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25|Mentira

CAPÍTULO VEINTICINCO.
mentira

°

Me apresuré a salir de los cuartos de las chicas, bajando las escaleras de la entrada de la escuela con desesperación, buscando a Vico por todos lados.

—¿Han visto a Vico? —le preguntaba a tanta chica se me cruzará enfrente.

La respuesta era la misma.

Por alguna maldita razón nadie había visto a Vico, por lo tanto, todo apuntaba a que yo había sido la última persona en verla, cosas que me preocupo, dado a como había terminado nuestra conversación.

Estaba desesperada. La busqué en el gimnasio, en la cafetería, en la biblioteca, en las computadoras, hasta debajo de la mesa de billar, pero parecía que se la había tragado la tierra.

—¿La encontraron? —pregunté tan pronto como me encontré a Marizza y Luján en el pasillo.

—No, parece que la descerebrada esa se encogió y desapareció —el comentario de Luján no ayudo mucho, solo provocó que me llevara las manos a la cara, simulando arrancar mi piel.

—Tengo que encontrarla —a lo lejos pude ver a Tomás con el brazo de Pablo sobre su hombro, ayudándolo a caminar—. Esto tiene que ser una maldita broma —gire sobre mi propio cuerpo, buscando un escondite para no ser descubierta—. No dejen que Pablo me encuentre.

Estábamos hablando frente al salón de clases, por lo que no dude en refugiarme dentro, abriendo la puerta y cerrándola, apoyando mi espalda, sintiendo el plástico fresco recorriendo mi columna vertebral, dejándome caer al suelo, para hacerles más difícil encontrarme.

—No pensé que tuvieran el valor de pararse enfrente de mí después de lo que me hicieron —habló Pablo con una voz baja y peligrosa—. Si no quieren que suelte la lengua con Dunoff, tendrán que decirme que quiere Loreto con Vico en este momento.

—No lo sabemos —agradecí ser lo suficientemente precavida, para no contarles la razón por la que buscaba a Vico.

—No me mientan —exclamó Pablo, haciendo que escuchará como Marizza y Luján retrocedían, chocando contra la puerta, provocando que me sobresaltara.

—¡Que no lo sabemos, nene! —alzó la voz Marizza—. ¡Y aunque Loreto nos lo hubiera dicho, ni tú, ni tus sucias amenazas vacías, nos harán abrir la boca!

—¿En dónde está Loreto, Marizza? —el grito de Pablo a través de la puerta me hizo estremecer.

—¿Sos ciego? Loreto no está aquí, se fue buscar a tu noviecita —escuchar a Luján alzar la voz por Marizza me hizo muy feliz, de otra forma ya estaría encima de Pablo por atreverse a gritarle a mis amigas.

—No van a hablar, ¿eh? —se burló—. Entonces comiencen a rezar por su amiguita, porque Loreto no tiene ni idea de todo lo que le espera —no pude evitar hacer una mueca divertida, riéndome de su seriedad.

Pablo no podía estar más equivocado al pensar que me escondía de él por miedo, cuando la realidad era que buscaba a Vico para suplicarle que no revelará mi secreto. No quería que Pablo supiera que había sido mi primer beso, y darle ese poder sobre mí.

—Eso sí logras encontrarla —lo retó Marizza.

—La vamos a encontrar, no te preocupes, Pablo —lo animó Tomás.

—Por supuesto que la vamos a encontrar, que me dejó de llamar Pablo Bustamante si no —rodeé mis ojos, escuchando pisadas alejarse del salón. Me arrastré a la ventana, apoyando mis manos sobre el marco para asomar la cabeza a través del cristal.

Una vez segura de que Pablo y Tomás se habían ido, giré la perilla de la puerta y me deslicé fuera, pasando junto a Marizza y Luján sin hacer ruido.

—Espero que vaya pensando en otro nombre, porque no voy a dejar que me atrapé hasta hablar con Vico —me giré sobre mis talones encontrando a Luján y Marizza muy afligidas—. Tranquilas, chicas. Créanme cuando les digo que Pablo es otro hombre más del montón que habla de lo que hará, pero no de lo que tiene —puse mis manos en sus hombres, tratando de animarlas—. Sigan buscando a Vico y si la encuentran, no permitan, por el amor a Dios, que abra la boca.

—Entendido —las tres nos separamos.

Continúe con mi búsqueda, dejándome guiar por mi instinto y caminando por los salones de los chicos de cuarto y quinto año, encontrándome a Vico sentada sola en una de las bancas, fuera del salón.

Una enorme felicidad inundó mi cuerpo, haciendo que me apresurara, chocando con varios compañeros de grados más arriba que yo, hasta que tropecé con un tipo, haciéndome caer de rodillas.

—Fíjate por donde vas —alce la voz molesta, levantándome del suelo y acomodándome el uniforme.

—¿Por dónde voy yo? Querrás decir, por dónde vas vos, Princesa —odie ese apodo con todo mi ser, como si me hubiera llamado por un sobrenombre despectivo.

—¿Cómo me llamaste, Torombolo? —me sorprendí a mí misma llamándolo por un apodo. Como si mi boca hubiera actuado por su cuenta, sin consultar a mi cerebro. Pero me había salido tan natural, que no tuve el valor de retractarme.

—Estos son los pasillos de los chicos de cuarto y quinto año. La que debería fijarse por dónde va sos vos, PRINCESA —habló con burla, enfatizando el apodo ordinario por el que me llamo, provocando que me diera un retorcijón en el estómago.

Le lancé una mirada desafiante, estaba disgustada por el apodo por el que se había llamado. Estaba dispuesta a dejar caer toda mi indignación sobre él, pero primero tenía un asunto que arreglar. Regrese la mirada en Vico, quien en cuanto me vio, se levantó de la banca, caminando en una dirección contraria a la mía.

Maldije mi mala suerte, cruzando una última mirada con el chico que me había hecho tropezar. Su expresión divertida me irritó aún más. Con un movimiento brusco, me di la media vuelta y corrí detrás de Vico, dispuesta a olvidar el incidente.

—¿Eso es todo? ¿A la dulce Princesa le gusta causar problemas, para después huir de ellos? —apreté los puños, conteniendo la ira, manteniendo la mirada firme, sin dejar que su intento barato de provocación me desviará de mi verdadero objetivo.

—¡Espera un momento, Vico! —exclamé, pisándole los talones.

—¡¿Qué es lo que querés, Loreto?! —Vico se detuvo en seco, gritándome en la cara.

No pude evitar cerrar los ojos por el impacto. Mis manos estaban hechas un manojo de nervios y mi voz no pudo encontrar mejor momento para fallarme. La escena era incómoda de ver. Parecía como si Vico me estuviera intimidando.

—¿L-le dijiste a alguien lo que te conté? —estaba avergonzada, no podía creer que en un momento crucial como este, el sonido de mi voz se hiciera tan pequeño y tembloroso.

—¿Hablas de lo del beso de Pablo? —me apresuré a cubrir su boca con mi mano, mirando a nuestro alrededor, en busca de posibles testigos de dicha declaración—. ¡Suéltame, Loreto! ¡Primero te querés hacer la justiciera humillándome enfrente de todo el colegio por salir con un chico sin compromiso! ¡Después venís y te hacés la buenita, contándome que te besaste con mi novio!

—Por favor, Vico —supliqué sin pudor alguno—. Te conté eso porque quería que nos quitarás las máscaras a Pablo y a mí, pero ahora es diferente —no tenía tiempo de explicarle cómo habían sucedido los acontecimientos, además, estaba segura de que no quería escucharme—. Pablo no sabe que nos besamos ese día en la piscina.

—¿Cómo que no lo sabe? —pronunció confundida.

—Estaba borracho, apenas y recordaba en donde estaba parado esa noche, se me hizo fácil negar que nos habíamos besado —le expliqué brevemente, mirando la cara de confusión de Vico—. No importa. El punto es que Pablo no puede saber que nos besamos, Vico.

—¿Por qué te interesa mucho que no lo sepa? ¿No se supone que ustedes dos están destinados a estar juntos? —pregunto con soberbia, como si nosotros estuviéramos por encima de la cadena alimenticia y ella no pudiera jactarse de eso.

—Pablo cree que tiene derecho sobre mí desde que pisé este maldito colegio, si llega a enterarse de que él fue mi primer beso...

—¿Primer beso? —preguntó despectivamente, provocando que me mordiera la lengua.

—Haré lo que quieras, ¿Quieres que haga todas tus tareas de tercer año? Lo tienes. ¿Quieres que lave tu ropa hasta terminar el Elite Way School? Hecho. ¿Quieres que me humille y te suplique de rodillas? Lo hago —estaba dispuesta a vender mi dignidad a Vico, para no perderla con Pablo.

Vico me miró por encima del hombro, su mirada se había tornado desafiante y penetrante. Apenas se notaba la diferencia de altura entre nosotras. Tres o cuatro centímetros que parecían insignificantes para ambas en ese momento. La tensión y la incertidumbre no hicieron más que aumentar, cuando la pelinegra se dio la media vuelta en silencio.

—¿Qué decidiste? —me adelante, caminando a su costado.

—No lo sé —contestó, metiendo las manos dentro de los bolsillos del pantalón.

—Te lo suplico, Vico. Pablo no puede saberlo —rogué, en un tono desesperado.

—¿No puedo saber qué? —cerré los ojos, maldiciendo en voz baja. Me di la media vuelta, abriendo los ojos lentamente, encontrándome frente a Pablo—. Habla, Loreto.

Le devolví la mirada a Vico, moviendo ligeramente la cabeza, suplicándole con mis ojos, que no abriera la boca, sintiendo como me tomaban del hombro.

—¿Qué está pasando aquí? —Pablo no sabía a cuál de las dos mirar, pero al menos yo no aparte la mirada de Vico en ningún momento—. ¿Qué es lo que no puedo saber? —preguntó desesperado—. ¡Hablen de una buena vez!

—Ya lo escuchaste, Lore. ¿Qué cosa no puede saber Pablo? —negué con la cabeza, sintiendo como se me hacía un nudo en la garganta.

—¿Qué fue lo que te dijo Loreto, Vico? —Pablo me puso detrás de él, dirigiéndose a Vico completamente, haciendo que reaccionará.

—No se lo digas, Vico —alcé la voz, tratando de apartar a Pablo del camino—. Por favor, no se lo digas.

—No le hagas caso, Vico —me mantuvo atras de él, impidiendo cualquier contacto físico con Vico—. ¿Qué te dijo Loreto, Vico? Hablá y contáme.

—Nada, Pablo. No es nada —intenté tranquilizarlo, para alejarlo de Vico.

—¡Hablá, Vico! ¡¿Qué es lo que está pasando aquí?! —Pablo apretó los puños de la frustración.

—Está bien, te lo diré —pronunció lentamente, haciendo que mi corazón se detuviera en ese instante, como si el tiempo se hubiera congelado.

—No, Vico, no —imploré, pero mi voz fue ahogada por la determinación en su mirada.

Deje de pelear, separándome de Pablo, consciente de que no podía acercarme a Vico mientras él estuviera allí. Además, no quería estarlo tocando cuando se enterara de mi secreto.

—Vi a Loreto besarse con Manuel en el Vacance Club —cuando escuché eso salir de la boca de Vico, sentí un alivio inesperado mezclado con incredulidad.

Era una mentira, pero, irónicamente, era mejor que la verdad.

—¿Qué Loreto hizo qué? —Pablo giró hacia mí con el ceño fruncido, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y enojo.

—Me pidió que no te lo contara por todo el tema de sus padres y su compromiso —me aproveché de su desconcierto y mantuve la compostura, asintiendo lentamente, como si aquel beso con Manuel hubiese sido real y yo no tuviera más remedio que admitirlo.

—¿Manuel? —Pablo murmuró, incrédulo, y sus ojos se encendieron con un brillo de rabia. Su mandíbula se tensó, y sus puños parecían al borde de estallar—. ¿Te besaste con Manuel? ¿Es cierto, Loreto?

Mi boca se abrió, pero las palabras no salían. Ver la satisfacción en la cara de Vico mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada con aire de superioridad, solo me recordaba que me lo tenía bien merecido. No podía hacer nada más que enfrentar las consecuencias de lo que ella acababa de inventar.

—No tienes por qué enojarte. No te lo quería decir para que no se enterará mi padre, pero eso no tiene nada que ver contigo —no podía verlo a los ojos—. Tú estás de novio con Vico, no sé por qué te molesta tanto.

—Pablo, Loreto tiene razón. Es solo un estupido compromiso, ¿Por qué debería importarte tanto que ella se haya besado con Manuel? Se supone que yo soy tu novia, no ella —Vico lo abrazo de espaldas, rodeándolo con sus brazos, por lo que no podía ver su cara de decepción.

Conocía a la Vico despechada, la que se convertirá en una loca, cuando un hombre la traicionaba. Estaba segura de que si estaba actuando de esa manera, era para vengarse más adelante de Pablo y vaya que se lo tenía bien merecido.

—Tienes razón, Vico. Tú eres mi novia y Loreto no es nada más que el compromiso que nos impusieron nuestros viejos —Pablo se giró sobre sus talones, rodeando a Vico de la cintura y plantando un beso en sus labios.

No pude evitar sentirme muy mal, estaba enamorada hasta los huesos de Pablo y verlo besarse con Vico, solo provocó que mi corazón me doliera.

Tenía tantas ganas de llorar, que cuando desvíe la mirada para no sufrir más, me encontré a Manuel a lo lejos hablando con otra persona. Y con el corazón en la mano corrí, lanzándome a sus brazos, siendo recibida por un cálido abrazo.

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