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Capítulo 48

Salir de fiesta el último día de nuestra luna de miel nunca estuvo en mis planes, pero tampoco reprochaba la idea. Hacía mucho que no era una simple usuaria disfrutando de la noche. En ese momento si vi de buena manera que mis cosas ya estuviesen en aquella casa, ya que podía vestirme tan sensual como acostumbraba, con un diminuto vestido que se ceñía a mi cuerpo como una segunda piel, zapatos altos y maquillaje para la ocasión. Dejando también mis rizos sueltos luego de las horas que me tomó desenredarlos.

—Qué hermosa vista —comentó Elías, posándose a mis espaldas. —. Nunca me cansaré de decirte lo hermosa que eres, Chére. —dejó un beso en mi hombro desnudo y luego de alejó.

Lo observé a través del espejo de cuerpo completo donde me encontraba de pie, viendo su atuendo, y aunque me parecía jodidamente sensual la manera en que aquellos pantalones marcaban su trasero, deseaba que tuviese la confianza de mostrar sus tatuajes y se recogiera las mangas de la camisa para verse menos formal. Pero no le insistí con ello, era su decisión, así que no deseaba presionarlo.

Salimos en dirección al club nocturno más cercano a la casa, ya que nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, y mientras íbamos de camino intentaba convencerme de que estaba bien, que me sentiría en ambiente; música, alcohol y baile, era lo que más me gustaba desde tiempos inmemorables, además del sexo, así que no podía permitir que la horrible experiencia con Mitchel me arruinara eso también.

Llegamos al lugar, la música sonaba alto. Era fin de semana, por lo que no me sorprendió que estuviese bastante lleno. Nos dirigimos a la barra, sentándonos uno junto al otro, y comenzamos a beber algunos tragos mientras conversábamos de cosas triviales, como el futuro retorno a nuestros deberes laborales, hasta que su teléfono vibró en su bolsillo, y él se disculpó conmigo para ir a contestar a un lugar con menos ruido.

Suspiré al encontrarme sola, y decidí sacar mi celular para ver las notificaciones, durante toda la semana mi abuela envió fotos de Leo, informándome como estaba, Rita desde el campo me monitoreaba y Darcy me comentaba como iba todo en mi club.

—Señorita...

Fruncí el ceño en confusión cuando escuché una voz desconocida muy cercana a mi oído, desde el lado contrario de donde Elías estaba antes, y al girar el rostro me sobresalté al encontrarme a un hombre a centímetros. Lo vi con extrañez.

—Disculpa, no deseaba asustarte, solo me pareció extraño ver a tan preciosa mujer aquí sola —se sentó, pese a que aún no le dirigía la palabra. —. ¿Te invito a un trago?

Negué con la cabeza, antes de alzar mi copa y mostrarle que mi Martini seguía lleno.

—¿Entonces te gustaría bailar?

Abrí la boca, con la intención de responderle, pero antes de que pudiera un muy serio y autoritario "No" resonó desde mi espalda, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al percibir su sensual acento francés muy marcado.

—La señorita tiene boca.

—La señorita tiene esposo. —rebatió posándose a mi lado para tomarme de la mano y besarme los nudillos, permitiéndole a aquel hombre ver mi anillo de matrimonio.

Mordí mi labio para ocultar una sonrisa traviesa, al darme cuenta de que era la primera vez que veía a Elías actuando de manera posesiva. Antes solo me observaba mientras me iba con cualquiera.

—Eso no es impedimento para disfrutar de alguien más, ser monógamo es aburrido, y hablo por ambos —comentó, mientras observaba mis piernas con descaro y tragaba saliva, antes de mirar mi rostro. —. No tiene el porte de esposa, parece más una mujer libertina.

Bien, no sabía si debía tomar aquello como un insulto, después de todo, tenía razón. Para la sociedad parecía todo, menos una esposa tradicional, de ahí que algunos tabloides tacharan mi vestido de novia como "demasiado extravagante y sin pudor". No me afectaba el comentario de aquel hombre, pero, quien sí se lo tomó a mal fue Elías, quien se posó frente a mí de manera protectora.

No dudé en ponerme de pie.

—¿Estás pidiendo que te golpeé, imbécil? —Elías gruñó, más de lo que habló.

Aquel extraño soltó una ligera risa, antes de alzar las manos en señal de paz y retroceder un paso.

—No intento ofender, solo aclaro lo jodidamente sexi que me parece tu esposa... es una mujer hermosa y caliente.

Tomé la mano de Elías, girándome hasta quedar de frente a él y así evitar que arremetiera a golpes contra aquel tipo que se creía un comediante barato, con coqueteos vacíos, a quien ni sola le hubiese hecho caso.

—Ignóralo, es un charlatán e intenta provocarte, seguro ni es bueno en la cama. —dije lo último en voz alta para que aquel idiota lo escuchara y supiera que no había llamado mi atención en lo absoluto.

Funcionó, él se alejó, pero Elías seguía tenso, y miraba a un punto tras mi espalda de manera fulminante. Suspiré y envolví los brazos alrededor de su cuello, entrelazando mis dedos en su nuca, antes de estirarme hacia él para darle un suave beso, intentando distraerlo, pero, lo que creí que solo sería algo casto, se convirtió en todo lo contrario cuando aferró las manos a mi cintura y sus labios se adueñaron de mi boca, como si se tratase del último día sobre la faz de la tierra.

Era intenso, al punto en que por segundos se me imposibilitaba seguirle el ritmo a tan agiles y deliciosos labios.

Si no lo conociera, juraría que no se trataba del mismo hombre que se sentaba a contemplar como bailaba con otros, e incluso besaba a una chica en su cara... me gustó, e incluso me deleitó aquella naturaleza celosa y posesiva.

—Ma Femme —jadeó contra mis labios, al mismo tiempo en que ahuecaba mis mejillas con sus manos, dejando nuestras frentes unidad. —. Tu es à moi.

No iba a mentir, toda aquella situación solo logró encenderme, y lo menos en lo que podía pensar era en seguir bebiendo o bailar. Quería que volviésemos a la casa y nos encerráramos en la habitación lo que restaba de la noche, antes de tener que volver a la realidad junto al riesgo de la monotonía.

—¿Volvemos? —pregunté, mordiendo mi labio inferior con descaro, mientras deslizaba las manos por su pecho, acariciando sus pectorales a través de la tela de su camisa.

Aceptó

El camino de regreso estuvo lleno de placenteros besos y caricias. Fue excitante y ligeramente cómico verlo intentando mantener sus ojos puestos en la carretera. Él soltaba ligeros gruñidos mientras mis manos lo acariciaban al mismo tiempo en que besaba y mordisqueaba la piel de su cuello. No lo resistió y encendió el piloto automático.

Al ingresamos a su casa, subimos las gradas casi trotando, entre risas traviesas y besos apasionados, aprovechando cada pausa para deshacernos de algunas prendas. Para cuando nos adentramos en la habitación apenas llevaba las bragas, y él su bóxer, nos los quitamos en la puerta y tomé su mano para guiarlo hasta la cama, se puso de espaldas a ella para poder besarme una vez más, y lo empujé haciendo que cayera recostado sobre aquella superficie acolchonada.

Tragué saliva, mordiendo mi labio inferior mientras lo contemplaba por segundos, antes de subirme sobre él y sentarme en su abdomen, inclinándome para adueñarme de su boca.

Estaba en la gloria.

—¡Cielos, eres tan perfecto! —exclamé, acalorada.

Bajé la mirada hacia su rostro, y le sonreí al notar que él también lo hacía, reflejando lo mucho que lo estaba disfrutando.

—Zut, eres como un sueño hecho realidad —comentó con la respiración agitada, posando las manos en mi cintura. —. Ma Femme... no sabes cuanto te amo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo en el momento en que mi mente me llevó a otro lugar, en otro tiempo, con otro hombre sobre mi cuerpo, mientras me repetía al oído una y otra vez las mismas malditas palabras vacías.

«No, por favor»

—Te amo...

—No, Basta. —no sabía si aquello había salido de mis labios como un susurro, o si solamente lo pensé, pero en lugar de detenerme reflejando mi disgusto e incomodidad, preferí ceder ante mis instintos más bajos.

—¿Chére...? —intentó deslizar sus manos por mis muslos, pero las sujeté de las muñecas para apartarlas y dejarlas sobre la cama con brusquedad, inmovilizándolas a sus costados. —. Chére, espe...

Cubrí su boca con la otra mano, impidiéndole decir algo más.

—Ya casi llego, espera —gemí, aumentando la intensidad hasta llegar a un clímax intenso y hasta podría decirse que doloroso.

