Capítulo 18
Miraba de manera distraída el humo que se alzaba sobre mi rostro luego de brotarme de los labios mientras, perdida en mi ensimismamiento, pensaba en todo y en nada a la vez.
Habían pasado dos semanas exactas desde aquel incidente, y aún no sabía absolutamente nada de Elías Odell. Era como si se lo hubiese tragado la tierra. Convenientemente para mí, mi padre estaba tan sumido en sus asuntos, dando por hecho que todo iba viento en popa, que no me cuestionaba respecto a mi supuesto prometido, y la abuela simplemente se limitaba a no comentar nada.
Se suponía que debía sentirme aliviada, había esquivado una bala, pero, por algún motivo, no dejaba de pensar en que me hubiese gustado poder disculparme con él, después de todo, lo habían herido al tratar de defenderme y, además, deseaba devolverle el anillo que aún resguardaba en mi buró.
—No fumes —dijo Sloan, antes de acercarse y arrebatarme el cigarrillo de los labios.
Joder, siempre era lo mismo con él.
Rodé los ojos en respuesta, en tanto me giraba en la cama para recostarme boca abajo, sintiendo mi piel desnuda rozar con las suaves sábanas de seda que cubrían su cama.
—Me buscaré otra amante, parece que el fuego de tu lujuria se ha extinguido. —comentó.
Lo miré de reojo, con una expresión carente de humor mientras se dirigía hacia el baño para tirar la colilla, y aunque estaba molesta, no pude evitar contemplarlo desnudo.
Vaya trasero.
—Suerte al encontrar a otra capaz de soportar tu pésimo carácter.
Él volvió del baño, con el ceño fruncido y el rostro endurecido, reflejando lo mucho que le había molestado mi respuesta, pero no me inmuté; Sí, ya le había perdido el miedo a su carácter del infierno.
Sabía que en parte tenía razón, aquella tarde no estaba siendo la misma lujuriosa de siempre, con mencionar que ya lo habíamos hecho dos veces y aún no alcanzaba un orgasmo era suficiente. Pero ¿qué podía decir? Ni el sexo me era placentero cuando estaba angustiada, y aunque tratara de negarlo, el no saber cómo se encontraba Odell me mantenía inquieta... me bloqueaba por completo.
No dejaba de pensar, ¿y si la herida fue demasiado grave? No estaba muerto, eso era seguro, de lo contrario mi padre ya se habría enterado, y de paso hubiese lamentado que no nos hubiéramos casado antes para que heredara todos sus bienes.
—Eres irritante. —me dijo Caín, gruñendo, antes de acercarse a la cama y sujetarme de los pies para arrastrarme hasta el borde.
Y ahí iba de nuevo.
Era la tercera vez en lo que iba de la tarde, y al igual que las dos primeras no lo disfrutaba... cielos, no lo estaba disfrutando tanto como hubiera deseado, confirmando que la angustia no me dejaba tranquila.
Sabía que no se daría por vencido en su misión por darme placer, por lo que, rendida, no tuve más opción que fingir llegar al clímax, mientras un sentimiento de frustración me invadía.
—Tengo que darme una ducha y prepararme para las lecciones de Fresia Hamilton. —comentó, pasando la mano por su cabello en un gesto de irritación.
Era notable lo poco que soportaba a la joven pelirroja de dieciséis años. Y no lo culpaba, había coincidido con ella en algunos eventos y me parecía realmente malcriada y caprichosa.
—Bien, me iré a hora —dije, apresurándome a ponerme de pie. Las piernas me temblaban, y sentía un ligero dolor, pero me las arreglé para vestirme. —. Te veré luego, Sloan.
—Como digas —le oí decir antes que, de la nada, se posara frente a mí viéndome con seriedad. —. No vuelvas a fingir placer cuando estés conmigo, guarda esos trucos para tu prometido.
Lo observé anonadada y tragué saliva, sorprendida de verme descubierta en mi mentira, y de igual manera, de que trajera el tema de Elías a colación. No le había comentado lo ocurrido con Odell, ya que me prohibió hacerlo, por lo que no esperaba que lo mencionara.
—Espero que la próxima vez que vengas no tengas inhibido el deseo, vuelve incómodo hacerlo contigo.
—No será así, Sloan. —me forcé a torcer una sonrisa, mientras me marchaba.
Subí a mi auto, viendo la pantalla de mi teléfono. Revisaba los portales de noticias todo el tiempo, asegurándome de que no hubiese nada de Elías, mientras pensaba en cómo terminar con todo lo relacionado a él de una maldita vez.
Necesitaba mi vida de regreso. ¡Joder, literalmente había fingido un orgasmo frente al hombre más caliente que se había cruzado en mi camino!
Volví a casa pensando en que lo único que podría alegrar mi tarde era un baño de espumas, algo de ron y un cigarrillo, pero apenas crucé el umbral que me dirigiría hacia las gradas me encontré a mi padre, quien al verme procedió a guardar su teléfono celular y avanzar en mi dirección.
—¿Dónde rayos estabas? Iba a llamarte para avisarte que tu prometido está aquí.
—¡¿Qué?!
El alma abandonó mi cuerpo, y palidecí, como si hubiese visto un fantasma.
—No te ves tan bien, pero ya no hay tiempo para que subas a arreglarte, tiene mucho tiempo esperando por ti. —dijo, antes de sujetarme del brazo y guiarme hacia la sala de estar.
El corazón empezó a latirme tan fuerte y rápido que lo sentía en la garganta y resonaba mis oídos mientras un creciente temor comenzaba a invadirme. No podía creer que realmente se encontrara ahí, ¿acaso se había presentado a terminar el compromiso formalmente? Joder, si le decía a mi padre lo que había ocurrido podía darme por exiliada de la familia Stain, Héctor me echaría a la calle y alejaría a mi abuela de mí.
Cielos, no me daba miedo perder todo lo material, pero no podía, ni quería, imaginarme una vida sin mi abuela en ella.
El miedo solo aumentó cuando llegamos al umbral y pude divisar a Ander y Hugo de pie en el otro extremo de la sala, luciendo serios e intimidantes como siempre. Ambos se percataron de mi presencia y Ander frunció ligeramente el ceño, reflejando algo de recelo hacia mi persona.
Me puse tan nerviosa que mis extremidades comenzaron a temblar, y mis manos se humedecieron, y solo me contuve para no desfallecer en el momento en que divisé a Elías sentado en el sofá junto a mi abuela, entablando una cálida conversación.
En el instante en que sus intensos ojos ámbar se conectaron con los míos sentí que era mi fin. Estaba convencida de que Héctor Stain iba a matarme.
—Hola, ma chère. —se puso de pie, esbozando una radiante sonrisa, y creí sufrir un mini-infarto.
Lo vi avanzando en mi dirección, y me temblaron las piernas debido a que los nervios que se hacían cada vez más intensos. No aparté la mirada de su rostro, desconcertada debido a la serenidad que presumía, y la sonrisa en sus labios. Algo en mi interior me decía que solo estaba fingiendo, y que en cualquier momento arrojaría la bomba que terminaría conmigo.
—Elías me comentó que por motivos de trabajo tuvo que dejar la ciudad hace dos semanas, no le dio tiempo de comunicarse con nadie para informarlo y donde se encontraba no había señal. Creí que lo sabías, por eso no te dije nada al respecto.
«¿Qué? Ya había hablado con mi padre después de ese día»
—Todo ocurrió muy rápido —agregó Elías, y una vez que estuvo frente a mí, tomó mi mano para besarme los nudillos, antes de acercarse para dejar un beso en mi mejilla que me hizo estremecer.
Lo primero que pensé, era lo incómodo que me resultaba su cercanía, especialmente porque tenía el aroma de Caín impregnado en mí.
—No sabe la alegría que me provoca el poder verla de nuevo, ma chère, la eché de menos.
La voz de Odell me devolvió a la realidad, y tuve que parpadear un par de veces para concentrarme, antes de armarme de valor y verlo a los ojos.
—L-Lo mismo pienso. —me aclaré la garganta, mientras veía a mi abuela por sobre el hombro de Elías, y la sonrisa ladina llena de suficiencia que mantenía me decía lo que pensaba...
...Ella creía que había acertado al decirme que él volvería.
¡Pero no tenía ni el más mínimo maldito sentido! ¿Qué hacía tan tranquilo y campante en la sala de estar de mi casa, como si nada hubiera pasado? Para más sus guardaespaldas mostraban un poco de resentimiento, mientras Odell lucía tranquilo y super encantado.
—¿Cómo está de Salud? —le pregunté, con curiosidad, una vez que sentamos uno junto al otro en el sofá grande, mientras mi padre y abuela se retiraban para darnos privacidad.
—Estoy bien, no ha sido nada grave —respondió tranquilo. —. Espero no haberla incomodado el día de la cita, mi comportamiento fue muy inadecuado... me disculpo con usted.
¿Qué rayos estaba mal con aquel tipo? ¿De qué se disculpa si no había hecho más que cuidar de mí?
Instintivamente bajé la mirada hacia sus manos, recordando una vez más aquella noche, y enarqué una ceja al no notar nada extraño. O había sido mi imaginación, o lo que sea que ocultase lo hacía muy bien. Pero, para aquel punto ya no me importaba, de paso era un alivio ver con mis propios ojos que estaba bien.
Significaba que ya podía volver a mi vida normal... sexualmente hablando.
—Gracias, por no delatar mis acciones frente a mi padre. —dije, un tanto avergonzada.
No podía creer que le había mentido, para no meterme en problemas. Debía reconocer que había sido un gran gesto de su parte.
Elías tomó mi mano, y la guio hacia sus labios.
—Lo que pasa entre nosotros, Chére, es asunto nuestro, no de su padre —respondió, antes de besar mis nudillos. —. No mentí al decir que mi intención en este año era conocernos, me alegra que se muestre tal cual es.
«¡¿Qué, de qué?!»
—A pesar de todo no tengo quejas de aquella noche...
¡No! No podía estar hablando en serio.
—...Y no puedo esperar a tener otra cita con usted.
¡Por todos los cielos!
¡Me estaba jodiendo!
Debía ser una maldita broma, y una de muy mal gusto. Esperaba, de corazón que su caballerosidad lo hubiera orillado a desear terminar el compromiso personalmente, deseaba que aquel fuese el motivo por el que se encontraba en mi casa, no para decirme que planeaba continuar con aquella locura.
Es decir; me vio bailar con dos hombres y una stripper frente a él, incluso permití que ella me basara, ¿y a él no le había resultado incómodo en lo más mínimo?
Eso no podía estarme pasando en verdad.
—E-Elías, hay algo que quiero decirte...
Iba a terminar con esa locura de una vez, y esperaba que él pudiera entender que simplemente no quería casarme. No le seguiría el juego a mi padre, no podía más.
—Dime, ma chère.
Sus intensos ojos se posaron en los míos, poseían un brillo de emoción y encanto mientras contemplaba mi rostro. La conversación con mi abuela volvió a mi memoria, ella literalmente había insinuado que ese hombre estaba enamorado de mí, y aunque debía reconocer que tenía sus encantos, era generoso, y a pesar de su vestimenta anticuada seguía pareciéndome apuesto, no podía ser su esposa, no quería serlo, y menos servir de puente para sus negocios con mi padre.
—Y-Yo...
Estaba a punto de terminar con todo de una vez, era lo que más quería, pero en eso, la figura de mi padre atravesando el umbral a espaldas de Elías llegó a mi campo de visión, y por la manera en que me miró, todo apuntaba a que sospechaba cuales eran mis intensiones.
—Elías, quería agradecerte por tu ayuda con mis empresas, si la bolsa de valores sigue cayendo así, no sé a dónde iremos a parar... por poco perdemos millones. —comentó, mientras buscaba mi rostro, y aunque esperé ver en el suyo una mirada de advertencia o amenaza, mi cuerpo entero se estremeció cuando noté que su expresión era de súplica y desesperación.
—No se preocupe, señor Stain. Creo que no es momento de hablar de negocios —se limitó a responder Elías. —. ¿Qué quiere decirme, ma chère?
Desvié la mirada del rostro de mi padre, cuyos ojos parecían querer salirse de sus orbes debido a la angustia, y la concentré en las esferas ámbar de Elías.
—Y-Yo... —tragué saliva. —. Pues, que yo también esperaré con ansias nuestra siguiente cita. —me limité a decir.
Al final, simplemente me rendí.
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