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15|Dunoff

CAPÍTULO QUINCE.
Dunoff

°

—Vamos, mi amor. Llevamos cinco minutos de llamada y todavía no me has contado nada —dijo Amanda en la otra línea del teléfono.

—¿Ya llegó Mariel? Es que quiero que ella también escuche —dije decaída.

—¿Desde cuándo Mariel comenzó a ser de tu agrado? —me reí por su escena de celos.

—Desde que me escucho llorar como por media hora por un chico que no vale la pena —contesté haciendo un puchero.

—Aquí esta conmigo, ya sabes que donde yo estoy, ella está pegada a mí como chicle —escuché como levantaban el teléfono—. Te hablan, Mariel.

—Hola, mi vida, ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor, corazón? —escuchar a Mariel por alguna razón me trajo paz.

—Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Puedes poner el teléfono en altavoz? —Mariel accedió, avisándome cuando ambas ya me estuvieran escuchando—. Sé que estás celosa, pero quiero que sepas que te amo, Amandita de mi vida.

—Vete despidiendo de tu nueva amiga Mariel, porque no pienso compartirte con nadie más que no sea la reina de tu mami y el ogro de tu padre —ese comentario me hizo reír—. Bueno, habla linda, te estamos escuchando.

—Cierto, bueno, yo quería preguntarles... —me limpié el sudor de mis manos en mi pantalón—, ¿Qué tan mal está, besar a un chico con novia?

—¡¿Ya diste tu primer beso?! —exclamó Amanda, haciendo que tapara la bocina del teléfono—. ¡Queremos detalles! ¡Y nombres! ¿Quién fue? ¿Con cuántos fueron?

—¿Cómo le vas a decir a la nena eso, Amanda? —Mariel regaño a Amanda—. ¿Por qué nos preguntas eso, cielo? ¿Hay algo que nos quieras contar?

—Bueno, es que bese a un chico con novia y no paro de sentirme culpable —dije nerviosamente.

—¡Ay, Loreto! Un beso es como un vaso de agua, a nadie se le puede negar —habló Amanda burlona—. ¿Quién fue el afortunado en ser tu primer beso, mi amor?

—Pablo.

—¿El hijo de ese señor maleducado que siempre intenta invisibilizar el movimiento de los derechos LGBTQ+? —le dije que sí—. ¿El niño pijo con el que el Señor Lorenzo D'Anonino te comprometió desde el segundo en que pisaste Argentina?

—Sí, ese mero, Amanda —dije desesperada—. Solo que él estaba borracho y lo negué todo cuando me preguntó.

—Muy bien, mi amor. Todos sabemos que la manzana nunca cae lejos del árbol. Los “Buscamante” son todos iguales, lo mejor será que lo trates de loco y te vayas olvidando de ese beso, porque no cuenta —asentí dándole la razón a Amanda.

—¡Eres una inmadura, Amanda! —exclamó Mariel—. No le hagas caso a una señora de cuarenta años que no puede admitir que está enamorada de una mujer.

—Dile que le haga un favor al mundo, convenciendo a mi mamá de dejar a papá y que se case con ella —exclamé en la bocina del teléfono para que me escuchara.

—No estoy enamorada de tu madre, mocosa insolente, pero accedo a armar un complot para que deje al Señor D'Anonino —rodeé los ojos.

—Y tu misma has escuchado que su tema favorito de conversación es tu madre —dijo Mariel con un suspiro—. Pero bueno, este es tema de discusión para otro día, ahora lo importante es: ¿Por qué dejaste que ese niño te besara, Loreto?

—¿Por estúpida? ¿Por tonta? Tú escoge el insulto, soy la persona más patética del planeta —dije dejándome caer en la cama.

—Yo creo que fue por otra razón. Tú tampoco puedes admitir que estás enamorada de un hombre, Amanda y tú son iguales en ese tema.

—Amanda espero que cuando vuelva, tengas el remplazo de Mariel. Ella sabe muchas cosas —me puse encontrá de Mariel y su maldito sexto sentido.

—No estuvo bien lo que hiciste, mi vida. No es el fin del mundo, pero puedes lastimar a alguien con tus impulsos —me explico amorosamente—. No importa que el nene ese esté muerto por vos.

—¿Debería decirle a la chica? —pregunté dudosa.

—No, por favor, no lo hagas. Mucho menos a solas, no sabemos que tan loca está esa chica —dijo rápidamente—. Prefiero explicarte ahora que eso no está bien y no en tu funeral por no haberte dicho.

—¿Qué debería hacer? —pregunte dudosa.

—Ya te lo dije Loreto. Un beso a nadie se le niega —habló Amanda—. Ignora a Mariel, le falta mucho para entender a los adolescentes —rodeé los ojos—, pero en algo tiene razón. No deberías sentirte culpable porque te guste un hombre, mi vida.

—Tengo miedo, Amanda —dije con un hilo de voz.

—Solo nosotras sabemos por lo que pasamos allá en México, pero no podemos seguir viviendo con miedo, estoy segura de que encontrarás a hombres buenos en el camino —no pude evitar pensar en Manuel.

—Creo que ya encontré uno —hablé con una sonrisa—, de hecho somos amigos.

—¿Cuál es el nombre de ese muchachito? —preguntó alegré Amanda.

—Manuel, viene de México.

—Hubieras empezado por ahí, mi vida. Me alegro de que tengas a alguien de tu hogar cerca y que confíes en él —asentí, pensando en todas las personas que había conocido en los últimos tres días.

—No es el único, también están mis nuevas amigas, Marizza, Luján y Luna —dije alegremente.

—Me suena el nombre de Marizza... —preguntó Mariel del otro lado de la línea.

—Eso es porque es hija de Sonia Rey —le contesté su duda.

—¡Ay, no puede ser! ¡Es la mejor noticia que he recibido en mi vida! ¡Mi niña siendo amiga de mi amiga personal! —gritó Amanda de la emoción—. Que pequeño es el mundo. Yo sabía que el troglodita del Señor D'Anonino, ni con sus estrictas reglas, haría que el universo conspirará para que ustedes dos se conocieran.

—No solo eso, también vino la mismísima Sonia Rey aquí —dije de la emoción—. Por fin pude conocerla como Loreto y no como Emma.

—Típico de Sonia Rey, no puede vivir sin su polluelo —cuando estuve a punto de contarle toda mi experiencia con Sonia Rey, tocaron la puerta.

—Loreto, somos nosotras, por favor ábrenos la puerta —habló Luna.

—Te tengo que dejar, mis amigas me hablan. Muchas gracias por estar, las amo, chicas —susurré—. Me saludan a Galo, auméntenle el sueldo a ese hombre de chocolate.

Colgué la llamada, levantándome de la cama, para abrir la puerta.

—Me acabo de enterar de que volviste a salir en el diario trucho ese. Ahora sí que estoy enojada, voy a descubrir quien te hizo esto y lo voy a destruir, nena —Marizza estaba furiosa.

—No se preocupen por eso chicas, todavía no he dado mi primer beso —esa mentira me hizo desestabilizarme—, todas son puras mentiras.

—No digas eso, nena. Justo cuando la gorda esa se puso de novia con Manuel —Luján parecía decepcionada, pero yo en cambio estaba feliz.

—Está bien, chicas. Estoy feliz por ellos. Estoy segura de que serán muy felices juntos —no había mejor novio que Manuel, estaba segura de eso.

—Bueno, nosotras veníamos a consolarte, porque te fuiste sin decirnos nada —dijo Luján sentándose en la cama junto a Marizza—. Ahora tenemos hacer que no echen a Marizza del colegio por haberse tranzado a un profesor.

—¿Qué tú hiciste qué, Marizza? —pregunté sorprendida.

—Nada, nena. Solo fue un beso. Dunoff llegó de la nada y nos vio, pero no se preocupen, ya hablé con mi vieja y estoy segura de que ella me sacará de esto —dijo tranquilamente Marizza, haciendo que Luján, Luna y yo nos dedicaríamos una mirada cómplice—. Ya no estén enojadas, ya hice las pases con mi vieja, siempre es así con ella. Nos peleamos y luego nos arreglamos. Ya está.

Me lancé a los brazos de Marizza, rodeándola en un abrazo, que luego se nos unió Luján y Luna. Ella se quejaba, pero ninguna se detuvo en ese momento, hasta que una voz femenina nos interrumpió.

—Marizza el Director Dunoff está buscándote —se trataba de Natalia.

—Ya te escuchamos, nena. ¿Puedes irte? Estoy pasando un buen rato con mis amigas —dijo Marizza a la defensiva, haciendo que la golpeara en la costilla levemente.

—Muchas gracias por avisarnos, Natalia. Ahora va Marizza —ella asintió tímidamente siguiendo su camino.

—Esa descerebrada solo intenta que vuelvas a hablar con ella —asentí decaída—, perdón, ¿Aún te duele que ya no sean amigas?

—Es a la que más me cuesta perdonar, porque era la persona en quien más confiaba en el colegio —por más que lo negara, la extrañaba como una loca—. Denme un poco de tiempo, chicas, me cuesta más superar un corazón roto por una amistad que por una pareja.

—¿Qué vas a hacer, Marizza? —preguntó Luna, abrazándome por los hombros.

—¿Qué más voy a hacer, nena? Enfrentarme a viejito ese, total, no tengo miedo a que me echen del colegio —todas la miramos enojadas—. ¿Qué pasa, chicas? Este no va a ser el fin de nuestra amistad.

Volvimos a abrazar a Marizza, antes de acompañarla en busca del director, bajando las escaleras.

—¿Cómo te pusiste tranzar a un profesor, Marizza? —preguntó Luna, desconcertada.

—Bueno, es que primero actuó, antes de pensar, entonces cuando pensé, ya había actuado y lo bese a Mauro —explicó Marizza.

—Buena suerte, tratando de explicarle al director esa filosofía de vida tuya —no estaba de acuerdo con enrollarse con personas mayores que literalmente nos doblaban la edad, y más cuando nosotras teníamos catorce/quince años.

—¡No menciones al insoportable de Dunoff! —exclamó Marizza, y cuando dimos la vuelta en las escaleras nos lo encontramos.

—Buenos días, Señorita Spirito —la saludo—. ¿Quisiera acompañarme?

Marizza asintió, murmurando enojada que yo lo había invocado, cosa que me hizo reír, le deseamos buena suerte, despidiéndonos de ella, con suerte Sonia arreglaría las cosas y dejaría quedarse aquí a Marizza.

Caminamos por el hotel hablando sobre tonterías, Luján y Luna tratando de animarme por la relación de Felicitas y Manuel, cuando ni siquiera me importaba. Luján y yo molestando a Luna con Nico, porque el día de la fiesta estaban muy juntos. Finalmente, Luna y yo hicimos equipo para molestar a Luján con Guido, aunque sabíamos que ellos no tenían absolutamente nada que ver.

Unos minutos más tarde se nos unió Marizza, siendo nosotras tres quienes la molestamos con Mauro, cuando de repente a lo lejos vimos a todos nuestros compañeros reunidos con el director Dunoff, quien nos hizo una seña para que nos acercáramos con los demás chicos.

—Los reuní para avisarles que el profesor Mauro, no va a poder seguir siendo su instructor en el Summer Club —todos nos sorprendimos.

—¿Por qué? —preguntó Pilar.

—Cuestiones personales —se limitó a contestar, por lo que Marizza preguntó de quién se trataba esas cuestiones personales—. Bueno no es el momento, pero si quieren podemos hacer una reunión para explicarlo.

Todos se quejaron, siendo Marizza quien casi se lanza contra el director, siendo Luján y yo quienes la detuvimos, tomándola de los brazos. Después el director Dunoff pregunto sobre si algo estaba ocurriendo en las vacaciones, que él debiera enterarse, a lo que todos negaron.

Luego soltó la bomba.

Él se haría cargo del resto de las actividades. Todos miraron a Pilar como si ella fuera la causante de las decisiones que tomaba su padre, hasta la compadecí por un momento, no debía ser fácil ser la hija del director, que nadie soporta en el colegio.

Dunoff nos mandó a todos a cambiarnos de ropa para realizar la primera actividad. Todos nos íbamos a subir a un inflable y con ayuda de una moto acústica, nos llevaría a mar libre, donde estaban todas las olas grandes, el chiste era agarrarse y no caerse del inflable.

—Lore, te estaba buscando —Mia llamo mi atención, tomándome de la mano—. Pablo y yo le explicamos a Vico sobre la piscina, está todo bien, ella vendría a disculparse, pero sabe que no eres su persona favorita en este momento y además se siente terrible por haberte estirado el cabello.

—Está bien, Mia. Puedes decirle a Vico que está todo bien entre ella y yo —Mia se alegró de mi decisión, sin saber que lo estaba haciendo por la culpa—. Te tengo que pedir un favor.

—Lo que sea —habló rápidamente.

—No sé por qué no le hablan a Natalia, pero quiero que la vuelvas a integrar a tu grupo —Mia negó con la cabeza, haciendo que insistirá—. Vamos, Mía. Aunque siga enojada con ella, eso no me da el derecho de quitarte a sus otras amigas.

—¿De qué estás hablando, Lore? Fue ella quien nos insultó, diciéndonos todas las cosas que tú nos dijiste, pero sin razón —estaba sorprendida.

—De seguro ella creía que si lo hacía, volveríamos a ser amigas —mentí, estaba muy confundida por esta nueva información—. Perdónala, Mia. Si no quieres hacerlo por ella, hazlo por mí.

—De acuerdo, pero solo lo hago por el cariño que te tengo —asentí con felicidad—. Espero que después de esto podamos volver a ser amigas.

Me quedé callada, aún no podíamos volver a ser amigas, para eso aún faltaba mucho tiempo, pero eso no se lo diría aún. Nos despedimos de beso y cada quien fue con su respectivo grupito.

—¿Qué quería la descerebrada esa? —preguntó Manuel a la defensiva.

—Te recuerdo que fue ella la que te dijo donde estaba para que fueras a mi rescate anoche —no debí haber dicho nada, porque en ese segundo Luna y Luján me bombardearon con preguntas.

—Entonces no llegaste por eso en la noche, estabas con Manuel —negué en repetidas ocasiones, porque no era por eso que ellas pensaban.

—Loreto estaba cansada por tener que subir al hijo del intendente a su habitación y yo la encontré cayéndose de sueño en el pasillo y le ofrecí dormir en mi cama —Manuel les explico, pero eso las hizo emocionarse de más.

—¿Pasaron la noche juntos? —preguntó Luján.

—No, nena. Manuel se durmió en el suelo y yo en la cama, pero por favor te pido, Manuel, que no le digas ni una sola palabra de esto a Felicitas —conocía a Felicitas muy bien y sabía lo insegura que podía llegar a ponerse por una cosa así.

—Ya estoy lista, chicas —llegó Marizza, abrazándonos a las tres.

Llevaba puesto un traje de baño de dos piezas de color rojo, con unos shorts de mezclilla en la parte de abajo. El director grito que nos apresuráramos a subirnos en el inflable, pero fue un completo desastre, Manuel y Luján querían ir al fondo para sentir la adrenalina, mientras Luna y Marizza querían ir al frente para sentirse más seguras. Vico no dejo sentarse a Mia conmigo y Natalia decidió quedarse con ellas.

De alguna manera terminé sentada entre Pablo y Tomás, por lo que cuando Tomás rodeo mi cintura con sus brazos, lo golpeé para que me soltara en repetidas ocasiones, y yo me negaba a abrazar a Pablo.

—¡Agárrate, nena! ¡Te vas a caer! —exclamó Tomás, tomándome de los brazos, obligándome a abrazar a Pablo de la cintura, mientras él hacía lo mismo conmigo.

Acepté a regañadientes, sin poder disfrutar la actividad, aunque debía admitir que no me molestó del todo, estar abrazada de Pablo, quien me miraba de reojo. Podía jurar haberlo visto sonreír, pero el agua y las olas no me dejaban ver con claridad.

Marizza se estaba divirtiendo, me preocupé por ella cuando se levantó del inflable, quitándose el chaleco salvavidas, haciendo que dejara de abrazar a Pablo, levantándome para tomar a Marizza del hombro, obligándola a volver a sentarse.

—¡No te levantes, nena! ¡Es muy peligroso! —exclamó Tomás, obligándome ahora a mí a sentarme.

Me tomo un solo segundo decirle a Tomás que me dejara en paz y que no me tocará, cuando regrese la mirada a Marizza ella ya estaría en el agua.

—¡Marizza! —exclamé viendo que no llevaba su chaleco salvavidas, tratando de soltarme del agarre de Tomás—. ¡Tomás, suéltame! ¡¿No ves que no tiene su chaleco salvavidas?!

—¡Quédate en el inflable, nena! —gritó Pablo, sosteniéndome de las piernas.

—¡Suéltenme! —me moví de un lado a otro, para qué me soltarán, pero fue inútil—. ¡Marizza!

Manuel saltó del inflable, salvando a Marizza, llevándola hasta la persona que manejaba la moto acuática.

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