Jadeé agotada, liberando su mano y boca, antes de dejarme caer sobre su pecho, hundiendo el rostro en su cuello e intentando recuperar el aliento, antes de dejar suaves besos en la piel de esa zona. Quería quedarme más tiempo así, sentir su calor, pero entonces posó las manos en mi cintura y me apartó con delicadeza, dejándome a un lado antes de ponerse de pie.

—¿E-Elías? —le hablé, extrañada, al ver la expresión en su rostro, parecía consternado mientras se ponía la ropa interior. —. ¿Pasa algo?

—¿Qué ha sido eso? —me preguntó, posándose frente a la cama.

—Y-Yo... —tragué saliva, sin saber qué decir, mientras me sentaba sobre aquella superficie acolchonada, cercana al borde. La verdad ni yo misma podía entender qué había pasado, simplemente actué por impulso. —. ¿No te ha gustado?

—No. —respondió con firmeza, y podría jurar que era la primera vez que lo veía molesto.

Bajé la mirada, sintiéndome un poco avergonzada. Comprendía su molestia e incomodidad, al meditarlo me daba cuenta de que prácticamente había abusado de él.

—L-Lo siento, no debí...

—¡Zut, Chére! —me interrumpió, resoplando con frustración. —. No me molesta que me dominaras, ¿sujetarme de la mano para que no te toque y cubrirme la boca? Podría tolerarlo si se debiera a la excitación del momento, hemos tenido sexo rudo, pero el motivo por el que lo hiciste...

—Elías...

—¿Fue porque te dije que te amo? —preguntó, un tanto afligido. —. Sí, he notado lo tensa que te pones cada vez que lo hago, pero no puedo evitarlo, ¡te amo, Chére! —se acercó al borde de la cama, y me tomó del rostro, ahuecando mis mejillas mientras sus intensos ojos me observaban de una manera que me hizo sentir intimidada. —. Te amo, Ma Femme, ¡te amo!, ¿acaso no sientes lo mismo en lo más mínimo? ¿Ni siquiera un poco?

—No —aquella respuesta simplemente brotó de mis labios, incluso antes de que pudiera analizarla. Para aquel punto mis manos me temblaban y estaba siendo víctima de una horrible ansiedad. —. Elías, yo... —suspiré, mientras veía su expresión abatida. —. Por Dios, el amor no estaba incluido en este acuerdo, Elías.

No podría describir la punzada de agudo pesar y el tormento que invadió mi pecho en el momento en que pude ver como sus ojos perdían el brillo. Frunció ligeramente el ceño, mientras apartaba las manos de mi rostro y retrocedía un par de pasos, bajando la mirada.

—Eres más que un simple acuerdo para mí...

—Lo sé —declaré, afligida. —. Pero no puedes esperar que sienta lo mismo, todo esto comenzó por un acuerdo entre tú y mi padre... si querías una relación real, ¿por qué no viniste como cualquier persona normal y me pediste salir contigo? Así te hubiese conocido sin la presión de perderlo todo si me rehusaba a ser tu esposa, y las cosas habrían sido más reales.

Estaba siendo cruel, lo sabía, pero joder, ¿qué más podía hacer? ¿Mentirle y decirle que lo amaba cuando no lo hacía? Eso habría sido el doble de cruel. Era consciente de lo mucho que se había esforzado para que pudiera conocerlo y sentirme cómoda a su lado, ¡por los cielos que sí! Después de tantos años, él era el primer hombre en mi vida que no me veía como un jodido accesorio, me prestaba atención, me brindaba su apoyo, y me quería sin importar toda la mierda que acarreaba conmigo, y por eso se había ganado mi respeto y aprecio...

Pero no lo amaba. Simplemente no podía amarlo.

—"Las cosas habrían sido más reales" —repitió mis palabras. —. Lo entiendo —la comisura de su labio se curveó y una risa amarga brotó de sus labios mientras negaba con la cabeza. —. Qué descanses, Chére.

Junté las cejas, viendo con tristeza como se encaminaba hacia la puerta.

—Eli... —cerré la boca de golpe, resistiéndome al deseo de llamarlo, pensando en que era lo mejor dejarle en claro el cómo me sentía en realidad.

Cerré los ojos y maldije para mis adentros, todo había resultado en un jodido desastre. Suspiré hondo, intentando deshacer el nudo que se formó en mi garganta y miré hacia la puerta. Dolía recordar la aflicción en su cara, sí que dolía, no era monstruo, tenía sentimientos y de verdad le guardaba mucho aprecio y cariño a aquel hombre. Lo que menos quería era herirlo, pero simplemente no podía darle lo que él quería.

«De verdad lo siento»

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