06|Autobús
CAPÍTULO SEIS.
﹙autobús﹚
°
•
—¿Qué te enfrentaste a todos vos sola? —Luna y yo asentimos—. ¿Les dijiste sus verdades y los humillaste enfrente de todos?
—Bueno, dudo que los haya humillado, pero al menos todos escucharon lo que hicieron —comencé a contarle a Marizza.
—¡Nena, te hubieras esperado a que yo llegara! —no pude evitar reírme—. Yo los hubiera puesto a todos en su lugar. No digo que lo que hiciste no estuviera bien, pero se merecían algo peor, nena.
—Está bien, Marizza, lo que menos quiero es pasar el Vacance Club pensando en ellos —el autobús abrió sus puertas para que empezáramos a trasbordar.
—¿Ni siquiera del He-Man ese? —preguntó Marizza, a lo que la mire confundida—. He-Man ósea Pablo —contestó enojada—. El nene ese me amenazó.
—¿Qué él hizo qué? —pregunté enojada—. Esto es el colmo, voy a ir a hablar con él...
—Cálmate, nena —Marizza me detuvo—. Tengo algo mucho mejor planeado.
—¿Qué cosa? —pregunté con curiosidad, mientras abordaba el autobús y me sentaba en la segunda fila, a un lado de la ventana.
—Ya lo verás, nena. ¿Puedo sentarme contigo? —asentí, sacando una manta y una almohada para viajes.
—¿Te gusta The Smiths? —saqué mi MP3, junto a mis audífonos.
—Me encanta The Smith, nena —le pasé un auricular, poniéndonoslos en el oído derecho e izquierdo.
La canción de There's is a Light and it Never goes out comenzó a reproducirse, mientras los alumnos se empezaban a quejar de por qué el autobús aún no se iba.
—¿Por qué todavía no nos vamos? —preguntó Tomás en voz alta, que para mala suerte mía, se había sentado detrás de mí junto con Pablo.
—Falta una persona —cuando gire los talones para ver por la ventana, me encontré con la hija del director.
—¿Quién es esa chica, Loreto? —me pregunto Marizza.
—La hija del director —Marizza hizo la forma perfecta de un óvalo con sus labios.
—Tenemos que tener mucho cuidado —asentí con indiferencia, aunque la mayoría de la escuela no le agradaba Pilar, por ser la hija del director, a mí me daba bastante igual en general.
El autobús arrancó, Marizza y yo estuvimos escuchando música por alrededor de dos o tres horas hasta que comenzamos a quedarnos dormidas, haciendo que apagará el MP3 y guardara los audífonos, compartiendo manta con Marizza quien no se había preparado para el viaje en carretera.
El sol se ocultó, dándole el turno a la luna para seguir brillando en la noche, hasta que de repente en medio del camino, cuando estaba a punto de quedarme dormida, me di cuenta de que no me había cepillado los dientes.
—Marizza — susurré moviéndola un poco—. Marizza necesito pasar —mis intentos por despertarla fallaron.
Saque mi cepillo y pasta de dientes, poniéndomelos en la boca, pasando a Marizza por arriba, con cuidado de no terminarla despertando por un golpe, hasta que logre pasarla con éxito.
Camine hasta el baño, cepillándome los dientes en seco, una tarea que no me tomo más de cinco minutos, una vez que limpie mi cepillo con el agua de la llave, tome mis cosas para salir.
—¿A dónde crees que vas, nena? —probablemente en otra circunstancia me hubiera asustado, pero al instante reconocí la voz.
—¿Me estás siguiendo? —le pregunté sin muchas ganas de hablar.
—¿Qué estabas haciendo en el baño? —desvío mi pregunta con otra muy absurda.
—¿Qué crees que se hace en un baño, Pablito? —pregunté incrédula, levantando el cepillo y la pasta de dientes—. Me cepillé los dientes, para poder dormir.
—¿En serio? —se comenzó a acercar a mí—. No lo sé, tal vez estabas buscando que te besara.
No pude evitar reírme.
—Tienes razón, nene. Me levanté en medio de la noche para cepillarme los dientes, porque estaba buscando besarte —la gracia del comentario se perdió cuando Pablo comenzó a acercar su boca a la mía, haciendo que desviará su cara con mi mano—, pero para tu mala suerte, yo no beso chicos con novia, Pablo.
