12|Fiesta
CAPÍTULO DOCE.
﹙fiesta﹚
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—¿En dónde estabas, nena? —me preguntó Marizza, una vez que entre al comedor—. Te estuvimos buscando por todas partes.
—Perdón, chicas —me disculpé con todas—. La charla con Manuel se vio afectada por la llegada de dos simios y decidí descansar en el cuarto.
—¿Te hizo algo él He-Man trucho ese? —siguió preguntando Marizza.
—Lo ignoré, dejémoslo así, ¿Podemos cambiar de tema? —contesté viendo cómo Pablo llegaba acompañado de Tomás.
—Tienes toda la razón, hay un tema mucho más importante de conversación que hablar del nene ese —miré confundida a Luján—. ¿Invitaste a Manuel a la fiesta?
—Miren hacia allá, chicas —apunté a Manuel quien hablaba con Felicitas—. A ver si con esto abandonan de una vez por todas sus absurdas suposiciones —las chicas miraron con indignación la escena tierna de Manuel con Felicitas.
—Se les escapó un elefante del circo, nena. Vos sos mucho más hermosa que la gorda esa —le metí un sutil codazo en las costillas a Marizza.
—Tal vez no estuvo bien de que me ocultara sobre lo de Vico y Natalia, y que todavía no se acercara a pedirme disculpas como Mía, pero no sé merece que la rebajen así, chicas —les explique tranquilamente, pues ellas solo intentaban defenderme.
—¿En serio Mia hizo eso? —preguntó Luna Feliz—. ¿Vieron, chicas? Les dije que Mia no era mala.
—Claro y yo soy una hueca y descerebrada igual que ella —habló con sarcasmo—. ¿Qué te dijo la Barbie esa?
—Nada, que las perdonará a Feli y a ella, porque ellas no tuvieron nada que ver con lo de Vico y Natalia —les conté—. Le dije que me diera tiempo, porque Luna tiene razón, Mia no es mala, pero tú no la conoces como yo, Luna —dije dándome cuenta de que ni Mía, ni Vico estaban en el comedor—. Lo que dijeron en el diario sobre lo que le dijeron Mia y Vico a Felicitas es solo la mitad de lo que puede hablar de ti, Mía Colucci.
—Si la Barbie sin neuronas habla así de sus amigas a sus espaldas, no quiero pensar como será con ellas frente a sus narices —habló Luján.
De pronto Sonia Rey llegó acompañada de Mia y Vico cerrando la puerta, sacando una pequeña libreta de su bolsillo con un bolígrafo.
—Hola, amores de mi vida, ¿Cómo están? —nos saludó a todos con mucha hospitalidad—. Bueno, vengo a anotar a las parejas que se han formado para la fiesta, los escucho.
Corrí hasta Nico, tomándolo de la mano, arrastrarlo hasta donde estaba Sonia Rey.
—Nosotros —hablé felizmente.
—Muy bien, chicos. ¿Cuáles son los nombres de nuestros primeros valientes? —habló alegremente.
—Loreto D'Amico.
—Nicolás Provenza.
Sonia nos anotó en su libreta, estallando de la emoción.
—Me alegro mucho por ustedes, mis amores —nos abrazó a los dos—. Listo, ustedes ya pueden irse para que se preparen, porque la fiesta empieza en menos de una hora.
Pude ver a Pablo discutir con Tomás, y cuando pensé que por fin no se trataba de nada relacionado conmigo, Pablo empujó a Tomás, quien choco con nosotros.
—Loreto, ¿Vos no me habías invitado a la fiesta a mí? —pude haber hecho una escena, dejándolo como es hazmerreír del grupo de segundo año, pero se me ocurrió una cosa mejor.
—Pero, Tomás, ¿No te acuerdas que me dijiste que tú irías con Mia y Pablo con Vico? —pregunté haciéndome la confundida—. Perdón, yo ya le había pedido a Nico que fuera mi pareja.
—Oh, está bien, no te preocupes —se regresó hacia donde Pablo y empezó a discutir con él.
—Bueno, como los hombres no se deciden, haremos una cosa diferente, las chicas invitan a los chicos, a ver si así se hacen las cosas más rápidas —los chicos estaban felices y las chicas normales, todos sabían que eran las mujeres quienes siempre tenían que dar el primer paso—. Nos vemos, mis cielos, tengo muchas cosas que seguir preparando para esta noche.
Sonia se fue y las chicas se acercaron a mí para felicitarme.
—Nos vemos chicas —me despedí saliendo del comedor, no sin antes dar un último vistazo hacia atrás y encontrarme con la mirada de Pablo.
No estaba enojado como de costumbre, más bien parecía dolido, como si le hubieran roto el corazón y yo solo pude levantar los hombros, empezando a rendirme con toda esta situación, pero de una cosa estaba segura, no me sentiría culpable por como estaba eligiendo arreglar las cosas que él rompió.
—Se sincera Loreto —habló Nico, haciendo que dejara de pensar en Pablo—. ¿Elegiste ir conmigo a la fiesta porque no podías ir con Manuel o Tomás?
—Yo no elijo a las personas como última opción, me hiciste sentir bien jugando en la playa y dejaste que me pusiera a un lado de ti cuando Tomás se iba a pelear con Manuel —dije con sinceridad—. Eres mi amigo, Nico.
—Gracias —me agradeció rodeándome con sus brazos, haciendo que lo apartará rápidamente.
—No es personal, le dan asco los hombres —habló Manuel, acompañado de Felicitas—. Loreto, Feli tiene algo que decirte.
Feli se puso enfrente de mí y con la mirada abajo comenzó a hablar.
—Perdón por no decirte lo de Natalia, ella es tu mejor amiga y no quisimos lastimarte diciéndote que salió con Pablo —se tocaba sus manos en señal de nerviosismo, a lo que la tome de las manos para tranquilizarla.
—No te disculpes por otras personas, Feli. Una disculpa tiene que ser única y honesta —Feli me miró decaída—. Aún estoy dolida por lo de Natalia y Vico, pero todo bien con Mia y contigo —la tranquilicé—. Vamos a pasarla bien en la fiesta, ¿Si?
—Muchas gracias, Loreto —se lanzó a mis brazos, a lo que la recibí contenta.
—Bueno, vámonos a arreglar, nosotros pasamos por ustedes en media hora —todos asentimos, separándonos para ir cada quien a su respectivo cuarto.
En la habitación estaba Luna.
—Te vi abrazar a Feli, ¿Hicieron las pases?
—Algo así, no quiero llevarme mal con ninguna de ellas, solamente no quiero ser más su amiga, si siguen pasando cosas como lo que pasó con Natalia y Vico —Luna asintió, entendiendo mi postura—. Eres muy linda Luna, algo dentro de mí te agradece que no las insultes o hagas comentarios despectivos hacia ellas, porque aunque ya no sean mis amigas, no quiero hablar mal de ellas.
—Ay, Loreto —habló con sentimiento, abrazándome—. Tú eres muy buena.
—Solo cuando estoy de buen humor —respondí riéndome, porque cuando me agarraban de malas, era el mismo diablo—. ¿Qué te vas a poner?
—Algo sencillo, una blusa rosa y un pantalón —asentí, cayendo en cuenta que se trataba de una simple fiesta de secundaria.
Me puse una ombliguera de tirantes con encaje de color blanco, con una falda de mezclilla que tenía como decoración una cadena de corazones y un pequeño moño en la parte de la costura, unos zapatos de tacón alto grueso con plataforma blancos, unos aretes en forma de angelitos y un collar de perlas.
—¡Te ves hermosísima, Loreto! —gritó con euforia Luna, tapándose la boca con sus manos, cosas que me hizo sonreír y sentirme muy bonita.
—Gracias, Luna. Tú también te ves preciosísima —dije tomándola de las manos.
—Muchas gracias, aunque mi ropa son solo trapos viejos, nada que ver con la tuya —no pude evitar sentirme mal por su comentario.
—No digas esas cosas Luna, la ropa nos ayuda a cubrir nuestro cuerpo y hacerlo lucir bello, no importa la marca o el precio —la animé—, ahora que somos amigas, puedes utilizar toda mi ropa y todos mis accesorios, la mejor parte es que no necesitas pedirme permiso.
—¿En serio? —asentí con la cabeza.
—Tengo mucha ropa, tengo como tres cajas llenas de ropa que ya no me queda y siempre la regalo.
—Que increíble, eres muy linda, Loreto —Luna me hacía sentir bien, como si fuera la mejor persona en el universo—. Se me hace tarde, voy a ir a buscar a Marcos.
—Es verdad, tienes que ir a buscarlo, es muy penoso, seguramente está escondido en su habitación —Luna asintió—. Si no baila contigo, entonces cambiemos de pareja.
—No es necesario, Lore...
—Esto no está en discusión, Luna —la interrumpí, abriendo la puerta—. Vete adelantando para encontrarte con las chicas, te alcanzo en un minuto.
—¿Qué te falta? —me pregunto.
—Solo me cepillaré el cabello, me tomará tres minutos, vete antes de que se escape tu cita —me burlé.
—Está bien, nos vemos abajo —Luna salió del cuarto y me senté en mi cama, sacando el cepillo de mi maleta.
Comencé a cepillarme el cabello, cuando de repente la puerta se abrió.
—Te dije que no me esperarás, ya voy a terminar —dije risueña, girando mi torso, encontrándome con una persona que no era Luna, haciendo que me levantará de mi cama—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Perdóname, nena.
Tomás se salió rápidamente de la habitación, dejándome confundida con su intromisión, cuando escuché los engranajes de la perilla, a lo que me adelanté a abrir la puerta.
—¿Qué está pasando, Tomás? —le pregunté confundida, la puerta no se abría—. ¿Por qué no puedo abrir la puerta? —comencé a forcejear la perilla, pero fue inútil—. ¿Qué diablos te pasa, Tomás? ¡Ábreme la puerta!
No obtuve ninguna respuesta.
Estaba lo que le sigue de enojada, justo cuando pensé que Pablo había madurado por no hacer una mayor escena en el comedor, además de lanzar a Tomás para que luchara sus propias batallas, salía con estas cosas de niños.
Grite por ayuda, pero nadie me escucho, seguí tratando de abrir la puerta, pero era inútil, debieron haberla cerrado con llave por afuera.
Esto era el colmo.
—¡Los odio! ¡¿Por qué no pueden dejarme en paz un maldito segundo?! —grité con todas mis fuerzas, dejándome caer en la cama.
Debieron pasar alrededor de quince minutos, cuando escuché que tocaban la puerta.
—¿Quién eres? Por favor ayúdeme.
—Sabía que Tomás se traía algo en menos cuando me dijo que Loreto se sentía mal —escuché la voz de Nico.
—¡Si, ese orangután me encerró aquí! —exclamé.
—Loreto, somos Manuel y Nico. Vamos a sacarte, tranquila —escuchar la voz de Manuel me trajo paz.
—No se tarden, por favor —pedí desesperada, cuando encontrará a esos dos imbéciles me las pagarían.
Pasaron otros quince minutos y la perilla comenzó a moverse de un lado a otro, siendo abierta por Nico, a lo que Manuel se adelantó preocupado.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Por qué Tomás te dejo aquí encerrada? —preguntó tomarme de la cara, por lo que lo esquivé repetidas veces.
—Tenemos que irnos, olvídense de esos animales —dije tomando a ambos de las manos, arrastrándolos a la fiesta.
La música sonaba a todo volumen, todos los chicos de tercero estaban bailando con sus parejas, a excepción de Mia y Vico quienes al parecer las habían dejado plantadas.
—¿Creen que Pablo y Tomás hayan regresado a la villa? —pregunté preocupada.
—¿Qué importa? Allá ellos si quieren que los vuelvan a acuchillar a los dos —contestó Nico molesto, haciendo que Manuel le diera un codazo.
—Seguramente están bien, debieron ir con el chófer, no están solos —me tranquilizó Manuel, haciéndome sentir culpable.
—Esos homo-sapiens me encerraron en mi cuarto para que no saliera y todavía me preocupo por ellos —dije molesta conmigo misma.
—Oye, no seas dura contigo misma —me animó Manuel acariciando mi antebrazo—. Eso quiere decir que eres una gran persona.
—¡Chicos, los estaba buscando! —escuché una voz femenina—. Vamos a bailar.
Se trataba de Feli, y detrás de ella puse ver a Luna tratando de sacar a bailar a Marcos sin ningún éxito.
—Por supuesto, solo esperen un minuto —corrí hacia donde Luna y la arrastre hasta donde estaban Nico, Manuel y Felicitas—. Nico ya no quiero ser tu pareja en la fiesta.
—¡¿Qué?! —exclamó sorprendido.
—Perdón, pero aquí está mi hermosísima amiga Luna, ya se conocen —Luna se acercó a Nico a tomarlo de la mano—. Bueno, ya todos tienen pareja, vayan a bailar.
—¿Y tú con quién vas a bailar, Loreto? —me pregunto Felicitas.
—Con el galán de allá —apunté a Marcos, quien se estaba cayendo—. Voy a ayudarlo, ustedes adelántense.
Camine hasta Marcos, tocándole el hombro para llamar su atención, algo no muy inteligente de mi parte, ya que se asustó hasta el punto de caer de espaldas al suelo.
—Luna y yo hicimos intercambio de parejas —le expliqué lentamente—. Ahora eres mi pareja, Marcos
—¡¿Q-qué?! —exclamó igual que Nico—. ¿C-cómo es eso posible?
—¿No quieres que yo sea tu pareja? —pregunté triste—. Está bien si no quieres que yo sea tu pareja...
—¡No! —exclamó tomándome por sorpresa—. S-si quiero que seas mi pareja, Loreto —habló tímidamente, acomodándose sus lentes.
—¡¿En serio?! ¡Muchas gracias! —agradecí feliz, levantando mi mano para qué la tomará—. ¿Quieres bailar conmigo?
—Si —dijo en voz baja, pero lo alcance a escuchar.
Cuando tomo mi mano, corrí a donde estaban Manuel, Luna, Feli y Nico, uniéndonos Marcos y yo, empezando a bailar al ritmo de la canción de Una y Otra Vez de Marcela Morelo.
La noche transcurrió y pude ver a Marcos un poco más relajado, fue por unas bebidas por los dos y no se tropezó cuando me trajo la mía, un gran avance de su parte. Me divertí mucho a su lado, bailando y cantando al ritmo de la música.
Cuando de repente solo quedábamos él y yo en la pista de baile.
—¿A dónde fueron Manuel, Luna, Felicitas y Nico? —le pregunté, a lo que él levantó los hombros en forma de no saber.
—Charlie, apágame la música —dijo Mia con el micrófono, escuchándose por todo el lugar.
—¿Q-qué está pasando? —preguntó Marcos.
—No lo sé, pero todos se están sentando, hay que sentarnos nosotros también —ambos nos sentamos en el pasto.
El profesor Mauro mandó a todos a dormir, pero todos los convencimos de dejarnos escuchar la canción que Mia, Vico y Felicitas tenían para nosotros.
Cuando Felicitas comenzó a tocar la guitarra, reconocí al instante aquella melodía, la escuchaba todo el tiempo cuando iba a casa de Pablo, en su dormitorio o en la sala común en la escuela.
—Está increíble la canción —exclamé escuchando la letra.
—S-sí, es muy buena —me reí ante la respuesta de Marcos, realmente se estaba esforzando por continuar aquí conmigo.
De pronto la canción se vio interrumpida por la llegada del Intendente de la ciudad, Sergio Bustamante, y detrás de él estaban Pablo y Tomás.
Quise ir a encararlos a los dos, gritando a los cuatro vientos que ambos me habían dejado encerrada en mi habitación, pero por sus rostros y como el padre de Pablo le empezó a gritar a nuestro profesor decidí guardarme cualquier rencor para después.
—¿Quién es ese hombre? —preguntó Luna, acompañada de Marizza y Luján.
—Es el intendente de la ciudad —les expliqué, por lo que asintieron sorprendidas—. Y también es el padre de Pablo.
—¿El papá del He-Man trucho ese? —preguntó Marizza sorprendida—. Lo que nos faltaba, con razón se hace odiar tanto.
—Vámonos antes de que algo malo pueda pasar —dijo Luna, a lo que Luján y Marizza asintieron.
—Vayan ustedes, yo tengo una venganza que cobrarme.
—¿Qué harás, nena? —preguntó Luján.
—Les cuento mañana.
—Dale, nena, cuéntanos, nosotros te podemos ayudar —insistió Marizza, pero negué cualquier ayuda.
—Esto tengo que hacerlo sola, chicas.
No tienes idea de lo que te espera, Pablito.
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