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03|Accidente

CAPÍTULO TRES.
accidente

°

—¿Puedes repetirme que fue lo que pasó? Porque ayer vi a Pablito y digamos que se convirtió en una de mis personas menos favoritas en este momento —le pregunté a Ciro exaltada.

—Según las palabras de su padre, sufrió un accidente automovilístico, está delicado de salud, Señorita D'Amico —me quedé paralizada por un momento.

—¿No será una exageración de mi padre para hacer que me preocupe de más por ese idiota? —fingí estar normal, pero mi voz flaqueó cuando llame exageración a una situación que podía escalar a peor.

—Aun así no dudo en subirse al auto cuando le conté sobre la situación —miré a Ciro por el retrovisor bufando en voz alta.

—Más le vale a ese idiota estar al borde de la muerte, por hacerme preocupar de esta manera —de tan solo imaginarme a Pablo postrado en una cama de hospital, conectado a un respirador artificial, me helaban la sangre.

Tomé mi teléfono y le marqué a la única persona que sabría qué decirme en esta situación.

—¿Quién habla? —no pude evitar rodear los ojos al escuchar a Mariel del otro lado de la línea.

—Soy yo, Mariel —respondí modulando el tono de mi voz—. ¿Amanda está ocupada? Me gustaría hablar con ella.

—La acabas de agarrar en un show importante —cerré mis ojos con fuerza, intentando que el sentimiento melancólico no me terminará haciendo llorar—. ¿Quieres que le hable? ¿Qué pasó, cariño? Me puedes contar a mí.

—Pablo es lo que me sucede, Mariel —estalle en un hilo de voz.

—¿El niño bonito, de ojos azules y cabello castaño claro?

—Lo describiste a la perfección, porque no tiene otra cosa destacable más que sus ojos color zafiro y su cabellera castaña rubia —tenía unas inmensas ganas de llorar.

—¿Qué sucedió con Pablito está vez, Cariño? ¿Qué te hizo el nene ese?

—Qué no me hizo, Mariel —los ojos se me cristalizaron—. Las cosas que pasaron con él no son importantes, lo que le acaba de pasar es lo que me tiene así.

—¿Qué le pasó, Cariño? Me estás comenzando a preocupar.

—Ciro me dijo que papá lo llamo está mañana diciéndole que a Pablo lo llevaron al hospital porque tuvo un accidente automovilístico —algunas lágrimas adornaron mis mejillas.

—Válgame Dios, ¿Qué saben del nene ese? ¿Tu viejo no le dijo nada más al pelotudo ese que tienes como chofer? ¿Te soltó esa bomba sin decirte nada más? —preguntó Mariel, pero nada salió de mi boca, solo se escuchaba mi respiración entrecortada—. Loreto, nena, escúchame. Estoy segura de que el nene ese, está en perfectas condiciones, de seguro solo se rompió una uña y exagero la situación.

—¿Y sí no es así? ¿Y sí está postrado en la cama del hospital, conectado a un respirador artificial? Tengo muchas cosas que resolver con él —quería golpearme la cabeza, despertar de éste mal sueño.

—Respira, cariño —Mariel me ayudó a controlar mi respiración—. ¿Puedes hablar?

—Tienes razón, estoy segura de que el nene ese está en perfecto estado, pero no pude evitar imaginarme mi vida sin ese idiota —me limpie el rostro y me soné la nariz con mis pañuelos—. Perdóname, Mariel, de seguro tienes cientos de cosas más importantes que escuchar a una chiquilla llorando por una tontería.

—Cariño, sé que nuestra relación no inició con el pie derecho y asumo completamente la responsabilidad, pero con el paso de los años, confieso que ha sido difícil no encariñarme de vos —escuchar decir esas palabras a la amargada de Mariel me hizo feliz sin duda alguna—. Cuando te escuché llorar por el muchachito este, me erizo la piel por completo.

—Tú también eres parte importante de mi vida, Mariel. Eres como la tía que nunca tuve —a pesar de formar una familia diversa con todas las chicas del club nocturno “Las Reinas de la Noche” y “Club Queen” la verdad era que tanto papá, mamá y yo éramos hijos únicos.

—Y tú como la sobrina que nunca tuve —esas palabras me alegraron el corazón—. Ese chico Pablo debe ser muy afortunado, para que vos le hayas llorado de esa manera —una pequeña sonrisita se me dibujo en los labios—. Tenemos mucho de que hablar cuando vuelvas de tu Vacance Club, Cariño.

—No tienes que esperar mucho tiempo, con todos los cambios que haré en mi vida, necesitaré su ayuda para guiarme —a Mariel le pareció perfecto.

—¿Quieres que le diga a Amanda que te llame después del Show?

—No, te regreso la llamada después de que vea a este hombre —respondí en un suspiro—. Muchas gracias por escucharme, Mariel —finalmente me despedí—. Nos vemos pronto, me saludas a Amanda.

Colgué la llamada.

—¿Se encuentra bien, Señorita D'Amico? —asentí sacando un espejo de mi bolsa para limpiarme la cara con los pañuelos—. Disculpe, Señorita D'Amico...

—Ciro, prometiste intentar llamarme por mi nombre —lo corregí.

—Señorita Loreto, por pura curiosidad, ¿No sabe si la Señorita Saenz es una desviada? —bajé el espejo de mi rostro, dispuesta a lanzárselo a la cara a Ciro.

—No me gusta que los llames de esa manera, Ciro. Te prohíbo usar esa palabra para referirte a Amanda o Mariel —me contuve de hacer caso a mis pensamientos intrusivos y regresé a la limpieza de mi rostro.

—Lo que quise preguntar es, ¿A la Señorita Saenz le gustan las mujeres? —volví a bajar el espejo mirando por el retrovisor a Ciro.

—¿Por qué la curiosidad? ¿No será que estás interesado en una “desviada”? —le pregunté burlona.

—De ninguna manera, aunque no lo fuera y le gustarán los hombres, nunca estaría con una mujer que es asistente de una...

—Piensa bien lo que vas a decir, porque de eso depende tu trabajo, Ciro —escupí molesta.

—... de personas como Amanda —decidí ignorarlo por el resto del camino, hoy más que nada podía confirmar por qué papá lo había contratado para ser mi chófer.

Luego de limpiar mi cara, me recargue en el asiento trasero, mirando por la ventana, hasta que finalmente llegamos al hospital.

—No apagues el auto, no pienso tardarme, a menos que... —negué con la cabeza—. Ten el auto encendido.

—Todo estará bien, Señorita D'Amico —suspiré al escucharlo llamarme por mi apellido, haciéndome pensar que siempre me vería como la hija del jefe y no simplemente como Loreto.

Salí del auto, caminando dentro del hospital, encontrándome con Mora, la mamá de Pablo, quien salía del ala de la cafetería con un café en la mano.

—Señora Bustamante, me acabo de enterar del accidente automovilístico, ¿Cómo está, Pablo? ¿Está bien? ¿No está postrado en una cama de hospital y conectado a un respirador artificial, verdad? —pregunté exaltada.

—Cariño, todo salió bien, solo fueron unos golpes —me rodeo con sus brazos, acariciando mi cabello—. Está descansando, si quieres puedes ir a verlo, lo deje con Tomás.

En cuanto me dijo el número de la habitación, salí disparada al ascensor, subiendo al piso correspondiente y luego a la habitación escuchando la animada conversación que Pablo tenía con Tomás.

Fue un alivio grande saber que se encontraba mejor, hasta que escuche mi nombre ser mencionado.

—¿Crees que Loreto se haya enterado del accidente? —le preguntó Tomás, haciendo que tomara asiento fuera de la habitación, pues algo me decía que está conversación podía ser bastante perjudicial sobre la manera en la que visitaría a Pablito después de su accidente.