—Entonces si no la tuviera, ¿Crees que tú y yo tendríamos una oportunidad? —la pregunta sonaba genuina, algo que me hizo enojar.
—¿Este es otro de tus estúpidos intentos de llamar mi atención? —lo empujé con la suficiente fuerza para que dejara el camino libre—. Madura, Pablo. Tal vez así te des cuenta de que lo que quieres y como actúas para conseguirlo, son dos cosas distintas.
—Dale, nena —me tomo del brazo, haciendo que forcejeará inútilmente para quitármelo de encima—. Deja el teatro, ¿Vos no te has puesto a pensar, de que si actuó de esta manera, es porque tú no me dices lo que quieres?
—¿Disculpa? ¿Estás tratando de decirme que tu manera de actuar es por mi culpa? —podía jurar haberlo escuchado todo en excusas que se inventan los hombres—. De acuerdo, he tenido suficiente de esto, suéltame, por favor.
—No te vas a ir de aquí, hasta que aclaremos esto de una buena vez —me sujeto con más fuerza—. Tienes que decirme lo que vos sentís por mí, porque me estoy volviendo loco, Lory.
—Tienes razón, aclaremos todo lo que tengamos que aclarar en este momento —aparte su mano de la mía, acercándome a su espacio personal, levantando la mano, metiendo mis dedos entre su cabello.
Pablo cerro los ojos ante mi toque, estábamos demasiado cerca, siempre sucedía, pero está vez no me dejaría llevar por lo que sentía por él, ahora solo quería darle una advertencia.
Cuando su boca comenzó acercarse a la mía, jale su cabello de tal manera que pego el grito al cielo, que tuve que silenciar con mi otra mano.
—Marizza me contó que tuviste el descaro de amenazarla, aun cuando te advertí que si te metas con uno de mis nuevos amigos le diría a toda la escuela de tu servicio comunitario.
—Esa mina es una mentirosa, Loreto. ¿En serio le vas a creer más a ella que a mí? Si a ella no la conocés de nada, nena —era tan cínico, tan descarado y un mentiroso patológico que a veces ni yo misma entendía cómo me podía gustar un tipo así.
—Porque te conozco, sé que es una cosa que tú harías, imbécil —solté su cabello—. No te atrevas a dirigirme la maldita palabra en todo lo que dure el Vacance Club y escúchame una cosa, te daré otra oportunidad, una sola, te reto a volver a amenazar a uno de mis amigos y te juro que lo del servicio comunitario, va a ser el menor de tus problemas.
Regrese a mi asiento, pasando a Marizza una vez más por arriba y acomodándome en mi asiento de tal forma que la única manera de despertarme sería por un ataque terrorista, de ahí en fuera la única manera sería que me levantarán diciendo que ya habíamos llegado a nuestro destino.
Me desperté a mitad del camino, cuando sentí el aire un poco raro, entonces abrí los ojos, dándome cuenta de que el camión estaba cubierto de humo, como si algo se estuviera quemando dentro.
—¿Qué está pasando? —pregunté tosiendo, mirando a todos lados.
—¿Estás bien, nena? —preguntó Pablo asomándose por encima de mi asiento.
—¿Qué es todo este humo? —volví a preguntar, ignorando completamente la pregunta de Pablo.
—Todo está bien, nena. Solo es un poco de humo, vuelve a dormir —me respondió Marizza.
—Estás muy relajada, para no saber nada, Marizza —dijo Luján llegando a nuestro lado.
—Bueno, es un poco de humo, en los shows de mi vieja hay un montón, me traje uno que sobró y lo prendí, ya está, una pequeña bromita —no pude evitar soltar un suspiro.
—Pensé que el camión se había descompuesto —me deje caer en el asiento—. A la otra me despiertas, si quieres hacer otra bromita.
—¿En dónde está la diversión es eso, nena? —no pude evitar reírme, pero al instante se me fue cuando vi a Vico correr a brazos de Pablo—. Hey, ¿Estás bien, chica?
—Tengo un conocido que vende bombas molotov, eso sería más interesante de ver, ¿No lo crees? —Marizza se rio en voz alta levantando la mano para que chocáramos los cinco.
