23|Inmunidad
CAPÍTULO VEINTITRÉS.
﹙inmunidad﹚
°
•
—¿Qué estamos haciendo aquí, Loreto? —preguntó Pilar confundida.
—¿De dónde creer que vamos a conseguir la patente del auto? ¿Del cielo? —hablé histéricamente, estaba nerviosa a decir verdad—. ¿Trajiste lo que te pedí?
—Sí, aquí está —me paso un lápiz y un papel—. ¿En dónde viene la patente?
—Es la matrícula del auto —miré a ambos lados del estacionamiento—. Vamos, antes de que alguien nos vea aquí afuera.
Tomé a Pilar de la mano y nos dirigimos rápidamente a anotar la matrícula del auto.
—¿Tienes teléfono? —me preguntó Pilar, entrando al colegio, sentándonos en las escaleras.
Saqué mi teléfono del bolsillo, para dárselo en la mano.
—Llama al departamento de Registro Vehicular, no tengo idea de cómo lo llamen aquí —la apresuré, comiéndome las uñas de los nervios, observando como marcaba el número de teléfono.
—¿Dirección de rentas? —preguntó, carraspeando la voz, haciendo que me diera un ataque de nerviosismo, tomando el teléfono para escuchar la conversación—. Buenos días, le hablo de parte del rector del Elite Way —apunté al papel, dándole a entender que hablara menos y fuera directo al grano—. Quisiera averiguar sobre una patente. Me gustaría saber quién la registro y si viene de la municipalidad —cuando nos dio el visto bueno, me dio otro ataque de nerviosismo, haciendo que tirará el papel.
—Perdón —me disculpé, tirándome al piso, recogiendo el papel.
Cuando Pilar le dictó el número de la patente a la secretaria que nos atendió, pasó un pequeño lapso de cinco a diez minutos para qué nos confirmarán nuestras sospechas, el auto había sido un “regalo” de la municipalidad, bajo el nombre del Señor Bustamante, haciendo que a las dos se nos cayera la cara de la vergüenza.
—No puede ser, Loreto —Pilar tenía una cara de pocos amigos, como si se hubiera enterado de que su padre le hubiera sido infiel a su madre—. Mi papá puede ser cualquier cosa, pero esto tiene que ser un error.
—Todo esto es mi culpa, Pilar —tenía unas inmensas ganas de llorar, me sentía como un sucio soborno, un trofeo comprado—. Si no me hubiera echado la culpa por el robo de la cartera, si hubiera sido honesta con el Señor Bustamante, y no hubiera delatado a mi papá...
—Tranquila, Loreto —me tomo de los hombros, mientras intentaba recuperar el aliento—. Respira, nena.
—Puedes decírselo a todos, Pilar —dije una vez recupere la compostura—. Diles a todos la verdad, que Pablo y yo somos una basura, que nadie nos puede tocar y que nuestros padres son unos corruptos —no estaba diciendo incoherencias ni delirando, era simplemente la cruda realidad, aunque en ese momento no parecía real. Una hija nunca podría comprender completamente los límites que un padre estaba dispuesto a cruzar para protegerla, ni los extremos de los que sería capaz de llegar para mantenerla a salvo.
—¿Qué estás diciendo, Loreto? —la mire fijamente a los ojos, repasando su cabello, sus cejas, sus pestañas, su rostro como una revelación divina.
—Lo digo en serio, Pilar —para ese momento, me importaba poco o nada, lo que sucediera conmigo de ahora en más, porque tenía la protección fraudulenta del intendente de la ciudad—. Necesito tomar aire. Escúchame, nena. Haz lo que quieras y si quieres no me cuentes, ¿Entendiste?
Deposite unos suaves golpes en sus hombros, yéndome con la mirada perdida en el piso, replanteándome como había sido mi vida desde que llegué a este lugar. Nunca cause problemas, mis notas siempre fueron excelentes, cumplía con todas mis obligaciones, hasta me había comportado lo suficientemente decente para ganar puntos con el Señor Bustamante.
Siempre había tenido peleas con Pablo, pero nunca habían llegado tan lejos. Sin embargo, esto solo me hizo reflexionar y darme cuenta de que debí haber tomado estas medidas mucho tiempo antes. De esta manera, habría descubierto una verdad que siempre estuvo allí, pero que había estado ignorando.
Hablaba de mi inmunidad, nadie me tocaba un pelo en la escuela, no digo que nadie hablara de mí, porque siempre escuchaba comentarios xenófobos sobre México y sobre la comunidad LGBT+, temas que me afectaban directamente a mí, porque había nacido y crecido en México hasta hace dos años, rodeada de Drags Queen de diferentes identidades sexuales y de género, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, etc… Cualquiera que hablara de mal de un tema del que me sentía parte, o personas importantes para mí estaban dentro, me afectaban directamente.
Estaba perdida en mis pensamientos, cruzando los pasillos del colegio sin rumbo, chocando hombros con cualquiera que se me pusiera enfrente, no sabía a dónde ir, ni tampoco a dónde llegar. Caminaba en modo automático, hasta que me tomaron de los hombros deteniéndome.
—Así te quería agarrar —no identificaba la voz, ni siquiera las manos que me sujetaban, como si nada de mí funcionará—. ¿Creíste que no me cobraría por el golpe bajo que me metiste, Lory?
No pronuncie ninguna palabra, mi mirada seguía clavada en el suelo y por alguna razón me dolía hasta los huesos cambiar de esta posición.
—Dale, nena. ¿No pensás decirme nada? —ahora podía ver su rostro, era Pablo—. ¿Qué te sucede? Parece como si hubieras visto a un fantasma —me tocó la frente, haciendo que retrocediera, no quería que me tocará—. Estás pálida, Loreto.
—No quiero hablar —murmuré en un hilo de voz, tratando de alejarme, pero cada vez que retrocedía, él daba un paso al frente.
—¿Qué pasa, nena? —su tono de voz sonaba preocupado, cosa que deteste al instante—. Hablá, Loreto.
Se adelantó a tomarme de los brazos, haciendo que lentamente mis intentos de separarlo de mi cuerpo, se volvieran en actos violentos, terminando mis manos en su cuerpo, golpeando su pecho débilmente, aumentando de velocidad, dejando a un Pablo muy confundido, recibiendo cada uno de los golpes.
—Somos una basura, ninguno merece ni la mitad de las cosas que tenemos, no importa en qué problema nos metamos, nuestros padres lo solucionaran todo —el rostro de Pablo era un verdadero poema, cualquiera que nos viera en el pasillo pensaba que era una de nuestras habituales peleas.
—Te estás lastimando —alzó la voz, deteniendo mis golpes, rodeando mi cuerpo con sus brazos, haciendo que diera más pelea.
—Suéltame, no quiero que me toques —estaba renegada a soltar una sola lágrima, se me hacía más fácil enojarme con la vida—. ¿Por qué no me escuchas cuando te estoy hablando? Suéltame, Pablo.
—Háblame, Lory —suplicó con una voz queriendo quebrarse—. ¿Hice algo que te puso de esta manera? Perdóname, por favor —detuve mis ataques, rindiéndome en su abrazo—. Dime qué hice y te prometo que lo arreglaré.
—¿Por qué no le preguntas a tu papá? —pregunté separándome de golpe, no iba a ceder tan fácilmente—. ¿Eso es lo que soy para ti? Un problema que creer que puedes solucionar con un soborno.
—¿De qué hablas, nena? —me enojo más que no supiera de lo que estaba hablando.
—Estoy hablando del nuevo auto del intendente, idiota —modulé mi tono de voz para que la gente no me escuchará, quería que el estúpido diario se encargará primero de esparcir la noticia—. Tu padre y mi padre están hechos de la misma basura, corrupta y fraudulenta.
—No te atrevas a volver a decir eso —me agarró por sorpresa, tomándome del mentón, atreviéndose a amenazarme de la manera más sutil.
—Tenías razón, Pablito —le sostuve la mirada—. Estamos hechos el uno para el otro. Cuando tú lo desees puedes volver a proponerme ser tu novia enfrente de nuestros padres, te prometo no escapar, ni decirte que no —hablaba muy en serio—. Terminemos de una vez con todo esto.
Me separé de su agarre, dejándolo atónito en el pasillo. Como ahora nada me importaba y había dicho todo lo que tenía que decirle a Pablo, no veía porque no ir al cuarto de Vico a contarle sobre mi beso con su novio, tal vez así conseguiría despertar de esta pesadilla de mentiras.
