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Capítulo Final

«Ahora, tómame, esposo».

Mis palabras fueron el detonante que necesitaba para desconocerse por completo, la mano en mi cuello ejerció una ligera y exquisita presión mientras me traía hacia su rostro para adueñarse de mi boca, besándome con vehemencia y desespero. Estaba embelesada, y él me correspondía con la misma intensidad, soltando ligeros gruñidos cada vez que mis dientes atrapaban su labio inferior.

—Je vais te baiser, como si no hubiera un mañana. —murmuró contra mis labios, antes de deslizar su mano libre debajo de mi vestido y tirar de mis pantaletas tan fuerte que sin querer las rasgó.

Supuse que fue sin querer, ya que después de su travesura abrió los ojos de par en par, y se quedó inmóvil, luego de alejar ambas manos de mi cuerpo. Y, joder, realmente resentí que la apartara de mi cuello, ya que aquello me emocionaba.

—¡Elías! —jadeé exasperada, ya que deseaba que continuara, pero él lo entendió de manera errónea, creyó que lo decía con reprehensión.

—Zut —tragó saliva. —. Te compraré otras, Chére. —me dijo en un tono de disculpa.

«¿Comprarme otras? ¡No me importaban las bragas!»

Cielos, ¿cómo ese hombre podía pasar de ser una bestia sexual hambrienta a una inocente paloma en segundos?

—No te preocupes por eso —gemí, posando las manos en sus hombros para pegarme a su torso y hablarle al oído. —. Me ha gustado, me gusta que seas un salvaje. —mordí el lóbulo de su oreja y un jadeo brotó de sus labios, mientras sus manos aterrizaban en mis muslos.

Aquello pareció encenderlo más, ya que no dudó en adueñarse nuevamente de mi boca de una manera feroz mientras, ya quitado de pena, terminaba de deshacerse de aquella prenda, soltando una media risa que hizo mis labios hormiguear.

Sentía bofetadas de placer. Gemí, estremeciéndome, mientras apoyaba las manos en el escritorio para sostenerme y echaba la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos para concentrarme en las agradables sensaciones que recorrían mi cuerpo.

Cielos, era implacable.

Por todos los cielos, ¿cómo iba a renunciar a alguien tan perfecto en todos los malditos sentidos?

Podía sentir una oleada de calor que se extendía desde mi vientre bajo a cada parte de mi cuerpo, una fina capa de sudor cubría mi frente y el vestido ajustado comenzaba a hacerme sentir asfixiada.

—E-Elías —gemí, abriendo los ojos para verlo cuando las sensaciones se incrementaron, y me cubrí la boca con mi mano para acallar los gritos que comenzaron a brotar de ella mientras flotaba en el placer, liberándome de semanas de frustración acumulada.

—Eres peor que una droga, a la cual soy adicto —dijo con voz ronca, mientras me observaba con sus ojos destellantes de lujuria. —. Sabes delicioso.

—¿Ah sí? —inquirí, sonriendo extasiada, mientras envolvía su cuello con mis brazos y lo besaba con pasión.

Sí, definitivamente no necesitaría a nadie más. Me llenaba de manera que solo él podía, y sin saberlo en aquel momento estaba cumpliendo una de mis fantasías; coger en la oficina.

Por más que quería, no podía sentirme culpable, más que agradecida con él por haber decidido quedarse y volver mis días más placenteros.

Tiró bruscamente mis caderas para hacerme caer de espaldas sobre su escritorio, el impulso me hizo estirar la mano hacia el lado contrario de donde me encontraba, chocando con un objeto, y lo siguiente que escuché fue el sonido de algo quebrandose contra el suelo.

—¡Joder! —exclamé, girando un poco la cabeza para ver lo que se había caído, y la sangre abandonó mi cuerpo al ver su laptop sobre el suelo de mármol.

¡Carajo! Había roto su maldita laptop.

—E-Elías —gemí, y mi espalda se arqueó mientras guiaba una mano hacia mi boca, mordiendo mi dedo índice para intentar distraerme del exceso de sensaciones que recorrían mi cuerpo, empujándome hasta el borde. —. T-Tu laptop.

—No importa —jadeó, inclinándose para besarme con ansias. —. Tendré otra.

¿Así de fácil?

—Pero... ¿y t-tus proyectos?

—Tienen respaldos —gimió, hundiendo el rostro en mi cuello. —. Zut, Chére —se incorporó con la respiración agitada.

Tuve que aferrar mi mano en el borde del escritorio para sostenerme, ya que sentía que caería en cualquier momento.

Cuando llegó el ansiado momento, mis piernas temblaron, la visión se me nubló y todo lo que salía de mis labios era su nombre.

Carajo, realmente lo había echado de menos.

Con un profundo suspiro, él apoyó las manos sobre el escritorio y se incorporó hasta que nuestros rostros se encontraban a centímetros de distancia. Me contempló por segundos, con tal intensidad que hizo mis piernas temblar, y cuando creí que tornaría aquel momento incómodo al declarar sus sentimientos, simplemente sonrió y dejó un tierno y casto beso en mis labios.

—Eres tan hermosa, Ma Femme —declaró, tomando una de mis manos para besarme los nudillos. —. Sí que valdrá la pena cada segundo a tu lado.

Le devolví el gesto, y estaba a punto de hablar cuando la puerta se abrió de golpe y, debido a la impresión, Elías se apartó, girándose con prisa para comenzar a subirse los pantalones.

¿Quién podía ser tan inoportuno?...

—¡¿Es en serio?!

... Sí, tenía que ser ella.

—Zut, Maura, toca la puerta. —le dijo Elías, en un tono de reprensión.

—Oh, perdón por interrumpir. —respondió en un tono de reproche.

Presioné los labios para no reír a carcajadas, y me arreglé el vestido antes de girarme aún sobre el escritorio hasta quedar de frente a ella, recostada de costado, con una sonrisa presuntuosa pintada en mis labios.

—Perdónanos, querida, es que al parecer el fuego de la pasión no se acabó con la luna de miel, ni se aburrió de mí después de una semana —sonreí con malicia, devolviéndole sus palabras, antes de sentarme, con mis pies levitando. —. ¿Podría pedirte un favor, Maura?

—¡De ninguna manera! —respondió, con el rostro enrojecido de furia.

—Maura, sé cortés. —le dijo Elías, con un tono de advertencia.

Ella presionó las manos en puños e inhaló profundo para calmarse, antes de alzar la barbilla en mi dirección.

—¿Qué quieres?

—Es que Odell rompió mis bragas —fingí timidez. —. Y no puedo salir así, mi vestido es muy corto... ¿podrías conseguirme unas? También toallitas intimas húmedas y diarias. —pestañé.

Si las miradas matasen, en aquel momento me habría convertido en un frío cadáver.

—Elías —se dirigió a él, casi gruñendo. —. Uno de los proyectos necesita de tu atención, de carácter urgente.

—Voy en un minuto —respondió, posándose a mi lado y dejando un tierno beso mi mejilla y hombro. —. Maura, tráele unas bragas a mi esposa.

Tuve que realizar un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas, cielos, su expresión era un verdadero poema mientras se retiraba a grandes zancadas, echando humo por las orejas.

—¿Algún día se llevará bien? —inquirió, torciendo un poco la boca.

Me alcé de hombros.

—Solo el tiempo lo dirá, Elías Odell —respondí, rodeando sus hombros con mis brazos una vez que se puso frente a mí. —. Otra cosa, ¿podemos discutir lo del guardaespaldas?

Él enarcó una ceja.

—Eso no está a discusión, Chére, Hugo seguirá contigo —sentenció, apoyándose con sus palmas sobre el escritorio para inclinarse y besarme. —. Tengo que proteger lo único que le da sentido a mi vida —se incorporó, acariciando mi mejilla. —. Volveré en un momento y nos iremos juntos a casa, Chére. —dijo, antes de avanzar hacia la puerta.

Una vez que me encontré sola en aquella espaciosa oficina, bajé del escritorio para dirigirme hacia el sofá, necesitaba recostarme y relajarme un poco, hasta que Maura llegase con mis nuevas bragas, o lo más seguro, hasta que enviara a alguien más con ellas. Quise cerrar los ojos y descansar, pero el sonido de incesantes mensajes de texto bombardeando mi teléfono no me lo permitía.

Frustrada, decidí ver qué pasaba, y mi sangre se heló en el momento en que me di cuenta de que era Sloan quien escribía, lo cual me resultaba jodidamente extraño ya que llevaba mucho tiempo que no recibía un mensaje suyo... no le encontraba alguna explicación, solo que algo realmente malo estuviese pasando.

Abrí el chat y me estremecí. Mientras leía cada uno de sus mensajes, podía percibir el miedo y la desesperación de Caín.

De Sloan: Jade tuvo un accidente de auto.

Carajo, no sé si vaya a estar bien, creo que fue grave.

No sé si su bebé vaya a estar bien.

Maldición, es mi jodida culpa.

Tragué saliva sintiéndome consternada ante tan alarmante noticia, carajo, pobre Jade y ni hablar de su bebé.

De Sloan: Fui a mi empresa y descubrí algo.

Necesito contártelo, pero no por texto.

¡Todo se está yendo a la mismísima mierda!

—Señora Odell.

Me sobresalté, cuando una de las empleadas ingresó en la oficina con una bolsa de compras en su mano.

—Lamento asustarla, la señorita West me envía con esto.

—N-No me asustaste —respondí, antes de ir hacia ella para tomar lo que me ofrecía, en ese momento me percaté de que mi mano temblaba debido a la ansiedad que tenía. —. Gracias por esto.

Ella asintió con la cabeza, y se marchó, dejándome sola una vez más. Tomé una profunda bocanada de aire, mientras veía las cosas en mis manos, y luego la puerta, pensando en lo que debía hacer en aquel momento. Se suponía que esperaría a Elías... joder, acababa de arreglar las cosas con él.

Pero no podía quedarme ahí sentada disfrutando de mi dicha, dándole la espalda a Jade y Caín, por lo que no dudé en dirigirme al baño para arreglarme, y una vez lista, abandoné la oficina para ir en busca de Hugo, informándole que debía llevarme al hospital con urgencia para ver a alguien.

«Ay, solo espero que todo esté bien»

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​​​​​​infinitas gracias por haberle dado una oportunidad a la rebelde Becca. Espero les haya gustado casi tanto como a mí escribirla. Si les ha gustado pueden hacérmelo saber con un comentario o un voto.

¡¡Nos vemos en Rebeca Odell!!

Un abrazo desde Honduras ♡

​​​​​—Bexy

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