—Eres de las mías.
Llegamos al hotel por la noche, haciendo asignación de cuartos, me tocó con Luna, haciendo que nos fuéramos a dormir para despertar temprano al día siguiente.
—¡Dios necesito una Aspirina para poder sobrevivir al resto del día! —exclamé muerta, sintiendo que no dormí mis habituales ocho horas.
—Ahorita pedimos una pastilla, Loreto —me consoló Luna, que estaba sentada a un lado de mí.
—Exacto, necesito que todas estemos al cien, en especial tú, nena. Vamos a ir a la playa con nuestros mejores trajes de baño, para darle una lección al He-Man ese —señalo a Pablo.
—Creeme, Marizza. Ese nene no lo vamos a ver por un largo rato —me burlé de la situación de Pablo, le vendría muy bien hacer un poco de servicio comunitario.
—Hola, chicos. Mi nombre es Mauro y voy a estar a cargo de las actividades durante sus vacaciones —un hombre musculoso, de buen ver, se presentó ante nosotros, acaparando toda la atención de Marizza—. La primera consigna es pasarla bomba.
Todos comenzaron a aplaudir haciendo que me estallaran los tímpanos, Mauro nos pidió que nos cambiáramos para nuestra primera actividad que era en la playa.
—Marizza cierra la boca, se te está escurriendo la baba —la molesté riéndome en voz alta haciendo que me doliera la cabeza.
—¿Cómo un solo tipo puede estar tan fuerte? —pregunto embobada.
—No puedo más con esta tortura, ustedes adelántense y en un rato las alcanzo chicas —me levanté de la mesa, caminando hacia Mauro—. Disculpé, me duele mucho la cabeza, ¿De casualidad tendrá una Aspirina o algo?
—¿Es solo la cabeza? ¿No siente ningún otro síntoma? —puso su mano sobre mi frente y la otra en mi mejilla, cosa que deteste por el contacto.
—Solo es el dolor de cabeza —me aparté lentamente.
—Quédate aquí, voy por las pastillas —asentí quedándome parada en medio del comedor del hotel.
—¿Qué haces hablando a solas con nuestro asesor, nena? —rodeé los ojos, haciendo que me palpitara con más fuerza la cabeza.
—Pablo, es medio día, vete a molestar a otra persona a otro lado —contesté dándole la espalda.
—¿Por qué dejaste que ese pelotudo te tocará la cara? —estás preguntas me generaban mucha violencia.
—¿Qué te importa, nene? Déjame en paz —lo empuje.
—¿Sabes que estar con un profesor está mal? Pueden ir a la cárcel —no pude evitar reírme de semejante estupidez que había salido de la boca de este neandertal.
—Estos celos no te hacen para nada bien, Pablito —me acerqué a él—. Te recuerdo que tienes novia, ¿Por qué en vez de cuidarme a mí, la cuidas a ella para que no se acerque a otros hombres? —lo rete—. Yo soy una mujer libre y puedo hacer con mi libertad lo que se me pegue la gana.
Pablo me tomo del brazo, apretando su agarré, haciéndome retorcer del dolor.
—Escúchame bien, nena —acerco mi oído a su boca—. Te prohíbo que vos estés con otros hombres, no quiero verte cerca de uno, ni que te toquen, ni siquiera que los mires.
—Entonces deberías empezar a soltarme, porque te recuerdo que tú eres un hombre —aparté el brazo de su agarré con violencia.
—Loreto, aunque te cueste admitirlo, sabes que no soy cualquier hombre —esas palabras me hicieron temblar, Marizza, Luján y Luna parecían estar ocupadas en otra cosa y la única que estaba en el comedor era Feli.
—Tal vez tienes razón —desvíe la mirada, era muy tonta para admitir algo justo en este momento.
—Te conseguí una pastilla —Mauro llegó hasta nosotros, haciéndose odiar por Pablo—. ¿Tú eres Pablo?
—Sí, soy yo —contestó con un tono arrogante.
—Tienes una llamada en el teléfono —no pude evitar sonreír mirándolo de reojo—. Ven, vamos por un poco de agua.
—Adiós, Pablito —me despedí.
Estas vacaciones comenzaban a ponerse interesantes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro