Capítulo 23
No me sorprendió en lo absoluto saber de Sloan un par de horas después de dejar su casa. Estaba sumamente molesto, podía percibirlo a través de los miles de mensajes de texto que había recibido... todo un bombardeo a mi bandeja de entrada.
De Sloan: "¿Qué mierda está mal contigo?"
"Tienes suerte de que pude llegar a tiempo a mi reunión, ¡maldita sea!"
"Entre esa jodida secretaria y tú me harán perder los estribos"
"La próxima vez te daré tan fuerte, que olvidarás tu maldito nombre,
y no pararé, aunque me lo pidas."
Sonreí con una ligera mueca de burla tras leer aquel último mensaje, definitivamente él debía aprender a mejorar sus amenazas. Se suponía que debía tenerle miedo, no ganas.
Para Sloan: "¿Castigo o premio?"
Guardé el teléfono en mi bolso en lo que me despedía de la abuela, y salí atravesando el patio delantero sin borrar la sonrisa traviesa que mantenía en mis labios. Mientras avanzaba hacia el portón, no podía evitar pasar la mano por mi cabello cada cierto tiempo, aun inconscientemente, y se debía a que luego de ducharme permití que se secara al natural, sin asistir al salón de belleza, y noté que mis rizos comenzaban a volver.
Fue una emoción inmensa la que sentí, mientras decidía que no volvería a alaciarlo, al menos no permanentemente. Pero, el que no estuviese tan definido como antes era algo que me intimidaba en gran extremo. Y no quería ni imaginar lo que diría mi padre de verme de aquella forma.
Una vez que salí a la calle, suspiré hondo y me acomodé un mechón de cabello tras la oreja en un último intento de domarlo luego de divisar el auto de Elías aproximándose.
Me sentía realmente nerviosa, ya que era el día en que conocería a mis amigas. Ellas habían insistido, en especial Rita, quien decía no poder volver al Campo sin ver a la persona que había, según ella, "arruinado a su Becca".
No pude negarme, y cuando se lo comenté a Elías esperé que me dijese que tenía otros asuntos, o que saldría del país, pero fue todo lo contrario, pareció emocionarse mucho y pidió que lo dejara encargarse de elegir el lugar donde nos reuniríamos... él ansiaba conocer a mis amigas.
Yo, por otro lado, estaba aterrada; temía que ellas notaran algo sospecho o la falta de química que había entre Elías y yo, sexualmente hablando. Eran muy perceptivas, y me conocían de años.
—Chére —me saludó con una voz melodiosa, mientras bajaba del auto para ir a mi encuentro. —. Siempre es un gusto verle...
Creía suponer lo que seguía... "Luce hermosa esta noche"
—Luce tan hermosa esta noche.
Ahí estaba. Seguro me lo diría, aunque vistiese bolsas de basura.
Era lo mismo de siempre, incluyendo su atuendo formal. Me imaginaba lo que pensarían las chicas al verlo tan elegante para una cena, y de igual manera, me preocupaba pensar en que quizás ellas no se irían vestidas para la ocasión si él decidía llevarnos al restaurante más caro de la ciudad.
Joder, comenzaba a pensar que era una muy mala idea.
—Gracias por esto —dije, un tanto tímida, mientras me aferraba de su brazo para avanzar hacia el auto. —. Pero, Elías, mis amigas pueden ser un tanto...
—¿Extrovertidas? —inquirió con un ligero toque de humor que me hizo sonreír nerviosa.
"Extrovertidas" era poco, para lo que aquellas mujeres representaban.
Una vez que estuvimos frente al auto, el fiel, pero irritante guardaespaldas Ander bajó de la parte del piloto. Me sorprendió no ver a Hugo bajar también, todo apuntaba a que no se encontraba con ellos, y, de ser honesta, lo hubiera preferido antes que a Ander; el castaño de bonitos ojos azules al menos era amable y risueño.
—Señorita Stain. —saludó, intentando disimular su evidente desencanto por mi persona, pero se le fue difícil, al igual que su enojo.
Parecía realmente furioso.
Elías tomó mi mano, y me acompañó hacia el auto, como era su acostumbrada caballerosidad se adelantó para abrirme la puerta, pero en lugar de ser la trasera, fue la del copiloto. Pese a la extrañez que seguramente se marcaba en mi rostro, me apresuré a subirme para acomodándome en el asiento, no queriendo dilatar el momento.
—Desolé, Chére. —le oí decir e instintivamente giré el rostro en su dirección, dando un ligero respingo al encontrarme el suyo a solo centímetros de distancia, mientras sus ojos avellana me observaban con intensidad.
Pude percibir como mi pulso se aceleraba mientras los centímetros que nos separaban se acortaban, y el olor de su embriagante perfume inundaba mis fosas nasales. Creí que iba a besarme, o quizás deseé que lo hiciera al punto en que adelanté ligeramente los labios, cuando de pronto escuché el clic que provocó al abrochar el cinturón, mismo tiempo en que el beso iba a parar en mi mejilla.
Jadeé para dejar salir el aire que ni yo sabía que tenía contenido una vez que cerró la puerta y lo vi consternada mientras rodeaba el auto para subirse en el asiento del piloto. Mordí mi mejilla internada y suspiré, esperando a que mi pulso disminuyera.
¿Qué rayos había sido aquello? Carajo.
—P-Pero, ¿y Ander? —cuestioné, confundida una vez que puso el auto en marcha.
Me giré en el asiento para ver la parte trasera, sorprendiéndome al divisar otro vehículo estacionado atrás, del mismo color y marca de aquel en que nos encontrábamos.
—Ellos irá detrás de nosotros, en este auto solo seremos nosotros y tus amigas —me informó. —. He notado que le incomoda su presencia, por lo que les he pedido mantener su distancia esta noche.
«¿Qué hizo qué?»
Eso explicaba porqué Ander estaba tan molesto cuando llegaron.
—Y-Yo... —tragué saliva, volviendo la mirada hacia el frente sin saber qué decir. —. Gracias, Elías.
—No tiene porqué agradecer, Chére. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que le haga feliz.
«¿Incluso tomarme?»
Hice un gran esfuerzo para que aquello que me pasaba por la cabeza no saliera de mis labios. Tampoco quería tornar incómoda la salida. Pero todavía no lograba comprender porqué aun teniéndome a su disposición él simplemente no hacía nada.
Joder, me frustraba en gran manera. Y lo peor de todo, era que aquello solo lo volvía más deseable a mis ojos, sexualmente hablando, lo deseaba con locura, quería saber qué había debajo de sus costosos trajes formales, y descubrir lo que sus largos dedos sabían hacer. Y eso solo como introducción a conocer sus mejores atributos.
—Es aquí. —señalé el hotel donde se hospedaba Rita, obligándome a dejar de lados los pensamientos que rondaban mi cabeza, para concentrarme en el momento.
La hora había llegado.
En el instante en que vi al par salir del hotel mi ansiedad fue en aumento, pero no se debía a que hubiera algo malo con ellas, lucían muy guapas y semi formales. Lo que ocurría era que... ¿y si al final no se lo creían? Toda la mentira que había creado se derrumbaría y nuestra amistad estaría en suspenso, porque difícilmente me perdonarían aquel engaño.
—Espera —lo detuve, sujetando su mano, cuando noté en él la intención de bajarse a abrirles la puerta. —. Que ellas suban, tranquilo. —forcé una sonrisa.
Él enarcó una ceja reflejando confusión, pero al mismo tiempo se relajó en su asiento, antes de guiar nuestras manos entrelazadas hacia sus labios para dejar un tierno y prolongado beso en mis nudillos.
Busqué su rostro, nuestras miradas se conectaron y por un segundo me sentí perdida en sus ojos avellanas y la viveza que estos poseían mientras me contemplaba de una manera tan apasionada, como si no hubiese nada en derredor capaz de robarme su atención y de alguna u otra forma, el sentimiento que eso provocaba me agradaba.
Pero solo en parte, porque también estaba el hecho de que me hacía sentir intimidada, debido a que era el único hombre cuya mirada no reflejaba cuales eran sus verdaderas intenciones conmigo.
—¡Hola!
—¡Oh, cielos! —exclamé, sobresaltada cuando la voz de Darcy resonó en aquel auto de repente. Aparté la mano de la de Elías, y me giré de súbito, encontrándolas a ambas en el asiento trasero. —. ¿Hace cuanto están ahí?
—Hace aproximadamente cinco minutos. Saludamos mientras nos subíamos, pero ustedes estaban tan concentrados comiéndose con la mirada que no se percataron.
¿Qué?
—Bueno, tú lo devorabas con la mirada. —señaló juguetona.
—Chicas, él es Elías —me apresuré a hablar para evadir el tema. —. Elías, ellas son Darcy y Rita, mis mejores amigas.
—Bonne Nuit, Mesdames —las saludó en francés, girándose para verlas con una radiante sonrisa en sus labios.
Ambas lo observaron atentamente, y sin disimulo inspeccionaron cada pequeño detalle de aquello que tenían a la vista, causando que un silencio realmente incómodo inundara el espacio, hasta que fingí una ligera tos.
—Elías, es un verdadero gusto conocerte —Darcy le tendió una mano, luciendo muy amable... —. Me encanta tu acento, joder, es tan ardiente. —...y coqueta.
Tal parecía que al final le agradó, ya que no notaba alguna pizca de falsedad en la expresión de su rostro mientras estrechaba su mano.
—Qué bueno conocerte —respondió Rita con simpleza. —. ¿Podemos irnos? Muero de hambre.
Elías se volvió hacia mí, viéndome como un niño que se preguntaba qué habría hecho mal para no agradarle, y ese simple e inocente gesto logró conmoverme, al punto en que no dudé en acariciar su mejilla, regalándome una pequeña sonrisa antes de hacer una mueca y murmurarle que no le prestara atención, intentando hacerlo sentir mejor.
Él besó mi palma, antes de concentrar la mirada al frente y poner el auto en marcha, hacia el destino que tenía preparado.
Me volteé hacia Rita, cuestionándola con la mirada, a lo que ella simplemente se cruzó de brazos y encogió los hombros. Esperaba que su actitud se debiera a que se encontraba de malas por la segura resaca que sentía en aquel momento, porque de lo contrario estaba siendo muy grosera, y pese a todo, Elías no lo merecía, era un hombre demasiado gentil.
Un silencio sepulcral nos envolvió durante todo el camino, amenazando con mayores infortunios que me hacían preguntarme si aceptar aquella salida había sido una buena idea. Me preocupaba siquiera imaginar el lugar que Elías habría elegido para la ocasión; si bien las tres proveníamos de familias económicamente acomodadas, no nos agradaba el ambiente que se percibía en aquellos lugares elitistas. Solían ser muy aburridos.
Solo esperaba y pedía, porque todo saliera bien aquella noche.
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