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Capítulo 34

La tensión que predominaba en la parte trasera de aquel auto era tanta, que incluso podría haberse logrado cortar con un cuchillo. Todos íbamos en completo silencio, ya que cualquier tipo de conversación que Elías intentaba comenzar finalizaba con alguna respuesta cortante por parte de su amiga, quien, pese a que intentaba disimular su disgusto, no lo lograba.

Fue un viaje realmente tortuoso, en especial para Odell, ya que iba en medio de ambas sin saber a quién prestarle su entera atención, y lo dejó entrever al soltar un suspiro de alivio en el momento en que Ander estacionó el auto en un pintoresco restaurante.

Hugo me abrió la puerta, y me apresuré a salir al mismo tiempo en que Ander le abría a Maura, quedando Elías solo en el auto, con una notoria lucha mental sobre el lado por el que debía bajarse, en especial porque su amiga se encontraba de frente a la puerta, esperando por él. No tenía la intención de ponerlo en la incómoda situación de decidir entre ambas, joder, eso era un maldito juego de adolescentes, por lo que decidí girarme y comenzar a andar hacia el restaurante, pero no di ni tres pasos cuando de pronto sentí su mano aferrarse de la mía, mientras su exuberante cuerpo se posaba a mi lado para caminar junto a mí.

Presioné los labios e incliné ligeramente el rostro para ocultar la sonrisa de satisfacción que se dibujó en mis labios, mientras ingresábamos en el lugar que ostentaba una decoración vintage muy llamativa, con paredes rusticas. Creí que nos dirigiríamos hacia alguna de las mesas, sin embargo, Elías me guio hasta una puerta trasera que daba a un extenso patio donde se encontraba una cabaña con techo de paja rodeadas de flores, y más allá de esta, un hermoso lago.

—Aquí venden unas sopas realmente exquisitas, Chére —comentó, mientras me acomodaba la silla. —. Si es que las disfruta, de lo contrario, hay mucha variedad en el menú, incluyendo hamburguesas artesanales.

Estupendo.

—Me inclinaré por la hamburguesa. —respondí, sentándome a la mesa.

—¿Es en serio? —se entrometió Maura, quien permaneció de pie hasta que Elías le cómodo la silla también. —. ¿De verdad piensas pedir esa aberración en lugar de algo más sano? Es muy corriente.

Enarqué una ceja, viéndola con una expresión de pocos amigos. No sabía si era suerte por tenerla lejos, o más desgracia, pero se había sentado en el otro extremo de la mesa, de frente a nosotros.

—Maura —dijo Elías en tono de advertencia, sentándose a mi lado. —. Por favor, se cortés.

—No pretendo ofender —alzó las manos, en señal de paz. —. Solo digo que deberías cuidar lo que comes, querida, no querrás ponerte como una vaca y dejar de llamar la atención de la manera en que lo haces. —dijo en un tono sarcástico, esbozando una sonrisa falsa.

La observé con los ojos abiertos de par en par, sin poder creer que realmente se atrevería a decir aquello. ¿Cómo podía referirse de esa manera tan grosera sobre el cuerpo de alguien más e intentar crear inseguridades? Ella y mi padre parecía cortados del mismo árbol.

—¡Maura, no seas grosera!

—Tranquila, cariño —le respondí, al mismo tiempo en que me aferraba del brazo de Elías, apoyando la cabeza en su hombro. —. Este hombre me ha dejado muy en claro que mi físico es lo de menos, sin importar lo que coma o vista, tengo su total atención, y eso es lo que cuenta. —sonreí con satisfacción cuando él me correspondió con un tierno beso en la frente, y el rostro de Maura cambió a amargura.

Los meceros llegaron con el menú justo a tiempo para detener un concurso de miradas desafiantes entre ambas. Intentaba no dejar que me afectara su comportamiento, es decir, la entendía, ¡Carajo, claro que lo hacía! No era fácil, para nadie, ver a la persona que tanto amaba con otro, pero yo no era la culpable, sino ella, por no ser honesta con Elías desde un comienzo y decirle lo que sentía por él, para así impedir que el compromiso llegase a concretarse.

En lugar de ser honesta arremetía en mi contra, como una cobarde arpía, y eso comenzaba a irritarme en gran manera, así como su actitud de superioridad, creyéndose la persona más importante en la vida del hombre que sería mi esposo.

—Una hamburguesa artesanal y vino tinto. —pedí, devolviendo la carta del menú.

—Yo quiero una ensalada de verduras con camarones y Elías... supongo que deseas una sopa de mariscos, ¿cierto? Tráigale una sopa de mariscos.

—Sí, está bien —respondió tranquilo, cerrando la carta del menú para devolverlo al mesero. —. También querré vino tinto. —se giró para verme y torció una sonrisa.

Le correspondí el gesto, pese a que tenía la ligera sospecha de que simplemente intentaba complacernos a ambas, ya que antes de que Maura ordenara por él, se encontraba en la sección de cremas, y seguro iba a pedir crema de mariscos en lugar de sopa. De igual manera, lo que comería no se acompañaba con vino tinto, sino blanco, pero intentaba compartir algo conmigo durante el almuerzo.

—Oye Elías, ¿acaso recuerdas...?

Maura comenzó una conversación totalmente excluyente sobre sus vivencias del pasado, por lo que suspiré hondo, y desvié la mirada hacia el lago que se extendía a la distancia, distrayéndome en el hermoso paisaje, y de un segundo a otro recordé el viaje de vacaciones, justo en el momento en que descansábamos frente al lago lleno de lotos blancos, y podía jurar que sentía mi piel hormiguear al recordar sus caricias y todo lo que provocaba en ellas. Un pensamiento llevó a otro, y nuevamente volvió a mi cabeza la última noche juntos en aquel lugar, donde anhelé desesperadamente poder sentir sus manos acariciar mi cuerpo, sus labios pesando mi piel y tenerlo en mi interior hasta saciarme.

—¿Tú qué opinas, Rebeca? —parpadeé un par de veces para concentrarme luego de escuchar la voz de Maura, cuestionándome.

—Disculpen, estaba distraída.

Ella rodó los ojos.

—Lo que hizo Elías durante la reunión fue muy poco profesional, disculpa que lo diga, quizás te sentiste halagada, pero desde el punto de vista profesional, tú como hija de un empresario... ¿qué dirías?

Alcé las cejas, mientras me giraba para ver a Elías, notando que su rostro, siempre apacible, en aquel momento lucía pensativo y expectante a mi reacción.

—¿Acaso me sobrepasé, Chére? Y no me refiero a los empleados o socios, son lo de menos, simplemente no pensé en cómo se sentiría usted. La expuse ante todos sin una advertencia previa, estaba tensa y nerviosa, por eso tropezó... —posó su mano sobre la mía, encima de la mesa. —. Desolé.

Negué con frenesí.

—No me ofendió, lo juro —me apresuré a responder al ver la angustia dibujada en sus facciones. —. Confieso que me sentí extraña en su momento, pero no de una mala manera. Fue solo la falta de costumbre ante esa clase de muestras de aprecio, más, sin embargo, me sentí me sentí muy halagada y agradecida por tan lindas palabras —guie la mano libre hacia su rostro para acariciar su mejilla con ternura, esbozando una tierna sonrisa. —. Y, respecto a tu pregunta Maura —la observé de reojo. —. Quizás careció de profesionalismos, pero a su vez, fue muy humano. A nivel personal, como hija de un empresario, confiaría poner mis bienes en manos de alguien que defiende con vehemencia lo que aprecia.

Estaba siendo un tanto presuntuosa, pero si ella pretendía provocarle un fuerte remordimiento por lo que hizo, era mi responsabilidad hacerle saber que apreciaba el riesgo que había corrido por mí ante sus empleados y miembros de la junta directica, después de todo, ellos no sabían que había escuchado su conversación, por lo que suponían que no conocía el motivo por el que Elías lo había hecho.

Y la verdad, agradecía en gran manera haber espiado, ya que de lo contrario sí me habría desencajado.

—Su comida, damas y caballero. —anunció un mesero, interrumpiendo en el momento exacto al acercarse junto a otros dos.

Comenzaron a servir la comida, todo se veía realmente exquisito. La presentación era impecable, se veían profesionales, y los utensilios lucían finos, aunque para mí eso era lo de menos ya que estaba concentrada en la hamburguesa artesanal que me hacía agua la boca.

Uno de ellos destapó y posó una botella de vino tinto sobre la mesa al mismo tiempo en que una joven servía la sopa. La chica estaba un poco distraída y sin darse cuenta golpeó la botella con el codo, lo que provocó que el líquido se derramara sobre el torso de Elías, manchando su blanca y perfectamente planchada camisa. Ella soltó una exclamación de horror, e intentó girarse para disculparse, más, debido a la torpeza que producían sus nervios empujó el plato de sopa. Odell trató de sostenerlo para impedir que se cayera, lo que causó que el líquido caliente se derramara en sus manos y mojara su regazo.

—¡Zut! —exclamó, sobresaltado, antes de ponerse de pie, sacudiendo sus manos. Abrí los ojos, horrorizada, y no dudé en tomar una toalla para ponerme de pie e ir a auxiliarlo.

—¡Es que no te fijas! —le riñó Maura, evidentemente furiosa. —. Esto lo pagarás con creces.

—De verdad lo siento, de verdad lo lamento. —dijo la joven, rota en llanto, mientras sus compañeros la observaban horrorizados, sin saber qué hacer o decir.

—Lo lamentarás más cuando estés en la calle.

—Basta, Maura, fue un accidente —rebatí, mientras tomaba las manos de Elías para intentar limpiarlas, pero él las apartó con rapidez, impidiendo que les pasara la toalla.

Lo observé extrañada, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar instantáneamente la noche del club, donde también ocultó sus manos de mí.

—Se supone que este es uno de los mejores restaurantes, no deberían contratar a personas tan ineptas.

—Maura, basta, fue un accidente —Elías repitió mis palabras, mientras desviaba el rostro para evitar mi mirada interrogante. —. Usted... —se dirigió a la mesera. —. No presentaré una queja, pero retírese, por favor... ¡Los tres retírense!

Los chicos no esperaron que lo pidiera una vez más y se retiraron con prisa, mientras la joven se disculpaba una vez más, entre incesantes sollozos, antes de retirarse a grandes zancadas.

La observé con pesar mientras se alejaba hasta desaparecer de mi campo de visión, y volví la mirada hacia Elías, quien se encontraba viendo el desastre que llevaba encima, con las mangas de su blazer y el regaza empapados debido a la sopa, más la mancha en su camisa. Se apresuró a tomar una toalla de la mesa, y comenzó a frotarla sobre las mangas de su saco con desespero y frustración, mientras su expresión se tornaba dura, así como fría.

Posé la mirada en sus manos, cuyas venas se encontraban resaltadas luego de lo caliente de la sopa, y noté que estaba temblando de impotencia. Era una reacción muy inusual, sospechaba que no estaba triste, ni angustiado por un traje que claramente podía sustituir por diez más con solo chasquear los dedos... algo andaba mal.

—Esto es un desastre —comentó Maura, poniéndose de pie. —. No debiste dejarla ir a... —pausó de pronto, viéndolo con atención, como si estuviese analizando sus gestos, y acto seguido colgó el bolso en su hombro y se acercó a él. —. Ven conmigo, amor, te ayudaré. —tomó su mano, y por alguna razón, a ella no la alejó.

Sentí la fuerte impresión de que ambos intentaban ocultarme algo, no había otra explicación a lo que estaba pasando en aquel momento; aquella noche en el club, el que siempre vistiera de traje, e incluso el usar guantes y un traje de baño de cuerpo completo para surfear... no sabía de qué se trataba, pero estaba segura de que poseía secretos y era algo que compartía con ella.

«Además, ¿Lo llamó... amor?»

—¡Elías! —tomé el atrevimiento de llamarlo con firmeza una vez que comenzaron a alejarse, y él frenó en seco, mientras se giraba para verme. —. Quédate conmigo. —le pedí, extendiendo mi mano.

Podía sentir mi pulso acelerado, la frustración que me provocaba la incertidumbre era intolerable... ¡no quería seguir en las sombras!

Dado a la actitud que había mostrado creí que se negaría e inventaría alguna excusa, sin embargo, me sorprendió la manera en que no dudó ni un segundo en apartarse de Maura para volverse hacia mí, tomando mi mano e inclinando la cabeza para besarme los nudillos. Podía sentir sus manos temblando, y la tensión en su cuerpo mientras permanencia unos segundos inclinados ante mí, con su frente pegada al dorso de mi mano.

Suspiró profundo.

—Desolé, Chére, pero necesito un momento, y-yo...

—No me alejes —pedí, haciendo que se incorporara. —. Déjame ayudarte también.

Guie las manos hacia sus hombros para deslizar el saco y noté como se retrajo ligeramente, como si quisiera encogerlos para detenerme. Pausé unos segundos, mientras alzaba la mirada hacia su rostro, encontrando sus intensos ojos puestos fijamente en mí, pero sin aquel hermoso brillo que siempre poseía al verme, y cuando creí que se negaría, fue cediendo poco a poco hasta terminar por quitárselo él mismo, quedando solo con su camisa blanca de botones.

Un tanto titubeante, tomé su corbata con la intención de aflojarla, y la manera tan súbita en que sus manos se aferraron de mis muñecas para detenerme me asustó, pero a su vez, también sirvió para confirmar la teoría de que en realidad estaba intentando ocultarme algo.

—Chére... —me dijo en un tono suave. —. Y-Yo...No.

—No sé qué ocultes de mí, pero ya basta —lo miré a los ojos. —. Por favor, Elías, estamos a nada de casarnos.

Su cuerpo se tensó por completo, y sus manos se cerraron alrededor de mi muñeca, ejerciendo una ligera presión que me hizo jadear, mientras lo miraba directamente a los ojos, notando un atisbo de angustia en los suyos.

—Por favor...

—Elías —Maura se volvió hacia nosotros. —. No creo que...

—Disculpa, Maura, pero esto es entre nosotros —la interrumpí, frunciendo ligeramente el ceño en su dirección, antes de volverme hacia Elías. —. Por favor, confía en mí. —le pedí.

Lentamente fui sintiendo como aflojaba su agarre, hasta que finalmente se rindió y apartó sus manos de las mías. Suspiré profundo, mientras desanudaba su corbata, cuidando no ser demasiado brusca, ni lucir ansiosa, por temor a que se retractara. A medida que comenzaba a desabrochar los botones de su camisa, veía que la expresión de su rostro se volvía cada vez más vulnerable, era como si lo estuviese despojando de su armadura, y eso me hizo dudar de si estaba haciendo lo correcto al prácticamente forzarlo a mostrarme algo con lo que seguramente no se sentía cómodo.

Me detuve, cuando apenas había desabrochado dos botones, y mantuve la mirada puesta en sus ojos, antes de guiar la mano hacia su rostro afligido para acariciar su mejilla.

—No debí forzarte a mostrarme algo para lo que no estás preparado... lo siento — dije con aflicción, al sentir un sentimiento extraño invadir mi pecho, asfixiándome. —. Si quieres ir con ella lo entiendo.

Procedí a girarme hasta darle la espalda, y quise avanzar hacia la silla para tomar mi bolso y marcharme de aquel lugar, pero su mano me detuvo al aferrándose de mi brazo con firmeza, mientras su exuberante cuerpo se pegaba a mi espalda y apoyaba la frente en mi hombro. Sus brazos envolvieron mi cintura y se aferraron a mí con tanta fuerza, que un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—Tu seras ma femme —me estremecí cuando me habló al oído en francés, antes de deslizar sus manos en mi cintura, y hacerme girar para verlo de frente. Me tomó de la mejilla y se inclinó, dejando un casto beso en mis labios. —. Mereces mi honestidad

Volvió a presionar mis labios con los suyos de una manera angustiosa, reflejando lo abrumado que estaba, y luego se alejó un par de pasos. Mordí la parte interna de mi mejilla, mientras lo veía comenzar a desabrocharse la camisa, su rostro era un desalentador poema, tanto así que ni siquiera pude volver aquel momento morboso en mi cabeza, por respeto a él. Más en el momento en que finalmente desnudó su torso y vi lo que ocultaba con tanto recelo, no pude evitar abrir los ojos de par en par, con una expresión de sorpresa.

Tragué saliva mientras lo observaba, siendo consciente de que era la primera vez que podía apreciar su torso desnudo, tal y como había imaginado con solo verlo utilizar aquel traje de baño tan ajustado, tenía un cuerpo escultural, pero no fue eso lo que llamó mi atención, sino el hecho de que, desde la clavícula, cubriendo su abdomen jodida y deliciosamente marcado, hasta su cintura, la piel de aquel hombre estaba cubierta de tatuajes, eran tantos y de tantas formas distintas que no podía distinguir alguno por separado. Su imagen cambió por completo ante mis ojos, y podría jurar que de verlo en una fotografía difícilmente habría podido asegurar que se tratase del mismo hombre caballeroso y anticuado con quien me encontraba comprometida.

«Por todos los cielos»

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