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Capítulo 28

Me sentía tan emocionada por el viaje, que no dudé en comenzar a empacar día antes, escogiendo las prendas más sexis que tenía en mi armario. Unas vacaciones era lo que tanto necesitaba para poder alejarme de mi padre, aunque fuese por una semana; su actitud comenzaba a frustrarme, y eso aumentaba mi ansiedad y el deseo de comer... y coger, claro, aunque en lo último no tenía mucho problema, ya que Caín estaba igual de irritado que yo debido a los problemas en su empresa, y ambos nos desestresábamos mutuamente.

Guardaba bikini tras bikini, ocultando bajo aquellas prendas algunos de los juguetes sexuales que había decidido llevar... por cualquier cosa. Y para cuando me di cuenta, entre la ropa, zapatos y otros cosméticos llevaba la cantidad de seis maletas y un bolso.

—Rebeca —la abuela ingresó en mi habitación con Leo en brazos. —. Tu prometido está aquí.

Instantáneamente dirigí la mirada hacia el reloj que reposaba encima de mi buró, enterándome de que había divagado por varias horas, sentada en el borde de mi cama, vistiendo solamente una toalla después de salir de la ducha.

Le pedí decirle que me esperara unos minutos más, hasta que terminara de alistarme, y me apresuré hacia el guardarropa para buscar las prendas que usaría para viajar. Una vez estuve lista, volví a mi habitación, resoplando mientras observaba las maletas y pensaba en el tiempo que me tomaría bajar todo aquello. Suerte que, a diferencia de mi padre quien ya estaría gritándome, Elías era muy paciente.

Bajé las gradas llevando solamente una de las maletas junto a mi bolso, y sonreí al llegar al primer escalón y divisar a Elías a unos metros de distancia junto a la abuela y Leo. Él acariciaba con ternura la cabeza del mínimo.

A diferencia de otros días, no llevaba saco ni corbata, pero sí utilizaba una guayabera manga larga color azul marino, a la cual le abrochó hasta el ultimo botón, y un pantalón caqui. Me habría quejado del hecho de que no llevaba descubierto ni un centímetro de piel, más que sus manos y cabeza, de no ser porque la prenda le quedaba un tanto ajustada, y se le marcaban un poco los pectorales y brazos.

Tal y como había supuesto, tenía buen físico, y vaya que lo lucía muy bien. No podía esperar a verlo en la playa.

Ninguno de ellos se percató de mi presencia, mientras avanzaba arrastrando mi maleta, hasta que frené de golpe, desvaneciendo la sonrisa en mis labios cuando divisé a Ander y Hugo de pie a un costado de la puerta principal.

—Chére. —me saludó Elías, al percatarse de mi presencia, antes de avanzar en mi dirección para darme un beso en la mejilla.

—Creí que dijiste que solo seríamos nosotros. —hice lo posible para que aquello no sonara a reclamo.

Él se giró para verlos, y posteriormente se volvió hacia mí, negando con la cabeza.

—Solo están aquí para ayudar, supongo que trae usted muchas más maletas que esa.

«¿Qué? ¿Cómo lo...? »

—Señorita Stain —Hugo me saludó con cortesía. —. ¿Podemos subir a su habitación por el resto de las maletas?

Me milité a asentir, sintiéndome un tanto turbada ante el hecho de que Elías parecía conocerme demasiado bien. Pero aparté rápidamente los pensamientos extraños de mi cabeza, diciéndome que tal vez solo había supuesto lo ostentosas que comúnmente suelen ser las mujeres al momento de viajar, y tomando en cuenta que era un viaje de una semana, era de esperarse.

—Chére, hay algo importante de lo que tenemos que hablar, antes de marcharnos. —dijo, tomando mi mano para guiarme hacia la sala de estar, mientras la abuela se dirigía a la cocina con Leo.

Lo seguí sin cuestionar, y una vez llegamos a aquel espacio me senté en el sofá como lo me lo indicó, en tanto lo veía tomar un portafolio de la mesa de centro y avanzar en mi dirección.

La curiosidad ante lo que traía en sus manos me invadió, y me removí un tanto incómoda, porque no se me ocurría de qué podría tratarse todo. ¿Y si era algún contrato de confidencialidad? ¿O un prenupcial? Cielos, incluso llegué a pensar que quizás Maura me haría firmar una Declaración de Responsabilidad en caso de que algo malo le pasara a Elías durante el viaje.

La mujer era capaz de eso y más.

—Tome. —me los extendió, en tanto se sentaba a mi lado.

No disimulé mi ansiedad por saber de qué se trataba, cuando abrí con prisa aquel portafolio para leer uno de los papeles que contenía en su interior, y con solo ver el logo, fruncí el ceño en confusión, en tanto continuaba indagando en su contenido, hasta ver mi nombre en aquel documento.

—¿Qué es esto? —alcé la mirada para verlo, extrañada.

—He puesto a tu nombre el Club Nocturno, al igual que una cuenta bancaría con las ganancias que ha obtenido desde lo compré hace meses.

Mi presión cayó en picada.

—¿Que hiciste qué? ¡P-Pero, ¿Por qué?!

Él alzó las cejas ante la hostilidad en mi tono, y me observó con extrañez.

—Elías —suspiré, antes de dejar el portafolio sobre la mesa. —. Es un bonito gesto, de verdad, pero no puedo aceptarlo.

Podía llamarme presuntuosa u obstinada, pero si había algo de lo que estaba cien por ciento segura, era de que quería ganarme las cosas por méritos propios, no como una recompensa por comprometerme con un hombre millonario. Estaba intentando abrirme un camino en el mundo de los negocios, comenzando por ganarme el respeto y la confianza de mi padre.

No quería que todos pensaran que lo había logrado abriendo las piernas. Cosa que, lamentablemente aún no se daba entre Elías y yo, lo cual haría peor los rumores.

«Rebeca, Enfócate»

—Chére —él tomó mi mano, antes de ponerse de pie frente a mí. —. No crea que estoy siendo condescendiente. He hecho esto porque estoy seguro de que sabrá manejarlo mejor que yo, ya que conoce como se mueve el ambiente. Mi intensión nunca fue conservarlo, por dicho motivo no hice pública esa adquisición y nadie sabe de la compra, más que usted. No pretendo facilitarle la vida, aunque si desea que lo haga para mí será un honor complacerla en todo. Pero este no es el caso, porque si bien se lo estoy obsequiando, lo que pase de ahora en adelante con ese lugar está fuera de mis manos.

Lo observé a los ojos, un tanto renuente.

Su éxito o fracaso dependerá totalmente de usted. Aunque, según he visto la seriedad con que se toma los Temas Laborales, estoy más que seguro de que será un éxito rotundo.

Tragué saliva y presioné los labios en tanto desviaba la mirada hacia el portafolio que contenía las escrituras del club nocturno más exclusivo de la ciudad. Se me sería imposible describir lo que sentí en aquel momento, mientras mi pulso de aceleraba y los ojos comenzaban a arderme, debido a unas traicioneras lágrimas que pretendían acumularse en ellos.

—Necesito un cigarrillo. —dije, soltando su mano para ir al sofá y buscar un paquete en mi bolso.

Tomé uno de ellos, notando mis manos temblorosas, y lo coloqué en mis labios mientras luchaba con el encendedor para que funcionara. Pero no lo hizo. Solté un ligero gruñido y me giré con la intención de ir a la cocina, cuando noté que Elías se encontraba de pie a mi espalda con otro encendedor en su mano, ofreciéndome fuego.

—Permítame. —me murmuró, mientras lo extendía hacia el cigarrillo en mis labios.

Quedé totalmente anonadada ante su acción, quizás se debía a que estaba costumbrada a Caín, quien apagaba mis cigarrillos en cada ocasión.

—Dime, Chére, ¿está dispuesta a aceptar un nuevo capítulo en su vida? —inquirió, guardando el encendedor en su bolsillo.

Tomé el cigarrillo entre mis dedos y le di una profunda calada, antes de exhalar el aire, sintiendo la nicotina surtir efecto, causándome agradables sensaciones. Posé la mirada en él, un tanto inquieta, mientras golpeaba constantemente el pie contra el suelo.

—¿Estás seguro de querer confiarme tu negocio?

Él negó con la cabeza.

—No es, y nunca será mi negocio, Chére... es suyo, y muero por ver lo que logrará con el —torció una sonrisa, antes de acortar el espacio entre nosotros para acariciar mi mejilla. —. Seguro va a sorprenderme.

Joder, ese hombre iba a hacer que mis emociones se descontrolaran.

—N-No sé qué decir...—bajé la mirada, sintiéndome incapaz de mantenerle la mirada a esos intensos ojos ámbar.

—Dígame que acepta —me sujetó del mentón, obligándome a alzar el rostro. —. ¿Lo hará?

Mi pulso se aceleró, y las piernas me temblaron cuando nuestras miradas se conectaron, y perdida en aquella intensidad que siempre se hacía sentir diminuta, me limité a asentir con la cabeza. Ante eso, él esbozó la sonrisa más radiante y hermosa que cualquier persona me hubiese dedicado antes, lo que provocó que un sentimiento cálido se pasara en mi pecho.

—Señor Odell, Señorita Stain, los equipajes están cargados. Hay que darnos prisa, el Piloto comenzó a preparar todo desde temprano. —la voz de Ander inundó la sala, terminando así con aquel momento.

Elías se inclinó para besar mi mejilla, antes de tomarme de la mano con firmeza. Suspiré hondo y apagué el cigarrillo en el cenicero que reposaba sobre una estantería, y tomé mi bolso para avanzar junto a él hacia la salida.

A medida que avanzaba, y el estado de shock iba disminuyendo, la emoción ante lo que pasaba se hizo presente, al igual que la ilusión que me provocaba el saber que tendría mi propio negocio, el cual podría administrar a mi antojo.

Todavía se me hacía difícil asimilarlo. Aunque mi sueño era administrar BC Stain Company, aquello no estaba para nada mal. Empezaba a verlo como un inicio oficial en el mundo de los negocios.

Una vez que nos subimos al auto, observé de reojo a Elías, quien en ese momento se acomodaba unos lentes de sol, y sonreí, no sabía porque lo hacía, no podía describir lo que sentía, simplemente sentía la necesidad de sonreír, mientras me inclinaba hacia él, aferrándome de su brazo, y poyando la cabeza en su hombro.

—Gracias. —murmuré.

Un beso en mi frente fue su manera de corresponder aquel gesto, antes de que tomara mi mano para besarme los nudillos.

***

Para cuando llegamos al aeropuerto, tanto los pilotos como las azafatas estaban listos. Elías se despidió de los chicos, a quienes se les veía muy renuente ante la idea de dejarlo marchar sin protección, mientras otros empleados guardaban el equipaje, y una vez estuvimos listo, abordamos el avión privado para partir.

Mi teléfono no paraba de sonar con mensajes entrantes. Las chicas estaban eufóricas, ya que mi primer impulso fue platicarle sobre el obsequio que me había hecho Elías. Ambas estaban convencidas de que era una gran idea, es decir, llevaba años asistiendo a clubes, y sabía de administración.

Ellas también confiaban en que me iría bien, y me felicitaban porque finalmente tendría mi propio negocio para administrar, poco importaba como lo hubiese obtenido, lo valedero, como dijo Odell, era lo que pasaría a partir de entonces.

Fue un viaje largo, por lo que decidí beber algunas copas de champán, mientras Elías estaba concentrado en su laptop, solucionando un par de asuntos relacionados con su empresa. Se le veía muy concentrado, incluso tenía el entrecejo un tanto fruncido, por lo que procuré no distraerlo.

Una vez que el avión aterrizó, había una limosina esperando por nosotros. Nos dirigió hacia un enorme y muy lujoso hotel, con un camino de palmeras que conducía hacia la entrada. Hacía calor, eso era indiscutible, y me sentía un tanto mareada luego del champán, por lo que todo lo que quería era ir a nuestra habitación para poder tomar una ducha y descansar para el siguiente día estar con las energías al cien.

—¿La habitación es solo mía? —enarqué una ceja, una vez que recibí mi llave en la recepción.

Me giré para buscar a Elías, quien en ese momento se encontraba del otro lado de la puerta de cristal, hablando por teléfono. Parecía una discusión un tanto acalorada, se le veía irritado, hasta que finalmente colgó, y guardó el teléfono en su bolsillo para ingresar e ir a mi encuentro.

—¿Está todo bien? —pregunté, curiosa.

Él suspiró.

—Hablaba con Maura, al parecer cometió un error que pudo haber sido catastrófico.

Qué oportuno para ella equivocarse justo cuando él no se encontraba en la ciudad.

—Así que... ¿existía la posibilidad de que tuviéramos que cancelar, y ni siquiera me lo comentaste?

—Hice lo posible para que eso no tuviese que ocurrir. Ya lo hemos solucionado y nuestras vacaciones continúan —respondió, acortando el espacio entre nosotros, para darme un beso en la sien. —. Ahora ya podemos relajarnos.

Quería decir que me sorprendía la decisión de elegir habitaciones separadas, pero dado a lo anticuado de su comportamiento, era algo de esperarse. Por otro lado, no podía dejar de sospechar del motivo real en las llamadas de Maura, lo que me hacía conjeturar que posiblemente no había ningún percance con la empresa, más que la intención de hacer que Elías volviera a la ciudad y estropear las vacaciones. Porque, de haber sido un problema real, no se habría solucionado en un par de horas.

Solo había que ver a Caín, quien aún cargaba con el peso de tener que llevar a flote H&J, o perder a sus más valiosos socios.

Fruncí el ceño con disgusto al pensar en lo manipuladora que podría llegar a ser Maura, mintiendo en lugar de simplemente decirle a Elías lo que sentía por él, y atenerse a las consecuencias de declarar sus sentimientos a un mejor amigo. Si Elías era como yo con Rita, nada cambiaría y todo iría mejor. Lo peor que podía pasar era que decidiera terminar su amistad, y lo mejor... quizás que él decidiera corresponder a sus sentimientos.

Pensar en eso me revolvió las entrañas. Quizás porque ya me había hecho a la idea de aquel matrimonio, nada más.

—Chére —di un ligero respingo, mientras me giraba para verlo. —. Lamento asustarle. ¿Nos vamos? Seguro querrá descansar.

Asentí con la cabeza, mientras comenzaba a andar junto a él hacia el elevador. Elías comenzó a hablar sobre los lugares que me mostraría, comentándome que no era la primera vez que visitaba aquel lugar, ya que era el habitual durante sus vacaciones, por lo que estaba seguro de que sería una semana muy divertida.

Llegamos al piso correspondiente y no dudó en ofrecerme su brazo para caminar juntos por el pasillo, en busca de nuestras habitaciones, cuando de pronto su teléfono comenzó a sonar nuevamente y no pude evitar darle un vistazo rápido a la pantalla, notando así el nombre de Maura.

Inhalé profundo y rodé los ojos mientras, movida por un loco impulso de procedencia desconocida, tomaba el celular de su mano, adelantándome un par de pasos a él para responder la llamada.

—Maura, querida, Elías está de vacaciones. Si dijiste que ya todo estaba resuelto, entonces no hay motivo por el que debas llamarle a esta hora.

—Esto no es tu incumbencia, Rebeca. Pásame a Elías.

—¿Acaso cometiste otro tonto error? —aquella pregunta cargada de veneno simplemente brotó de mis labios....

—¿Qué? ¡Por supuesto que no!

...Pero al menos logró su cometido.

—Entonces no hay prisa. Él está de vacaciones desde ahora, y dado a que no es la primera vez que se va dejando sus empresas en tus hábiles manos, vamos a confiar que podrás con todo. Así que, nos vemos el otro lunes. —colgué la llamada, sin darle la oportunidad de reprocharme.

«Vaya que se sintió bien»

No sabía porqué lo había hecho, pero de verdad comenzaba a perderle la paciencia a esa mujer.

—Elías —me giré, encontrándolo con una expresión de sorpresa pasmada en su rostro. —. Dijiste que seríamos solo nosotros —avancé hacia él, y posé el teléfono en su pecho. —. Cumple con eso, y ponlo fuera de línea cuando estés conmigo.

Era muy atrevido de mi parte pedirle aquello, comenzando por el hecho de que, si la situación fuese a la inversa, lo habría mandado al diablo, alegando que no tenía el derecho de intervenir en mi intimidad.

—Lo que usted mande, Chére —respondió, torciendo una sonrisa que se me fue difícil interpretar, mientras apagaba el celular y lo guardaba en su bolsillo. —. ¿Eso me da el derecho de pedirle lo mismo?

Bien, eso lo merecía.

—Sí, no habrá celulares cuando estemos juntos. —declaré finalmente.

Solo esperaba poder cumplirlo.

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