Quería limpiarme de toda culpa.
Me dirigí hacia los cuartos de las chicas sin hacer antes una reflexión profunda de las posibles consecuencias de mis actos. Mi única preocupación no era el dolor físico o emocional, sino obtener la absolución de alguien cuya opinión debería importarme menos. Pero mi anhelo por la aprobación femenina me llevó a buscar su perdón, a pesar de que racionalmente hablando no era necesario.
El camino se sentía pesado con cada paso que daba, como si estuviera caminando descansa sobre rocas de lava, estaba segura de que así se debía sentía llegar al purgatorio.
Ni siquiera toque la puerta, simplemente pase a la habitación que estaba sin seguro, encontrándome con Vico sentada leyendo una revista en la comodidad de su cama, Mia hablando con Felicitas, todo en una completa paz y armonía, hasta que irrumpí en su burbuja de cordialidad.
—Vico, tenemos que hablar —anuncié sin importarme que me escucharán Mía y Feli.
—L-Loreto, ¿Q-Qué sucede? —le temblaba la voz, y no era para menos, la había dejado quedar mal frente a todos con mi anuncio.
—Bueno, nosotras vamos a ir de comprar, nos vemos en un rato —alzó la voz Mía, arrastrando a Felicitas fuera del cuarto.
Nos quedamos en silencio, ninguna sabía cómo empezar la conversación, pero estaba consciente de cómo podría terminar. Por lo que me anduve sin rodeos y me acerqué lo suficiente, como para tomar asiento a un lado de ella, mirándola fijamente a los ojos.
—¿Q-Quieres hablar sobre el Vacance Club? —yo debería tener el mismo tono de voz, asustado y tembloroso, pero como había dicho antes, me sentía con una inmunidad para decir lo que quisiera sin miedo a las repercusiones—. P-perdóname por estirarte el cabello, yo no quería te lo juro...
—Por favor no te disculpes por eso, Vico —hablé tomándola de las manos, quienes temblaban—. De todas las cosas por las que podrías disculparte, esa sin duda no entra en una de esas cosas —esperaba que entendiera el mensaje y no tener que explicárselo con peras y manzanas.
—¡Por supuesto que sí, Loreto! —negué con la cabeza—. No entiendo, ¿Qué estás tratando de decirme?
—Deje que Pablo me besara en la piscina, estaba borracho y enojado por la humillación de su padre en la fiesta —dije sin pelos en la lengua, cerrando los ojos, dispuesta a aguantar cualquier golpe que podría suceder en los próximos minutos o media hora si ella quería—. Hice aquello por lo que te critique enfrente de toda la escuela, no merezco tu perdón, pero vengo aquí a pedirlo, porque la culpa no me deja dormir.
Vico se quedó atónita, igual que Pablo, ninguno se esperaban este nivel de sinceridad, o el libertinaje con el que me había referido, pero me sentía intocable, alguien tenía que darme un golpe para bajarme de la nube que le dije a Pablito que se bajara, para yo subirme.
—Está bien, puedes golpearme, gritarme, decirme que soy una zorra, una puta, el insulto que mejor me describa, y puedes decírselo a todo el mundo —mantuve los ojos cerrados, no quería ver la cara de una mujer destrozada, no lo soportaría.
—No te voy a pegar, nena. No soy una bestia como todos piensan —me contesto de la manera más civilizada—. Tengo que pensar. Quiero que salgas de mi habitación.
Decidí abrir los ojos, para encontrarme cara a cara con la espalda de Vico, trate de ver su rostro para martirizarme con su dolor, pero lo único que conseguir fue que me gritara que me fuera, que quería estar sola y que no encontraría lo que buscaba de ella, que era una confrontación.
Me levanté lentamente, sintiendo el peso de su rechazo. Quería ver su rostro, necesitaba ver el dolor en sus ojos para saber que no estaba solo en mi sufrimiento. Pero Vico se mantuvo firme, sin permitirme acercarme.
—Vete —me dijo, sin mirarme—. No quiero tu compasión. No quiero nada de ti —su voz era como un muro que me separaba de ella, y yo me sentí impotente para escalarlo.
Haciendo caso a su decisión, salí corriendo a mi habitación, cerrando con llave y haciéndome bolita en mi cama, esperando pudrirme en ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro