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17|Colegio

CAPÍTULO DIECISIETE.
colegio

°

Las vacaciones en México fueron lo mejor de todo el verano, mamá y yo solas en nuestro antiguo hogar, junto a nuestras amigas las Drag Queen del antiguo Club Nocturno “Las Reinas de la Noche”, por suerte mamá hizo un buen trato con un misterioso comprador que acepto continuar con la idea original del Club con todas las trabajadoras, solamente cambio el nombre por “Galaxia Glam”.

Luego de tres semanas sin comunicarme con absolutamente nadie, resulta que mi padre hizo las pases con Sergio Bustamante, al parecer lograron lavarle el cerebro, diciéndoles que la relación de Pablo y Vico era todo una mentira, que Pablo no sabía cómo hacer para qué le revelará mis verdaderos sentimientos y que en su desesperación fingió estar en una relación con Vico.

Ahora todos pensaban que estaba locamente enamorada de Pablo Bustamante y esperaban a que se me pasará el enojo, para que Pablo me volviera a proponer ser su novia.

—¿Por qué contestaste las llamadas de Sergio, papá? —pregunté molesta.

Mamá, papá y yo íbamos en la camioneta. En todo el camino papá trataba de que hiciera las pases con Pablo, intentaba convencerme de que si había elaborado todo ese plan era porque de verdad le importaba.

—Loreto, tienes que entender que a esa edad, los chicos somos tontos, hacemos cualquier tontería para llamar la atención de la chica que nos gusta, ¿No es así, Lorena? —preguntó mi padre a mamá.

—Perdón, me distraje, ¿De qué estaban hablando? —preguntó mi madre, volviendo a la realidad.

—¿Vos te acuerdas de todas las chiquilinadas que hacía para llamar tu atención en el colegio? —mamá no pudo evitar escapársele una sonrisa.

—Por favor dime que no estás de su lado, mamá —llamé su atención.

—Por supuesto que no, estoy de tu lado, mi amor —aseguró, acariciando mi cabello—. No seas tan dura con ese chico, no tengo el gusto de conocerlo como ustedes lo conocen, pero lo poco que hemos hablado, me parece que es un buen chico, Loreto.

—Eso es porque finge delante de ustedes, es el mismísimo satanás —alcé la voz indignada, no podía creer que mis propios padres no me creyeran—. No pueden obligarme a convivir con él. No lo soporto, no me cae bien. Es más —me levanté del asiento, abriendo la ventana del auto, para ver a Ciro por el retrovisor—. Ciro da la vuelta, nos regresamos a casa. Decidí que no quiero regresar hoy a la escuela.

—¿Qué hago, Señor D'Amico? —preguntó Ciro a mi padre.

—¿No me escuchaste, Ciro? —pregunté molesta—. Te recuerdo que papá te contrato como mi chófer personal, lo que significa que debes de obedecerme a mí.

—Pero, ¿Qué estupideces estás diciendo, Loreto? Ciro, por favor, continua el camino al colegio.

—Como usted diga, Señor D'Amico —dijo Ciro, entrando al colegio.

—¿Ves las cosas con las que tengo que lidiar en tu ausencia, mamá? —estaba molesta—. Nadie me respeta, nadie pregunta por mi opinión.

—Eso es porque eres una nena, no sabes lo que es bueno para vos —odié que papá dijera esas palabras.

—No me digas —respondí irónicamente—. Entonces, dentro de tu retorcida mente, ¿Crees que Pablo es bueno para mí?

—Por supuesto, es un buen muchacho, tiene claro lo que quiere en la vida —no pude evitar reírme—. ¿Qué te causa gracia, Loreto?

—Que al parecer Pablo puede tener claras sus prioridades, pero yo no puedo —contesté irritada—. Estoy cansada de vivir en un mundo que constantemente me obliga a tomar la mano de un hombre.

—La única mano de un hombre que tomarás es la mano de tu futuro esposo —rodeé los ojos, golpeándome la frente—. Y mira quién está justo en frente de nosotros.

Mire al frente, encontrándome con que en el auto de adelante, se estaría bajando la familia Bustamante. El señor intendente de la ciudad, Sergio Bustamante, su esposa, Mora Ortiz y su hermoso hijo de porcelana, Pablo Bustamante.

—No, no, no, papá, por favor —le supliqué con los nervios al cien—. Por favor no me obligues a hablar con ellos. Haré lo que tú quieras, pero no me obligues a bajarme del carro.

—De acuerdo, si no quieres que te obligue, entonces bajate tu sola por tu cuenta —dijo siendo el primero en bajarse a saludar.

—Esto es increíble. ¿Cómo pudiste casarte con semejante machista? —pregunté a mi madre, impetuosa.

—Él te ama, Loreto —habló mamá con su característica voz serena—, tal vez no lo demuestre de una manera adecuada, pero realmente intenta demostrártelo todos los días.

—No lo suficiente —me crucé de brazos, negándome rotundamente a ver la cara de Pablo—. ¿En serio tienes que volver a viajar? Te necesito aquí, mamá.

—Te prometo que si todo sale bien este año, el siguiente no tendrás que despedirte de mí nunca más —me lancé a sus brazos, sintiendo como depositaba un beso sobre mi cabeza—. ¿Estás lista para salir?

—¿Me das un minuto? —asintió saliendo del auto.

Podía ver claramente desde el vidrio polarizado del carro, como papá y mamá se adelantaban a saludar a los Bustamante, no me tomo ni medio segundo localizar a Pablo, quien me devolvió la mirada por el parabrisas, gracias a que tenía la ventanilla, que separaba a Ciro de nosotros, abierta.

Me dejé caer en el piso de la camioneta.

—¿Está todo bien allá atrás, Señorita D'Amico? —me preguntó Ciro.

—¿En dónde está Pablo? Por favor dígame que no está volteando hacia acá —pedí internamente que se acabará este sufrimiento.

—Creo que debería bajar, Señorita D'Amico —sugirió amablemente.

—No hasta que me digas que Pablo está lejos del auto —contesté con un puchero.

—De acuerdo, el Señor Pablo está lejos del auto, ¿Contenta? —habló Ciro con exasperación.

—Muy contenta. Muchas gracias —decidí salir del lado contrario del carro, con suerte escaparía de esta pesadilla.

Me arrastre por el piso del auto, levantando la mano para abrir la puerta del lado izquierdo, con la intención de salir sin ser vista, pero mi plan se vio arruinado cuando la puerta se abrió de la nada.

—¿Intentas escapar otra vez de mí, nena? —cerré los ojos, devolviéndole una mirada asesina a Ciro.

—Gracias por nada, Ciara —regresé la mirada a Pablo—. Cuánto tiempo, Pablo. Dime, ¿Cómo te la pasaste en las vacaciones de verano?

—Muy bien, nena. No tienes idea lo mucho que me costó convencer a tu viejo de lo comprometido que estoy con esta relación —contestó burlón—, ¿Por qué no sale de ahí y aceptas de una vez por todas nuestro destino? —me tendió la mano, haciendo que la terminara tomando de mala gana—. Miren quién decidió salir a saludar —habló Pablo levantando nuestras manos unidas, dejando un beso en mi mejilla.

—Me alegra que vuelvan a llevarse bien —llamó nuestra atención Sergio Bustamante—. En serio nos alegra mucho volver a verte, Loreto.

—A mi igual —contesté, alejando a Pablo de un codazo en las costillas—. Me gustaría agradecerle por traer a mamá ese día, como debí haber hecho ese día —me acerqué a Sergio decidiendo por voluntad propia, cosa que pensaba no volver a repetir, rodearlo con mis brazos en un abrazo—. Fue el mejor regalo que alguien pudo haberme dado.

—Es lo mínimo que podía hacer por soportar al idiota de mi hijo —me dio unas cuantas palmadas en la espalda, haciendo que me separara de él—, espero que puedas perdonar a Pablo
por semejante plan estúpido que se le ocurrió para, bueno, ya sabes, que admitieras tus sentimientos.

—No fue estúpido, Sergio —habló papá, defendiéndolo—. Sí, fue una chiquilinada, pero consiguió lo que quería, ¿No es así?

No podía creer lo que estaba escuchando y viendo entre Sergio y mi padre, por lo que se me ocurrió un plan para que mantuvieran mi nombre dentro de sus bocas, con algo que sí sería un tema interesante de conversación.

—¿Cómo está Pablo de su herida, Sergio? —pregunté fingiendo preocupación—. Espero haber hecho un buen trabajo limpiando y vendando la herida.

—Que bueno que nos recuerdas, Loreto —habló Mora impresionada—. Queríamos preguntarte, ¿Cómo es que aprendiste hacer todas esas cosas?

—Muy buena pregunta, Señora Bustamante —miré a mi padre quien estaba pálido con la información—. Dejaré que mi padre se encargue de contestarles semejante duda, porque al parecer hay mucho de mí que todavía no les ha contado.

—Bueno, eso es porque...

—Mamá y yo nos adelantaremos a mi habitación, si no les molesta. Tengo que arreglar unos asuntos respecto a un cambio de habitación —hablé, tomando la mano de mi madre.

—Te acompaño —pronunció Pablo rápidamente.

—Pablo todavía no estoy lista para perdonarte, me lastimaste mucho con tu plan, ahora no sé que es real entre tú y yo —me invente tremendo discurso, llamando la atención de todos, haciendo que casi olvidarán su pregunta los señores Bustamante—. Por favor, no te detengas, papá. Tú continúa respondiendo la duda del Señor Intendente y la Señora Mora —mi padre maldijo por lo bajo—. Mamá se va hoy, quiero pasar el mayor tiempo posible con ella, ¿Te molesta?

—Loreto, está bien, déjalo acompañarnos —mi madre y su amabilidad.

—No, Señora D'Amico, no se preocupe. Loreto tiene razón, fui un estúpido, conseguí que me revelará sus verdaderos sentimientos, pero la hice quedar mal enfrente de todos —me tomó de la mano—. Por eso me gustaría preguntarte aquí enfrente de las personas más importantes para nosotros...

Quería que me tragara la tierra, no quería volver a pasar por esta incómoda situación, porque si papá escuchaba como rechazaba al hijo del intendente, me castigaría haciendo que fuera todos los días a casa de los Bustamante, no tenía escapatoria.

—¡Loreto! —gritaron mi nombre.

—¿Manuel? —no podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

—¿Cómo estás? Te fuiste sin despedir —llegó corriendo en frente de mí.

—Muy bien, gracias por preguntar —sonreí, pensando en Manuel como mi salvador—. Mira, mamá. Él es Manuel Aguirre, ¿Te acuerdas que te hablé de él?

—Por supuesto, mi amor —se adelantó a saludar a Manuel de beso—. Tú debes ser el chico que viene de México, ¿No es así?

—Ese soy yo, al parecer su hija y yo somos los únicos mexicanos estudiando en esta escuela —asentí risueña, al parecer a Pablo, Sergio y papá no les cayó bien la llegada de Manuel—. No sabe el gusto que me da conocerla, Señora D'Amico.

—¿En serio? ¿Por qué? —preguntó mamá con curiosidad.

—Bueno, no sé si esté enterada de como nos conocimos su hija y yo, pero me dijo que lo más sagrado para ella era usted y que la extrañaba mucho —mamá no pudo evitar sonreír.

—En serio eres tan bueno como mencionó, Loreto —dijo mamá en un hilo de voz, rodeando a Manuel con sus brazos en un abrazo amoroso.

—Que lindo reencuentro, pero Pablo estaba a punto de hacerte una pregunta, Loreto —carraspeó la garganta mi padre, haciéndose odiar—. Soy el padre de Loreto, ¿Crees que podrías retirarte? Estamos en una reunión familiar.

—¡Papá! —alcé la voz poniéndome a un lado de Manuel—. No seas grosero, deberías estar agradecido, si no fuera por Manuel, Pablo todavía seguiría tirado en la villa desangrándose.

—¿Tú fuiste quién salvó a mi hijo? —preguntó Mora sorprendida, a lo que pellizque el brazo de Manuel para que asintiera.

—Bueno, yo solo lo llevé al hotel, Loreto fue quien se encargó de su herida, todo el crédito es para ella —no pude evitar sonreír.

—Es cierto. Papá todavía no les explicas cómo sé limpiar y vendar heridas. ¿También les menciono que sé saturar? —Sergio y Mora estaban sorprendidos con toda la información—. Bueno los dejo, mamá y yo tenemos cosas que arreglar en dirección.

Le agradecí con la mirada a Manuel, tomando a mamá de la mano, arrastrándola dentro del Colegio.

—Loreto —pronunció mi nombre acusatoriamente, por lo que me hice la desentendida—. Dejaste a Pablo con la pregunta en la boca.

—Por favor, mamá. Tú no seas igual que papá. Gracias a Dios que Manuel llegó para interrumpir esa pregunta —dije con una sonrisa.

—Me alegra que tengas un amigo en quien confiar —mamá me entendía—. Dime, ¿Cómo va la terapia con la doctora Shulamit?

—No me menciones a Chula en este momento, odió no poderla llamar cuando son vacaciones —respondí con enfado.

—Mi vida, pero siempre puedes marcarle, para eso tienes su número agendado en tu teléfono —habló mamá en un tono cálido de voz.

—Bueno, todo el año pasado me la pasé mandándole mensajes, llamándola a las tres de la mañana —confesé con vergüenza—. No quería molestarla en sus vacaciones.

—Bueno, por tu cara, supongo que tienes muchas cosas que contarle —asentí subiendo las escaleras para llegar a dirección, donde me encontré con Luna y una señora de cabello rojo—. Buenos días.

—¿Luna? —alcé la voz de la emoción.

—¿Loreto? —preguntó animada.

—Que alegría me da verte, Lunita —me lancé a ella rodeándola con mis brazos—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te la pasaste el resto de las vacaciones de verano?

—Muy bien, gracias. El Vacance Club se sintió vacío sin ti y Marizza —habló decaída.

—Lo lamento mucho, Luna... Espera. ¿Cómo que sin Marizza? ¿Qué pasó con ella? —pregunté confundida.

—Estaba esperando que nos presentarás, mi amor. Pero con esa pregunta de preocupación no vas a tener tiempo —habló mamá interrumpiendo nuestra conversación—. Soy la mamá de Loreto. Lorena Carballar.

—Mucho gusto, Soy la tía de Luna. Sandra Fernández —ambas adultas se saludaron.

—Permítame decirle, Señora Fernández, que tiene a la sobrina más maravillosa del mundo —mamá y la tía de Luna rieron.

—No es por presumir, pero eso ya lo sabía. Lo que yo tendría que hacer es felicitar a tu madre por tener a tan linda hija, con el corazón más puro —mamá me abrazó por los hombros, dándole la razón a la tía de Luna.

—¿Qué haces aquí, Loreto? —me preguntó Luna, después de una sesión de cumplidos de nuestras respectivas autoridades—. ¿También vienes por el uniforme?

—No, vengo a qué me cambien de cuarto —Gloria salió de la oficina del director con dos bolsas.

—¿Va a pedir algo más o le facturo? —preguntó Gloria, la secretaria del director.

—Si, una remera más grande para varón —mamá y yo la miramos confundida.

—Puedo preguntar para qué quieren solamente una camisa para varón —preguntó mi mamá con curiosidad, haciendo que la empujará levemente por meterse en lo que no le hablaban.

—Luna y yo conocimos a un muchachito que vino solo desde México y tengo el presentimiento de que no tiene uniforme —contestó la tía de Luna tranquilamente.

—¿No estarán hablando de Manuel Aguirre, o si? —preguntó mi mamá.

—¿Ustedes lo conocen? —preguntó Sandra sorprendida.

—Loreto acaba de presentármelo hace un momento en la entrada del colegio —contestó mamá alegre—. ¿Me daría el permiso de colaborar con algo de dinero para su uniforme?

—Por supuesto, cualquier ayuda es bien recibida —habló amablemente la tía de Luna.

Al final le compraron el uniforme deportivo, junto a dos camisas con el logo del colegio y los pantalones de vestir. De pronto escuché la voz de Marizza y Luján.

—¿Escuchas eso, Luna? Son Marizza y Luján, vamos con ellas —Luna negó al instante.

—Diles que no estoy aquí. Por favor, Loreto —me pidió escondiéndose a un lado del escritorio de Gloria.

Me quedé confundida, mirando con dirección a Luna cuando de repente gritaron mi nombre, lanzándose a mi espalda.

—¡Loreto! —exclamaron Marizza y Luján al unísono.

—Me alegra mucho verlas, chicas. No tienen idea de cuánto las extrañé —dije correspondido su abrazo.

—Luján me contó que vos también te fuiste del Vacance Club, nena —asentí, cuando escuché a mi mamá carraspear—. Perdón. Chicas miren ella es mi mamá.

—Mucho gusto Marizza Pia Spirito, encantada de conocerla —se presentó Marizza entusiasmada.

—Luján Linares —ambas se dieron la mano con mi madre.

—Loreto me ha hablado mucho de ustedes, dejaron una increíble impresión en mi hija las tres —Luján y Marizza sonrieron cómplices.

—Ella es la tía de Luna, Sandra Fernández, chicas —las presente.

—Justo estábamos buscando a Luna, ¿Sabe en dónde está? —preguntó Marizza.

Sandra y yo nos miramos sin saber qué decir.

—Justo acaba de salir. Debe de andar por ahí —contestó Sandra, haciendo que le siguiera la corriente.

—¿Vienes, Loreto? —me preguntaron.

—No, chicas. Estoy arreglando el cambio de cuarto, como les prometí.

—De acuerdo, si ves a Luna nos avisas, por favor —asentí.

En cuanto Marizza y Luján salieron de la recepción, Luna salió de su escondite.

—¿Por qué no quisiste saludar a Marizza y Luján, Luna? —pregunté confundida.

—Tienes razón, en un momento vamos las dos, solo deja que me den el ticket de los uniformes —asentí, mirando a Sandra y a mamá, ninguna estábamos convencidas de las palabras de Luna.

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