Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 41

 Rebeca Stain

Mantenía los ojos abiertos de par en par, con una expresión estupefacta que seguramente volvía mi rostro un poema, mientras escuchaba de labios de Elías la historia de cómo me conoció en la universidad, sintiéndome consternada por el hecho de que no recordaba en lo más mínimo aquel suceso. Sabía que no podía estar mintiendo, ya que el haber estado a punto de ahogarme fue el principal motivo por el que tuve que tomar clases de natación.

Mis recuerdos eran vagos, y las chicas no pudieron decirme quién me había salvado aquel día, lo cual no me sorprendía ya que estaban casi tan ebrias como yo, por lo que con el pasar del tiempo decidí dejar el tema atrás. Nunca imaginé que años más tarde estaría nuevamente frente a mí, menos aún, que me tendría tan presente, que incluso se llegaría a tatuar mis ojos, convirtiéndose después en mi maldito y jodidamente sexi prometido.

Era una completa locura, en todos los aspectos, y no sabía cómo sentirme al respecto. Se trataba de una mezcla extraña de emociones, y lo empeoraba el saber que mi vida privada y descarrilada tampoco era un secreto para él; sabía lo que hacía a detalles, y aun así no mencionó nada en el año y meses que llevábamos "conociéndonos" ... se sentía como una traición, como si todo lo vivido no fuese más que una mentira.

—Lo sabías todo —murmuré para mí misma, perdida en mis pensamientos. —. ¿Y aun así te comprometiste conmigo?

Él torció una ligera sonrisa, antes de ponerse de pie, y yo retrocedí un paso, viéndolo hacia arriba por la diferencia de estatura que era más notoria cuando no llevaba puestos mis zapatos altos.

—Lo único que siempre he sabido, Chére, es que tienes el sigilo, la astucia y fiereza de un felino —sus manos ahuecaron mi rostro y me acarició las mejillas con los pulgares. —. Más una belleza exquisita, y eso nunca me ha asustado, pese a que sé lo que conlleva.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza ante aquellas palabras y no pude evitar verlo con una expresión anonadada, en especial porque me di cuenta de que su última frase representaba el hecho de que aquel hombre se encontraba recibiendo golpes por mí desde el instante en que me conoció, y aún años más tarde el peligro a mi lado no menguaba.

«Joder...»

—¿Por qué no lo mencionaste antes? —inquirí, dando un paso atrás.

—¿Hubiese cambiado algo?

—¡Hubiese cambiado muchas cosas! —respondí, con más reproche del que pretendía mostrar.

La verdad, no sabía cómo sentirme al respecto. Era como una montaña rusa de emociones; por un lado, me parecían atractivas sus palabras tan osadas, y me encantaba el hecho de que supiera quien era yo en realidad, y no me juzgara, pero eran esos mismos detalles lo que me incomodaban, hasta el punto de hacerme sentir traicionada, porque era clara la desventaja que siempre tuve, desde el inicio de aquel compromiso... nunca estuve en control de la situación, como pretendía. De haber sabido que me conocía y que no le importaban mis actitudes, nos hubiésemos ahorrados muchos sinsabores, ya que al tratar de alejarlo siempre ocurría algo malo.

Ahora podía comprender el porqué me veía con admiración luego de que decidiera desafiar a mi padre y vestirme como siempre lo hacía... joder, mencionó mis rizos, cuando llevaba meses de no usarlos, me llevó a bares y me vio bailar con otros sin mostrar emoción alguna y era porque ya estaba acostumbrado a todo ello... ¿cómo no pude sospecharlo?

Y la pregunta más latente en mi cabeza, ¿Al final cuál era el objeto de su obsesión? ¿Acaso era la idea de que aquella joven tan ingenua y vulnerable que conoció en la universidad, sufriendo por un ex y la falta de cariño por parte de su progenitor, seguía oculta en alguna esquina de mi ser? Porque si ese era el caso, terminaría muy decepcionado y posiblemente todo entre nosotros acabaría de la peor manera.

Todo aquello, simplemente era demasiado para digerir.

—Quiero ir a casa, Elías. —intenté pasarlo de lado y dirigirme hacia la salida de la habitación, pero él me detuvo al sujetarme del brazo con firmeza.

Jadeé, estremeciéndome de pies a cabeza, mientras me giraba para verlo con sorpresa, ya que era la primera vez que se atrevía a sujetarme de aquella forma.

