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Capítulo 22

La música sonaba alta, al punto en que mis oídos retumbaban. Era un Techno tan pegadizo que no nos resistimos a avanzar hacia la pista para exhibir nuestros movimientos como cuando éramos unas alocadas universitarias. Bailábamos de manera sensual entre las tres, toqueteos y besos castos e inocentes luego de un par de copas no faltaban, mientras les lanzábamos miradas coquetas a los hombres que embobados nos observaban.

La estábamos pasando de maravilla, sin duda, y eso me ayudaba a olvidarme por completo del resto del mundo. Estar con ellas me hacía sentir como si volvía a ser una estudiante cuya única preocupación era divertirse y aprobar sus materias... extrañaba aquellos tiempos cuando la vida era así de sencilla.

Bailamos, bebimos, y vacilamos con algunos extraños sin llegar a nada intimo con ninguno de ellos, después de todo, la única que legalmente podía hacerlo era Rita, y estaba más concentrada en la bebida.

Todo era risas, diversión, nostalgia, alcohol y baile hasta que el esposo de Darcy llamó para informarle que su hija se encontraba en el hospital por una reacción alérgica a algún alimento. Estaba fuera de peligro, pero aun así debía ir a su encuentro.

Apenas eran las once, la noche aún eran joven, pero entendíamos que su familia era primero.

—¿Ves por qué no quiero que te cases? Le quitan lo divertido a la vida —chilló Rita con la voz adormilada por el alcohol, posándose frente a mí para luego colgarse de mis hombros. —. Llévame a la cama, Becca, no me siento bien. —pidió casi cayéndose de ebria luego de beber el doble que nosotras.

Por suerte para ambas, el asunto con Darcy me había provocado un bajón tan intenso, que volví a estar lúcida.

A pasos un tanto torpes por parte de ella logramos llegar hasta el estacionamiento. De las tres, quien menos había bebido era la mamá del grupo, quien nos llevaría de regreso, y en su ausencia era mi responsabilidad. Conduje lento pero seguro, manteniéndome enfocada en el camino pese a los balbuceos de Rita, hasta que llagamos al hotel donde se hospedaba.

Una vez ahí, la acompañé hasta la habitación donde procedí a ayudarle a quitarse la ropa y prepararse para dormir. No tardó mucho en caer rendida en los brazos de Morfeo.

Era media noche, y me encontraba en el balcón fumando un cigarrillo, presa del insomnio, mientras repetía una y otra vez la conversación con las chicas en mi cabeza, recordando así a Thomas y reviviendo el que creía se trataba del peor día de mi vida.

La soledad y el alcohol eran los peores enemigos cuando se intentaba enterrar el pasado, me provocaban hacer memoria del día en que se marchó, y me abandonó, al igual que todos los planes que teníamos juntos.

Suspiré profundo y tomé mi celular para intentar distraerme, pero al no querer responder mensajes, decidí observarlos desde las notificaciones, encontrándome con uno de Elías, enviado a las diez de la noche.

De Elías Odell: "Que descanse, ma chére"

"Deseo verle pronto"

Torcí los labios y fruncí el ceño al leerlo. No le veía la gracia, ya que al parecer no significaban lo que yo esperaba... o deseaba, porque debía reconocer que sí lo deseaba. Y era claro que él sentía algo por mí, pero ¿qué era aquello? No tenía idea, se había convertido en un verdadero misterio.

No hacía más que dejarme jodidamente caliente cada vez que lo tenía cerca, y eso me frustraba en gran extremo.

Decidí ignorar el mensaje e ingresé a la plataforma para abrir el chat de Caín, y enviarle un mensaje, preguntándole si seguía despierto.

De Caín Sloan: "Ven".

Abrí los ojos con sorpresa por su pronta respuesta, en especial porque no esperaba recibirla. Presioné los labios para no reír pensando en que, a pesar de lo indiferente que era, el infeliz siempre estaba listo para la acción, y esa era su más grande cualidad como amante.

Apagué el cigarrillo y volvía adentrarme en la habitación, asomándome por el borde de la cama para asegurar que Rita siguiese durmiendo, y que se encontrara bien. Una vez que lo confirmé, tomé mi bolso y llaves, encontrando sobre el buró las esposas con que me habían atado durante el falso secuestro. Mordí mi labio inferior y sin saber porqué, decidí tomar aquel objeto y procedí a guardarlo antes de marcharme sin hacer ruido.

Ya luego volvería a ver a mi amiga, quien, por suerte, una vez que caía rendida no se le ventaba hasta el día siguiente.

Conduje durante casi cuarenta minutos desde el hotel hasta la cosa de Caín, para aquel tiempo ya sabía su contraseña y los perros me reconocían, así que ingresé a su vivienda sin problema alguno, encontrándolo en su sala de estar vistiendo un pantalón de pijamas gris y una camisa blanca.

Se veía ligeramente agotado, su cabello estaba húmedo y despeinado, dándole un aspecto salvaje, mientras en su mano mantenía un vaso, con lo que seguramente era bourbon.

—Tengo una reunión importante mañana, he preparado todos los detalles y ahora que intento dormir para descansar soy víctima de un maldito insomnio.

«Bienvenido a mi mundo»

—Entonces —torcí una sonrisa sugerente y acorté el espacio entre nosotros, procediendo a deslizar mis manos por su torso, por sobre la ropa, antes de colar una de ellas bajo la tela de su ropa interior, mientras hundía la nariz en su cuello, inhalando de su perfume. —. ¿Crees que hacerlo te ayudará a dormir como un angelito, Sloan? —pregunté, ensanchando aún más mi sonrisa al sentir su cuerpo reaccionar a mi tacto.

Sí, aún no perdía el don de la seducción... ¿Qué rayos estaba mal con Elías?

Un ligero gruñido brotó de sus labios antes de que apartara mis manos para hacerme girar, y subirme sobre el sofá hasta quedar de rodillas, de frente al respaldar del mismo.

Aquel sofá fue testigo del desborde de lujuria. Estaba deseosa, mi apetito sexual era casi insaciable, luego de que Elías me dejara con las ganas hacía un par de días, también sensible, después con la conversación con mis amigas y el recuerdo de Thomas, pero no había problema alguno, porque todo aquel deseo estaba siendo saciado hasta no poder más.

Subimos a su habitación después de un tiempo, donde lo hicimos una y otra vez. Todo fue fuego, frenesí y locura, hasta que ambos terminamos extasiados y agotados, cuando casi eran las cinco de la mañana. Me quedé recostada en la cama, revisando mi celular, mientras lo veía dirigirse al baño, dándome cuenta de que había recibido otro mensaje de Elías a medianoche.

De Elías Odell: "Es hermosa... Tan perfecta"

Fruncí el ceño en confusión, sin entender a qué se debía, hasta que noté un archivo adjunto que al revisarlo me di cuenta de que se trataba de una fotografía de ambos saliendo de un restaurante en horas de almuerzo, seguramente tomada por algún paparazzi. Pero, tenía razón, me veía super bien, y él no se quedaba atrás, la verdad era que me parecía un hombre sumamente apuesto el desgraciado, si tan solo le sumara salvaje deseo a aquella belleza sería el hombre perfecto.

Como casi lo era el tremendo espécimen que para aquel momento se paseaba por la habitación completamente desnudo, si no tuviese un pésimo carácter.

—Caín —le hablé, llamando su atención. —. Eres hermoso.

Frunció el ceño.

No sabía porqué había dicho aquello; quizás se debía a que estaba extasiada, más el alcohol en mi sistema... o simplemente me sorprendía la facilidad con que Elías podía expresar palabras que me hicieran sentir especial, y quería saber qué se sentía ser esa clase de persona, tan tierna y expresiva.

—¿Y? —me respondió en un tono realmente grosero, arqueando una ceja. —. ¿Acaso esperas que te responda que tú también lo eres? ¿Tan baja tienes la autoestima que necesitas oírlo, Stain?

«Idiota»

Rodé los ojos, suspirando exasperada a lo que él simplemente decidió ignorarme mientras avanzaba hacia la cama para recostarse en el otro extremo. Estaba tan agotado, que no tardó en quedarse profundamente dormido, y era la primera vez que no le importaba si me quedaba o no, dándome paso libre para dormir lo que restaba de la noche junto a él.

Pero no estaba interesada en hacerlo, aparte de que debía volver con Rita a asegurarme de que no se hubiese ahogado con su propio vomito.

Bajé a la primera planta para buscar mi ropa y vestirme con prisa, decidí mejor ducharme cuando regresara al hotel. Una vez estuve lista tomé mi bolso para rebuscar las llaves en él, encontrándome aquel objeto de metal que anteriormente fue utilizado en mí.

Una loca idea cruzó por mi cabeza, y mordí mi labio para evitar esbozar la sonrisa maliciosa que aquellos pensamientos dibujaban en mi rostro. No podía dejarme llevar por las locuras que se me ocurrían... ¿o sí?

Antes de que me diera cuenta me encontraba subiendo con prisa las gradas, cuidando no hacer ninguna clase de ruido al ingresar a la habitación. Me acerqué con sigilo a la cama, cerciorándome de que continuara dormido, y una vez que lo confirmé tomé papel y lápiz para escribir la palabra "Suerte" junto a una carita sonriente, antes de dejarlo sobre el buró al igual que la llave de las esposas.

Me volví hacia él, tomando una profunda bocanada de aire para calmar mis nervios, antes de guiar la mano hacia su rostro y darle una suave caricia. No despertó. Tomé su mano y la alcé lenta y cuidadosamente por su cabeza para acercarla al respaldar; debía estar realmente agotado, ya que no se inmutó, aun cuando cerré las esposas en su muñeca.

«¡Lo hice!»

Joder, lo había hecho.

Me retiré con prisa de su habitación, tomé mis pertenencias y salí de aquella casa con la satisfacción de haber logrado mi cometido. No sabía qué resultaría de aquella travesura, solo esperaba que no se molestara tanto como para terminar con nuestros encuentros, porque tal y como veía el avance en la relación con Elías, todo apuntaba a que no sabría como el sexo con él en un muy largo tiempo.

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