Capítulo 29
La luz del sol se filtró a través de las cortinas blancas, directo a mi rostro soñoliento. Bostecé profundo, antes de girarme en la cama, cubriéndome con una almohada, mientras hacía una nota mental sobre solicitar cortinas gruesas y oscuras para la habitación. Sabía que no podría volver a dormir luego de aquella manera tan abrupta de despertar, por lo que me estiré en la cama, para luego incorporarme hasta quedar sentada.
Realmente extrañé despertar debido a los ronroneos y rozones de Leo, era más amable que la luz del sol.
Eran las ocho de la mañana cuando me levanté de aquella cama y me dispuse a alistarme, luego de recibir un mensaje de Elías, invitándome a desayunar en el comedor de aquel lugar. Elegí un sexi bikini negro, llevando sobre él un minivestido de una manga con tela transparente que no dejaba casi nada a la imaginación.
Me encontraba atando mi cabello en un moño alto cuando tocaron a la puerta, y no dudé en torcer una sonrisa un tanto maliciosa mientras tomaba un sombrero de playa junto a mi bolso para ir hacia la puerta, ansiosa por ver a Elías con un atuendo más fresco del que comúnmente utilizaba.
—Bonjour, Chére. —saludó con emoción, una vez que la puerta se abrió.
Sus ojos parecieron brillar con asombro en tanto le daba una mirada rápida a mi atuendo, mientras mi sonrisa se desvanecía por completo al notar que nuevamente llevaba una guayabera manga larga, con la diferencia de que ahora utilizaba un pantalón de manta. No lucía mal, al contrario, se veía atractivo, pero me decepcionaba no ver nada más de lo que ya había visto.
Pero decidí dejarlo pasar, seguro luego se vestiría para nadar.
—Buenos días.
—Guau, se ve perfecta. —dijo, volviendo la mirada a mi rostro.
—¿Tu crees? —sonreí antes de dar una vuelta para que pudiera apreciarlo mejor. —. ¿Te gusta lo que ves, Odell? —inquirí, acortando el espacio entre nosotros, hasta el punto en que su agradable aroma inundó por completo mis fosas nasales.
—Eres lo más bello que mis ojos han apreciado, Chére.
Sonreí y posé una mano en su pecho, mientras me pegaba más a él, de manera seductora.
—Entonces tendrás que dejar de darme tanta comida, o perderé mi figura. —comenté, deslizando lentamente la mano por su abdomen, sintiendo a través de la delgada tela lo firme y marcado que estaba.
Joder, ¿por qué no mostraba tremendos pectorales?
—Pues... —él tomó la mano que lo toqueteaba sin pudor, para guiarla hacia sus labios. —. Te aseguro que no habrá nada que me provoque dejar de verte como la mujer más hermosa que ha pisado este planeta.
Era muy bueno con las palabras, pero no lograba distraerme del hecho de que no me permitió tocarlo a mi antojo. Definitivamente el infeliz sabía cómo hacerse desear.
—Ven Chére, vamos a desayunar.
El comedor estaba vacío, pero había mucha comida disponible. Desayunamos entre pláticas triviales y planes para ese día, ninguno de los dos llevaba teléfonos celulares. Y una vez terminamos, dimos un paseo por los alrededores del hermoso hotel, cuya parte trasera tenía una enorme piscina, y más allá de eso, un camino de palmas igual al de la entrada, que daba hacia la playa.
Inhalé profundo, disfrutando del viento salado rozando mis mejillas, mientras escuchaba el oleaje. Sentía que estaba en un hermoso sueño.
Avanzamos hacia las sillas de playa para acomodarnos bajo las enormes sombrillas; no había más personas así que pude dejar mi bolso en una silla, y sentarme en otra, mientras me relajaba. Elías se sentó a mi lado, y continuamos hablando del lugar, y de lo hermoso que era todo, hasta que me comunicó que iría a prepararse para entrar al mar.
