dijo mamá de ti en nuestras vacaciones en México.

—¿En serio? Porque no recibí ningún mensaje de su parte —por supuesto que se haría la digna.

—Tampoco creas que solo fueron vacaciones de placer, mamá tuvo que cerrar unos negocios con prestamistas y comprando acciones legales con empresas —estuvimos juntas, pero también mamá estuvo pegada a la computadora la mayor parte del tiempo—, pero digamos que le enseñe ciertas fotos tuyas y su cara quedó como un poema escrito.

—¿En serio?

—Así como lo escuchas, al igual que comentarios como: “Amanda, no te había visto bien” salieron de su boca —mamá nunca había mostrado ningún interés en una mujer, pero Amanda era como Barbie, ella podía ser lo que quisiera ser.

—Basta, que bueno que llegas, Mariel —escuché la puerta abrirse del otro lado del teléfono—. Habla con esta niña que le gusta jugar con mis emociones.

—¿Loreto? —preguntó confundida Mariel.

—Mariel puedes decirle a Amanda que no estoy jugando con ninguna emoción, y que solo estoy diciendo la verdad.

—¿Esto tiene que ver con tu mamá, verdad? —Mariel trabajaba desde hace años con Amanda, la conocía como a la palma de su mano.

—Por supuesto. La única persona que puede poner nerviosa a Amanda es mi mamá.

—Como vos, con ese bombón de ojos azules —todo mi humor se esfumó al instante—. ¿Qué sucede, acaso te comió la lengua el ratón?

—Nada, solo me vino un mal sabor de boca —era impresionante como cada una de las personas con las que convivía, terminaban asociándome con ese niño de porcelana.

—Ahora sabes lo que sintió Amanda —quise abrir la boca y apelar a sus burlas, pero decidí quedarme callada—. Hablando de esa mujer, ¿Te pregunto si podías cubrir el show del jueves?

—Emma siempre estará cada que la necesiten en el escenario —disfrutaba interpretar a Emma, cantar y bailar bajo los reflectores siendo otra persona era una de las cosas más liberadoras en mi vida, como todo el proceso de los ensayos, el vestuario, maquillaje y accesorios—. Oye, Mariel.

—¿Qué sucede, cariño?

—¿Recuerdas cómo me pediste específicamente que no le dijera a la novia de Pablo que nos besamos? —hubo un largo silencio—. Bueno, digamos que en medio de una crisis existencial, se lo conté todo.

—¿Qué vos hiciste qué, jovencita? —aparté el teléfono de mi oreja—. Entonces con la que estoy hablando es el alma de Loreto.

—Ningún alma, sigo en este mundo —le aclaré, para que no se hiciera ideas raras—. Solo quería decirte, porque la chica en vez de exponerme y decírselo a Pablo, invento que me bese con otro chico...

—¿Qué esa atorranta dijo qué cosa?

—No pude contradecirla, porque hacerlo hubiera significado decirle a ese “bombón de ojos azules” que nos besamos y prefiero comerme mi propia pierna, antes que decirle la verdad.

—Te estás metiendo en terreno peligroso, niña —me advirtió.

—No me queda otra opción, Mariel. Si arde Troya, al menos con la frente bien en alto y con estilo —me persigne mirando al cielo—. Estaré ahí a las ocho, me tienen que invitar a cenar y luego regresarme a la escuela.

—Por supuesto que sí, mi cielo —me gustaba cuando las mujeres me hablaban con sobrenombres lindos—. Amanda está de nuevo con Galo contándole sus decepciones amorosas, tengo que ir a detenerla antes de que nos quedemos sin nuestro guardia de seguridad.

—Mándale saludos de mi parte, dile que le tengo un regalito solo por ser guapo.

—Mira y a mí lo único que me regalaste fueron estas canas verdes que me salieron desde que nos conocimos.

—Está bien, te sacaré una cita en el mejor salón de belleza de toda argentina, para arreglar cualquier imperfección que haya causado yo en tu cabello, ¿De acuerdo?

—Me parece lo mínimo, pero lo acepto —escuché un grito desgarrador, haciendo que me asustara—. Esto es malo. Galo ya fue por los pañuelos. Te dejo, niña.

Ni siquiera me dio tiempo de despedirme apropiadamente, cuando escuché que me cortó la línea.

Era tarde, el sol se estaba ocultando y la brisa fresca se estaba haciendo presente. Tomé el extremo de la sabana de mi cama enrollándome como un burrito, dejando el teléfono sobre la almohada.

Finalmente, sucumbiendo a todas las necesidades fisiológicas de mi cuerpo. No había podido descansar desde que pisé la escuela y todo por culpa de un estúpido hombre, uno del que estaba devotamente enamorada, pero ese no era el caso ahora y no dejaría que esos crecientes sentimientos infirieran en lo que tenía que hacer.

La vida es difícil a los catorce años.

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