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Capítulo 9

Se me sería imposible describir el síntoma de terror que me invadía en ese momento, en que mis ojos se abrían de una manera tan amplia que parecía se saldrían de sus orbes, mientras veía al hombre que se encontraba frente a mí y un escalofrío de pánico me recorría de arriba abajo.

El corazón comenzó a latirme de manera perceptible, golpeaba violento contra mi pecho. Mis extremidades estaban frías y la sangre abandonó mi rostro, dejándome tan pálida como un frío cadáver.

—P-Papá...—un nudo oprimió mi garganta, y mi mente quedó en blanco, imposibilitándome formar una oración coherente. —. Y-Yo no sé...

—No finjas conmigo, ¿creíste que no me daría cuenta de lo que mi propia hija hace? —rebatió, acortando el espacio entre nosotros. Tragué saliva y retrocedí un paso, llena de terror. —. Sé de tus actitudes destructivas, te gusta frecuentar lugares de mala muerte, pasarte de copas en fiestas y dormir con cualquier extraño. ¿Tienes idea de todo lo que me he esforzado para evitar que tuvieras esa vida? Luché para que no tuvieras que ser una más en un maldito barrio.

Me quedé inmóvil, petrificada, sintiéndome abatida, perpleja y asustada de saber que mi padre había descubierto aquello que con tanto recelo había ocultado de él.

Ni siquiera sabía qué podía decirle.

—¿Qué es eso de Tifanny? —inquirió la abuela, desconcertada, y el corazón se me encogió en el pecho.

—Pregúntale a tu nieta, madre... o mejor no, seguro no se atreverá a decirte que acostumbra a visitar clubes, emborracharse y acostarse con cualquier bastardo, o bastarda, callejero que se cruce por enfrente.

Mi abuela amplió los ojos de manera exagerada, mientras se giraba para verme, consternada, y en ese preciso momento mi mayor temor se hizo realidad, cuando enfrenté la idea de perder su cariño para siempre.

—Pago los mejores salones de belleza, gimnasios y también Spa, te he dado solo lo mejor, Rebeca, la mejor universidad, las mejores prendas y calzados, las fragancias más finas y exquisitas; auto, teléfonos, ¡Todo! Para que vengas y te entregues a cualquier malviviente como si fueras una...

—¿Cualquiera? —inquirí, sintiendo una profunda aflicción en mi pecho mientras veía el desdés y menosprecio en aquellos ojos marrones que alguna vez que me vieron con amor. Dolía en gran extremo, pero ese dolor se combinó con una terrible impotencia y frustración que me impidió callar. —. ¿Eso ibas a decir, papá? Porque al final es la forma en que me tratas, como si fuese una prostituta que venderás al mejor postor.

—¡Por todos los cielos! —gimoteó mi abuela, mientras se dejaba caer sentada en el sofá, con una profunda aflicción plasmada en su rostro.

Papá tragó saliva, seguramente conteniéndose para no responder una grosería que hiciera sentir peor a su madre, y viéndome fijamente con severidad acortó el espacio entre nosotros, señalándome con el dedo. Me forcé a alzar le mentón y no dejarme intimidar, aunque para aquel momento las lágrimas se deslizaban sin control por mis mejillas.

Dolía como no podía imaginar.

Él sabía mi secreto, pero no me reprendía por mis acciones, era claro que le importaba poco lo que hacía con mi vida, y todo lo que quería utilizar mis pecados para chantajearme y hacerme actuar a su antojo.

—Te casarás con el señor Odell, y no habrá más discusiones al respecto, ¿lo entiendes, Rebeca?

Presioné los labios al sentirlos temblar, y comencé a negar frenéticamente con la cabeza. Entreabrí la boca, queriendo responder, pero el nudo que se había formado en mi garganta me imposibilitaba hablar, y no quería quebrarme en llanto... ya no más.

—No tienes opción, es eso o te desconoceré como mi hija; te irás y no volverás a saber nada de mí, o de tu abuela. Al final puedo actuar como Sloan y adoptar a algún bastardo a quien heredarle todo... tú elijes.

Podía verse el panorama en que mi corazón se rompía por completo en el momento en que me daba cuenta del poco valor que tenía frente a mi propio padre. Siempre pensé que mi novio había sido el hombre que más daño me había hecho en la vida, pero estaba equivocada.

Mi padre; mi primer amor, mi primera decepción.

—Entonces me voy. —dije con un hilo de voz, antes de darle la espalda y caminar hacia el umbral a grandes zancadas.

Le oí llamarme a gritos, sabía que estaba furioso, pero lo ignoré por completo. Caminé a pasos apresurados por los pasillos, con el corazón bombeándome tan fuerte, que lo sentía en la garganta y resonaba en mis oídos, al igual que mi respiración entrecortada.

Estaba mareada, y daba ligeros traspiés cuando ingresé en mi habitación, pero me esforcé por mantener el equilibrio mientras avanzaba hacia el cuarto de closet para tomar una maleta y así comenzar a empacar cualquier cosa que estuviera a mi alcance, mientras leves sollozos me brotaban de los labios e incesantes lágrimas nublaban mi visión.

—Rebeca...

Me detuve en seco al oír a mi abuela hablándome desde el umbral y cerré los ojos por segundos, manteniéndome de frente a los estantes con las manos sobre las prendas que me encontraba tomando.

—Eso que dijo tu padre, ¿es cierto? —preguntó, podía sentir la melancolía en su voz. —. ¿Te acuestas con infinidad de hombres?... ¿T-Te gustan las mujeres?

—Me gustan las personas, abuela —me limité a responder, y me armé de valor para girarme en su dirección, viéndola con aflicción. —. ¿Me repudias?

—No —negó frenéticamente con la cabeza, mientras se adentraba en aquel espacio para acercarse a mí. —. No, mi niña, jamás podría hacerlo...Ven aquí, mi amor.

—Abuela. —sollocé, una vez que me encontré entre sus brazos, y se me fue imposible no romper en llanto.

—Me ha tomado por sorpresa todo esto, creí que confiabas en mí, y que me contabas todo. No te repudio, mi niña, pero soy una mujer de sesenta y seis años que solo tuvo un hombre en su vida, así que entiende mi desconcierto.

—Lo siento... no fue mi intención ocultarte algo así.

—Shhh, tranquila. —ella acarició mi espalda con ternura, acurrucándome como si aun fuese una pequeña.

—Cometí errores, abuela, pero no es justo lo que él hace.

—Lo sé, mi niña, lo sé —intentó consolarme. —. Héctor está en un error, y tarde o temprano se dará cuenta —ahuecó mi rostro con sus manos y me limpió las lágrimas utilizando sus pulgares antes de mirar por encima de mi hombro la maleta abierta. —. Pero no puedes marcharte.

—No me casaré con un hombre al que no conozco, abuela. —gruñí con voz temblorosa, y me aparté de ella.

—No te pido que lo hagas —acortó el espacio entre nosotras y tomó mi mano. —. Solo te pido que no te marches, mi amor. Sé que ahora estás molesta, pero no puedes actuar por impulso. T-Tú no tienes adónde ir, y aunque no nos agrade, ambas dependemos de tu padre.

"Dependía de mi padre".

Me hubiese gustado haber podido rebatir aquel comentario, y ser capaz de salir de mi habitación en aquel preciso instante para ir con aquel hombre y decirle todo lo que sentía; quería mandarlo al diablo, anticipándome a renunciar a todo lo que amenazaba con quitarme...

...Pero, simplemente no era capaz de hacerlo.

Y no se debía al dinero, joder, me importaba un carajo vivir en un pequeño cuadrado, teniendo solo lo necesario para subsistir, de niña eso fue capaz de hacerme feliz. Lo que en realidad sucedía era que no sería capaz de dejar atrás a mi abuela, no podía abandonarla luego de que me cuidara y amara luego de mi propia madre me abandonara. Aparte de eso, debía reconocer que no importaba que tan mal se comportara mi progenitor, o cuantos sentimientos negativos provocara en mí, no era capaz de odiarlo por más que lo intentara.

Mi odio y resentimiento se redirigía a la mujer que lo había jodido todo.

—Tendré que pensarlo, abuela.

Me sentía agobiada, estaba entre la espada y la pared. No quería dar el brazo a torcer, pero sentía que mi destino se basaba en muy pocas opciones; aceptaba las pretensiones de Héctor Stain, o me marchaba y no volvía a saber nada de él, ni de mi amada abuela por el resto de mi vida.

No quería hacer esto último, ya que, a pesar de la situación, no dejaba de sentir que me estaba convirtiendo en mi madre.

«Joder»

Para Sloan: Necesito verte. Quiero desestresarme.

Eran las dos de la tarde cuando decidí escribirle, necesitaba con locura poder desentenderme del resto del mundo, aunque fuese por un par de horas.

De Sloan: Ahora no, Stain, estoy ocupado.

Ver su respuesta me hizo rabiar, debido a que siempre respondía a su jodido llamado, aunque estuviese recién llegada del gimnasio y muerta de cansancio.

Para Sloan: ¿No se supone que esto es una sociedad?

¿Solo yo debo acudir cuando tienes ganas de coger?

¡Para eso mejor debiste pedirme ser tu maldita sumisa!

Aventé el celular contra el colchón, gruñendo con frustración, antes de comenzar a andar en círculos por la habitación, sintiendo como poco a poco la desesperación se apoderaba de mi sistema, hasta que decidí meterme en la bañera con agua caliente, y fumar un cigarrillo, esperanzada en que eso pudiera relajarme un poco.

—¡Basura! —suspiré, girándome hasta quedar de costado, con la mano en que mantenía el cigarrillo apoyada en el borde, quedando fuera del enorme recipiente.

Un matrimonio por conveniencia; tener que vivir con un completo desconocido que sabría la vida en qué pensaba al proponerle a mi padre algo tan retrógrada como casarse conmigo para afianzar una maldita sociedad.

Elías Odell, ese era el nombre de la persona que amenazaba mi destino. No podía dejar de preguntarme qué clase de hombre era, ¿y si era cruel? O ¿grosero? Si todo lo que le importaba era hacerse de las empresas de mi padre, seguramente no tendría problemas en hacer de mi vida un infierno.

—¡Por un demo...!

No pude terminar la frase, debido a que el sonido de un mensaje entrante resonó desde la habitación, ganando mi atención. Suspiré profundo y salí de la ducha para dirigirme hacia la cama y revisarlo de una vez, encontrándome con la sorpresa de que Sloan había respondido a mi mensaje enviando una dirección.

Fruncí el ceño en confusión, dándome cuenta de que no se trataba de la misma del hotel habitual, ni ningún otro que hubiésemos visitado antes. Tenía curiosidad por saber qué nuevo destino tendría, pero lo que más me movía era el deseo de desentenderme de todo, algo que quizás un buen orgasmo sería capaz de lograr al nublar mis sentidos.

Lo necesitaba con urgencia.

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