—Ojalá, no sabes lo que pasó ayer, estuvimos a punto de besarnos, pero tuve que irme antes de que me descubrieran en los cuartos de las chicas —Tomás lo felicito por nuestro acercamiento—. Tal vez me vea en cama y me despierte con un beso.

—Espera, ¿Vos qué hacías solo con Loreto en los cuartos de las chicas? —le preguntó el tonto de Tomás—. Andá, tenés que contarme.

—Nada, hombre, estuve a punto de declarármele enfrente de nuestros viejos y me saco la vuelta...

—¡¿Qué vos hiciste qué?! —lo interrumpió Tomás con un grito.

—Le quería dar una lección después de que me arruinara mis vacaciones, pero la mina logro sacarle la vuelta a la situación. Luego me enteré de que hizo un espectáculo junto a Mía en el escenario y solo quería corroborar ciertos rumores —cerré los puños del enojo, por supuesto que estaba en perfecto estado, ni aun estado al borde de la muerte podía aclarar sus prioridades conmigo—. Iba a hablar seriamente con ella sobre su falso teatro de celos con lo de Natalia...

—Es cierto, ¿En verdad saliste con Natalia? —Tomás lo volvió a interrumpir.

—Sí, pero solo para llamar la atención de Loreto, a mi Natalia no me importa —me crucé de brazos.

—Vaya forma de llamar mi atención, Pablito —murmuré.

—Tú sí que estás enganchado con esa minita, nunca te había visto así por una chica.

—Esa mina me vuelve loco, no es como las demás chicas... —hizo una pausa—, pero déjame te sigo contando. Cuando llegue a su cuarto, me jalo del cuello, me tiró sobre su cama y se sentó arriba de mí —quería entrar y golpearlo, no podía creer que malinterpretara aquella acción—. Todo lo que le iba a decir en ese momento, se borró de mi mente cuando se le abrió el saco dejándome ver el conjunto del sostén y el mini short.

—¡¿Sostén y mini short?!, ¡Eres un maldito suertudo! —parecían unos primates, que nunca habían visto el cuerpo de una mujer.

—Luego llegó su papá y nos interrumpió... —me acerqué a la puerta, esperando a ver si le contaba sobre lo de la cachetada—, al parecer su viejo le metió una cachetada por lo del baile.

—¿Y vos no pensás que la nena se lo merecía? —dependiendo de lo que Pablo respondiera, pensaría en la severidad de mi venganza.

—Por supuesto que no, ¿Qué sos? ¿Un gil? Solo fue una travesura, ya está —no debía alegrarme por la pequeña muestra de afecto, pero esto me hacía pensar que realmente me veía por quién era y no como la “futura madre de sus hijos”.

Suficiente de escuchar conversaciones ajenas por hoy.

Era hora de mi venganza.

Me alejé lo suficiente del cuarto de hospital, para comenzar a gritar el nombre de Pablo por el pasillo, para darles el tiempo suficiente al par de orangutanes para hacer su siguiente movimiento, que seguramente sería fingir que Pablo se encontraba en un estado crítico.

—Pablo. Pablo Bustamante. ¿Dónde está la habitación de Pablo Bustamante? —exclamé por el pasillo alentando el paso al ver que Tomás no salía de la habitación.

—Aquí está Pablo, Loreto —salío Tomás llamando mi atención.

—Papá llamo a Ciro está mañana y me contó lo del accidente, ¿Cómo está Pablo? —rápidamente me acerqué a Tomás, dándole la espalda a Pablo—. ¿Cómo estás tú? ¿Te lastimaste algún hueso? ¿La cabeza? ¿Sabes quién soy?

—¿Y-yo? Y-yo estoy bien —habló nerviosamente—. Él que no está bien es Pablo, él sufrió varias heridas, está bastante delicado de salud.

—¿En serio? Acabo de hablar con Mora y me dijo que sufrió algunos golpes, pero nada grave —me acerqué un poco más a Tomás—. Cuando me enteré que tú también estuviste en el accidente, casi me muero, nadie me decía nada sobre ti.

—¿E-en serio? B-bueno será porque a mí no me pasó n-nada —de pronto se quedó mirando con dirección a Pablo, haciéndome creer que le estaba diciendo algo—. Seguramente quieres un poco de privacidad con Pablo, después de todo es su nombre el que gritabas por el pasillo —me arrepentí al instante de haber gritado el nombre de Pablo, ahora tenía que pensar en otra cosa—. Su madre y yo llevamos hablándole desde hace horas, seguramente escuchar tu voz lo haga despertar.

—Gracias, Tomás —decidí besar su mejilla—. Eres un buen amigo.

Tomás salió literalmente tropezando con todo en su camino, hasta dejarnos solos a Pablo y a mí.

Deje mi bolso en el pequeño sillón, sentándome a un costado de la cama de hospital, en la que Pablo estaba fingiendo dormir.

—Sé que nunca llegamos a simpatizarnos y, al contrario, nos la pasábamos peleando por cualquier tontería, pero aun así, disfrute mucho de nuestra amistad —pude sentir una pequeña vibración del cuerpo de Pablo, realmente le había afectado la palabra “amistad”—. Siempre te consideré como mi mejor amigo, pero creeme cuando te digo que fue difícil verte de esa manera.

Quería provocarlo hasta que explotará, y como lo de la amistad no funcionaba, debía usar artillería pesada.

—No fue justo de mi parte reclamarte por salir con Natalia, cuando yo salí con Tomás el viernes en la noche —otra vibración, lo estaba logrando—. Te lo iba a decir después de tu viaje a Londres, por eso quería que te fueras. Quería pasar las vacaciones con Tomás en el Vacance Club, luego te lo diríamos entrando al tercer año.

Me dejé caer en su pecho, esperando lo peor, que me tomara del cabello o que me empujara de la cama, quería provocar enojo dentro de él.

Nada.

No se movió.

—Tal vez lo mejor sea que no despiertes, así te irás con la idea de que estaba enamorada de ti y yo podré ser feliz con Tomás —utilice mi último recurso levantándome de su pecho.

Cuando estuve a punto de levantarme de la cama, Pablo se levantó primero, tomándome de los brazos y lanzando mi cuerpo de nuevo a la cama.

—¿Pero qué cosas decís, nena? —literalmente me gritó en la cara—, ¿Cómo que me ves como un amigo y desearías que no despertara para irte con Tomás? —cada vez que hacía enojar a Pablo, sus gritos y gestos eran mucho peores que las anteriores—. ¿No dirás nada? ¡Contestame, idiota!

No me pude contener más y estallé en una risa.

—¿Por qué te ríes, nena? ¿Qué es lo gracioso de que quieras verme muerto para irte con otro hombre? —no podía parar de reírme.

—¡No puedo creer que te la creyeras completita! —puse mis manos sobre mi estómago.

—¿Cómo va a ser una broma esto, nena? —seguía con su semblante enojado, no me creía.

—La próxima vez que hables con Tomás, asegúrate de que nadie los esté escuchando, Pablito —su cara cambio por completo cuando cayó en cuenta que los escuché hablando a ambos homo-sapiens.

—¿Escuchaste todo lo que dijimos?

—¿Qué pasó, Pablito? ¿Se te olvidó el enojo cuando me viste con esta ropa? —pregunté haciendo referencia a su conversación con Tomás—. Bueno, ahora que sé que estás bien, me voy.

—Estabas bastante preocupada por mí, ¿No es así, nena? —bufé en voz alta, aquí íbamos de nuevo.

—Eso era antes de saber que estabas perfectamente bien, como para contarle a Tomás sobre lo que pasó el día de ayer —intenté levántame de la cama, pero Pablo se negó a moverse—. Esto ya no es gracioso, Pablo.

—Te dejaré ir con una condición.

—¿Qué quieres? De una vez te digo que no haré nada de lo que me pidas.

—¿Algo de lo que dijiste era verdad? —preguntó seriamente, dándome cuenta de que mi broma había llegado bastante lejos.

—Ahora que lo dices... —puse mis manos sobre su cuello, acariciándolo—, lo de la amistad...

—¡Amistad mis pomelos! —me interrumpió.

—Lo dices como si estuvieras muy seguro —lo reté.

—Mientes, tú no me ves como un amigo, no puedes —habló con firmeza.

—Piensa lo que quieras —desvié la mirada, resignada a qué no saldría de aquí pronto—, amigo.

Esa palabra de cinco letras volvió complementé loco a Pablo, haciendo que se lanzará directo a mis labios, intentando robar mi primer beso, lo que provocó que apartará la mirada.

—No te muevas, nena —habló desesperado.

—¡¿Te volviste loco, nene?! —exclamé poniendo una mano sobre su cara—, ¿Qué demonios planeas hacer?

—Voy a demostrarte que no me ves como a un amigo —volvió a atacar mis labios, sin éxito alguno—. Déjame besarte, Loreto.

—¿Por qué debería hacerlo? Yo no quiero besarte —seguí apartado la mirada, cubriendo mi boca con mi mano.

—Entonces dime la verdad —nos quedamos quietos mirándonos el uno al otro, haciendo que lentamente retirará la mano de mis labios—. No puedes verme como a un amigo, Loreto.

—¿Por qué no? —una vez más lo desafíe.

Pablo cerro los ojos lanzándose una vez más a mis labios, haciendo que rápidamente pusiera mi mano entre nuestras bocas.

Podía sentir los labios de Pablo moverse sobre el dorso de mi mano, mientras yo me quedaba tiesa viendo su desesperación en que yo admitirá una clara mentira.

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó una voz masculina, haciendo que nos separáramos, encontrándonos con el Señor Bustamante—. Veo que ustedes dos se reconciliaron.

—Ya sabes papá, mi chica no puede estar tanto tiempo molesta conmigo —dijo Pablo rodeándome por el cuello con su antebrazo.

—¿Eso significa que por fin han formalizado? —preguntó el Señor Bustamante.

—¡No! —exclamé silenciando el “si” de Pablo—. Digo, nos acabamos de reconciliar, todavía existen cosas que debemos resolver, pero después de su viaje a Londres...

—Discúlpanos en verdad, Loreto. Sé que querías estar alejada de este imbécil que me tocó como hijo, pero el viaje a Londres se canceló —Pablo me abrazó.

—¿En serio, papá? —preguntó Pablo emocionado.

—Sí, lamentablemente sí —saco un sobre de su saco haciendo que Pablo lo tomará—. Tendrás que quedarte haciendo servicio comunitario, tienes que pagar por los daños.

—¡¿Qué?! —Pablo dio el grito al cielo, tomando el sobre, leyendo su contenido—. ¿Quién me denunció? —preguntó enojado—. ¿Fueron las chicas, no es así?

—¿Chicas? —pregunté con curiosidad—. ¿Qué chicas, Pablo?

—¿No te dijo? —miré al Señor Bustamante—. Pablo y Tomás iban acompañados de dos chicas en el auto.

—¿Eso también lo hiciste para llamar mi atención, Pablito? —aparté su brazo de mi cuello—. Me despide de su esposa, Señor Bustamante.

—Loreto, yo te lo puedo explicar...

Decidí ignorarlo, caminando a la salida del hospital, subiéndome al auto de servicio, pidiéndole a Ciro que conducierá al Elite Way School.

—¿Cómo se encontraba el chico? —preguntó Ciro.

—Se encuentra perfectamente, lamentablemente —contesté acompañada de una pequeña risa.

Pablo estaba bien, después de todo.

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