Capítulo 43
La recepción de la boda se realizó en un edificio cercano a la iglesia, la decoración era muy elegante, todo de color blanco con dorado, y había un enorme letrero que decía "Felicidades Elías y Rebeca". Una pista de baile espaciosa e iluminada con reflectores se encontraba en el medio, y a su alrededor las mesas con los invitados llenas de finas bebidas y postres.
Todo era... era perfecto, y muy hermoso. La abuela supo escoger muy bien el lugar y la decoración, e incluso la música suave que tocaba el DJ.
Mi lugar era en la amplia mesa principal, junto a Elías, rodeada por mis amigas y la abuela, quienes no dejaban de contar anécdotas de mi juventud que más que avergonzarme me provocaban mucha gracia, haciéndome olvidar por momentos la existencia misma del resto, estar con ellos y reír era un calmante al torrente de pensamientos que inundaban mi mente.
El alcohol también estaba siendo una buena ayuda, aunque solo bebía reducidas copas de champaña y vino blanco. Los nervios comenzaron a desaparecer de a poco, logrando así que volviese a sentirme cómoda junto a aquel hombre que no dejaba de sonreír con gracia cada vez que escuchaba las anécdotas de mis andadas de labios de las personas más cercanas a mí, hasta que de la nada mi progenitor vio bien interrumpir el agradable momento para pedir que lo acompañáramos a platicar con los otros empresarios.
No hacía faltar preguntar cuál era su intención detrás de aquella acción, lo que en realidad quería era jactarse de que oficialmente se había convertido en el suegro del hombre más rico del gremio, y para su suerte, Elías estaba de muy buen humor, dispuesto a soportarlo.
Yo, por otro lado, luego de la conversación con dos de aquellos hombres, en donde mi padre se esforzaba por dejarme de lado y volverlo algo masculino, había perdido la paciencia.
—Ahora regreso. —le murmuré a Elías, soltando su mano, antes de encaminarme hacia la mesa para tomar mi bolso de mano y dirigirme al baño.
Necesitaba un minuto lejos de todo, el estrés al que había, y seguía, siendo sometida era demasiado. Deseaba fumar un poco para calmar mis ansias. Me encerré en uno de los cubículos y encendí un cigarrillo, suspirando hondo y gustoso al sentir un ligero alivio invadir mi cuerpo.
Fijé la mirada en los anillos que adornaban mi dedo anular, y un jadeó brotó de mis labios cuando de un segundo a otro recordé la única ocasión en mi vida donde llegué a imaginar una joya similar representando el amor y la devoción que alguna vez sentir por la persona que me destruyó por completo.
Thomas Evans.
Hablábamos en tantas ocasiones sobre cómo sería nuestro futuro juntos, que me sentí perdida cuando él se marchó. El destino podía ser realmente cruel en ocasiones, y ahí estaba, casada con un hombre que al parecer me adoraba con el alma, alguien que me trataba de una manera especial, y aun así no podía dejar de preguntarme cómo hubiese sido la vida si mi apellido de casada fuese Evans, en lugar de Odell.
Pero, había algo que realmente llamaba mi atención, pese a todo lo que estaba ocurriendo, y era la falta de emoción... no sentía absolutamente nada. No era capaz, ya que en mi mente todo se trataba de un mero trámite, del cual podría obtener algo de placer y beneficios, y eso me hacía sentir como un ser humano realmente despreciable.
Apagué el cigarrillo luego de darle una última calada, y lancé la colilla por el retrete antes de dirigirme hacia el lavado para cepillar mis dientes y perfumarme un poco, intentando cubrir el olor a tabaco. Me observé una vez más en el espejo; donde alguna vez hubo pánico, ahora solo encontraba una expresión vacía. Habría deseado decir que no era así como imaginaba el día de mi boda, pero, debía ser sincera, desde el compromiso con Elías nunca imaginé el día de la boda, solo la noche de esta, donde finalmente le daría rienda suelta al deseo.
Pero no había nada más que eso, un ardiente y voraz deseo.
—Deja de sobrepensar las cosas —le hablé a mi reflejo. —. Te has casado con un buen hombre, uno atento, tierno, jodidamente sexi y muy ardiente... Pudo ser peor, papá pudo haber elegido a un completo idiota que te tratara como la mismísima mierda... ahora ve, y disfruta de la noche junto a él.
Inhalé profundo y me di un último vistazo en el espejo, ensayando mi mejor sonrisa, para luego salir del baño.
—Te divierte tenerlo a tu merced, ¿no es así?
Fruncí el ceño en confusión tras escuchar la voz de Maura a mis espaldas. Y por el tono en su voz, era claro que alguien había bebido de más.
—No sé de qué hablas, Maura. —suspiré, antes de comenzar a avanzar para alejarme de ella en un intento por evitar cualquier situación embarazosa, pero sentí su mano aferrarse de mi brazo para detenerme.
—No pierdes ni la más mínima oportunidad de humillarlo.
—¿Qué? —me giré para verla. —. ¿De qué hablas?
—¿Tenías que tardarte en darle una respuesta luego de que él lo hiciera tan de prisa? Te encanta sentir que tienes el control, y no haces más que lastimarlo. Incluso ahora, el pobre lleva casi una hora yendo de un lado a otro junto a tu padre, siendo exhibido como un maldito trofeo y tú te encierras en el baño, dejándolo solo.
«Carajo... ¿una hora? ¿En qué momento me perdí tanto en mis pensamientos?»
—Maura, querida —tragué saliva, mientras tiraba de mi brazo para zafarme de su agarre y me posaba frente a ella, colocando las manos en sus hombros para ganar su atención. —. No fue esa mi intención, y-yo... yo tenía problemas estomacales —mentí. —. Te juro que no deseo dañar a Elías.
Me dirigí a ella, tratándola como a una joven que solo estaba preocupada por su hermano mayor, cuando sabía que en realidad estaba perdidamente enamorada de él, lo notaba en la tristeza que sus ojos reflejaban. Tenía los parpados ligeramente rojizos, en señal de que había llorado.
Si era honesta, sentía compasión por ella.
—Solo míralo, Rebeca. —expresó apesarada, viendo a un punto por encima de mi hombro.
Me giré para buscar lo que me mostraba, y sentí una profunda tristeza al ver a Elías, quien aún intentaba mostrar interés en lo que fuese que aquellos hombres le comentaban, mientras bebía algo de champaña. Lucía un tanto decaído, comparado a cómo estaba acostumbrada a verlo normalmente, risueño, y debía reconocer que, hasta aquel momento, no me había tomado el tiempo de contemplarlo; siempre lucía apuesto, pero ese día estaba realmente radiante con un traje de color negro a la medida, su cabello en corte formal y una barba de tres días que perfilaba su atractivo rostro.
Estaba ahí de pie, viéndose como un hombre de ensueño que cualquier mujer mataría por tener.
—Hoy es el día más feliz de su vida, se ha casado con la mujer que lleva años amando. Esta mañana estaba tan entusiasmado, parecía un niño ilusionado, y seguramente ahora mismo se preguntará si habrá hecho algo mal, porque desde la ceremonia te has visto como cualquier cosa, menos una novia feliz.
Junté las cejas en una expresión conmovida, mientras fijaba la mirada en el rostro de Elías, contemplando las expresiones y gestos que lo marcaban. Hubiera dado cualquier cosa por saber qué pasaba por su mente en aquel momento y así poder corregirlo, decirle que no había absolutamente nada malo con él.
—D-Discúlpame. —balbuceé, antes de apartarme de Maura para volver a su lado.
Lo que menos deseaba, era que opacar su felicidad, a pesar de todo le tenía mucho aprecio y estima, no iba a mentir, aquel hombre sí movía algo en mi interior. Además, joder, fui yo, influenciada por mi padre y con miedo de ser apartada de mi abuela, quien aceptó el compromiso desde el inicio... lo que pasara a partir de entonces sería mi responsabilidad y haría cuanto estuviese en mi poder por evitar herirlo.
Que yo estuviese rota no significaba que andaría por la vida rompiendo a los demás.
—Buenas noches —dije con firmeza, acercándome por detrás y tomando su mano. —. Esposo. —le regalé la sonrisa más genuina que pude, mientras notaba sus ojos recuperar el brillo, en tanto guiaba nuestras manos entrelazadas hacia sus labios para besarme los nudillos.
—Ma femme. —dijo con ternura.
—Rebeca —habló mi padre con un ligero tono de reproche. —. Ahora mismo le estábamos comentando a Elías sobre la inversión de...
—Papá —lo interrumpí. —. Es una fiesta, no deberían hablar de negocios.
Todos se observaron entre sí, seguramente pensando en lo atrevida que estaba siendo, pero no me importaba, era nuestra boda y no permitiría que mi padre siguiera tratando a Elías como un maldito trofeo, yo misma sabía lo horrible que era ser tratada de aquella forma y luché la mayor parte de mi vida en su contra.
—Vamos, cariño, busquemos algo para beber. —le dije, tirando de su mano para alejarlo de los buitres.
Avanzamos entre algunas mesas con la intención de volver a aquella donde la abuela y mis amigas permanecían sentadas degustando bocadillos. Saludamos y agradecimos a los invitados que no dudaron en felicitarnos al vernos pasar, cuando de pronto la música pausó, y un muy animado DJ tomó el micrófono.
—Damas y caballeros, creo que es tiempo del primer baile como esposo y esposa.
Abrí los ojos de par en par, deteniéndome a mitad de camino, mientras veía a las personas a nuestro alrededor fijar la mirada en nosotros, expectantes sobre lo que pasaría a continuación. Volteé hacia Elías justo en el momento en que él posaba sus intensas esferas ámbar en mí, y torcía una diminuta sonrisa alzándose ligeramente de hombros.
«Oh cielos, si va pasar»
No hubo un cortejo de damas y caballeros de honor, mucho menos alguna conversación o ensayo sobre un baile en pareja, por lo que tuve un ligero temor de arruinarlo todo, mientras nos dirigíamos hacia la pista de baile.
—Chére... —me habló, frenando en seco antes de alzar la mano que mantenía entrelazada a la mía, para hacerme girar y atraerme hacia su cuerpo.
El ritmo de vals resonó en aquel salón, y Elías no dudó en rodear mi cintura con el brazo luego de que posara la mano en su hombro, para así comenzar a movernos. Mantuve la mirada puesta en el suelo, contando cada uno de los pasos en mi mente, esperando no tropezar debido a los nervios de tener tantos ojos puestos en mí, hasta que de pronto lo sentí inclinarse al punto en que su mejilla rozó con la mía.
—Hola. —su voz grave y sensual inundó mis oídos, antes de que guiara mi otra mano hacia su hombro, para después posar las suyas en mi cintura, sin dejar de movernos al ritmo suave del vals.
—Hola —sonreí, apoyando la cabeza en su pecho y relajándome por completo. —. Lamento haber desaparecido hace un rato, yo...
—Descuida —sus manos presionaron mi cintura, en lo que me pagaba más contra su cuerpo, y un suspiro involuntario brotó de mis labios al sentir su anatomía pegada la mía. —. Lo importante es que estás aquí, ahora, Chére —añadió, mientras continuábamos con los movimientos suaves y circulares de gran elegancia en el centro de aquel salón, teniendo todas las miradas puestas en nosotros. —. A menos que haya otro lugar en donde desees estar.
Alcé la cabeza, y lo miré a los ojos con temor, creyendo que aquel comentario se trataba de algún reproche a la actitud que había adoptado durante la ceremonia e incluso en la recepción, pero entonces me encontré con una mirada juguetona acompañaba de una sonrisa pícara, y mi cuerpo se estremeció al comprender a qué se refería.
«Joder, sí, claro que sí»
—Si te soy honesta, me gustaría irme ya —me estiré hacia él, aprovechando la altura que me otorgaban mis zapatos para llegar hasta su oreja. —. Muero por comenzar con mi noche de bodas. —le murmuré al oído, y sentí como su cuerpo se tensó ligeramente, mientras sus manos acariciaban mi cintura.
—yo igual, Ma femme, pero su padre ha insistido en que desea que hablemos con otros empresarios... se molestará si nos vamos —respondió, antes de hundir el rostro en mi cuello, dejando un beso húmedo en la piel de esa zona. —. ¿Qué hacemos?
Me estremecí cuando un delicioso escalofrió recorrió mi espina dorsal.
—Es nuestra noche, que se aguante...hay que irnos ya. —chillé con emoción, dejando de bailar y tirando de su mano para retirarnos de la pista bajo los aplausos de los invitados.
Llegamos hasta la mesa donde se encontraba la abuela junto a mis amigas, y tomé la botella de champaña que reposaba en una fina cubeta con hielo.
—Nos vamos —anuncié, mordiendo mi labio inferior al sentir el exuberante cuerpo de Elías pegarse a mi espalda mientras me abrazaba, dejando un beso en mi hombro desnudo. —. Las veré luego.
—Uy, ¿no quieren llevarme con ustedes? —preguntó Darcy. —. Sería un buen trío.
—Niña, qué cosas dices —mi abuela le dio un ligero pellizco y no pude evitar soltar una carcajada. —. cuídense mucho —dijo, poniéndose de pie para acercarse a nosotros, dejando un tierno beso en mi frente antes de estirar la mano hacia el rostro de Elías, acariciando su mejilla. —. Estoy muy feliz por ustedes.
—Gracias, abuela —tomé su mano libre, para besarle los nudillos. —. Te veré luego.
—Los recién casados huyendo de su propia fiesta para ir a coger —comentó Rita, acercándose para despedirse también. —. Adelante, crearemos una distracción para que no lo noten. —me guiñó un ojo.
—Esa será mi tarea, si no cogeré, al menos bailaré toda la noche. —dijo Darcy, yendo en dirección al DJ para pedirle una música más animada, antes de incitar a los invitados a ponerse de pie para bailar.
Dado a que la mayoría eran empresarios serios, invitados de mi padre, creí que todos la ignorarían, pero entonces el esposo de Izayana Stevens se puso de pie y no dudó en ir hasta ella para comenzar a bailar, causando que otros se animaran.
—Dame un minuto, Chére. —dijo Elías, antes de alejarse, dejándome sola con Rita.
—¿Puedo pedirte un favor? —le pedí, entrelazando nuestros brazos.
—No coquetearé con tu padre para distraerlo —advirtió. —. Sé que estará furioso de que se marchen antes.
Reí a carcajadas y negué con la cabeza.
—Quiero que cuides de Maura —le pedí, viendo a Elías acercarse a su mesa para anunciarle que se marchaba. —. Ha bebido mucho, y sé que cuando nos vayamos lo hará más. No permitas que termine ebria en la calle, vigila que no huya de los guardaespaldas.
—¿Quieres que sea la niñera de tu cuñada? —preguntó indignada, antes de poner los ojos en blanco. —. Bien, a cuidar de la mimada malcriada.
—Gracias —le regalé una tenue sonrisa, mientras veía a Elías venir en mi dirección luego de darle instrucciones a sus guardaespaldas. Que no hacía falta mencionar la expresión de desacuerdo que mostraban al saber que no nos acompañarían. —. Te lo recompensaré luego, porque ahora ésta que está aquí irá a hacerlo como si no hubiese un mañana.
Le guiñé un ojo, antes de posarme frente a ella, moviéndome al ritmo animado de la música, que para aquel punto ya comenzaba a ser pegajoso, hasta que entre risas rodó los ojos y se alejó para ir a bailar con Darcy y el resto. Sentí las manos de Elías posarse en mi cintura desde la espalda, pegándome a su cuerpo, y sonreí alzando una mano hacia atrás para acariciar su nuca mientras movía las caderas de manera sensual, bailando con él.
—Je veux te faire l'amour, Chére, toute la nuit —jadeó, deslizando una mano por mi abdomen de manera deliciosa, mientras inhalaba el aroma de mi cabello y aunque no entendí a la perfección lo que dijo, esperaba que hablase de sexo. —. ¿Nos vamos?
Mordí mi labio inferior y asentí con la cabeza, deteniendo mis movimientos para girarme y verlo de frente, encontrándome aquella intensa mirada que provocaba que mis piernas temblaran, haciéndome sentir el ser más diminuto sobre la faz de la tierra, pero también, el más especial.
Salimos del enorme salón tomados de la mano, la noche estaba fresca y el cielo estrellado. Me sentía realmente ansiosa, y para evitar saltar sobre él y pedirle cogerme en aquel patio que conducía a la salida, ahogaba mi anhelo con la botella de champán que llevaba en mis manos, dándole largos sorbos hasta que llegamos al auto.
—Mírame —pidió, deteniéndonos frente a la puerta del copiloto. —. ¿Qué tan ebria estás?
—Por favor —solté un par de risitas. —. Esto no embriagaría a nadie —comenté, antes de ofrecerle la botella, y abrí la boca fingiendo indignación al verlo beber lo que restaba de ella en un solo sorbo. —. ¡Qué egoísta! —le reproché, a lo que él rio a carcajadas.
—También quedé con deseo de más —comentó risueño, abrazándome por la cintura, antes de acercar su rostro al mío. —. Tendrás que conformarte con saborearlo de mi boca y yo de la tuya. —dijo con voz ronca, posando sus ojos en mis labios con una expresión tan sensual, que me hizo jadear.
—Me parece bien. —sonreí con picardía, estirándome hacia él para cubrir su boca con la mía en un prologando beso, en donde ambos luchábamos por obtener el control mientras me acorralaba contra el auto de una manera jodidamente caliente.
Me aferré de sus hombros, una vez que sus manos se posaron sobre aquella superficie fría, cercanas a mi cabeza y gemí contra sus labios al sentir que comenzaba a faltarme el aliento.
—Vamos a casa. —dijo con la respiración agitada y pareció hacer un gran esfuerzo para reunir la fuerza de voluntad y apartarse de mí, así como yo realicé uno por no detenerlo y comenzar otra sesión de besos en aquel lugar.
Ya deseaba llegar a casa.
Nos subimos al auto, y Elías lo puso en marcha. Decidí encender la radio para animar el ambiente y despejar un poco mi nublada mente, y comencé a bailar ahí sentada, convertida en un copo de nieve por el volumen de la cola de mi vestido remangado para dejar libres mis pies, mientras cantaba a voz en cuello la canción que sonaba, haciéndolo reír por mis ocurrencias.
—Ponlo en piloto automático y diviértete conmigo. —le pedí.
—¿Olvidas lo que pasó la última vez? —me vio con una ceja arqueada.
—Creo que hoy seremos los únicos en la calle. —declaré, sentándome de costado en aquel asiento que para mi suerte era amplio, antes de estirar mi pie libre de zapatos altos hacia su regazo.
Lo sentí estremecerse una vez que froté su entrepierna.
—Chére... ¿segura que no estás ebria? —preguntó entre risas, posando la mano en mi tobillo mientras se mordía ligeramente el labio.
Sonreí satisfecha por su reacción.
—¡Que mi locura es natural! —exclamé con diversión, antes de sacar mi torso de espaldas por la ventana y alzar las manos, disfrutando de sentir el viento gélido golpeando mis mejillas.
Hacer aquello se sentía tan liberador.
—Chére. —me habló, con un ligero tono de preocupación en su voz, manteniendo la mano aferrada con firmeza a mi vestido para sostenerme, mientras frenaba el auto.
Solté una leve carcajada, antes de deslizarme para volver al interior del auto, dejándome llevar por el leve tirón que él estaba ejerciendo, hasta quedar sentada en el asiento, aún de espaldas a la ventana.
—Oh, eres tan osada. —declaró con suaves risas, antes de quitarse el cinturón para estirarse hacia mí y apropiarse de mi boca con un beso voraz que me robó el aliento.
Era una posición bastante incómoda el estar así, aunque deseaba fervientemente tenerlo encima de mí, mi cabeza chocaba ligeramente con la puerta y la voluptuosa cola de mi vestido ocupaba demasiado espacio. En ese momento me di un par de bofetadas mentales por no haberme cambiado antes de abandonar la fiesta.
—No podemos quedarnos aquí —jadeó contra mis labios, una vez que cortó el beso. —. Ya no salgas por la ventana, o creeré que intentas huir de mí. —comentó con humor, dejando un casto beso en mis labios antes de volverse hacia su asiento y encender el auto.
Mordí mi labio inferior, que aún hormigueaba por la sensación de sentir los suyos, y me acomodé en el asiento manteniendo una boba y traviesa sonrisa.
Aquella había sido una muy buena introducción.
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