«Joder, el momento llegó»
Volví a acomodarme en la silla, suspirando gustosa, cuando de pronto la curiosidad de no ver a más personas a nuestro alrededor se volvió latente. No había nadie cuando llegamos, ni tampoco en el desayuno, y eso me resultaba muy extraño. Creí que el comedor estaba vacío porque los demás ya se encontrarían en la playa.
Volteé hacia el camino por el que se había marchado Elías, y me di cuenta de que ya venía de regreso. No podría describir la expresión que se plasmó en mi rostro, entre incredibilidad y desconcierto, cuando lo vi luciendo un traje de baño de cuerpo completo.
¡Debía estar bromeando!
Me incorporé hasta quedar sentada, y no despegué la mirada de él, hasta que se acercó lo suficiente, colocándose unos guantes.
—¿No sientes calor, Elías? —le pregunté.
Joder, sentía que me asfixiaba y no era yo quien lo llevaba puesto.
—No, Chére. —me respondió, sentándose a mi lado.
—¿Por qué no utilizas una calzoneta?
Él soltó una leve carcajada.
—Por que voy a surfear. Es lo que se hace aquí.
Fruncí el entrecejo, y volví la mirada hacia el mar, notando hasta ese momento como grandes olas se alzaban, pero era a una distancia un tanto significativa. ¿Iba a nadar hasta allá?
—¿Eso es seguro?
—No es la primera vez que lo hago, tranquila —se puso de pie, para luego inclinarse y besar mi mejilla. —. Te veré en un momento.
—Espera —tomé su mano. —. ¿Por qué no veo a más personas en esta playa?
Pareció pasmarse por segundos.
—Eh... bueno —volvió a sentarse, y bajó la mirada mientras se rascaba la nuca. Lo cual no me dio muy buena espina.
—¿Elías?
—Maura convenció a los miembros de la junta de que la única forma de dejarme venir sin guardaespaldas fuese que alquilara todo el hotel, y la playa privada. El lugar está cerrado para el público en general.
¡¡Debía estar bromeando!!
—Pero, vea el lado bueno, Chére, podrá estar tan cómoda como le plazca. —concluyó, poniéndose de pie nuevamente.
Respiré hondo, y decidí que no iba a reprocharle, después de todo, él estaba haciendo todo lo posible por compelerme mientras yo le obligaba a cambiar su estilo de vida. Pero era una verdadera pena que no hubiese más personas, en ocasiones ver a otros jugando a la orilla del mar, paseando y nadando le daban una vista más panorámica a la playa.
Elías comenzó a alejarse, y en ese momento me percaté del hecho de que, debido a lo concentrada que estaba en que no mostraba nada de piel, no me percaté de lo deliciosamente ajustado del traje de baño, que marcaban muy bien sus jodidos atributos. Se encontraba a pocos metros de distancia eligiendo una tabla, y la tela delgada delineaba todos sus músculos, tensos y rígidos.
Tenía un trasero tan torneado, que me antojaba ir hasta él para darle un pellizco, literalmente mis dedos quemaban de deseo, pero solo me limité a continuar la inspección mordiendo mi labio inferior al fijarme en sus musculosas piernas. Era surfista, por lo que no debía sorprenderme que mantuviera un espectacular estado físico, lo que sí lo hacía, era lo mucho que ocultaba bajo aquellos costosos y elegantes trajes.
« ¡Por todos los cielos!»
El que se volteara solo me dio una maravillosa vista panorámica de su cuerpo, pecho firme y abdomen marcado. Seguí bajando la mirada, y un jadeo brotó de mis labios al recorrer su pelvis y notar que se le marcaba su "amiguito", y la verdad se veía prometedor.
Mordí mi labio inferior, queriendo imaginar cómo se vería todo aquello sin ropa, y volví a alzar la mirada recorriendo nuevamente su cuerpo, hasta llegar a su rostro y me estremecí cuando encontré su mirada devolviéndome la inspección, con una sonrisa sugerente y pícara como nunca le había visto en el tiempo que llevaba de conocerle. Sabía que lo estaba devorando con la mirada, y al parecer, le había gustado.
Miles de pensamientos cruzaron por mi mente ante aquel mínimo gesto de su parte, haciendo volar mi imaginación y vibrar de deseo cada minúscula partícula de mi cuerpo. Pero aquel instante de miradas coquetas y picardía duró poco, ya que antes de que algo más pasara tomó su tabla de surf y se encaminó hacia el mar.
«Y allá va»
Resoplé, y me dejé caer recostada sobre aquella silla de playa. Todo apuntaba a que era solo el inicio de una semana frustrante para mí, y que, en definitiva, el obsequio de Rita sería de mucha ayuda... más no suficiente. Seguramente tendría una enorme carga sexual rezagada, si no lograba llegar a algo más con Odell.
Observé en derredor, antes de fijar la mirada en el extenso océano que tenía al frente y alcé las cejas con asombro cuando lo vi a la distancia, montando aquellas olas como si se alzaran específicamente para él. Era muy bueno haciéndolo, quien diría que se trataba del mismo nerd informático chapado a la antigua. Se veía muy sexi.
No me di cuenta de en qué momento pasaron las horas, y solo me mantuve sentada en mi sitio, tomando el sol y viendo a mi atractivo prometido surfear, hasta que el calor se volvió más intenso, y decidí quitarme el vestido y meterme al mar, para nadar en la orilla, donde las aguas eran cristalinas y templadas.
—Chére —la voz de Elías me hizo girar en su búsqueda, y lo encontré viniendo en mi dirección, recostado en su tabla de surf. —. ¿Qué tal el agua?
—Magnifica —esbocé una sonrisa coqueta, antes de apoyar mis brazos cruzados en el borde de su tabla, a una distancia muy reducida de su rostro. —. Amo la playa.
—Mi misión esta semana, es que aprenda a surfear, al menos casi tan bien como yo.
—¿Qué? —abrí los ojos de par en par. —. No —reí nerviosa, mientras veía las olas reventar a la distancia. —. Ni siquiera podré llegar nadando hasta allá.
—Pero, ¿no dijo que ahora es una nadadora profesional?
—Solo lo suficiente para no ahogarme.
Su sonrisa de dientes desnudo se fue reduciendo a una de labios apretados curveados hacia arriba, mientras su intensa mirada se posaba en mi rostro con la característica adoración que siempre reflejaba.
—Vaya que es hermosa, Chére. —comentó, antes de bajarse de la tabla y hacerla a un lado, para que no hubiese nada interviniendo entre nosotros.
Su voluminoso cuerpo se posó frente a mí, y sentí un ligero escalofrío cuando acortó el espacio entre nosotros; inexplicablemente mi corazón se aceleró, aunque quizás no era tan inexplicable, si llevaba toda la mañana codiciándolo e imaginado como sería tenerlo en mi interior, me había puesto jodidamente caliente, y en aquel punto, todo lo que quería era coger con él ahí mismo, en el agua, en la arena, en la silla de playa, ¡o hasta en su maldita tabla de Surf! Estaba más que dispuesta.
—Gracias por el cumplido, Elías, pero... ¡uh! —di un ligero respingo al sentir sus manos posarse en mi cintura, en tanto me pegaba más a su cuerpo.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, de pies a cabeza, y lo miré ilusionada, pensando en que finalmente se animaría a dar otro paso más en nuestra supuesta relación, cuando de pronto me alzó para sentarme sobre la tabla de surf.
—Su lección comienza ahora.
«¿Qué?»
Se me sería difícil contar las veces en que me caí de rostro contra el agua una vez que la práctica en tierra terminó; seguro bebí litros y litros de agua salada, y me golpee infinidad de veces contra los bordes de la tabla.
Creí que bromeaba al decir que aquella era la misión durante las vacaciones, pero entonces pasó un día, dos, tres y antes de que me diera cuenta, la semana estaba por terminar entre lecciones de surf, comidas, nadar en la piscina, paseos por la playa, e igual por las hermosas arboleadas que rodeaban aquel lugar.
¿Quién diría que me animaría a hacer senderismo? Por poco sufrí un infarto cuando en el camino nos topamos con una enorme serpiente y terminé saltando sobre Elías, gritando horrorizada. Pero, todo valió la pena cuando al final llegamos a orillas de un lago paradisíaco lleno de lotos blancos donde pudimos relajarnos un poco. Él se sentó sobre el verde pasto, y yo me recosté en vertical, con la cabeza en su regazo, y debido a que creí que mantendría su postura de evitar tocarme, me sorprendió el sentir su mano acariciando con ternura mi abdomen.
Era un toque lento, que se extendía desde la boca del estómago hasta mi vientre. Sus dedos se sentían suaves, mi cuerpo vibraba bajo su tacto debido a las intensas sensaciones que, como corrientes eléctricas, atravesaban mi vientre bajo, y la sangre ardía en mis venas.
Cerraba las piernas, removiéndolas levemente y estremeciéndome por la rudeza de sensaciones que se iniciaban en mi entrepierna y que recorrían mi cuerpo, con solo ese mínimo tacto había logrado volverme una maldita bomba de tiempo. Emití un leve jadeo, y alcé la mirada hacia su rostro, entonces me percaté de que, a diferencia de mí, él se encontraba sosegado, solamente mirando al horizonte, perdido en sus pensamientos.
Joder, ¿cómo podía estar tan tranquilo cuando literalmente estaba formando una jodida tormenta en mi interior?
«¡Lo odio!»
—Chére...
—¿Sí? —mi voz salió casi en un gemido tembloroso.
—Tenemos que volver ahora, o no llegaremos a tiempo de regreso al hotel. —dijo, viendo el cielo con recelo. —. Y puede que llueva.
Sus caricias cesaron. Claro, el clima tampoco estaba de mi lado.
El regreso fue más ligero que la ida, o quizás lo sentí así ya que luego de mi minúsculo tropezón Elías decidió cargarme en brazos estilo nupcial el resto del camino, pese a que le dije que me encontraba bien.
Estar en sus brazos era una sensación tan apacible, que cada minúscula parte de mi cuerpo se relajaba, sorpresivamente sin ningún tipo de interés sexual. Él me transmitía una paz que raras veces llegué a sentir a lo largo de mi vida; y eso comenzaba a asustarme de verdad. No quería esa comodidad.
—Has tenido un gran avance, Chére —me comentó, tomándome en sus brazos para sacarme del agua, luego de una caída a unos siete metros de la orilla, donde el agua le llegaba hasta mitad del torso... casi lograba llegar. —. No te desanimes, aún tienes dos días.
—Elías —jadeé, rodeando su cuello con mis brazos. —. Ya no quiero... lo siento.
Él enarcó una ceja, viéndome con desconcierto.
—Esto ha sido muy lindo, de verdad, pero no aguanto estar más tiempo en esta playa desierta. Quiero salir a conocer la ciudad, ir de fiesta y divertirme, necesito beber y bailar como loca...—expresé con frustración, haciendo un puchero.
No quería arruinar las vacaciones, ni sonar como una malagradecida, pero si no habría sexo, de verdad necesitaba otras formas de distraerme, y surfear o hacer senderismo no estaba funcionando. ¡La tensión sexual iba a acabar con mi cordura! Y él no colaboraba, teniéndome tan pegada mientras utilizaba el traje de surf ajustado.
—Bien... me sorprende que haya soportado tanto.
Abrí los ojos ampliamente en una expresión de sorpresa y consternación.
—¿Qué?
—Chére, no tiene que fingir. Esperé toda la semana a que me dijese que ya estaba cansada. La verdad, no tenía la intensión de encerrarla en este lugar desértico conmigo, siempre que he venido hay muchas más personas y suele ser un poco más divertido. Hasta surfear solo me resultó aburrido en esta ocasión. Desolé.
Me sentí apesarada de verlo afligido por algo que estuvo totalmente fuera de sus manos. Sabía que era obra de Maura. La imaginaba en casa mofándose de cómo había influido en nuestras vacaciones, pensando que era quien tenía el control y la sangre me ardía de enojo.
—Pero, Elías —murmuré, viendo en dirección a la playa. —. Prohibieron que más personas entraran aquí, no que nosotros saliéramos.
Él frunció ligeramente el entrecejo y ladeó la cabeza.
—¿Quieres salir?
—Quiero recorrer todo lugar, y no solamente el bosque. Las vacaciones se acaban.
—Chére...
—Nadie nos conoce, ¿Por qué no aprovecharlo?
Elías inhaló profundo, pude sentirlo ya que me mantenía pegada a su pecho cubierto por el traje de surf, y entonces miró hacia la playa, procediendo a... joder, a morder su labio inferior, luciendo pensativo.
Carajo, ¿Cómo podía ser tan soso y sexi a la vez?
—Está bien, Madeimoselle —comentó, volviendo su rostro al mío. —. Hay que salir de aquí.
No podía creer que se convenciera de hacerlo, y chillé emocionada sacudiendo los pies que, al encontrarse a centímetros del agua, comenzaron a chapotear. Él esbozó una enorme sonrisa de dientes desnudos, sosteniéndome con firmeza para que no me resbalara de sus brazos cual pez, mientas me dedicaba una mirada cargada de ternura.
Nuestros ojos se conectar por cuestión de segundos, y de la nada cedí a un loco impulso de estirarme hacia él y atrapar sus labios con los míos. Aquel gesto me salió tan natural, que mi cuerpo se tensó cuando me di cuenta de lo que había hecho.
¿En qué estaba pensando?
—Chére... —procedió a bajarme, una vez que corté el beso de súbito.
Cuando mis pies tocaron la arena bajo el agua sentí como sus brazos me rodearon, pegándome más a su cuerpo, al punto en que podía percibir toda su anatomía. Mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza, el corazón se me aceleró tanto que podía sentirlo en mi garganta, y todas esas sensaciones solo fueron en aumento cuando posó la mano en mi mejilla, que lastimosamente llevaba un guante, e inclinándose para alcanzar mis labios me devolvió el beso.
Sus labios suaves y cálidos se sentían salados debido al agua en que nos encontrábamos, y se movían con lentitud sobre los míos, un tanto dudosos al principio, pero poco a poco fue siendo más seguro, insistentes, tierno y sensual, aunque carecían de lujuria. Posé las manos en su pecho y la fui deslizando hasta aferrarme de sus hombros, e incluso me puse de puntilla, para poder corresponderle con una entrega total y a cada segundo que pasaba mi deseo iba en aumento, las piernas me temblaban y se me dificultaba incluso mantenerme de pie.
Me aferré con fuerza de sus hombros, hundiendo las uñas en la tela del traje de surf, y aumenté la ferocidad del beso, desesperada por obtener más de él. Quería subir el nivel, deseaba explorar cada centímetro de su boca, y que nuestras lenguas tuviesen una batalla por el poder. Pero su respuesta no tuvo la misma intensidad, siguió siendo suave, tierno y apasionado, mientras yo anhelaba ferocidad.
Nos apartamos cuando sentimos que nos faltaba el aire. Su mano se mantuvo en mi espalda, y con la otra acarició mi mejilla mientras unía nuestras frentes. Nuestras respiraciones entrecortadas chocaban. Mantuve los labios entreabiertos, a la espera de que se acercara de nuevo y me besara, pero entonces su agarre en mi espalda se fue aflojando, y alzó el rostro, dejando un beso en mi frente.
—Preparémonos para salir, Ma Chére. Tengo el presentimiento de que será una buena noche.
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