Capítulo 21
A medida que transcurrían los días me sentía cada vez más intrigada respecto a cuáles eran las verdaderas intenciones de Elías Odell; en un principio creí que su interés estaba en adquirir los bienes de mi padre, pero él ni siquiera los necesitaba, el desgraciado tenía dinero hasta para utilizarlo de papel higiénico.
Una simple empresa de Bienes Raíces no le aportaría mucho, por más millonaria que fuese.
Llegué a pensar que se debía a que me deseaba, cuán decepcionante me resulto el saber que su interés en mí carecía de finalidad sexual, luego de que prácticamente huyera cuando estaba tan dispuesta para él, jodidamente caliente.
Y ahí estaba luego, regalándome sus bonitas sonrisas, tiernas miradas y adorables palabras, como si nada hubiese pasado. Tratándome como si fuese el más hermoso, delicado y costoso de los objetos...
«¡Santos Cielos!»
¿Y si era así como en realidad me veía? ¿Cómo un hermoso objeto del que se había hecho? La palabra "Esposa Trofeo" comenzaba a tener un significado que me resultaba terrorífico al meditar la situación en que me encontraba.
Negué con la cabeza, sacudiéndola de un lado a otro para intentar apartar aquellos pensamientos, seguro solamente estaba delirando. Pero eso no quitaba lo raro de la situación. Había algo que simplemente no cuadraba con él, y debía investigar qué era antes de tener que caminar hacia el altar.
—Quietecita y cooperando. —escuché una voz femenina a mi espalda, antes de sentir que me sujetaban de las manos, haciéndome echarlas para atrás.
Fruncí el ceño en confusión, y estaba a punto de protestar cuando todo a mi alrededor se oscureció debido a una bolsa de cartón que no pude apartar, ya que mis manos fueron esposadas.
—¿Esto es en serio, Rita? —pregunté al sentir cómo me arrebata las llaves del auto y mi bolso.
—No te resistas y será más fácil para todos, mi chula. —me dijo con un acento tejano, que me hizo soltar una leve carcajada.
—Darcy, ¿Estás ahí? Sálvame de esta loca. —pedí, sin dejar de reír, mientras me encaminaba a ciegas hacia el auto que había dejado estacionado a orilla de la calle, guiada por Rita.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que salimos juntas, que me emocionaba en gran manera volver a verlas; lo malo, era que ello también implicaba tener que explicarles porqué me había comprometido con Elías, lo cual sería difícil al tener que omitir que fui obligada por mi padre.
Me forzaron a subir, según podía sentir en el asiento del copiloto, junto a una de ellas, mientras la otra conducía. Sentía el auto moverse, sabría la vida hacia donde me llevaba aquel par. No podía tratarse de mi despedida de soltera, ya que aún no había fecha exacta para la boda y tampoco habíamos hablado al respecto, así que tenía curiosidad de saber qué rayos tramaban.
—Bien, yo te guio, nena. —en aquella ocasión pude distinguir la voz de Darcy, suave y melodiosa, antes de que me sujetara del antebrazo.
El sonido de mis zapatos altos resonaba causando eco, por lo que supuse que nos encontrábamos en alguna especie de pasillo cerrado. Olía muy bien, así que descarté una bodega o algún lugar abandonado, y podía escuchar pasos y voces a una distancia muy significativa, era como un susurro en el viento, acompañado por el sonido de ruedas de equipajes... por lo que deduje que nos encontrábamos camino a una habitación de hotel.
Y lo confirmé cuando, luego de oír una puerta abrirse y posteriormente cerrarse después de que cruzáramos el umbral, Darcy me dio un ligero empujón para que me sentara sobre una cama de colchón suave.
—Bien... —la oí suspirar, antes de sentir que me quitaba la bolsa, alborotando mi cabello.
Resoplé, meneando la cabeza en un intento de apartar las hebras que caían sobre mi rostro y boca, para después abrir los ojos lista para verlas a ambas, cuando de pronto la intensa luz de una lámpara que apuntaba a mi cara me hizo entornarlos con disgusto.
—¡Por todos los cielos, chicas! —me quejé.
—Esto es un interrogatorio —dijo Rita, arrastrando una silla hasta sentarse frente a mí, a contraluz. —. Queremos saber qué tan lúcida estás.
—¿Disculpa? —moví las manos con incomodidad, para aquel punto ya comenzaban a molestarme las esposas.
—Nena —Darcy se posó a su lado. —. Hemos notado acciones que no son dignas de ti...
—Negarte a asistir a una fiesta aun sabiendo lo difícil que es para mí salir del campo últimamente, solo es una de ellas.
Inhalé profundo.
—Pero, apaguen la luz al menos. —supliqué.
—¡Aún no! —chilló Rita, un tanto histérica. —. Necesitamos saber si no te lavaron el cerebro y te hicieron olvidar. Dime... mmm —lo pensó un momento. —. Dime algo de lo que me avergüence en gran extremo. —pidió.
Una media risa brotó de mis labios, y comencé a negar con la cabeza.
—Habla, Becca. —exigió.
—Te avergüenza haberte acostado con el profesor de física, porque en ese entonces el infeliz tenía a su esposa embarazada, quien por cierto estaba muy ilusionada con la relación que tenían.
La escuché jadear, y aunque no podía ver su rostro, supuse que en aquel momento tendría una expresión de tortura junto a una mueca en sus labios.
—Necesitaba aprobar física, carajo, fue la peor experiencia de la vida. —expresó cabizbaja, poniéndose de pie para apartarse.
—Mi tuno —dijo Darcy, sentándose frente a mí. —. Di lo que más me avergüenza.
—Tu suegra te encontró haciéndole un, ya sabes, a quien hoy en día es tu esposo... y eso ocurrió en su casa, el día en que la conociste.
La luz se apagó, y cuando finalmente pude abrir los ojos divisé a aquel par frente a mí. Me giré para ver a la apacible Darcy, que en ese momento acomodaba un mechón de su cabello cobrizo tras su oreja, el cual hacía un contraste perfecto con su tez pálida y ojos marrones. Y luego miré a Rita, la hiperactiva y alegre tejana de cabello castaño ondulado y piel bronceada.
Ambas poseían expresiones que definiría como una mezcla entre vergüenza por aquello que tanto se reprochaban a sí mismas, como desconcierto, ya que había aprobado su examen con facilidad, confirmándoles que aún no perdía la cabeza del todo.
—A pues sí está lucida —dijo Rita, acercándose para sentarse a mi lado. —. De verdad creí que la habíamos perdido.
—Y no puedes culparnos, nena —Darcy también se acercó. —. Amo a mi esposo, pero sabes que solo me casé con él porque me embaracé y decidimos tenerlo... tú en cambio, por voluntad propia te casarás, ¿Rebeca Stain? Eso no tiene el más mínimo sentido... ¿Estás embarazada?
—¡No! —respondí rápidamente. —. Chicas, les aseguro que no hay nada extraño detrás de este compromiso. —crucé los dedos tras mi espalda.
Ellas se observaron entre sí, interrogándose con la mirada sobre cuál sería el siguiente movimiento, y era claro que no habían planeado nada para presionarme una vez oída mi respuesta.
—Pues supongo que ese tal Elías Odell debe ser un dios del sexo para atrapar a tremenda amazona en sus redes. —comentó Rita, y la sonrisa de suficiencia que presumía se desvaneció de mis labios.
—T-Tiene lo suyo —declaré, esperando no quedar al descubierto. —. Pero chicas, por favor, las esposas.
—Oh, cierto —Rita dio un ligero respingo, antes de ponerse de pie y encaminarse hacia un bolso ubicado en el sofá de la esquina. —. Lo siento, estamos desconcertadas. Todo esto es tan inaudito, insólito... ¡inimaginable!
Me apenaba tanto no poder decirles la verdad, pero tampoco estaba dispuesta a comprometer la imagen que ellas tenían de mí; ¿Mi cabello? Quería un cambio, ¿el compromiso? Me enamoré.
Ambas eran viles mentiras, pero todo fuese por conservar mi reputación.
—No puedo creer que se hayan tomado la molestia de ejecutar este simulacro de secuestro, ustedes no tienen remedio. —comenté, acariciando mis muñecas una vez libre de esposas.
—Queríamos asegurarnos de no traer a una impostora, comprometida, de cabello lacio —comentó Rita en un tono sarcástico. —. Por todos los cielos, Rebeca, tenía tantas aspiraciones contigo, eras el objeto de mi más grande admiración. Teníamos tantos planes, viajaríamos por el mundo.
—Rita, no seas tan melodramática —resopló Darcy, antes de encaminarse hacia un pequeño balcón para encender un cigarrillo. —. Aún podemos hacer todo lo que queramos, un matrimonio no es el fin del mundo.
«Lo mismo dijo Caín»
—Si no está embarazada, y tampoco le lavaron el cerebro, debemos creer que realmente está enamorada de ese tremendo espécimen. —insistió Darcy.
Esbocé una sonrisa, lo más natural que pude, y asentí con la cabeza. Todo apuntaba a que realmente no sospechaban nada, y eso me aliviaba. Quizás el hecho de que les había mencionado la existencia de Elías desde que mi padre me informó que estaría comprometida con él ayudaba a que sintieran que se trataba de algo totalmente natural, según ellas, el compromiso se daba reciente, y no después de casi siete meses como en realidad ocurría.
—Becca —Darcy suspiró. —. ¿Estás realmente segura de querer dar este paso? El enterarnos de tu compromiso tan repentino trajo a nuestra memoria lo ocurrido con Thomas.
Abrí los ojos de par en par, mientras sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo, haciéndome estremecer.
—Chicas, no...
—Sabes lo difícil que fue para ti recuperarte luego de su ruptura.
Negué con la cabeza, procediendo a ponerme de pie cuando la incomodidad se volvió palpable. No, el tema de Thomas era algo que no quería volver a tocar con ellas. Fueron días oscuros que no deseaba revivir de ningún modo.
—Les prometo que las circunstancias no son las mismas —me posé frente a ellas, firme, y embocé mi mejor sonrisa. —. Soy una mujer adulta ahora, no una boba adolescente enamorada. Así que dejemos este tema de lado.
Ellas se observaron entre sí una vez más, no parecían muy convencidas. Pero, al final decidieron ceder y cambiar el tema.
—¿Seremos tus damas de honor?
—Claro —solté una media risa. —. ¿Qué otras amigas tengo?
—Las alzadas puritanas de tu misma clase. —respondió Rita, cruzándose de brazos.
Rodé los ojos, mientras me acercaba a ella para fundirla en un fuerte abrazo.
—Jamás podrían reemplazarlas, y, además, mi clase es la de ustedes...
No había duda alguna de que mis amigas y yo éramos tres ramas cortadas del mismo árbol.
—Pero, no por mucho, ya que muy pronto serás una mujer casada, y este grupo como lo conocemos se terminará para siempre. Podíamos soportar a una casada, ¿pero dos? Seguro esta será la última salida.
Ella solía ser muy, demasiado, dramática. Pero la entendía, nosotras éramos su único escape. La última vez que salimos juntas fue un par de semanas antes de que papá me comentara lo de Elías, en ese lapso el padre de Rita sufrió de un derrame que lo dejó en estado vegetal, y al ser ella la hija mayor, tuvo que encargarse de la administración de la finca.
A partir de entonces eran escasas las ocasiones en que podíamos reunirnos, por eso se me fue sencillo ocultarles lo de Elías. No acostumbraba a salir a clubes sin ellas, así que fue una suerte que para aquel entonces ya tuviera a Caín para satisfacer mi necesidad de aventura.
Ya que estar con él era una realmente peligrosa, si tomaba en cuenta que de ser descubierta tendría la misma consecuencia ante los ojos de mi padre que el no casarme con Odell, y terminaría perdiéndolo todo. Era como caminar por la cuerda floja con una navaja en el cuello y eso lo volvía ardientemente excitante y un tanto emocionante.
Habría dado cualquier cosa por poder contárselo a ellas, hablarles de la experiencia más alucinante que había vivido, mucho más que enrollarme con algún extraño en cada salida, arriesgándome a no quedar satisfecha ya que algunos eran realmente malos en el sexo.
Pero no podía... al igual que el origen de mi repentino matrimonio, era un jodido secreto.
—Si esta llegase a ser la última salida, y no digo que así será —suspiré, apartándome para permitir que Darcy se uniera al abrazo. —. Entonces que sea épica... ¡vamos a bailar hasta que se gasten las suelas de nuestros malditos zapatos y beberemos como si no hubiese un mañana!
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