—Lo siento, por favor, perdón, no fue mi intención hacerte sentir mal —declaró, haciéndome retroceder hasta quedar de frente a él. —. Me habría gustado decírtelo desde el principio, pero no sabía cómo lo tomarías. Creí que lo mejor sería comenzar de cero.

Volvió a ahuecar mi rostro entre sus manos y me hizo alzar el rostro para verlo a los ojos. Se veía sumamente angustiado con un genuino arrepentimiento por lo que estaba pasando. Su expresión me resultaba tortuosa y joder, pese a todo, odiaba verlo en aquel estado por mí, sentía que no lo merecía cuando todo lo que había hecho era ser cariñoso, atento y gentil conmigo.

—No deseo que todo esto te agobie, Chére... de verdad lo siento, es tu cumpleaños, debió ser un día especial, perdón por eso —su dedo acarició la herida en mi mejilla con sumo cuidado. —. Y es muy tarde para salir, por favor, quédate a dormir e intenta descansar un poco.

—Y-Yo...

—Por favor —suplicó, sujetando mis manos y guiándolas hacia sus labios para besarme los nudillos. —. Dame una oportunidad de corregir mi error.

Sus ojos ámbar se posaron en los míos, viéndome con súplica, y como la primera vez que nos vimos en aquel restaurante, no pude evitar sentirme como un ser diminuto ante tanta intensidad, al punto en que mi cuerpo se estremeció con un nudo formándose en mi garganta, imposibilitándome hacer algo más que solo asentir con la cabeza, aceptando sus pretensiones.

Necesitaba descansar un poco, habían sido demasiadas emociones por un día.

Sorbí mi nariz, y solté sus manos intentando alejarme de él y volver hacia la cama, pero entonces me vi envuelta entre sus fuertes brazos y el aroma de su perfume inundó mis fosas nasales, resultándome ambas cosas como un efectivo anestésico que relajó tanto mi mente, como mi cuerpo.

—Perdóname por todo esto. —me murmuró y yo suspiré hondo.

Joder, ¿cómo iba a molestarme con él cuando actuaba de aquella manera tan tierna?

Le correspondí el abrazo, hundiendo el rostro en su pecho e inhalando el embriagador aroma masculino que emanaba de él. No podía evitar relajarme demasiado al tenerlo tan cerca, me sentía segura.

—Te llevaré a la cama —declaró, antes de cargarme estilo nupcial. Presioné los labios para no emitir un leve grito ante el ligero respingo que di por la sorpresa de ser cargada por él, y envolví los brazos alrededor de su cuello para sostenerme. —. Mañana será otro día, y traerá consigo su afán. —dijo con voz suave, dejándome sobre aquella superficie acolchonada.

También traería consigo una cicatriz en mi labio y un moretón en la mejilla, difícil de ocultar con maquillaje, por lo que le deberé una buena explicación a mi familia.

—Descansa, Chére...

—Espera —pedí en súbito, tomando su mano una vez que vi en él la intención de marcharse cargando la bandeja de comida que había traído. —. No te vayas, quédate conmigo.

No se trataba de la comida, había perdido el apetito, por lo que no quería nada de lo que traía. Era el hecho de que no sabía si estaba siendo demasiado exagerada, pero no quería quedarme sola aquella noche, lo ocurrido en el club daba vueltas en mi cabeza, y me asustaba.

—Por favor, Elías, quédate.

Asintió con la cabeza, y no dudó en comenzar a quitarse los zapatos y la camisa, para luego subirse a la cama y recostarse a mi lado. Me giré para quedar de frente y no dudó en recibirme con un tierno abrazo, perdiéndome apoyar la cabeza en su pecho desnudo. Escuché los pausados latidos de su corazón, y sentí su mano acariciar con ternura mi espalda, hasta que poco a poco me fui quedando dormida.

Fue un día tan pesado, que ni siquiera pensé en el sinfín de oportunidades que tuve, debido a que me encontraba durmiendo con él, estando prácticamente desnuda, mientras él solo dormía con su pantalón, dejando a mi vista su ardiente torso de sensuales tatuajes. El sueño, la aflicción y el miedo me dominó por completo, y para cuando desperté al día siguiente, él ya no se encontraba en la cama, sino que estaba volviendo a la habitación ya duchado y vistiendo formal, como siempre.

—Te llevaré a casa, como lo prometí anoche.

Lo miré a los ojos, y asentí con la cabeza.

