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Capítulo 37

Sonreí satisfecha por su respuesta, antes de guiar la copa hacia mis labios, viéndolo de manera sugerente. Bebimos varios de tragos, antes de que él tomara mi mano para ayudarme a ponerme de pie, y así juntos nos dirigimos hacia la pista de baile. Con una radiante sonrisa dibujada en sus labios, me hizo girar hasta quedar de espaldas a él, y sentí como sus fuertes brazos rodeaban mi cintura al mismo tiempo en que dejaba un beso sobre mi hombro, pegándome a su cuerpo para comenzar a movernos al caliente ritmo de la música que resonaba en aquel lugar.

Me parecía curioso como todo había cambiado desde la primera vez que salimos juntos, en donde solo se limitó a observarme de lejos, mientras tomaba un par de tragos.

Pasé de sentirme incómoda en su presencia a anhelarla, anhelar sus abrazos, sus besos, sus miradas de ternura, y eso me asustaba, debía reconocer, me asustaba la forma en aquel hombre podía volver soleados mis días más grises con solo una sonrisa, porque eso solo indicaba que estaba cediendo ante él, le estaba dando el poder de herirme en cualquier momento. Me estaba volviendo adicta, y sabía que cortar esa dependencia no sería fácil.

Suspiré profundo, un tanto agobiada ante aquellos pensamientos y eché la cabeza hacia atrás para apoyarla en su pecho. Él respondió al gesto con un beso en mi cuello que me hizo estremecer.

Mordí mi labio inferior y comencé a mover mi cuerpo contra el suyo. Su mano derecha recorrió mi cadera y se extendió hasta mi estómago, erizándome la piel a lo largo de mi costado. Alcé la mano para acariciarlo, posándola en su nuca mientras continuábamos moviéndonos a aquel ritmo tan sensual, hasta que su mano se aferró de mi vientre bajo, pegándome más a él, y gemí al sentir su cálido aliento en mi oído luego de que un jadeó se escapara de sus labios.

Joder... él adoraba torturarme, estaba segura de eso.

Me había esforzado por no volver aquel momento sexual, incluso por ello le pedí bailar, porque era consciente de que nada más pasaría entre nosotros hasta el matrimonio, pero aquel sensual idiota no ayudaba a mi autocontrol, estando tan pegado a mi espalda, moviéndose de aquella forma tan magistral.

—Ah, cielos... —gemí, cuando me hizo girar hasta verme de frente, acorralándome entre la pared y su exuberante cuerpo. Ya se le habían subido los tragos, eso era claro. —. Cuando ebrios, unos se ponen nostálgicos, otros violentos, y tú... ¿lujurioso?

Soltó una ligera carcajada y coló una pierna entre las mías, antes de sujetarme de la nuca para atraerme hacia él y besarme, sus labios eran duros y exigente, su sabrosa boca devoraba la mía sin piedad y su lengua entraba, y se enredaba, haciendo espirales que me enloquecían, robándome el aliento. Todo lo que podía hacer era seguirle el ritmo y esforzarme por no desfallecer en sus brazos ante tanta tensión sexual invadiendo mi cuerpo... lo necesitaba.

—Elías, eres cruel —murmuré contra sus labios, envolviendo mis brazos en su cuello y pegándome más a él, al mismo tiempo en que empleaba un ligero movimiento de cadera, frotándome en su pierna. —. Me torturas de esta forma el día de mi cumpleaños —gemí, cubriendo su boca con la mía para besarlo con ansias. —. No es justo, quiero más.

Sus manos presionaron mi cintura, y lo sentí reír en mi boca antes de que comenzara a bajar la intensidad, recudiéndose a dejar castos besos. Emití un jadeo tembloso, y hundí el rostro en su pecho una vez que apartó su pierna de entre las mías y tomó unos centímetros de distancia entre nuestros cuerpos. El mío resintió su calor.

—Mejor bebamos otro poco. —murmuró, guiando la mano hacia mi espalda para darme suaves caricias.

Carajo, yo estaba ardiendo de deseo y ¿él solo pensaba beber más? No debía sorprenderme.

Tomó mi mano, dejando suaves besos en mis nudillos, antes de guiarme en dirección a las gradas que daban a la zona VIP, donde nos habíamos reunido con mis amigas, y de igual manera, donde me dejó en claro que no planeaba coger conmigo desde el inicio de la relación. Fruncí el ceño en confusión ya que esperaba que volviéramos a la barra. Me preguntaba a qué estaría jugando.

Soltó mi mano y se hizo a un lado para cederme el paso, como todo un caballero. Le regalé una sonrisa de labios apretados y crucé el umbral de la puerta suspirando hondo, aun sintiendo un ligero hormigueo en mis labios, vientre bajo y zona íntima... bajar aquella excitación con alcohol me resultaría muy difícil.

—Ven, Chére —dijo con una voz tan ronca que un delicioso escalofrío me recorrió mientras lo sentía sujetarme del antebrazo con firmeza y hacerme retroceder hasta quedar contra la pared. —. Mi intención nunca será torturarte —jadeó, pegándose más contra mi cuerpo. —. Pero tampoco voy a hacerlo contigo, como deseas.

Tragué saliva, mientras lo miraba a través de mis pestañas, consternada pero jodidamente caliente al percibir su lenguaje corporal tan sensual y ardiente.

—Pero, eso no significa que no te pueda dar placer de otra forma. —ofreció de pronto, dejándome anonadada, antes de hacerme girar hasta quedar de frente a la pared y pegarse a mí desde la espalda, permitiéndome sentir toda su anatomía.

Jadeé, y mordí mi labio inferior una vez que sentí su mano acariciar mi pierna, antes de comenzar a subir lentamente, levantando la tela de mi vestido a su paso.

—¿Lo deseas, Chére? —me murmuró al oído, antes de rozar sus dientes en el lóbulo de mi oreja, mientras deslizaba una de sus manos hacia mi muslo interno, y la otra se alzaba acariciando mi torso.

—S-Sí —gemí, separando las piernas para darle accedo. —. Lo deseo.

—Lo que desee, Ma Chére —me murmuró, hundiendo el rostro en mi cuello para comenzar a besarlo. —. J'aime ce cul. —me murmuró con la voz ronca, y pese a que solo imaginaba creer lo que había dicho, las piernas me temblaron y un delicioso escalofrío atravesó mi espina dorsal.

Cielos, lo adoraba sobrio, pero debía reconocer que Elías Odell ebrio se estaba volviendo mi debilidad.

La infinidad de sensaciones que me provocó me hizo emitir un gemido tembloroso y mover ligeramente las piernas, mientras me pegaba más a la pared. Mi mente estaba en blanco, no sabía qué pensar en aquel momento, es decir, rayos, ¿quién era aquel tipo? En muchas ocasiones llegué a imaginarme aquel momento, incluso mientras estábamos en la piscina de su casa, y nunca pensé que fuese tan bueno en ello. Literalmente me encontraba de puntas, con las piernas temblándome de deseo hasta que sentí como un repentino alivio envolvía mi cuerpo, y una diminuta sonrisa se dibujó en mis labios, mientras pensaba en lo curioso de la situación.

Buscaba en mi cabeza alguna idea sobre qué decir, cuando de pronto me hizo girar para quedar de frente, dispuesto a una segunda ronda que me dejó delirante.

—Tu es exquise, Ma chére. —jadeó, torciendo una sonrisa sugerente.

Sentí un climax espontáneo que me hizo temblar.

¡Por todos los cielos! ¡¡¿Quién era ese hombre?!

No fui capaz de detener el impulso de abalanzarme sobre él, atrapando sus labios en un beso intenso. Debido al repentino saltó, estuvo por perder el equilibrio, pero se paró firme, posando las manos en mi cintura para sostenerme una vez que enrosqué las piernas en la suya, y me correspondió el beso con la misma intensidad, mientras se giraba para comenzar a andar hacia el sofá más grande que había dentro de aquel espacio.

Odell se dejó caer sentado en el sofá, mientras guiaba la mano hacia mi nuca para profundizar más aquel beso. Mi cuerpo tembló con espasmos una vez que me acomodé en su regazo y gemí contra su boca en el momento en que sentí lo duro que estaba. Sentir todo aquello me hizo perder la poca cordura que tenía, y no dudé en guiar las manos hacia su camisa para comenzar a desabotonarla, con prisa, con ansias. Posé las manos en su pecho firme lleno de tinta, y comencé a acariciarlo mientras él continuaba besándome.

Comencé a mover las caderas. Él gruñó en mis labios antes de enroscar el brazo alrededor de mi cintura y girarse para invertir los papeles al dejarme recostada en aquel sofá.

«Por todos los cielos, ¡qué delicia!»

Quería recuperar un poco del control, así que continué moviendo las caderas, y me estiré hacia su pecho, dejando algunos besos en él, hasta que me tomó del rostro con ambas manos para besarme con desespero y se fue sobre mí, obligándome a recostarme. Apoyó su peso de manera deliciosa, y me perdí en aquel mar de sensaciones.

—Chére —murmuró contra mis labios, rozándolos con sus dientes. —. Debo detenerme.

—No —gimoteé, enroscando las piernas en su cintura y aferrándome de él. —. No pares, sigue... por favor.

Él tomó una bocanada de aire profunda, literalmente se sintió como si inhalara todo el aire de aquel espacio, y lo hizo para reunir la fuerza de voluntad suficiente para cortar el beso y semi incorporarse, viéndome a la cara.

—Elías —expresé con aflicción. —. No te retractes ahora.

—Oh, Chére, no deseo hacerlo —jadeó, antes de guiar la mano hacia mi rostro y acariciarme la mejilla. —. Pero tengo una promesa que cumplir.

Espera, ¿qué? ¿Una promesa a quién? No lograba entender a qué se refería.

—Espérame un poco más, Chére... te lo suplico. —pidió, guiando la mano hacia mis labios y para acariciarme el inferior con su dedo. —. Solo un poco más.

Pedirle eso a una mujer caliente no era muy sensato de su parte, pero por algún motivo el tono en su voz y la mirada de súplica que me dedicó me hizo suponer que, sea lo que fuese esa supuesta promesa que lo detenía de coger conmigo, era muy serio... él lo tomaba en serio, y aunque mi primer impulso fue querer gruñir con frustración y retirarme de aquel lugar molesta, simplemente me calmé y decidí que respetaría su deseo.

—Y-Yo... ¿puedes moverte? —pedí, dado a que aún lo tenía sobre mi cuerpo.

—Chére... —juntó las cejas en una expresión de tortura. —. No quiero arruinar tu cumpleaños.

—No lo haces —respondí con honestidad. —. Te pedí un baile sensual y me diste placer, eso ya es algo.

Él presionó los labios en una sonrisa titubeante.

—Desolé. —dijo, antes de inclinarse para dejar un beso casto en mis labios y ponerse de pie.

Me incorporé hasta quedar sentada, mientras lo veía comenzar a abrochar su camisa. Suspiré hondo y torcí un poco los labios, acallando esa voz en mi cabeza que me pedía realizar algún berrinche que lo hiciera sentirse en la obligación de cogerme, luego de calentarme tanto. Busqué mis bragas con la mirada localizándolas en el brazo del sofá más pequeño y me puse de pie para ir por ellas.

A medida que las iba subiendo por mis piernas podía percibir el temblor en ellas, y aún sentía rastros de las sensaciones que habían dejado sus dedos en mi interior. Joder, la verdad es que sí había sido asombroso, provocó mucho solo con sus dedos, y no podía imaginar lo que hubiese logrado con la lengua, o su miembro.

¡Pero pensar en eso solo me calentaba más!

—Te buscaré algo de beber —me habló desde la espalda y la piel se me erizó cuando guio las manos hacia el bulto que formaba mi vestido a mitad de mi torso para tomar el borde y comenzar a bajarlo. —. ¿Alguna petición especial?

Cerré los ojos, al sentir sus dedos rozar mis muslos externos, y jadeé una vez que dejó un beso en mi hombro y se apartó, luego de acomodarme el vestido.

«¡Maldito seas Odell!»

—Tequila, mucho tequila. —jadeé, girándome para enfrentarlo. —. Con limón y sal.

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