04|Becados
CAPÍTULO CUATRO.
﹙becados﹚
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—¿Cómo está Pablo? —pregunto Natalia.
—Créeme cuando te digo que ese imbécil se encuentra perfectamente bien —contesté sin darle muchas vueltas al asunto—. ¿Por qué? ¿Acaso te interesa?
—N-no, s-solo preguntaba, porque ayer te saliste corriendo y solo dijiste que Pablo estaba en el hospital —la analicé con la mirada, estaba bastante nerviosa, quería contarle sobre lo que escuche ayer, pero no estaba segura de si me creería.
Era increíble, aun sabiendo lo que Natalia me hizo y la forma ruin en la que me traicionó, todavía pensaba en decirle las cosas que había escuchado decir a Pablo para protegerla.
Se suponía que había reglas no escritas en una amistad, los novios, ex-novios, ligues o la persona de la que siempre había estado enamorada tu mejor amiga estaban estrictamente prohibidos, no importa cuál fuera la situación.
En el caso de Feli o Vico, no me importaba que estuvieran con Pablo, como cualquier otra chica del Colegio, aunque en el caso de Mía creo que si llegaría a dolerme, por el tiempo que llevábamos de conocernos y por todas las cosas que hizo por mí durante mi segundo año, pero no podía seguir siendo su amiga.
—Cuánto tiene que gustarme ese maldito hombre, como para que mi mejor amiga diga que salí corriendo en cuento escuché que estaba en el hospital —al principio, realmente se me salió admitir que me gustaba Pablo, no me importaba admitirlo en frente de Natalia, después de todo, siempre tuve la confianza de decir lo que pensaba enfrente de ella. Hasta ahora—. ¿Sabes cuánto me gusta Pablo, Natalia?
—¿Y-yo? ¿P-por qué me preguntas a mí? —tal vez si admitía lo innegable, probablemente la perdonaría.
—Te conozco desde el primer año, cuando Mía nos “transformó”, siempre hemos sido amigas, aparte del grupo de Mía. Eres la única persona a la que le he admitido que me gusta Pablo —Natalia se quedó seria, buscaba incomodarla hasta que admitiera lo que hizo, porque solo así podríamos arreglar las cosas—. Eres la única chica, aparte de Mía, que no compite conmigo, sabe de toda la situación con mi papá, eres quien me ayuda a escapar por las noches, sin hacerme preguntas —Natalia se dio la media vuelta y yo la seguí con la mirada—. Nunca tuve amigas, nadie se quería juntar conmigo cuando era una niña —me dolía que Natalia no pudiera ser sincera conmigo—. Eres la primera persona que llame mi mejor amiga...
—L-loreto, tengo algo que decirte...
Solté el aire acumulado en mis pulmones, todo estaría bien, todavía teníamos arreglo.
Natalia se giró dándome la cara, estaba hecha un manojo de nervios, por lo que tome sus manos tranquilizándola, sabía que sería difícil para ella, pero era lo mejor.
—Loreto, yo...
Estábamos en el pasillo, cerca del salón donde presentaban los Becados para integrarse al nuevo ciclo escolar. Estaban saliendo conforme acababan el examen, a lo que una discusión entre Tomás y uno de los aspirantes al puesto de becado, nos interrumpió.
—Perdón, Loreto, no puedo hacerlo...
—Natalia —alcé la voz, cuando Natalia salió corriendo.
Supongo que, después de todo, no arreglaríamos nada y eso sí que me sorprendió.
Regrese la mirada a la discusión de Tomás y el chico nuevo, haciéndome enojar con el tonto amigo de Pablo, provocando que caminara hacia ellos, poniéndome entre los dos.
—Tomás, ¿Por qué mejor no te vas a molestar a otro lado? —pregunté poniéndolo verdaderamente enojado.
—¿Qué haces Loreto? ¿Acaso quieres que vaya y le cuente a Pablo que estás defendiendo a un desconocido, sobre su mejor amigo? —preguntó tratando de intimidarme, pero lo único que provocó fue que me riera en su cara.
—Tomás, Tomás, Tomás, ¿Cuánto tiempo más seguirás siendo el perro faldero de Pablo? —me acerqué peligrosamente a él—. No me importa lo que le digas a ese neandertal. Ahora vete.
Tomás me dedico una mirada de auténtico odio, antes de marcharse, haciendo que rodeará los ojos y comenzará a caminar en busca de Natalia.
—Espera, ¿Te llamas Loreto, verdad? —me preguntó el chico que recién defendí—. Me llamo Manuel, Manuel Aguirre —extendió su mano para qué la tomará, lo cual hice, pero acto seguido se acercó para darme un beso en la mejilla.
—Déjame adivinar —me alejé negándole el beso en la mejilla—, ¿Eres de México, verdad?
—¿Se nota mucho? —asentí riéndome por su gesto risueño.
—Yo también soy de México, de Monterrey para ser más precisa —contesté cruzándome de brazos.
—Entonces eres una chica fresa —no pude evitar reírme—. ¿De qué te ríes? ¿Monterrey no es el lugar de la gente pipirisnais?
—Que no te escuchen hablar con nombres de frutas y el inglés mexicanizado si quieres sobrevivir más de una semana en este lugar, Manuel Aguirre —respondí dando la media vuelta para continuar con mi búsqueda.
—Gracias por defenderme de ese cabrón —me agradeció, parándose enfrente de mí. Una sonrisa adornó mis labios al escuchar la palabra "cabrón", mamá siempre la utilizaba para regañarme—. ¿Buscas a alguien? Te noto tensa, como nerviosa.
—¿Qué harías si tu mejor amigo hubiera salido con la persona de la que estás enamorado? —la pregunta que lancé, nos tomó por sorpresa, tanto a Manuel como a mí—. No, por favor, perdóname. Olvida lo que dije.
Intenté volver a irme, pero Manuel volvió a pararse enfrente de mí, para detenerme. Trato de tomarme de la mano, pero lo aparté, tomándolo de la manga de su sudadera.
Caminamos hasta la banca en la que Natalia y yo estábamos sentadas.
—De verdad no fue nada, Manuel —traté de que olvidará lo que dije y que me dejara seguir mi camino de una vez por todas—. Tengo que buscar a mi amiga.
—Ella es la que salió con el chico del que estás enamorada —lo miré seriamente—. Tienes esa cara porque lo adivine, ¿No es así?
—Perdón que te diga esto, pero no te conozco de nada Manuel, entonces, sí me disculpas...
—Creo que nuestros amigos tienen derecho a enamorarse de quien sea —me detuvo tomándome de las manos, por lo cual lo termine apartando—. Si no te lo dijeron fue porque...
—A él no le interesa ella, solo la utilizo para llamar mi atención —lo interrumpí—. Es un niño mimado, egocéntrico y narcisista, es de lo peor, no lo soporto.
—Dices que estás enamorada de él, pero no lo soportas, ¿No crees que estás siendo un poco incongruente?
—Es complicado, si lo conocieras me entenderías completamente —puse una mano sobre mi boca, sin creer lo que había dicho—. Tienes que olvidar lo que dije, si alguien se entera, y en especial Pablo...
—Espera, ¿Te gusta el mejor amigo del chico que me molestó? —cerré mis ojos, maldiciéndome internamente.
Lo que había ocultado por casi dos años, se lo había ventilado en cinco minutos a un completo desconocido.
El premio para la peor persona en guardar secretos era para mí.
—Te acabo de conocer y literalmente ya te conté toda mi vida, genial —traté de escapar de la situación, pero Manuel volvió a intentar tomarme de las manos, haciendo que finalmente estallara—. ¡No me toques!
La cara de Manuel fue de auténtica preocupación, todos se nos quedaron viendo, por lo que decidí volver a sentarme, disculpándome con Manuel por mi arrebato de ira.
—Perdóname, pensé que había sido clara la primera vez que trataste de besar mi mejilla y las dos veces que trataste de tomarme de la mano —le dije avergonzada—. No me gusta que me toquen... Los hombres. No me gusta que me toquen los hombres.
—Perdóname, no lo sabía... —negué con la cabeza, por supuesto que no lo sabía.
—Mamá y yo no la pasamos muy bien, por eso no puedo ser una “chica fresa”, no cuando vengo desde abajo —contesté en un hilo de voz—. Ahora sí que lo sabes todo sobre de mí, Manuel Aguirre.
—No importa, las chicas fresas también son mujeres hermosas y educadas, como tú —no pude evitar sonreír—. ¿En serio estás enojada con tu mejor amiga por salir con el chico que te gusta, aún sabiendo que lo hizo para molestarte?
—Manuel, las chicas tenemos reglas no escritas, una de ellas es no salir con la persona de la que tu amiga está enamorada —Manuel parecía un espíritu libre, como si estas cosas no le importan—. Ese día que los vi salir, me dijo que saldría con su mamá, por lo que salí de compras y los vi con mis propios ojos.
—Nadie elige de quién enamorarse, Loreto. Además, dijiste que a él no le interesa, ¿Cuál es el problema?
—No me gustan las mentiras —escupí—. Me enoja que le guste el mismo chico que a mí, lo admito, pero eso no es algo que pueda controlar, tienes razón —me dolía el pecho del enojo—. Lo que más me molesta es que no me lo haya contado, tal vez porque sabe que es el único chico por el que he sentido algo, al único que le permito tocarme, aun cuando le digo que no me gusta que me toquen —mis ojos se cristalizaron—. Mientras más lo pienso, menos tiene que ver con él —Pablo simplemente fue el detonante, el problema era entre Natalia y yo—. Es ella. Su mentira. Intenté que me lo dijera en la cara —una lágrima rodó por mi mejilla—. Sí tan solo hubiera sido sincera conmigo, si no hubiera huido de esa manera, te lo juro por lo más sagrado, que es mi mamá, que la hubiera perdonado.
—¿Entonces es definitivo? —me preguntó—. ¿No hay nada que se pueda hacer?
—...
—Manuel, ¿Cómo te fue en el examen? —le preguntó una chica a Manuel, interrumpiéndome—. Perdón, los interrumpí, yo...
—No, no nos interrumpiste, al contrario, me salvaste de seguir contándole mi vida a este chico —todos nos reímos.
—Las presento, Luna ella es Loreto, Loreto ella es Luna —nos dimos la mano amistosamente y un beso en la mejilla—. Lo tomaría como una ofensa, si no supiera el contexto.
Lo golpeé en el hombro, dejando a una Luna muy confundida.
—¿En qué año vas, Loreto? —me preguntó directamente Luna.
—Estoy en segundo, voy a pasar a tercer año —Manuel y Luna parecieron emocionarse por mi comentario—. ¿Ustedes también van para tercer año? —ambos asintieron—. Lamento decirte esto Manuel, pero no pareces un chico de tercer año, que digamos.
—Solo soy dos años mayor, ¿Estás diciéndome sutilmente viejo? —sonó el timbre.
—No tardan en darles sus resultados, será mejor que vuelvan al salón. Buena suerte, espero verlos en el Vacance Club.
—¿Vacance Club? —preguntó Manuel.
—Primero pasen el examen y después les explico. Me voy, por favor no intentes detenerme está vez, Manuel.
Manuel asintió apenado.
—Espero que puedan resolverlo —realmente esperaba lo mismo.
Salí en busca de Natalia, entrando a la cafetería, encontrándola sentada sola en una mesa, bebiendo de un termo, y como su mejor amiga, sabía que se trataba de un café latte, dos medidas de espresso, mucha leche vaporizada y espuma leche, a veces le gustaba acompañarlo con chocolate amargo o vainilla, dependiendo del clima.
—¿Qué pasó allá, Natalia? —le pregunté directamente, sin rodeos.
—Me puse nerviosa, sabes que no me gusta la violencia —no podía descifrar si era verdad o mentira dado lo que sabía de su familia.
—Dijiste que tenías que contarme algo, ¿Puedes decirme lo que era? —estaba desesperada, cualquiera que escuchará podría pensar que estaba rogando y así era—. Por el tono en el que me lo dijiste, debe ser serio.
—No, por favor olvida eso, no era nada. Es una tontería, nada importante —esas palabras fueron directo a mi corazón.
Natalia estaba logrando hacerme sentir como todas las personas que cruzaban por mi vida, decepcionada.
—Si es algo fuerte, podemos solucionarlo, puedes contarme —insistí, me estaba humillando como nunca lo había hecho—. Todo tiene solución, solo dímelo.
Natalia me miró a los ojos y con esos mismos ojos se atrevió a mentirme a la cara.
—¿Recuerdas cuando te dije que le llamé a mis padres para quedarme contigo en el Vacance Club? —asentí recargándome en la silla—. Bueno, te mentí. Loreto por favor perdóname.
Se acercó tomándome de la mano.
—Mis padres han estado discutiendo mucho, aunque no han vuelto a haber episodios de violencia, mamá me pidió quedarme en el Vacance Club —asentí pasando mi mano sobre la de ella, empezando a acariciarla.
—Debió ser difícil perdonar toda la violencia —le comenté solidarizando con su historia—, siempre vivirás esperando lo peor —Natalia asintió. Eso era lo malo de perdonar a un padre abusivo, vivirás siempre alerta, esperando otro golpe, otra paliza—. Gracias por contármelo, no tienes por qué disculparte, Natalia.
—Eres mi mejor amiga Loreto, no puedo ocultarte nada —la solté de la mano en el instante que dijo que no podía ocultarme nada.
—¿Eso era lo único que querías contarme? —cambié el tema—. ¿No hay nada más?
—¿Más? No, por supuesto que no —la miré seriamente—. Te lo prometo, ya te lo hubiera contado.
—Natalia, ya lo sé todo —confesé harta—. Dímelo y te prometo que todo estará bien.
—¿D-de que hablas? Y-yo no hice nada Loreto. T-te lo prometo —era tan mal mentirosa que más me enojaba.
—Tienes una oportunidad, si te haces llamar mi mejor amiga, me lo dirás —Natalia me miraba sorprendida, ahora sabía la gravedad del asunto—. Dime la verdad Natalia y te prometo por lo que más aprecio, que es mi mamá, que no volveremos a hablar del tema, ni siquiera te preguntaré por qué lo hiciste, solo dime la verdad.
—Y-yo... —me le quede mirando—. Y-yo... —comenzaba a recuperar las esperanzas—. Y-yo te prometo que no hice nada Loreto, por favor créeme.
Me levanté de la mesa y empecé a caminar fuera de la cafetería siendo llamada múltiples veces por Natalia, hasta que me detuve.
—Te creía más valiente, Natalia.
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