Durante todo el camino en auto permanecí en completo silencio, viendo a la ventana mientras Elías se encontraba a mi lado en el asiento trasero, sostenía mi mano y los chicos iban enfrente. Al llegar a casa, me preguntó si deseaba su compañía, pero me negué con amabilidad, la verdad sentía que necesitaba un poco de espacio, y ver a Ander con su expresión de desprecio, demostrando lo molesto que estaba conmigo por no haber estado ahí para cuidar de Elías durante lo ocurrido en la fiesta no me ayudaría para nada. Se despidió dándome un tierno beso, y se marchó.

Creí que podría controlar mis emociones, pero apenas crucé la puerta y la imagen de la abuela saliendo de la sala de estar a recibirme llegó a mi campo de visión, se me fue imposible no quebrarme como una niña pequeña y correr a sus brazos hecha un mar de lágrimas.

—Mi amor, ¿qué ha pasado? —preguntó, angustiada.

No pude formular una oración coherente, todo lo que hacía era balbucear.

—¿Qué rayos pasa aquí?... y ¿qué demonios te pasó en la mejilla, Rebeca? —preguntó papá, bajando las gradas.

Mi sangre ardió de enojo.

—¿Que qué me pasó? Todo esto fue tu culpa. —gruñí, girándome para enfrentarlo.

Él frenó en seco, y me observó de pies a cabeza.

—¿Tu prometido lo hizo? —preguntó, sorprendido.

—¡No, papá! Pero ¿sabes quién sí lo hizo? El hombre a quien le arruinaste la vida por coger conmigo.

—Rebeca, hija. —la abuela me pidió prudencia solo con utilizar aquel tono horrorizado, mientras posaba las manos en mis hombros. —. Explícate correctamente.

—Sí, ¿de qué demonios estás hablando?

—Hablo de Mitchell, el hombre que entrevistamos juntos... ¿por qué no me dijiste que lo sabías? ¿Por qué no me advertiste que habías arremetido en su contra?

Él enarcó una ceja, y se cruzó de brazos, poniendo los ojos en blanco.

—Ese imbécil se atrevió a faltarme el respeto en mi propia empresa...

—¡Fue mi idea! ¡Fui yo quien lo siguió hasta el baño y lo sedujo!

—Un hombre prudente sabe cuándo decir no. —respondió, molesto, dando un paso en mi dirección y señalándome con el dedo.

La frustración se apoderó de mi ser.

—Pero no debió cargar con toda la culpa, en todo caso con echarlo de tu empresa habría sido más que suficiente... ¿por qué desestimarlo frente al resto?

—¿Por qué lo defiendes tanto?

—¡¡Porqué casi me asesina!! —grité con histeria. —. Ese hombre tenía un arma, y estaba dispuesto a todo, ¡iba a matarme, papá!

Lo observé a través de un paño de lágrimas, sintiendo una horrible opresión en mi pecho que me orillaba a querer gritar y romper todo a mi paso. Lo único que me mantenía estable, era los brazos de mi abuela.

—¡Fue tu culpa! ¡Casi me asesina por tu culpa, por el odio que siente hacia ti!

—Oh, mi amor, tranquila. —la abuela intento consolarme, una vez que me giré hacia ella para abrazarla con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello.

—Rebeca... —sentí la mano de mi padre en el hombro, y me giré para enfrentarlo como aparentemente él quería. —. Lo lamento, hija... no sabes cuanto lo lamento —dijo, y para mi sorpresa, no había ni una pisca de falsedad en su voz... su preocupación parecía genuina. —. Te aseguro que haré a ese bastardo pagar por lo que te ha hecho.

—¡No! —respondí, alterada. —. No harás nada más en contra de ese hombre, ya le jodimos la vida lo suficiente.

—¿Pretendes que todo quede impune?

—No quedará impune, pero solo pagará lo justo, no más... —me aparté de ambos para encaminarme hacia las gradas. —. Solo quiero dejar todo esto atrás.

—¡Rebeca! —me detuve en seco, antes de girar la cabeza hasta verlo de reojo y me sorprendí al verlo venir en mi dirección. Me giré hasta quedar de frente, esperando a saber qué diría, y me estremecí de pies a cabeza cuando de pronto me encontré envuelta entre sus brazos. —. Me alegra que no te pasara nada más, hija mía, porque no me habría perdonado nunca si te hubiese perdido.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, e inconscientemente junté las cejas en una expresión conmovida. Era la primera vez en años que mi padre reflejaba verdadera preocupación por mí y eso provocó que un ligero sentimiento cálido se posicionara en mi pecho, ¿era quizás alivio? ¿O más bien la infantil e ilusa esperanza de encontrarme finalmente ante el hombre que alguna vez amé y me amó con el alma?

Le correspondí el abrazo con mucha fuerza, como si fuese algo que esperaba desde hacía mucho tiempo, con ansias. Estaba tan consternada que llegué a pensar que lo estaba alucinando, pero la expresión enternecida de mi abuela era una clara muestra de que aquello estaba pasando en realidad.

—Solo espero que, pese a todo, hayas tenido un buen cumpleaños, niña. —besó mi frente, y acarició mi mejilla, teniendo especial cuidado con la zona afectada.

—S-Solo prométeme que no harás nada —pedí con un hilo de voz. —. Respeta mi decisión.

—Lo haré —volvió a besar mi frente, en esa ocasión fue un beso prolongado, y luego de eso me dio la espalda y se marchó, dejándome a solas con mi abuela.

—Mi amor —ella suspiró, acortando el espacio entre nosotros. —. ¿Está todo bien?

Tragué saliva y asentí con la cabeza de manera frenética.

—¿Sabes que sé cuándo mientes? —me preguntó, tomando mi mano. —. Vamos a la cocina, te prepararé algo de comer, buscaremos un remedio para esa herida y me contarás qué te agobia.

—No sé si sea agobio, abuela, es más bien una inquietud —declaré, siguiéndola sin protestar. —. ¿Recuerdas el tatuaje de Elías?

—¿El de tus ojos? Ah, ahora entiendo —soltó una media risa. —. ¿Confirmaste lo que te dije y ahora te asustas?

Abrí los ojos de par en par, con una expresión anonadada mientras me sentaba en el taburete de la isla, viéndola adentrarse en aquel enorme y lujoso espacio. Me sorprendía lo perceptiva que podía llegar a ser.

—Anda, cuéntame, ¿de dónde se conocen?

Suspiré hondo y comencé a narrarle lo que recordaba de la conversación con Elías, siendo lo más exacta que podía en los detalles, y ella me escuchó atentamente, mientras me preparaba un licuado que al parecer serviría para el moretón en mi mejilla.

—Vaya —comentó, en tanto amasaba algo de harina. No se me pasó desapercibido el hecho de que se encontraba haciendo un pastel de limón, y eso me emocionó. —. Es sorprendente como Dios actúa de maneras misteriosas.

—Pero, abuela, debes aceptar que es demasiado extraño... es decir, ya me conocía y no dijo nada.

—¿Habría servido de algo? —arqueó una ceja. —. Cariño, no habría servido de nada, si bien él ya sabía de tu existencia, tú no de la suya, así que hizo bien en querer comenzar de cero. Aparte, no te conocía, te había visto en varias ocasiones, eso no significaba que supiera todo de ti, no se puede decir conocer a alguien solo por su manera de actuar en situaciones determinadas, los humanos somos más complejos que eso; Elías conocía un lado tuyo, y quería conocerte por completo, así como darte la oportunidad de conocerlo a él.

—P-Pero, y-yo... —mordí mi mejilla interna, sin saber cómo refutar aquello.

—¿Sabes algo, mi niña? Si bien es una situación bastante extraña, como declaras, también me parece algo espectacular —se detuvo unos segundos y me miró a los ojos, esbozando una tierna sonrisa. —. Todo esto solo me dice que ese hombre ha luchado más que cualquier otra persona porque tú estés en su vida, y eso solo demuestra lo especial que eres para él... siéntete orgullosa, cariño, has encontrado el amor en el compromiso.

Fruncí el entrecejo.

«¿Amor en el compromiso?»

—¿Por qué pones esa cara? —me preguntó. —. ¿Acaso te ha asustado tanto el hecho de que no te rechace por todo lo que has hecho, que piensas romper el compromiso?

Negué con la cabeza. Romper el compromiso no era una opción, mi padre no lo permitiría, además, me agradaba demasiado Elías, me hacía sentir en paz... me hacía feliz. ¿Quién lo diría? Ese hombre había logrado que me sintiera cómoda a su lado, y también que lo deseara con locura. ¿Cómo iba a echarme para atrás sin haber cogido con él?

—Qué bueno que no piensas romperlo, porque ya solo falta que elijas tu vestido de novia, y tu padre no deja de hablar sobre llevarte al altar.

Carajo, la boda ya estaba a la vuelta de la esquina.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro