07|Bloqueador
CAPÍTULO SIETE.
﹙bloqueador﹚
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Luego de un rato, cuando la cabeza dejo de darme vueltas, camine a mi habitación para tomar mi teléfono y marcarle a Amanda.
—¿Quién habla? —por primera vez en dos años, no me molestaba escuchar la voz de Mariel.
—Hola, Mariel, soy Loreto —la saludé.
—Nena, eres tú, me tenías muy preocupada —me alegro escuchar esas palabras de la boca de ella—. Amanda estuvo esperando tu llamada los últimos dos días, criatura.
—Por la manera en que me estás hablando, creo que no fue la única.
—Por supuesto que yo también me preocupe, fui yo quien te escucho llorar por aquel niño de papá —no pude evitar golpearme internamente.
—Sin duda algo que no quiero recordar, si no te molesta, Mariel —dije apenada, sin duda ese había sido uno de mis momentos más humildes y humillantes.
—¿Es Loreto? —escuché la voz de Amanda—. Pásamela, quiero escuchar su voz.
—¿Tanto me extrañas, Amanda? —le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.
—El Club no es lo mismo sin ti, mi niña —se escuchaba decaída—. ¿No extrañas escaparte y vestirte como una de nosotras?
—Sabes que sí, pero Emma deberá seguir sin aparecer en el escenario un poco más de tiempo.
Emma era el nombre del personaje que interpretaba en el escenario con Amanda, usualmente era ella quien se encargaba de mi maquillaje y me vestía de acuerdo a la temática de esa noche, aunque otras trabajadoras del lugar igualmente me ayudaban, por eso amaba ese lugar.
—Emma tiene el único permiso de ausentarse las noches que sean necesarias —me reí en voz alta—, y por supuesto que también Anya.
Me quedé congelada.
Anya era el personaje que Natalia interpretaba en el club nocturno de Amanda, antes había llorado por nuestra amistad, pero ahora me daba cuenta de lo importante que era para mí, como para haberle contado mi secreto y hacerla parte de él.
—Natalia ya no es mi amiga, Amanda —le confesé con un nudo en la garganta.
—¿Escuché mal o dijiste que Natalia ya no es tu amiga? —pregunto atónita Amanda—, pero ¿Qué pasó, cariño?
—No hay más shows de Emma y Anya, solo será Emma de ahora en adelante —contesté sin fuerzas para contarle toda la historia.
—¿Cómo así, Loreto? No estoy entendiendo nada, necesito que me expliques, cariño —negué con la cabeza, mirando a la ventana.
—Tenías razón, Amanda, soy muchísimo mejor que todo ese grupo de niños ricos, eso es todo —no quise entrar en detalles, porque tampoco era mi intención que la odiaran o algo por el estilo.
—Entiendo y respeto que en este momento no quieras hablar, pero espero que cuando regreses quieras hablar conmigo sobre eso —habló seriamente Amanda.
—Me gustaría mejor hablarte sobre mis nuevos amigos, pero si quieres saber lo que pasó, te lo contaré todo —Amanda a veces podía ser muy persistente para saber todo sobre un chisme—. Tengo que dejarte, voy a la playa.
—De acuerdo, quiero que te reportes aunque sea con un mensaje, ¿Escuchaste, jovencita?
—Adiós, Amanda. Adiós, Mariel, me saludan a Galo —colgué la llamada.
Saqué mis tres trajes de baño, sintiéndome insegura de cuál quería utilizar, había muchos hombres en este lugar y de alguna manera me voltearían a ver, aunque no fuera con una intención maliciosa.
«Te prohíbo que vos estés con otros hombres» recordé las palabras de Pablo, «No quiero verte cerca de uno» un enojo comenzó a crecer en mi estómago, «Ni que te toquen, ni siquiera que los mires» odiaba que fuera de esa manera.
Tomé el conjunto de dos piezas, era un bikini de color amarillo que no dejaba nada a la imaginación, que no tarde en ponerme, cegada por el odio y la venganza.
—Esto es demasiado —tomé unos shorts de mezclilla y me los puse por encima del traje de baño—. Él ni siquiera estará, esto es solo para que su estúpido amigo le cuente que tan bien me veía, mientras él no estaba.
Tomé una bolsa blanca ecológica, echando una toalla, una botella de agua y mi indispensable bloqueador solar, caminando fuera del cuarto y saliendo del hotel.
—¡Lore!/¡Pablo! —exclamaron al mismo tiempo Mia y Vico, haciendo que buscará inconscientemente con la mirada a Pablo.
Cuando lo encontré, él ya me había encontrado a mí, me estaba mirando como un animal carnívoro acechando a su presa, tenía la boca entreabierta con Vico teniendo la mirada puesta en ambos.
—Lore, por favor habla conmigo —Mia se acercó a mí, sacándonos a Pablo y a mí de nuestro trance.
Pablo se terminó yendo.
—Mia no hay nada de que hablar —dije cansada.
—Por supuesto que tenemos mucho de que hablar, Lore —habló con su característica voz chillona—. ¿Por qué te juntas con esas grasas, Lore? Pertenecen a mundos distintos.
—Déjame ver, Mia. Llevo un día de conocer a estas chicas y me contaron que Vico estaba hablando mal de mí, me protegieron la espalda cuando fui a recoger mis cosas del cuarto de Natalia y fueron quienes pusieron sus hombros para sostenerme cuando los enfrente a todos ustedes —le enumeré todas las cosas que Marizza, Luján y Luna habían hecho por mí—. Mira, Mía. No tengo problema contigo o con Feli, pero no mentía cuando te dije que eran falsas, envidiosas, apáticas, huecas y que no eran buenas amigas.
—Lore, pero yo te quiero, tienes que perdonarnos —la mire incrédula.
—Tienes que darme tiempo, Mia Colucci —finalicé la conversación, pasándole por un lado, viendo a Vico agachar la mirada.
Camine hasta a la playa, mirando a Marcos remando en un kayak llegando a la orilla, siendo ayudado por Manuel y su amigo Nico.
—¿Estás bien, Marcos? —pregunté llegando hasta ellos.
—Si, gracias por preguntar Loreto —contesto mirando al suelo.
—Me alegro —dije con una sonrisa acariciando su hombro—. Manuel, Nico, ¿De casualidad no han visto a Marizza, Luján y Luna?
—¿Acabas de tocar el hombro de Marcos? —me pregunto Manuel sorprendido, una vez que Marcos comenzó a caminar a una dirección diferente.
—Conozco a Marcos, desde el primer año, somos compañeros de laboratorio, es el único hombre en el que confío —contesté su pregunta.
—¿El único? —pregunto ofendido.
—No te pongas celoso, Manuel, tú también eres un hombre en el que puedo confiar —le acaricie el hombro lentamente.
—¿Están coqueteando? Porque si es así, yo los puedo dejar solos —habló tímidamente Nico.
—Por supuesto que no, solo somos amigos, como tú y yo, Nico —dije golpeando levemente su antebrazo.
—Mira, ¿Por qué? ¿Por qué hacen eso? —alzó la voz Manuel con indignación, haciendo que mirará hacia atrás, encontrándome con Tomás y Guido tirando a Marcos en la arena.
—Porque son unos tontos, Manuel. No existe otra razón —hablé con molestia, sosteniéndole la mirada a Tomás quien nos miraba con descontento.
—¿Por qué ese tipo se te queda mirando de esa forma? —preguntó Manuel a la defensiva.
—Tranquilo, vaquero —lo detuve poniendo una mano en su pecho—. Lo más seguro es que Pablo le pidió vigilarme, mientras él no está.
—¿Pablo no está? —preguntó confundido—, ¿Y tú cómo sabes eso?
—Dejémoslo en que no nos molestará por un buen rato —me limité a responder, porque aunque quisiera contarle a todos sobre su servicio comunitario, lamentablemente algo dentro de mí quería seguir guardando su secreto—. Esta mañana me dijo que no me acercara a ningún hombre, ¿Y qué creen? Es justo lo que voy a hacer.
Los tomé a ambos de las manos, corriendo hacia la orilla del mar.
—¿Quieren un poco de bloqueador? —les pregunté abriendo mi bolso.
—Por favor —pidieron ambos, haciendo que pusiera un poco en sus manos.
Me puse bastante bloqueador en las manos, poniéndomelo por todo el cuerpo, Manuel llevaba una camisa de manga larga, por lo que solo se puso un poco en la cara y se metió al mar, quedándonos Nico y yo en la orilla.
Cerca de nosotros se encontraba Tomás, quien nos miraba como un águila, dispuesta a atacar en cualquier momento, haciendo que más me molestará, hasta que se me ocurrió una grandiosa idea.
—Disculpa, Nico —llamé su atención—. No alcanzo mi espalda, ¿Puedes ayudarme?
—¡P-por s-supuesto! —exclamó nerviosamente, haciendo que le pusiera el bloqueador en las manos, dándole la espalda, quitándome el cabello de la espalda.
—¿Qué crees que estás haciendo, nena? —escuché la voz de Tomás—, ¿Quieres que le diga a Pablo que un hombre te puso una mano encima?
—Por favor, disculpa a Tomás, Nico. No tiene idea que antes de lanzar un comentario así, primero se tiene que presentar —Tomás seguía a la defensiva—. Ve con Manuel, ahora los alcanzo en un minuto.
—En un minuto nada, Pablo te va a matar si le digo que estuviste con dos pibes, mientras que él no estaba.
—¿Ya terminaste de hablar? Necesito que alguien me ponga bloqueador en la espalda y como acabas de espantar a mi amigo, entonces tú te encargarás —le puse el bloqueador en las manos y le di la espalda—. ¿Contigo está bien, no? Digo, eres el mejor amigo de Pablo, no eres cualquier hombre.
—No, estás intentando hacer lo que hiciste en el hospital —se alejó de mí.
—¿Sabes? Debería estar enojada contigo, dijiste que me merecía la cachetada que mi padre me dio —hablé seriamente clavando mi dedo anular en su pecho varias veces, hasta que me di cuenta de que me estaba desviando de mi plan, por lo que puse mi mano sobre su pecho, aguantando las ganas de quitarla—. ¿En serio crees que me merecía eso? —Tomás retrocedió, pero no estaba dispuesta a dejarlo ir, por lo que di un paso al frente—. Dime, Tomás, ¿Acaso tú me odias?
—P-por supuesto que n-no, nena —habló nerviosamente—. N-no sé que me p-paso ese día, soy un tarado.
—De acuerdo, estoy dispuesta a perdonarte, solo sí me haces dos favores —me giré sobre mis talones, quitándome otra vez el cabello de la espalda—. Primero tienes que ayudarme a ponerme el bloqueador.
—Pablo me va a matar si se entera de esto, Loreto —habló temeroso.
—¿Y quién le va a decir? —pregunté juguetona—. Tomás, se supone que él ya tiene novia, ¿Por qué no deja el camino libre para alguien más? No lo sé, tal vez podrías ser tú.
—¿Y-yo? —lo había puesto súpernervioso.
—Demuéstrame que no eres el perro faldero de Pablo, Tomás —murmuré mirándolo por encima de mi hombro.
Entonces me tocó la espalda, poniéndome el bloqueador por todos los lugares que necesitaban, desde el cuello, hasta casi por abajo de mi short, por supuesto que este momento fue de todo menos satisfactorio, sin duda Tomás no era un hombre en el que confiara y tener sus manos tocando mi espalda, aunque fuera tímidamente, me hacía temblar del miedo, hasta que me aparte de un brinco, indispuesta a continuar con este estúpido plan de venganza.
—La segunda condición es que me dejaras disfrutar del día con Manuel y Nico —a Tomás se le borró la sonrisa en un segundo—. Eso, sí no quieres que Pablo se entere de que su mejor amigo puso sus manos sobre la chica de la que está enamorado.
—Maldita sea, Loreto —maldijo en voz alta, haciendo que se me escapara una sonrisa triunfante.
—Tú decides, Tomás.
Me di la media vuelta, quitándome el short y dejando caer la bolsa en la arena, metiéndome al mar junto a Manuel y Nico, tirándoles un poco de agua en la cara a ambos.
—Quiten esas caras largas, chicos —Manuel y Nico estaban bastante serios mirando a Tomás, quien se alejaba de mala gana de nosotros.
—¿Está todo bien, Lore? —me pregunto Manuel, acercándose a mí.
—Nada que no pueda resolver en dos minutos, nene —dije burlándome de Tomás—. Vine aquí a divertirme, no a pasarla mal, pensando en hombres que no valen la pena.
—Estoy completamente de acuerdo contigo —habló Manuel tirándome agua en la cara—. Ayúdame, Nico, no nos podemos dejar ganar por una chica.
—¿Disculpa? —pregunté atónita por la manera en que había utilizado la palabra: “chica”—. Te prometo que te voy a hundir, Manuel Aguirre.
Me lancé sobre él, sumergiéndolo dentro del agua, entonces él salió del agua e intento sumergirme a mí y al final entre los dos nos aliamos para intentar hundir a Nico, cuando de repente escuchamos a todos gritando que alguien se ahogaba.
—Marizza, se está ahogando —escuché la voz de Luján, haciendo que nos miramos entre los tres y pronto saliéramos corriendo del agua.
Marizza estaba bien.
Tenía que estarlo.
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