Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10|Diario

CAPÍTULO DIEZ.
diario

°

—¿En dónde está, Luna? —pregunté preocupada.

—¿No estaba en el cuarto? —habló Marizza, haciendo que negara con la cabeza.

—Mirá quien viene, nena —apuntó Luján, haciendo que girará sobre mi propio cuerpo para encontrarme con Pablo, acompañado de Tomás y Guido—. ¿En dónde se había metido ese muñequito de plástico?

—Manuel me contó que se peleó con él —hablé llevándome el agua a la boca, no era muy buena mintiendo.

—Vaya que el mexicano ese resultó ser más fuerte que el He-Man trucho ese de Pablito —Marizza se burló junto con Luján de la situación, pero yo me quedé seria—. ¿Qué pasa, nena? ¿Me vas a decir que estás preocupada por aquel muñequito de plástico?

—No, por supuesto que no, chicas —negué rápidamente—. Es más, voy a ir a felicitar a Manuel, por su servicio a la comunidad. Cualquier que pueda golpear al hijo del intendente es mi héroe sin duda.

Me levanté del asiento, caminando hacia donde estaban sentados Manuel y Nico, levanté la mano saludándolos, tomando la silla para sentarme, pero fui interrumpida por nada más y nada menos que Pablo Bustamante.

—¿Pasa algo? —pregunté sin intenciones de pelear.

—Lo que pasa es que un pajarito me contó que vos les estabas diciendo a tus amigas que preferías fijarte en alguien como el mexicano ese, antes que con el hijo de papá de Pablo —lo mire confundida, mirando hacia atrás, dándome cuenta de que Tomás estaba mirando hacia otro lado.

—¿Te gusta escuchar conversaciones ajenas? —exclamé hecha una furia, saltando encima de Tomás—. ¿No tienes otra cosa mejor que hacer que espiarme, nene?

—¿Entonces era verdad? —Pablo estaba ofendido, como si lo hubiera traicionado o algo peor.

—No lo sé, ¿También era verdad lo que me dijiste que no querías a nadie más que no fuera yo, Pablito? —rozamos nuestras narices, ninguno se atrevía a cortar el contacto visual.

—No sé dé que me hablas, nena —aparto la mirada, dándome cuenta de que él jamás se la jugaría por mí.

—Quizás aluciné, discúlpame —mi tono de voz era fuerte—, pero ¿Sabes de lo que sí estoy segura? Que tu mejor amigo, Tomás, es buenísimo untando bloqueador en la espalda, tan solo mira esto —me di la vuelta, mostrando mi espalda—. Mi piel no se bronceó para nada y no tengo ninguna quemadura, con lo difícil que es conseguir a alguien que te ponga bien el bloqueador en la espalda —me acerqué a Tomás, dándole un beso en la mejilla—. Muchas gracias, Tomás —no pude evitar reírme al ver la cara de Tomás, estaba pálido—. Espero que no te moleste, porque fuiste tú quien le pidió que no me acercara a ningún hombre, y él no es cualquier hombre, ¿Verdad, Pablo?

—¿Qué vos hiciste qué, Tomás? —exclamó Pablo de la furia—. Vení acá que te voy a bajar todos los dientes...

—Pablo —de pronto llegó Vico tomando a Pablo del abdomen, provocándole un leve dolor—, ¿Qué te pasa, mi amor?

Escuchar a Vico llamar a Pablo “mi amor” solo hizo que se me revolviera el estómago y tuviera muchas ganas de vomitar, por lo que negué con la cabeza regresando al plan de sentarme con Manuel y Nico, pero sin querer me encontré cara a cara con Vico.

—¿Y vos qué haces acá? —me preguntó despectivamente.

—Que te diga Pablo, él fue quien me detuvo —dije con toda la intención de que se pelearán.

—Pablo, ¿Me puedes explicar que es todo esto? —Vico estaba lo que le seguía de enojada.

—Nada, mi amor —dijo tomándola de la cara, haciendo que sintiera un gran ardor en el corazón—. Ella se lo está inventando, ¿Cómo la voy a detener a ella? Si yo te tengo a vos.

Pablo le planto un beso a Vico que casi me hizo caer de rodillas, quise escapar en ese momento, pero no le daría la satisfacción, me quedé ahí parada enfrente de ellos, hasta que se separaron.

—Creo que me confundí, perdóname Pablo y Vico —me disculpe de la manera más convincente posible, regresando la mirada a Tomás—. Fue divertido bailar contigo en la playa, invítame a salir alguna vez.

Tomás ahora estaba lo que le seguía de pálido, siendo Pablo quien lo estaba matando con la mirada, mientras seguía abrazado de Vico, por lo que aproveche sentándome en la mesa con Manuel y Nico.

—¡No lo soporto! —exclamé molesta.

—¿Qué sucede, Loreto? —me preguntó Manuel.

—Desearía que lo hubieras golpeado más fuerte, a ver si así le formateas todo el sistema nervioso —Nico nos miró extrañados.

—Entonces te prometo que la próxima vez lo golpearé con más fuerza —extendió su mano en la mesa, abriendo su palma, moviendo los dedos en busca de mi mano.

Era todo una mentira, pero tener a Manuel de cómplice me hacía sentir bien, era la clase de amigo con el que siempre soñé tener, por lo que no dude mucho en aceptar su apretón de manos, depositando mi mano sobre la suya.

—Sos un tarado, Manuel —le grito Vico, recargándose sobre la mesa.

—Déjalo en paz, Vico —dije a la defensiva.

—Mirá quien lo dice, antes estabas diciéndole a Tomás que te invitará a salir y ahora estás tomándole la mano al mexicano esté —solté la mano de Manuel, levantándome del asiento.

—Lo que diga, haga o deje de hacer, no es asunto tuyo ni de nadie, yo soy una mujer libre, no le debo nada a ningún hombre, ni siquiera al tuyo —miré de reojo a Pablo, quien tenía su mirada puesta encima de mí—. ¿Por qué mejor no vas y cuidas a tu novio, nena?

—Es lo que voy a hacer —dijo sentándose a un lado de Pablo y llenándolo de besos en la mejilla.

—¿Estás bien, niña fresa? —lo miré divertida.

—Todo bien, niño fósforo —no se me ocurrió otro apodo.

De la nada, todos empezaron a secretear, mientras se burlaban y apuntaban a las personas.

—¿Qué está pasando? —estaba confundida, hasta que al mirar al frente me encontré con una hoja de papel enrollada con un listón.

Tomé la hoja entre mis manos sacando el listón, abriéndola para leer su contenido. Hablaba sobre el servicio comunitario de Pablo, después sobre Mia y Vico diciéndole a Feli que parecía una vaca en traje de baño y finalmente lo que me llevo posteriormente a un jalón de greñas por parte de Feli.

—Mexicana con mexicano, la nueva pareja del momento, Loreto D'Amico y Manuel Aguirre, esperen que también se le vio con Tomás Ezcurra en un íntimo momento en la playa, pero ¿Qué no Manuel se le vio con Felicitas Mitre en el autobús está mañana y bailando en la playa? ¿Y qué no Tomás Ezcurra es mejor amigo de Pablo Bustamante, la anterior pareja de Loreto? —leyó Mia en voz alta, luego de que Feli le metiera el papel por la boca—. ¿Quién escribió está basura?

—¿Me podés explicar esto, nena? —Pablo me tomo del brazo, restregando la hoja en mi cara.

—¿Qué estás queriendo decir, pedazo de imbécil? —le conteste furiosa—. Quítame la mano de encima, si no quieres que esa herida se te vuelva a abrir, orangután.

—Primero el mexicano ese, luego mi mejor amigo, ¿Por qué me haces esto, nena? —lo miré confundida, pensé que estaba así porque pensaba que yo había hablado sobre lo de su servicio comunitario.

—¿Te estás escuchando, nene? —lo miré incrédula—. Suéltame, no quiero que me toques —no se inmutó, me seguía sosteniendo del brazo—. ¡Qué me sueltes, Pablo!

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Vico, metiéndose entre los dos.

—Lo que pasa aquí, nena —habló Marizza, metiéndose entre Vico, Pablo y yo—, es que tu noviecito, no deja de perseguir a nuestra querida Loreto.

—¿Es eso verdad, Pablo? —Vico estaba como queriendo que se la comiera la tierra.

—No, por supuesto que no, amor. Ellas son unas mentirosas, te dirán lo que sea para que vos estés en mi contra —no podía creer lo imbécil que podía llegar a ser para librarse de toda esta situación.

—Tiene razón, somos unas mentirosas, porque no quiero que vuelvan a acercarse a mí ninguno de ustedes, pensé que lo había dejado bastante claro en la escuela —Pablo no sabía ni donde esconderse—. Vamos Marizza, no quiero estar con ninguno de estos traidores.

Agarré a Marizza de la mano y caminé a la mesa donde estaban Luján y Luna, quienes seguían leyendo el estúpido diario.

—Me esforcé bastante para que nadie se atreviera a llamarme la novia de Pablo y resulta que ahora salgo con dos personas que nada que ver conmigo —solté frustrada, tomando los diarios de sus manos, haciéndolos bolita y tirándolos por ahí.

—No hagas caso, nena —me animó Luján—. Vos sos diferente a todos estos niños mimados.

—Lo que Luján trata de decir es que no creas lo que se dice de ti, Loreto —tenían razón y realmente no quería tomarle importancia, pero esto era el colmo.

—Me encanta ver como se pelean estos pomelazos, pero no me quedaré de brazos cruzados a ver como inventan mentiras sobre mi amiga, ahora vuelvo —Marizza se levantó del asiento y camino fuera de nuestra vista.

Una sonrisa se plantó en mis labios, pensando en lo asombrosa que era Marizza, ella era la clase de amiga que siempre había buscado y nunca encontrando, hasta ahora.

—Oye, nena, ¿No crees que la rubia oxigenada esa, tenga algo que ver con esto? —Natalia estaba sentada en la mesa con Pilar, al parecer las chicas también se habían peleado con ella.

—Ella sabe todos mis secretos, pero jamás caería en algo tan bajo como lo es un diario de chismes —ni siquiera se me cruzo por la cabeza que ella podría ser la responsable—. No tienes nada de que preocuparte Luján, porque si yo caigo, la voy a arrastrar conmigo.

—Esa es la Loreto que conozco —me felicitó Luján, dándome palmadas en la espalda.

Cuando estuve a punto de tranquilizarme y disfrutar el resto del día, a lo lejos pude ver como Tomás se levantó de su asiento, dirigiéndose a Manuel, tomándolo de la camisa y gritándole pura estupidez.

—Che, Frijoles, ¿Vos, bufoneaste lo de Pablo? —preguntó enojado.

—Ahora si me va a escuchar ese intento de evolución del simio, cabeza de champiñón —me levanté de la mesa de las chicas, tratando de tomar a Tomás por los brazos, cuando alguien se le ocurrió tomarme de los hombros, deteniéndome—. ¡Quítame las manos de encima, no me gusta que me toquen!

—¿Ni siquiera yo? —otra vez Pablo.

—Pensé haber sido clara en el autobús. No me interesan los chicos con novia —dije poniendo mi mano sobre la suya intentando separarme de él—. Suéltame, Pablo.

—¿Para qué? ¿Para qué vos vayas y defiendas a otro hombre, nena? —lo detestaba, no había fibra de mi cuerpo que lo soportará—. No dejaré que el mexicano ese te tenga.

—No me interesa lo que quieras, deberías decírselo a una persona que si te importa, por ejemplo, tu novia Vico —apunté atrás de él, haciendo que me soltará, aprovechando para ponerme entre Manuel y Tomás—. Tú no te cansas de pelear con todo el mundo, simio.

—Fueron ustedes dos, ustedes dos bufonearon lo de Pablo —me tomo de la camisa y cuando Manuel estuvo a punto de golpearlo, llegó el profesor Mauro a calmar las cosas.

—El que escribió esto es un miserable —leyó el diario de chismes—. Que no me enteré quién escribió esto.

—Bueno chico, les tengo una sorpresa para que se olviden de todo este asunto —la voz de Sonia Rey inundó mis oídos, haciendo que se me dibujara una sonrisa en los labios.

—¿Qué sorpresa nos tienen, Sonia? —pregunté ilusionada.

—Tienen que acompañarme para averiguarlo —contestó acariciando mi cabello, tenía muchas ganas de llamar a Amanda, pero a esta hora estaba iniciando con los preparativos de su show de esta noche—. Vamos muchachos, que se nos hace de noche.

Todos seguimos a Sonia.

—Marizza me encanta tu mamá —le dije como un halago.

—Si quieres le pongo un moño y te la regalo —contestó fríamente, adelantándose con el profesor Mauro.

—¿Qué le pasa a Marizza? —pregunté extrañada a Luján.

—Al parecer no banca a su mamá —la miré confundida, literalmente su mamá había venido de muy lejos, solo para verla a ella, yo solo buscaba una llamada de mi mamá y ella la tenía aquí en bandeja de plata.

—Mi tía Amanda y yo siempre vamos a verla al teatro, tenemos todas las revistas en las que sale y mi cuarto está lleno de póster de ella —dije con ilusión—. Cuando llegue a Argentina hace dos años, Sonia Rey fue una parte importante para sobrevivir en esta escuela de hipócritas.

—Lo sé, ella es genial, la verdad no entiendo por qué Marizza no soporta a su mamá —Luján y yo levantamos los hombros en señal de no saber y correr a lado de Marizza sin volver a mencionar el tema de su mamá.

—¿Qué hacemos en este lugar? —preguntó uno de los chicos.

—¿En verdad quieren saber? —Sonia Rey estaba muy animada, por lo que todos respondimos que si—. ¿Están seguros? —volvimos a gritar que sí—. Bueno les tengo preparada una cabalgata por la playa.

Todos empezamos a festejar.

—Bueno, según Mauro los caballos están por acá —seguimos a Sonia hasta el establo donde estaban guardados los caballos y todos se empezaron a ayudar entre sí, para montarse arriba de los animales.

Luján estaba ayudando a Marizza, entonces estaba batallando un poco para alcanzar el gancho del hermoso caballo de un color amarillento, de cabello y cola negra.

—¿Qué sucede, mi cielo? —me preguntó Sonia Rey.

—Necesito un poco de ayuda para subirme al caballo.

—Yo la puedo ayudar —exclamó Pablo, metiéndose en la conversación.

—Mira que muchacho tan caballeroso, ya quisieran muchas un chico así de atento —lo felicito Sonia, dándole unas palmadas en el pecho.

—Tiene razón, Sonia, y para buena suerte de Pablito, él ya es el chico caballeroso de nuestra compañera Vico —a Sonia se le borró la sonrisa—. No gracias, prefiero intentarlo yo sola.

—Ay, miren, otros chicos necesitan mi ayuda, ahora vuelvo —Sonia huyó del incómodo momento.

—Vamos, nena —apenas sentí el roce de sus manos sobre mi cintura, baje mi pie del estribo de la silla de montar del caballo y lo tome del borde de su camisa.

—Escúchame nene, ahora no estoy de humor, todos nuestros compañeros piensa erróneamente que salgo con dos chicos con los que no tengo nada que ver emocionalmente, y para el colmo se atrevieron a decir que tú y yo salíamos.

—Nunca ha sido un secreto que tú y yo estamos destinados a estar juntos —odiaba que no se tomara en serio mi enojo.

—Pablo tú y yo nunca vamos a ser novios, si no te olvidas del estúpido compromiso —no me gustaba que hablara de nuestro compromiso como si fuera algo que tenía que ser.

—¿Quién está hablando del compromiso? —esa pregunta me tomo por sorpresa.

—Aléjate de mí, no me sigas, no me mires y no me digas que puedo o no hacer —lo solté, regresando al caballo.

—Loreto...

—Ya escuchaste que te alejaras de ella —una voz femenina inundó mis oídos—. Yo la ayudaré a subir.

Era Natalia.

—¿Crees que te dejará que la ayudes, nena? A ninguno de los dos nos quiere ver, ni en pintura —se burló Pablo, haciendo que lo fulminara con la mirada.

—Te equivocas, Pablito —tomé la mano de Natalia, atrayéndola hacia mi cuerpo—. Ahora vete, neandertal.

Pablo se fue hecho una furia.

Natalia se me quedó viendo y yo no fui capaz de hablarle, solamente subí el pie en el estribo de la silla de montar, saltando en un pie para poderme subir de una vez por todas, sin éxito alguno.

Unas manos se colocaron en mi cintura y me ayudaron a subirme al caballo, haciendo que lo logrará esta última vez.

—Gracias —agradecí encontrándome con Natalia.

—Loreto, yo...

—Ahora no, Natalia. No quiero hablar contigo —me dolía el pecho, pero al menos ahora no tenía ganas llorar.

Con las riendas, gire el caballo y me dirige a Luján y Marizza.

—Apenas iba a estrellar mi caballo con la descerebrada esa, hasta que te fuiste, nena —dijo Marizza con recelo.

—¿Te dijo algo esa traidora? —preguntó Luján.

—Me ayudo a subirme a la silla de montar, eso es todo —dije en un suspiro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro