Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13|Beso

CAPÍTULO TRECE.
beso

°

Me quedé pensando en mi venganza, tenía que hacer que Pablo y Tomás se arrepintieran de lo que me hicieron, pero en este lugar no había muchas opciones de donde escoger, porque mi venganza podría salir muy bien, que eran unos cuantos huesos rotos y una probable contusión, o muy mal, que eso solo significaría la muerte.

No podía evitar pensar en Sergio Bustamante, realmente humilló a Pablo enfrente de todos, no lograba entender por qué mi padre estaba relacionado con un hombre como él, Mora Ortiz, era todo lo contrario, era una excelente madre, aunque su vida girará en torno a ser la esposa del intendente, era un privilegio decir que papá nunca haría una cosa como está y mamá era excelente.

Esto era el maldito colmo, una maldita broma de mal gusto hacía mi misma, debía estar concentrada en la venganza y aun así pude tomarme el tiempo de compadecer a mi enemigo, era simplemente una tonta.

En medio del jardín del hotel, cerca de la piscina, mientras me golpeaba internamente por ser tan sentimental, escuche una voz desentonada, era la de un hombre cantando, me acerqué a rastras hacía el sonido, comenzando a reconocer aquel timbre de voz.

Cuando abrí los arbustos, me encontré con una escena totalmente patética de Pablo, sentado en el suelo, recargado a una silla de playa, tocando la guitarra y cantando. Tenía puesta una camisa azul, unos bóxeres oscuros, y a un lado de él descansaba una botella de alcohol.

Era un completo desastre.

—Así que yo no hago música —murmuró entrecortado, casi no se le entendía, estaba arrastrando las palabras—. No hago música. No hago música —se levantó del suelo con ayuda de la silla de playa, mirando directamente a su guitarra—. Si no hago música, vamos a tirar la guitarra —me quedé helada, esto debía ser una broma—, ¿Por qué tocó la guitarra si no hago música?

Justo cuando estaba a punto de tirar la guitarra a la piscina, me levanté de mi escondite, tomando el mango de la guitarra, impidiendo que la lanzará.

—¿Qué te sucede, Pablo? —le pregunté desconcertada por su comportamiento.

Le quité la guitarra de las manos, provocando que se volviera a sentar en el suelo, tomando la botella de alcohol y diera un gran trago.

—Detente, te estás dañando las pocas neuronas funcionales que te quedan —dije quitando la botella de su boca y poniéndola detrás de mí—. ¿Qué ibas a hacer con la guitarra?

—¿Loreto? ¿Eres tú, Loreto? —preguntó alegremente, acariciando mi rostro, comprobando de que no fuera producto de su imaginación.

—Sí, soy Loreto —contesté quitando sutilmente sus manos de mi rostro—. Contesta mi pregunta.

—¿Qué pregunta? —me golpeé la frente de frustración—. Estoy feliz de que seas tú quien está aquí. Te quiero, Loreto. Te quiero mucho.

—Escúchame, Pablo —lo aparte de mí—. Estoy muy molesta por lo que hicieron Tomás y tú, sobreponer llave a mi cuarto para que no fuera a la fiesta, pero acabo de escucharte decir que no cantas, ¿Por qué dijiste eso, Pablo?

—Porque no canto, Loreto —dijo desesperado por tocarme, pero no pensaba dejarlo hacerlo, por más mal que estuviera—. Soy el hijo del intendente de la ciudad, no un cantante.

—Seguramente el recuerdo ahora te sea borroso, pero quiero recordarte que una vez tuvimos una pelea muy fuerte en tu casa —Pablo se quedó mirándome, como si realmente me estuviera poniendo atención—. Tomé la guitarra y te amenacé con tirarla por el balcón, si no te disculpabas, no tardaste ni un segundo en rogar de que no lo hiciera.

—Debí haber dejado que la tiraras en ese momento —intentó tomar la botella detrás de mí, pero no lo deje.

—No digas que no cantas, si te escucho todos los días tocar está misma guitarra sin falta —Pablo se me quedó viendo extrañado—. ¿Es por tu padre, verdad?

—No menciones a mi viejo —habló molesto.

—No dejes que tenga ese poder sobre ti, tú tienes muchas cosas buenas y una de ellas es tu amor por la música —lo animé, haciendo que me mirara como con deseo—. De acuerdo, podría empujarte a la piscina y fingir que fue un accidente, pero por esta vez estás perdonado —me levanté del suelo, limpiándome el trasero—. Ven aquí, tenemos que irnos antes de que alguien te vea en este estado y le vaya a chismear a tu padre.

—¡No lo menciones al imbécil ese! —exclamó tomando mis manos y recargándose sobre mis hombros—. Hay que hablar sobre nosotros, ¿Por qué aún no somos novios tú y yo, Loreto?

—Porque no estás listo para ser mi novio, Pablo —contesté en bucle, al parecer esta frase era común en nuestras conversaciones—. Además, te estás olvidando del gran detalle de que tú estás de novio con Vico.

—No, eso no puede ser verdad, a la única chica que quiero sos vos, Lory —dijo tomándome de las mejillas y tratando de plantarme un beso en los labios—. Déjame besarte, aunque solo sea una vez, Lory.

—Estás borracho, Pablo —dije alejándolo de mí—. Vamos, tienes que caminar, si alguien te ve así podrían expulsarte del colegio.

—No, quiero besarte, aunque sea lo último que haga —se me pegaba como sanguijuela a la piel, tenía sus manos sobre mi cintura y su boca en mi cuello—. Eres la única chica en la que pienso todo el día, ¿No te cansas de estar dentro de mi cabeza?

—Pablo, detente, estás borracho, no sabes lo que estás diciendo —hablé tratando de separarme de él, pero era imposible, como si en verdad no pudiera.

—No estoy mintiendo, me gustas desde el primer segundo en que te vi, quiero ser tu novio desde hace dos años, Lory —tenía que callarlo a como diera lugar, no quisiera que yo estando en ese estado me dejarán decir la mitad de las incoherencias que Pablo estaba diciendo.

—De acuerdo, recárgate sobre mis hombros y empieza a caminar, tu cuarto está cerca —Pablo pareció entender y mientras yo caminaba de espaldas, él empezó a caminar de frente, hasta que un paso en falso, provocó que cayéramos de espaldas.

—¿Estás bien, Loreto? —habló preocupado, quitándome el cabello de la cara.

—Si, solo fue un pequeño golpe —contesté con un quejido, me sobé la espalda y cuando abrí los ojos pude ver a Pilar al otro lado de la piscina—. No, es pilar, si te llega a verte así, le va a decir a su papá —tenía que pensar en algo rápido—. Ven aquí, Pablo.

Lo acerqué a mi rostro, lo suficiente como para que ella pudiera ver qué se trataba de un beso, pero en realidad solo estábamos muy cerca de nuestras bocas, Pilar nos vio y yo levanté la mano para decirle que se fuera y ella entendió al instante.

Cuando la perdí de vista, deje salir todo el aire acumulado en mis pulmones, bajando la mirada, cosa que provocó que chocará mi frente con los labios de Pablo.

—Loreto, me gustas mucho —cuando lo escuché decir aquellas palabras, levanté la mirada volviendo a estar cerca de sus labios, pero está vez él no intento nada—. ¿Puedo besarte? Por favor.

Negué sutilmente con la cabeza, aunque al segundo me contradije, cuando me quedé embobada viendo los labios de Pablo. Nuestras narices empezaron a rozarse, al mismo tiempo que nuestras respiraciones se entremezclaban.

Cerré mis ojos, aceptando finalmente el beso que había estado postergando por dos años. Cuando estuve a punto de sellar el beso, fue Pablo quien se adelantó a atrapar mis labios.

Mi primer beso.

Pablo movía lentamente sus labios sobre los míos, cosa que agradecí por poder seguirle el ritmo, ni siquiera me molesto que mi primer beso tuviera sabor a alcohol, lo único que me importaba era que estaba siendo con Pablo Bustamante, el chico del que estaba totalmente enamorada.

Me separé de él, dejando caer mi cabeza en su hombro.

—¿Qué pasa? ¿No te gusto? —no pude evitar reírme.

—Esto no debió suceder, Pablo —dije levantándome de su hombro.

—No, no digas eso, fue el mejor beso que he dado en toda mi vida —lo miré sorprendida.

—Si todo sale bien, este no será nuestro primer y último beso, Pablo —acaricié su cabello—. Por suerte estás borracho y seguramente no recuerdes esto mañana...

—No lo olvidaré, no podría olvidar la sensación de tus labios sobre los míos —me levanté del suelo, ayudándolo a ponerse de pie.

—Entonces lo negaré —Pablo negó con la cabeza y eso casi me hizo caer de rodillas.

—No, por favor, no quiero pensar que esto fue otro de mis sueños.

—¿Qué está pasando aquí? —giré la cabeza, encontrándome con Mia entre los arbustos.

—Pablo está borracho, Pilar estaba cerca y tuve que encargarme para que no lo descubrieran y lo echarán —expliqué impidiendo que Pablo se volviera a tirar al suelo.

—Ay, Pablo. No sabía que todo el asunto de tu papá te había dejado tan mal —canturreo Mia.

—¡No quiero que mencionen a ese imbécil! —exclamó enojado, acercándose peligrosamente a Mia, abrazándolo para que no se moviera.

—Está un poco enojado, no hables sobre él —hablé tranquilamente.

—Que se vaya, solo quiero estar contigo, Loreto —me tomo de las mejillas, tratando de volver a besarme, haciendo que corriera la cara para que besara mi mejilla—. Quiero volver a besarte.

—¡¿Ustedes se besaron?! —exclamó Mía molesta, a lo que rápidamente negué.

—Fingí que estábamos besándonos para que Pilar no se acercara —le expliqué, separando a Pablo de mi mejilla.

—Si nos besamos, porque nos queremos —Mia no podía creer lo que estaba escuchando y yo tampoco.

—No lo escuches, el alcohol no lo deja pensar con claridad —dije tapándole la boca con la mano—. ¿Puedes ayudarme con la guitarra? Tenemos que dejarlo en su habitación antes de que alguien más lo vea en este estado.

—¿Y por qué lo estás ayudando? ¿No sé supone que no querías vernos ni en pintura, nena? —preguntó Mía dudosa.

—Vamos Mia, estoy enojada con todos ustedes, pero jamás dejaría que los vieran en este estado a ninguno —estaba seria, porque era verdad—. Me conoces, Mia. ¿En serio dudas de mí?

—Está bien, te creo —dejé salir un suspiro—. Feli me contó que se disculpó contigo, ¿Qué hizo ella de diferente para qué la perdonarás?

—Bueno, para empezar, ella no llamo “grasas” a mis amigas —Mia se quedó callada—. Además, me di cuenta de que ustedes no tienen la culpa de todo lo que sucedió con Natalia y Vico.

—¿Entonces vas a volver a ser nuestra amiga? —preguntó con ilusión, a lo que negué apenada con la cabeza—. ¿P-por qué, Lore? Te extraño mucho.

—No estoy lista, Mia —le dije la verdad—, pero una buena amiga me dijo que no eras mala, dándome cuenta de que tiene razón.

—¿Te refieres a Luna, verdad? Porque ni de broma, tus otras amiguitas grasas dirían algo como eso...

—Mia —le llamé la atención, haciendo que se disculpara—. Pero sí, fue Luna, y me hizo darme cuenta de que no odio a ninguna, solamente me lastimaron mucho.

—Te quiero, Lory —murmuró Pablo.

—Está delirando, no sabe lo que dice —dije nerviosamente.

—Yo creo que sabe perfectamente lo que dice —dijo Mia tranquilamente, haciendo que comenzará a negar cualquier declaración—. No tienes de qué preocuparte, Loreto. No le diré nada a Vico.

—Y eso me hace igual a ustedes —estaba decepcionada de mi misma.

—Lore, Vico sabe que Pablo está enamorado de ti, no importa cuánto lo trate de negar, ella lo sabe —eso solo me hizo sentir peor—. No sé si tú estás enamorada de él...

—¡No! —exclamé nerviosamente—. No, no estoy enamorada de él, esto es solo un tonto compromiso de nuestros padres, solo eso.

—Bueno, pero sé lo mucho que te preocupas por él —eso era verdad—. No por nada estás aquí en medio de la noche, llevándolo a su habitación.

—Porque sé cómo es su padre —Pablo se sobresaltó, pero al instante ambas lo tranquilizamos—. Si tuviera el mismo padre que él, a mí también me gustaría que me ayudarán.

—Eso es verdad —seguimos caminando, hasta llegar a la habitación de los varones—. Entonces, ¿Estamos bien, Lore?

—Estamos bien, Mia —tocó la puerta, siendo recibidas por Tomás y Guido—. Aquí les traigo a su amigo.

—¿Qué te paso, Pablo? —preguntó cargando a su amigo—. ¿Qué le hiciste, nena?

—Nada, y deberían agradecerme por todavía, tomarme la molestia de cubrirlo con Pilar, por estar tomando en la piscina —dije furiosa.

—Ven y bésame, Lory —dijo Pablo haciendo que rodeará los ojos.

—¿Ustedes se besaron? —preguntó Tomás sorprendido.

—Por supuesto que no, orangután. ¿Qué voy a besar a este simio de cuarta? En ese caso prefiero besar a Marcos —miré dentro de la habitación—. ¿En dónde está Marcos? ¿No era su compañero de cuarto?

—Con Manuel y Nico, hicimos un intercambio de cuartos, ahora yo soy el compañero de cuarto de Pablo y Tomás —habló Guido recargándose en la puerta de forma seductora—. ¿No quieren pasar a tomar algo, nenas?

—No gracias, estamos bastante cuerdas para no entrar a su nido de ratas —dijo Mia por las dos.

—Gracias, Loreto —Tomás se llevó a Pablo a acostar, pero este se negó.

—No, yo quiero irme a dormir con Loreto, quiero que me abrace —cuando estuvo a punto de lanzarse a mis brazos, me cubrí con el cuerpo de Mia, haciendo que la abrazara a ella—. Dame otro beso, el último para poder ir a dormir.

Mia me pidió ayuda con la mirada, pero le indiqué que caminara con él hasta la cama, siguió diciendo que me quería y puras tonterías.

—Duerme, Pablo —murmuré, mientras lo acostaba en la cama y se levantaba asustada, poniéndose atrás de mí—. Mañana tendrás una resaca horrible.

—No te vayas, abrázame —me tomo de la mano.

Quería hacerlo, pero al darme cuenta de la presencia de todos detrás de nosotros al instante cambié el semblante de preocupación a uno de enojo.

—No me importa lo que tú quieras —solté su mano de golpe—. Me encerraste en mi habitación por un solo capricho. No te soporto.

Tomé la mano de Mía y salimos de la habitación, quedándonos paradas en la puerta.

—¿Estás bien, Lore? —nunca podíamos hacer las cosas bien.

—Si, solamente Pablo no es una persona grata para mí en este momento —mentí, a ver si así me comenzaba a creer todo este odio—. ¿Puedes irte, Mia? Quiero estar sola.

—Está bien, te quiero mucho —me beso la mejilla, haciendo que la mirara con sorpresa—. Buenas noches, Lore.

Mia se fue, dejándome frente a la habitación de los chicos, ni siquiera pasó un segundo cuando me deje caer en el suelo, cerrando los ojos, dejando caer mis lágrimas, reviviendo aquel beso con Pablo.

Supongo que las lágrimas eran porque aunque había mil razones por las que ese beso estuvo mal, no lo había sentido así, al contrario, se sintió tan malditamente bien, que me dolía hasta el pecho de solo pensarlo.

—¡Loreto! ¡¿Estás bien?! —exclamó Manuel dejándose caer en el suelo—. Me acabo de encontrar con Mia y me dijo que estabas aquí.

—M-Manuel —dije en un hilo de voz.

—¿Qué tienes, Loreto? —me preguntó, limpiando mis lágrimas—. Por favor, háblame.

—Lo besé, lo besé, Manuel —me lancé a sus brazos, aferrándome sus hombros, necesitaba un abrazado en este momento—. Soy una tonta, una estúpida, soy igual que Natalia y Vico.

—No es cierto, no digas eso —me devolvió el abrazo, sosteniéndome fuertemente—. Tú eres muchísimo mejor que todas ellas, tú eres pura Loreto. No eres igual que ellas.

Me aferré a Manuel toda la noche, hasta quedarme dormida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro