Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

26|Almacén

CAPÍTULO VEINTISÉIS.
almacén

°

—¿Qué sucede, Loreto?

Negué con la cabeza.

—No me mientas. Hace cinco minutos llegaste abrazándome, intentando ocultar tus ojos llorosos en mi hombro y justo en frente de ti estaban Pablo y Vico besándose.

—¿Qué te sorprende, Manuel? Son novios, pueden besarse todo lo que quieran —estaba negada en brindarles más atención de la necesaria.

—Y antes de eso estaban discutiendo, ¿Quieres contarme? —volví a negar con la cabeza—. Eres tan testaruda, chica fresa.

—Y tú sigues corriendo al fuego para encontrar la oportunidad perfecta para prenderte, niño fósforo —me abracé a mí misma, tomando una bocanada de aire—. Le conté a Vico que me bese con Pablo en un momento de desesperación. Pensé que mi papá había tenido que ver con el nuevo auto del Director Dunoff y enloquecí.

—No puedo descuidarte cinco minutos porque te sucede una tragedia —asentí lentamente—. ¿Por qué de todas las personas a las que pudiste contarle, fuiste y se lo dijiste a la novia?

—Porque era lo correcto, claro que las circunstancias en las que se lo dije no eran las adecuadas, pero tenía que saberlo —lo que sucedió posteriormente simplemente fue karma divino—. Al menos eso pensaba, hasta que la señora Bustamante me llamo y me aclaro que mi padre no tenía nada que ver con el auto nuevo del Director.

—¿Eso es algo bueno, no?

—Buenas noticias para la reputación de mi padre, malas noticias para una chica que estuvo abriendo la boca de más con las personas equivocadas —me lleve las manos a la cara—. Le dije a Pablo que éramos el uno para el otro, que se podía declarar en cualquier momento y no contento con mi manera de sobrellevar la decepción, llamó a su madre para que hablara conmigo. Y yo insatisfecha con mi vida, fui y le solté toda la sopa a Vico, la cual estuve buscando por toda la escuela para impedir que abriera la boca.

—Y Pablo las encontró hablando, ¿No es así? —ni siquiera tuve que contestar su pregunta, era algo que estaba implícito—. ¿Se enteró sobre el beso?

—No, por alguna razón Vico no le contó nada. Pero lo que invento no te va a gustar para nada —me miro confundido—. Le dijo que nos vio besándonos a ti y a mí en el Vacance Club.

—¿Por qué no me gustaría? ¿No puedes sentir la mirada? —estaba desconcertada, cuando me apunto algo con la mirada.

Estábamos sentados en las bancas de afuera de los salones de cuarto y quinto año. Volteé a mis espaldas con ayuda de mis manos, encontrándome a Pablo y Vico a pocos metros de nosotros abrazados, pero el detalle era que Pablo estaba mirando en nuestra dirección con una cara de pocos amigos.

—No quiero tener problemas con otra mujer por un hombre, sin ofender —no pude evitar reírme al ver cómo Manuel se hacía el ofendido—. No sé que es lo que planea Vico, pero para que haya ocultado mi secreto de esa manera, tiene que ser algo grande.

—Se ve que te mueres por decirle. Si quieres puedo ir a contarle la verdad a tu noviecito —Manuel se levantó de la banca, fingiendo caminar hasta la pareja de Pablo y Vico, haciendo que me adelantará a tomarlo del borde de la camisa.

—Olvídalo, Manuel —lo regresé a la banca para qué se sentará—. Prefiero mil veces que Pablo siga pensando que tú y yo nos besamos antes que la verdad.

—No te preocupes por Felicitas. Hablaré con ella y le explicaré la situación en caso de que esté rumor se esparza por toda la escuela.

—Gracias, Manuel —dejé caer mi cabeza sobre sus piernas—. Estoy segura de que Dios te puso en mi vida como una disculpa de todos los hombres que he conocido.

—¿Eres creyente? —me tomo de los hombros, sosteniendo su mirada en la mía, por lo que asentí lentamente.

—Cuando los hombres me decepcionan, Dios es el único hombre en el que puedo confiar —por muchos años me negué a creer en un ser que profesaba amor y señalaba como pecadores a las personas con las que me críe, hasta que Amanda me dejó ver qué el problema era la iglesia, no Dios—. ¿Nunca has escuchado que solo las chicas que han sufrido mucho recurren a la ayuda de un ser divino?

—¿Tú eres una de esas chicas? —preguntó temeroso Manuel.

—Tienes mucha información sobre mí, Manuel. No dejaré que sepas más —me puse las manos sobre la boca con temor a contar mi historia.

—Loreto D'Amico, te hice una pregunta como tu único amigo hombre que soy —se adelantó a quitarme las manos de la boca.

—¿El único? Estás siendo muy arrogante, Manuel. Te recuerdo que Nico se volvió un buen amigo durante el Vacance Club y antes de que ustedes dos aparecieran yo ya tenía a mi buen amigo Marco —le aclaré entre risas.

—Ellos no cuentan, yo soy el que está aquí, ¿No es así? —nuestras manos estaban unidas, seguíamos aplicando fuerza para intentar tener poder sobre el otro.

—Eres tan insufrible, Manuel Aguirre.

Nos separamos de nuestro agarre, soltándonos a reír. En ese instante volví a agradecerle lo que había hecho por mí, por no dejarme sola y hacerme reír, cuando minutos atrás lo único que quería hacer era llorar.

—Manu —una voz masculina nos interrumpió.

En eso pude ver al imbécil de hace un rato.

—Dime, por favor, que no eres amigo de aquel imbécil que te está hablando —Manuel giro su cuerpo, viendo al chico con el que recientemente había discutido.

—Lo conocí en las Vacaciones. Es un buen tipo, ¿Por qué dices eso?

—Por un pequeño primer encuentro desagradable —en cuánto lo vi acercarse, tome a Manuel del brazo obligándolo a levantarse—. Vete de una vez con él, no quiero averiguar si la estupidez se contagia con el aire.

—Está bien, regreso en un minuto.

—No te preocupes, no es necesario. Me voy a ir adelantando a mi dormitorio. No quiero seguir invadiendo territorio enemigo —me levanté de la banca, sin despegar la mirada del Torombolo.

—¿Qué sucede, Princesa? ¿Querés volver a chocar conmigo para que te dirija la palabra? —le saque el dedo de en medio, esbozando una sonrisa fingida.

Manuel lo tomo de la sudadera, llevándoselo a un lugar desconocido. Dejé escapar un suspiro, mientras me encogía de hombros. Me abracé a mí misma, girando sobre mis talones, para encontrarme cara a cara con Pablo.

—Necesitamos hablar —me intento tomar de los brazos, haciendo que retrocediera.

—Ya lo sabes todo, Pablo —le aclaré—. No tenemos nada de que hablar tú y yo.

—Si tenemos mucho de que hablar tú y yo. Me vas a escuchar si no querés que vaya y abra la boca con tus viejos.

—Mamá se fue. Se enteró de la cachetada de papá. ¿Crees que me puedes amenazar? Soy intocable en este momento, Pablito —cuando le di la espalda, me tomo de los hombros, girando mi cuerpo.

—Eres intocable tú, no tus amigas —mi cuerpo se tensó por completo, haciendo que apartara sus manos de mi cuerpo con un brusco movimiento—. ¿Ahora podemos hablar?

Me le quede mirando. Pablo estaba tan enojado que ni siquiera había disfrutado amenazarme. Yo permanecí encorvada de brazos, tratando de sostener la mirada, pero sus ojos simplemente parecían dos cuchillas desgarrando mi alma.

—¿En dónde dejaste a Vico, Pablo? Porque juraría haberte escuchado más preocupado por encontrarla a ella, que encontrarme a mí.

—Entonces vos estabas escuchando mi conversación con las grasitas de tus amigas —ese tono burlón me saco de mis casillas.

—No te preocupes, Pablo. Puedes seguir conservando tu nombre y el apellido Bustamante, porque no solamente me encontraste, sino también descubriste el secreto que tanto tiempo trate de guardar —su rostro se volvió oscuro.

Me tomo de la mano, llevándonos al almacén de materiales. Todas mis quejas pasaron desapercibidas, los absurdos intentos para hacer que me soltara solo quedaron en eso.

—No puedes obligarme a hablar contigo —me adelanté a la puerta, siendo bloqueada por su cuerpo—. Déjame salir, Pablo.

—No, hasta que hablemos —le estire la camisa, golpeando su pecho.

—¡Por Dios! ¿De qué quieres hablar? No hay nada de que hablar —me aleje de su cuerpo, llevándome las manos al rostro—. Solo fue un maldito beso, Pablo.

—No es cierto —se acercó a mi cuerpo—. No fue solo un maldito beso, y lo sabes perfectamente, Loreto.

—Perdón, se me olvida que me conoces mejor de lo que yo me conozco. Por favor, ¡Oh, gran Pablito! ¿Por qué mi beso con Manuel no fue un simple beso? —estaba delirando, cuando me tomo del cuello y me empujó hasta la pared del almacén.

—¡Porque fue tu primer beso, nena! ¡Por eso no fue solo un maldito beso! —exclamó en mi cara.

—¿Y qué tiene? Tú no eres ningún virgen de labios y nunca te he reclamado por eso, ¿Verdad? —estaba furiosa, esto era el colmo—. ¿Por qué te importa tanto que haya dado mi primer beso con Manuel?

—¡No me importa que haya sido con Manuel, maldita sea! —me quedé muda—. ¡Lo que me importa es que no haya sido conmigo!

—¿Qué? —estaba confundida—. ¿De qué estás hablando, Pablo?

—Tú y yo nos besamos en la piscina, no pudo haber sido un sueño —escondió su rostro en mi hombro—. Estaba ebrio, pero lo recuerdo tan bien.

—No, Pablo. Eso nunca paso —lo negaría hasta el día de mi muerte si era necesario.

—No puede ser, Lory —sus ojos estaban rojos y no sabía si era porque tenía ganas de llorar o porque estaba enojado—. ¿Por qué? ¿Por qué lo besaste a él? ¿Él te gusta? ¿Estás enamorada de él?

—No, por supuesto que no —negué al instante.

Sí tan solo pudiera ver a través de mí, sabría que el único hombre dentro de mi corazón era él.

—Una vez, vos me dijiste que tu primer beso sería con el hombre que amabas —estaba arrastrando las palabras.

«Y así fue» pensé.

—No podés amarlo. No podés, Lory —habló furioso.

—¿Por qué no? —me atreví a preguntar.

—Porque no —juntó nuestras frentes, tomándome del mentón.

No pude evitar cerrar los ojos por un momento, disfrutando de su tacto. Hasta que sentí nuestras narices rozar y nuestras respiraciones mezclarse. Fue cuando abrí los ojos de golpe, girando el rostro en el momento que sus labios se acercaron a los míos, terminando en mi mejilla.

—Pablo esto está mal —puse mis manos sobre su pecho, intentando empujarlo lejos de mí.

—No podés estar enamorada de él.

—No lo estoy —lo tomé del rostro, obligándolo a mirarme—. No estoy enamorada de ningún hombre.

—Entonces demuéstralo.

—¿Cómo...? —Pablo se abalanzó sobre mí, intentando besarme—. Detente, Pablo. ¿Qué es lo que te pasa?

—Quédate quieta, nena —me tomó de la cara.

—No quiero. Suéltame, Pablo —lo empujé al suelo, subiéndome encima de él.

—¿Cuándo será nuestra oportunidad? ¿Hasta cuándo seguiremos con este juego del gato y el ratón, nena? —intentó cambiar nuestros lugares, por lo que me adelante a atrapar sus manos.

—¡Hasta que puedas verme como una maldita persona, nene! ¡Dices que no te importa lastimar los sentimientos de otra mujer, mientras no sean los míos, pero lo único que has hecho desde que nos conocemos ha sido lastimarme! —me sentía tan frustrada—. ¡Te enteras de mi beso con Manuel y lo primero que haces es ir y besarte con tu novia! ¡Simplemente no es justo!

—¡¿Y vos cómo crees que me siento al enterarme de tu beso con el frijolero ese, nena?! —era un insufrible—. ¡¿Crees que fue lindo saber que besaste a otro hombre, cuando yo te he pedido por más de dos años de que me dejes besarte?!

—¡Eres un narcisista! ¡Todo siempre se tiene que tratar de ti! —estaba furiosa—. ¡Pues te tengo malas noticias! ¡Disfrute, como no tienes una idea, ese maldito beso! ¡Tuve mi primer beso con un hombre en el que confío y ese hombre no fuiste tú!

Entonces todo explotó.

Pablo se abalanzó sobre mí, comenzando una pequeña pelea para ver quién sometía al otro, demostrando quien tenía la razón de estar enojado. Le estiraba el cabello y lo golpeaba levemente en la cara, mientras Pablo únicamente se dedicaba a someterme debajo de él.

Hasta que escuchamos que tocaron la puerta del almacén.

—¿Por qué está cerrada está puerta? —la voz era vieja, tenía que ser la maestra Hilda—. ¿Quién está ahí adentro? ¡Abran en este instante!

Pablo y yo nos miramos con miedo a ser descubiertos y sancionados. Él se levantó debajo de mí, tomándome de la mano y escondiéndonos dentro del armario donde guardaban las pinturas, acuarelas, silicona, grapadora, dentro del almacén de materiales escolares.

Unas llaves abrieron la puerta y Pablo me cubrió la boca con su mano, pegando su cuerpo a mi espalda.

—¿Quién está aquí? —preguntó la maestra Hilda, entrando al almacén.

Me llevé mis manos a la boca, sobre la mano de Pablo.

—Alguien debió haber entrado y cerrado con seguro —ese último comentario nos devolvió el aire en los pulmones.

La maestra se dedicó a buscar los materiales y nosotros solo teníamos que esperar a que se fuera para poder salir nosotros. Hasta que caí en cuenta de mi cercanía con Pablo, nuestros cuerpos estaban pegados el uno al otro, su mano descansaba en mi boca y su cabeza estaba pegada a la mía. Podía sentir su nariz pegada a mi oreja y sus labios cerca de mi cuello.

Me comencé a mover como una lombriz, tratando de separar su cuerpo del mío, recibiendo quejas de su parte.

—¿Qué haces, nena? Vas a hacer que nos descubran —le mordí la mano, provocando que soltara un grito que imite al momento de salir del armario.

—¡Una araña! —grité lo primero que se me vino a la mente.

—¡¿Una araña?! —el miedo de la maestra Hilda fue más grande, que preguntarme que hacía encerrada en el armario—. ¿En dónde está?

—¡Ahí adentro! —apunté al armario—. ¡Pero no vaya a entrar maestra! ¡Es una araña enorme, negra, con muchas patas y ojos saltones!

La maestra salió despavorida del almacén, aprovechando para salir yo antes de que Pablo me detuviera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro