08|Compromiso
CAPÍTULO OCHO.
﹙compromiso﹚
°
•
—Respira por favor, Marizza.
Llegué a un lado de nuestro asesor Mauro, quien estaba dándole los primeros auxilios a Marizza haciendo las compresiones en su pecho, hasta que ella comenzó a toser agua.
—Muy bien, Marizza —me senté, recostando su cabeza en mis piernas.
Mauro, junto a Luján, Luna y yo, transportó a Marizza hasta su cuarto de hotel, poniéndola sobre su cama, arropándola con las sábanas, saliendo para traerle algo de agua caliente y uno que otro aperitivo, dejándonos a las cuatro solas.
—Esto tiene que ser una broma —exclamé dejándome caer en el sillón que estaba a un lado de la cama—. Casi me matas del susto, Marizza.
—Dale, Nena. ¿Vos no me estás escuchando? Te estoy diciendo que realmente me estaba ahogando —dijo Marizza sobresaltada.
—¿Entonces por qué Luján y Luna están diciendo que estabas fingiendo para llamar la atención de nuestro asesor? —pregunté con seriedad.
—Porque ese era el plan, nena. Meterme un poco al agua, fingir que me estaba ahogando, para que el bombón del profesor me tirará bola —me explicó Marizza—, pero, bueno, una cosa llegó a otra y no estaba fingiendo.
—Vamos, Marizza, a nosotras nos puedes decir la verdad, estabas actuando —dijo Luján.
—Chicas, pero si me estaba ahogando de verdad, no estaba actuando, se los juro —me agarre la cabeza de los nervios, no sabía a quién creerle.
—Bueno, me alegra que estés bien —me acerqué a Marizza rodeándola con un brazo, siendo apenas recibida por ella con una palmada en la espalda.
Tocaron la puerta, seguido de escuchar la voz de Mauro, haciendo que Marizza se emocionara y dijera que ahora comenzaba su actuación.
—Permiso —Mauro abrió la puerta, con una vasija en las manos—. Vine a ver como estabas.
—Nosotras ya nos vamos —interrumpió Luján tomando sus cosas, a lo que igualmente tome las mías.
—Que te mejores, Marizza —me despedí, colgando la bolsa en mi hombro, saliendo de la habitación—. Chicas, casi me muero cuando veo al profesor dándole los primeros auxilios a Marizza —me puse la mano en el pecho—. No puedo creer que se arriesgará de esa manera solo para llamar la atención de un hombre.
—Bueno, Loreto, Marizza está enamorada —cuando Luna dijo esas palabras, me quedé pensando.
—Creo que Marizza se está tomando muchas molestias por un simple hombre —Luján y Luna asintieron—. Eso me recuerda que no les conté que ayer en la noche, Pablo me acorraló en el autobús.
—¿Qué el nene hizo qué? —preguntó Luján sorprendida.
—Me levanté en la noche para cepillarme los dientes y cuando salí del baño, aquel neandertal me estaba esperando, insinuó que estaba buscando un beso de él y yo le dije que no besaba chicos con novia.
—¿Y vos qué le dijiste? —me preguntó Luna intrigada.
—Una estupidez, dijo algo así como: “Si no tuviera novia, ¿Crees que tendríamos una oportunidad?” —apreté los puños de la furia, dando pasos más pesados, mientras seguía caminando—. Está pasando lo mismo que con Natalia, está usando a Vico para llamar mi atención.
—Vaya manera que tiene de llamar tu atención, tu noviecito —se burló Luján.
—En primera, eso fue lo mismo que yo le dije y en segunda, no vuelvas a decir que es mi noviecito, porque él y yo nunca vamos a tener nada —me ponía de mal humor hablar de Pablo—. Lo odio, no lo soporto, es un tonto y un cabeza hueca, a veces siento que no piensa con la cabeza.
—¿Con qué más pensaría? —Luna preguntó inocentemente, haciendo que Luján y yo nos sostuviéramos la mirada, sin aguantar más de medio segundo para comenzar a reírnos en voz alta por todo el pasillo—. No entendí el chiste, chicas.
—Dios, Luna, antes estaba enojada por acordarme de lo de Pablo, pero con la pregunta que hiciste, me acabas de hacer el resto del día —dije apenas pude pronunciar las palabras entrecortadas.
—Pero no entiendo, ¿Qué pregunté? —Luján y yo nos volvimos a partir de la risa.
—Nada, Lunita. Digamos que llegamos en el mejor momento, nosotras te vamos a enseñar todo sobre la vida, antes que alguien más intenté alburearte —contestó Luján, rodeando el cuello de Luna con su brazo.
—Vamos a la playa, quiero estar con ustedes —dije saltando rodeándolas con mis brazos sobre sus hombros.
—Hablando de la playa, hace raro estabas con Manuel, ¿No es cierto? —preguntó Luna en un tono raro, por lo que asentí extrañada—. ¿Qué te parece Manuel?
—Me cae muy bien, es muy divertido, cuando hablo con él, siento como si me hubiera ido a México por las vacaciones, no lo sé, es muy raro —les explique, abriendo la puerta del hotel para que saliéramos.
—Tienen mucho en común, ambos son de México, les gusta defender a las personas y dicen lo que piensan —asentí con una sonrisa en mis labios, apenas habían pasado menos de dos días y me sentía más con la libertad de ser quien realmente era, como si nada pudiera limitarme ahora.
—Tienen razón, desde que conocí a Manuel, lo ha cambiado todo para mí, al igual que ustedes y Marizza, las quiero mucho chicas —las volví a rodear con mis brazos.
—Entonces te gusta Manuel —dijo Luna emocionada, chocando los cinco con Luján.
Las miré confundida.
—Era muy obvio, antes de que Marizza se comenzará a ahogar, los vimos a Manuel, Nico y a vos jugando en el mar —empecé a negar con la cabeza.
—Nada que ver, chicas —las corregí—. Manuel y yo solo somos amigos. Él no me gusta, ni yo le gustó a él.
—¿Vos no decís eso porque sentís algo por Pablo, Loreto? —escuchar salir esa pregunta de la boca de Luna me tomó por sorpresa, haciendo que las palabras se me fueran de la boca.
—N-no, nada que ver, chicas —no pude evitar tartamudear—. Y-yo no siento nada por ese niño de papá, ese mimado, orangután, egocéntrico e insufrible neandertal —no cometería el error dos veces, este sentimiento me lo llevaría a la tumba.
—Luna tiene razón, además todo el colegio habla de ustedes como “La Pareja” —dijo Luján, recalcando las últimas dos palabras.
—E-eso es porque desde que llegué aquí a Argentina, nuestros padres nos “comprometieron”, por así decirlo —no había un contrato que nos obligará a estar juntos o algo por el estilo, simplemente Pablo y yo acatábamos las órdenes de nuestros padres, unos más que otros—, pero hasta ahí, no hay un contrato de por medio que me obligué a ser la novia de ese estúpido hombre.
—Vaya, sí que lo odias, nena —siguió Luján, haciendo que respirara de nuevo—. Luna y yo jurábamos que tenías algo con Manuel.
—Pues prefiero mil veces, fijarme en alguien como Manuel, antes que en el muñequito de plástico de Pablo —me cruce de brazos deteniéndome en la arena, a pocos metros de la playa—, además, ya lo dije, yo no me meto con chicos con novia.
—Es verdad, Manuel tiene onda con Felicitas —dijo Luna haciendo que asintiera, por mí ambas traidoras se podían quedar con Pablo y Manuel.
—Bueno, nenas, ándale a la playa antes de que se haga de noche —la mire por encima de mi hombro asintiendo con emoción.
Las tres corrimos al agua, quitándonos nuestra ropa que nos habíamos puesto encima para entrar al cuarto con Marizza, Luna y yo nos quitamos nuestros shorts, mientras Luján se quitaba sus pantalones y su sudadera con cierre.
—Hablando de Felicitas, ¿No la han visto? —les pregunté mirando a los lados.
—De seguro la carpa de circo, que llama traje de baño, le quedó muy pequeño —se burló Luján, seguido de Luna, haciendo que me sintiera mal por Felicitas.
—Chicas, no sean malas, no está bien hacer esos comentarios sobre el cuerpo de una mujer —les hablé con tranquilidad, tampoco mi intención era defender a una traidora como Feli.
—Mirá, allá está con Manuel —me apunto Luna fuera del agua, viendo a toda la clase bailando.
—¿Esa de allá no es Marizza? —les pregunté apuntando a la pelirroja, bailando a un lado del profesor Mauro.
—Creo que se recuperó rápido — respondió Luján, nadando a la orilla, y Luna y yo detrás de ella, tomando nuestras cosas.
Tomé mis shorts de mezclilla poniéndomelos por encima del traje de baño mojado, corriendo hacia donde estaba Marizza, bailando con el profesor.
—¿Estás bien, Marizza? —me adelanté a preguntarle.
—Perdóname, Loreto, te tenía muy preocupada —me dio un rápido abrazo, mirando a Mía, bailando con el profesor—. Vamos a bailar.
Luján, Luna y yo hicimos un círculo bailando entre las tres, mientras Marizza se las arreglaba para separar a Mía de Mauro, haciéndonos reír a nosotras, mientras seguíamos el ritmo de la canción de Bonita de más.
Divirtiéndome con las chicas, uno de los chicos se me acercó por la espalda, tomándome de la cintura, haciendo que me sobresaltara, girándome sobre mis talones, dispuesta a propinarle un buen golpe, pero al parecer no fue necesario, ya que Tomás se adelantó a tirarse encima del chico.
Agarre a Tomás de los hombros separándolos, tomándolo de las manos para comenzar a bailar con él, mientras Luján y Luna se aseguraban de que el otro chico estuviera bien, hasta que de pronto, en el cielo, una avioneta se vio a lejos llamando la atención de todos.
—¿Esa avioneta no está volando muy cerca de nosotros? —preguntó Tomás haciendo que lo ignora, caminando con mis amigas.
Caminamos hasta el prado donde la avioneta comenzó a descender, esperando a que se detuviera para ver quién era la persona que viajaba en ella, hasta que la hélice se detuvo y una mujer mayor comenzó a gritar el nombre de Marizza.
—¡Oh, por Dios! ¡Es Sonia Rey! —no pude evitar gritar de la emoción, en mi cuarto, en mi casa, tenía pegado un póster gigante de ella—. Pero, ¿Qué hace Sonia Rey aquí?
—Es la mamá de Marizza —me confesó Luján.
—¡¿Sonia Rey es mamá de Marizza?! —pregunté echando el grito al cielo.
—¡Traje regalitos para todos! —comenzó a gritar Sonia Rey.
—¡Sonia, yo te admiro mucho, mi tía Amanda siempre me cuentas de ti y sobre los shows que han dado juntas! —exclamé de la alegría sin darme cuenta de lo que había dicho.
—¿Amanda? ¿Te refieres a mi amiga personal Amanda? —me preguntó sorprendida.
—N-no, quise decir, que mi tía Amanda n-nunca se pierde ninguno de tus shows, ella n-no se dedica al mundo del espectáculo o algo parecido —dije nerviosamente, lanzándome a sus brazos.
—Disculpa, cielo. Pensé que te referías a mi amiga Amanda, ella es una Drag Queen, ¿La conoces? —me pregunto haciendo que me rascara la nuca.
—Por supuesto, la he visto una que otra vez en televisión, pero ella no tiene nada que ver con mi tía, son dos Amandas completamente diferentes —me golpeé internamente, pensando en huir, pero cuando quise dar un paso Sonia Rey me tomo del hombro, dándome un regalo.
—Espera, mamita. Te voy a dar un autógrafo para tu tía y para ti —saco un montón de fotos de ella de su maleta firmando ambas, metiéndolas dentro de la caja de regalo.
—Muchas gracias, Sonia —me despedí saliendo de entre la multitud, encontrándome con Marcos—. ¿Qué haces, Marquitos?
—¡Mira el regalo que me dio Sonia! —exclamó de la alegría, enseñándome su Game Boy—. ¿Te gustan los juegos de combate y de guerra, Loreto?
—La verdad es que no sé jugar, ¿Tú me enseñarás a jugar, Marcos? —le pregunté acercándome para mirar la pantalla de su Game Boy.
—P-por supuesto que sí, Loreto —contestó con alegría, haciendo que sonriera.
Comenzamos a caminar por el lugar, mientras me explicaba para qué servía cada botón y de que trataba el juego, hasta que llegamos a una clase de túnel, en donde nos estuvimos.
—¿Qué haces acá sola con este pibe, nena? —rodeé los ojos apretando los puños.
—¿No puedes dejarme en paz, nene? —alcé la voz, girándome sobre mis talones—. Déjame en paz.
—¿Te gusta salir con las chicas de otros chicos, Marquitos? —preguntó Tomás tomándolo del cuello de su camisa, dándole una leve cachetada en la mejilla.
—¡No te soporto más, Tomás! —exclamé tomándolo de la mano para que soltara el cuello de Marcos, aunque él no se viera inmutado por la situación, estaba más concentrado en su juego, de lo que estaba asustado.
—No colmes mi paciencia, nena —me amenazó apuntándome con un dedo—. Yo solo hago lo que Pablo me pidió que hiciera.
—¿No sabes hablar de otra cosa que no sea tu novio Pablo? —le pregunté a la defensiva.
—Vení aquí que te parto todos los dientes —Tomás se acercó peligrosamente a mí, pero Marcos se puso enmedio de los dos—. ¿Vos también quieres que te baje todos los dientes?
—¿Quieres jugar? —dijo Marcos pasándole su Game Boy, haciéndome reír.
—Yo con lo único que juego son con las minitas, algo que seguramente vos no conocés.
—¿En serio, Tomás? —le pregunté burlona—. No será que con lo único que juegan las “minitas”, es contigo.
—Una palabra más y te juro...
—¡Tomás! —exclamó una voz femenina cerca de nosotros, interrumpiendo a Tomás—. Tomás, ¿Dónde está Pablo?
Se trataba de Vico.
—No soy la niñera de Pablo, nena —contestó enojado.
—Pero, Tomás, me acabas de decir que Pablo está en... —Tomás puso su mano sobre mi boca, maldiciendo por lo bajo.
—¿Por qué ella sabría dónde está, si yo soy la novia? —preguntó Vico a la defensiva, bajando por las rocas.
—¿En serio le vas a creer a esta mentirosa, nena? De seguro si sabe fue porque nos escuchó hablando —le mordí la mano para qué me soltará—. ¿Qué diablos te pasa, nena? Vos sos una salvaje.
—Porque mejor no le explicas a Vico que es eso de que Pablo te encargo cuidarme —Tomás comenzó a negar, mientras Vico lo sostenía por la camisa—. Vamos, Marcos, está es una conversación que no nos interesa.
Tomé a Marco de la mano y nos fuimos de ese lugar dejando a Tomás convertido en un manojo de nervios, tratando de explicarle a Vico por qué Pablo le había pedido cuidarme.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro