Capítulo 14
De Mi universo: "¿Puedes bajar, mi niña? Por favor"
Arquee una ceja un tanto confundida al leer un mensaje de la abuela un sábado a las siete de la mañana. La idea de que quizás papá había salido y había una deliciosa torta de limón esperando por mí en la cocina me hizo levantarme con prisa y correr al baño para lavarme el rostro y cepillarme los dientes.
A medida que bajaba los escalones de las gradas notaba con decepción la falta de olor a pastel, cuando mi abuela horneaba toda la casa se inundaba de aquel exquisito aroma. En cambio, había algo más en el ambiente, pero se me dificultaba descifrarlo hasta que llegué al piso de abajo, doble el pasillo y me detuve frente al umbral que daba a la sala de estar.
—¡Santos cielos! —exclamé consternada al divisar un enorme arreglo floral descansando sobre la mesa de centro, y un sinfín más a los alrededores, decorando la alfombra.
Rosas rojas y blancas, girasoles y algunos lugares tulipanes... una hermosa vista.
—¿Qué es esto, abuela? —inquirí, acercándome al más grande para olfatear su aroma.
—Pues —ella suspiró, mientras extendía una nota que jugueteaba entre sus dedos. —. Un tal Elías Odell quería desearte un lindo día.
Alcé las cejas con sorpresa y observé consternada todo a mi alrededor.
—Parece que quedó encantado contigo.
Un bufido brotó de mis labios, sin que pudiera contenerme.
—Más bien con mi patrimonio —rodé los ojos, en lo que me alejaba un poco y cruzaba los brazos sobre mi pecho. —. Esto es muy ostentoso, debió pensar en lo que haría cuando todas estas flores se marchitaran. Técnicamente les envía más trabajo a los empleados de esta casa, que tendrá que limpiar cada pétalo marchito...
—Tranquila, mi amor —ella rio suave. —. ¿Por qué estás tan a la defensiva?
¿Quizás porque no quería casarme con un extraño, por más atractivo, caballeroso y adinerado que fuera?
Me limité a resoplar, mientras veía de reojo las flores; en realidad eran muy hermosas, pero si él creía que se ganaría mi afecto con obsequios estaba muy equivocado. Tenía muy presente lo que debía hacer, y la misión principal era hacerlo retractarse de querer casarse conmigo, a como diera lugar.
—La nota también dice que espera con ansias que llegue la noche, para venir a la cena. —ella sonrió y comenzó a juguetear con sus cejas de manera cómplice.
Rodé los ojos y suspiré exasperada. Definitivamente había cometido un error al describirle a Elías Odell como un tipo apuesto y caballeroso, ya que, al parecer, le di la impresión de que me había maravillado su personalidad, así que ella estaba ansiosa por conocerlo.
—Decide qué hacer con esto, abuela. —dije, antes de darle la espalda con la intención de volver a mi habitación a descansar un poco y así prepararme para una tediosa noche.
Cinco días habían pasado desde que nos conocimos en el restaurante, y a mi padre se le ocurrió organizar una cena para invitarlo a nuestra casa, a que conociera a mi abuela también, según él, una estrategia para que Odell no perdiera el interés en mí debido a la falta de convivencia.
Quería descansar todo lo que pudiese, ya que no tardado tendría que comenzar mi rutina para días especiales; ir a salón de belleza, al gimnasio, spa... y de compras, porque al parecer mi ropa no era lo suficientemente recatada. También tendría que volver a usar el anillo que había guardado en el fondo de un cajón, lo más alejado de mí posible, ya que al menos frente a mi familia debía fingir que sí estaba comprometida con la causa.
De Darcy: "Estoy de regreso en la ciudad, ¿qué tal una salida alocada?
Rita también volvió del campo y está lista para hoy"
Torcí los labios mientras veía el mensaje de texto de Darcy, quien junto a Rita conformábamos el mejor trío fiestero que podría existir; éramos amigas desde la secundaria, y de igual manera entramos y salimos juntas de la universidad. Aún nos reuníamos para salir, eran ellas quienes cuidaban mi espalda cuando me embriagaba en los clubes, y también quienes sabían dónde exactamente me encontraba cuando me dirigía a algún motel con algún desconocido.
Éramos muy unidas, hasta que cada una tuvo que enfrentarse a la vida real: Rita volvió al campo a administrar las Villas de sus padres, mientras que Darcy se casó y tuvo un bebé. Aun así, siempre se las arreglaban para reunirnos a perder el control en algún club, yo más que ellas, pero juntas.
Para Darcy: "No puedo, tengo una cena con Elías Odell"
Dado a que la boda no se celebraría pronto, decidí no comentarles que me había comprometido con él por negocios, mis amigas tenían una percepción distinta de mí, me veían como un alma libre que siempre hacía lo que quería y se salía con la suya. ¿Cómo entonces les diría que permití que mi padre me obligara a algo como eso?
Me daba vergüenza.
De Sloan: "¿Tienes ganas de hacerlo?"
¡Por todos los cielos! Estaba segura de que el universo se encontraba conspirando en mi contra y de la manera más cruel que podría existir. ¿Una salida con mis amigas y una invitación de Sloan para coger el mismo día? Me estaba restregando en la cara todo lo que estaba a punto de perder debido al dichoso compromiso.
Para Sloan: "No puedo, tengo una
cita con el supuesto prometido".
Dejé el teléfono sobre la cama y me contuve para no soltar un gruñido de frustración, por miedo a desarreglarme. La hora había llegado y en cualquier momento Elías tocaría a la puerta. No estaba feliz en lo absoluto, porque seguramente mi padre comenzaría a hablar de trabajo dejándonos a la abuela y a mí fuera de la conversación, y me habría perdido de una noche inolvidable por nada.
«Maldita suerte»
Me miré al espejo por cuestión de segundos, y con sumo desdé hacia la imagen que veía pensé en que no entendía qué era lo que esperaba mi padre; ¿que durante el año y meses continuaría con la fachada de mujer recatada, quizás?
No estaba dispuesta. Y, aunque en un principio mi intención era fingir que cooperaba frente a mi familia, ya llegado el momento decidí que comenzaría por demostrarle mi verdadera personalidad a Odell desde ese preciso instante.
De Papá: "Ya es momento de bajar, tu prometido llegó".
Tragué saliva, mientras me daba un último vistazo en el espejo, sintiendo conformidad al poder reconocer a la persona en el reflejo, utilizando para la ocasión un vestido satín de color plateado de finos tirantes y revuelo en el corpiño que me permitía no utilizar sostén, combinado con unos zapatos de tacón del mismo color con tiras cruzadas que me llegaban a mitad de las pantorrillas.
Era un estilo bastante atrevido y sensual, el mismo que me caracterizaba. Lo único que no combinaba, era el anillo en mi dedo.
De papá: Ya se está estacionando, baja de una vez.
Me preparé mentalmente para cualquier repercusión que traería mi decisión y pensando un "al carajo todo" salí de mi habitación. A medida que bajaba las gradas los nervios comenzaban a traicionarme, al punto en que ocasiones se me dificultaba mover un pie y aferraba una de mis manos con fuerza al barandal temiendo tropezar y caer.
Avancé un par de pasos por el pasillo que conducía hacia la entrada y observé a mi padre y abuela de pie frente a la puerta, de espaldas a mí. La idea de terminar con mi acto de rebeldía y subir corriendo a buscar un atuendo más adecuado se cruzó mi mente, pero perdí toda oportunidad de hacerlo en el momento en que la puerta se abrió y lo primero que divisé fueron los intensos ojos ámbar que se posaron en mí de inmediato.
Y, joder, odiaba la forma en que me hacían sentir tan diminuta.
—Sea bienvenido, señor Odell —exclamó mi padre, sonriente, en lo que se giraba para buscarme con la mirada, y su sonrisa se desvaneció en el momento en que sus ojos me escrutaron de pies a cabeza. —. Rebeca, cariño, ven a darle la bienvenida a tu prometido. —dijo, apretando los dientes al final de la frase.
Estaba en problemas, su mirada amenazante me lo decía. Pero, en fin, no había tiempo para llorar sobre la leche derramada, por lo que me forcé a mí misma a alzar el mentón, mientras caminaba hacia ellos, empleando un ligero contoneo de caderas con un semblante sensual y atrevido.
—Señor Odell, bienvenido —dije, posándome junto a mi padre y abuela. —. Es gusto verlo. —le extendí la mano.
Esperaba que mi actitud y apariencia lograra incomodarlo, aunque fuese un poco, pero quien quedó perpleja fui yo cuando aquel hombre esbozó la más radiante de las sonrisas, y sus ojos brillaron mientras tomaba mi mano para guiarla hacia sus labios.
—El gusto es totalmente mío, ma chère. —dijo remarcando su acento, antes de besar mis nudillos.
Carajo.
No había ni una sola pisca de desdén en él, al contrario, parecía encantado.
—Eh, l-le presento a mi abuela. —dije, un tanto incómoda, mientras retiraba mi mano de las suyas.
—Señor Odell, ella es Rosalía Stain, mi madre. —intervino papá. —. Mamá, conoce a Elías Odell.
Él fue muy cortés cuando se acercó a mi abuela para saludarla con la misma cortesía y caballerosidad que a mí, y fue en ese momento que papá aprovechó su distracción para inclinarse y hablarme al oído.
—¿Qué demonios traes puesto, Rebeca? —preguntó, casi gruñendo.
Suspiré.
—Ropa, papá, mi ropa. Esta soy yo, que me conozca —respondí, viéndolo de manera desafiante. —. ¿No era ese el plan?
Él entornó los ojos, viéndome con advertencia mientras presionaba los labios.
—Oh, es usted un encanto, señor Odell.
La voz de la abuela fue lo único capaz de detener la reprimenda que estaba a punto de darme, olvidando por completo que teníamos un invitado muy especial. Me dedicó una mirada de "luego hablamos" y forzó una sonrisa mientras se aproximaba hacia al señor Odell y la abuela.
—¿Pasamos a la mesa?
—Oh, espere un momento. —lo interrumpió, mientras se volvía hacia la puerta.
Fue en ese momento en que me percaté de que sus guardaespaldas se encontraban de pie al otro lado del umbral, y ambos ingresaron por órdenes de su jefe, mientras cargaban una caja cada uno de ellos.
—Señorita Stain —me habló, mientras tomaba la caja más pequeña y se acercaba a mí. —. Sé que esto no compensará su perdida, pero espero que pueda traerle algo de alivio.
Fruncí el ceño en confusión, y observé a mi abuela, quien se alzó levemente de hombros y me hizo un gesto con la cabeza, animándome a abrirlo. Miré a los ojos del hombre que se encontraba frente a mí, y le agradecí el detalle, mientras me acercaba para abrir la caja que mantenía en sus manos.
En el momento en que lo hice, una pequeña cabecita peluda se asomó por el borde, y el corazón me dio un salto al divisar a un pequeño y hermoso minino de bello pelaje gris mezclado con blanco.
—¡Santos cielos! —exclamé, sobresaltada, mientras lo observaba con ojos amplios.
—Espero este pequeño pueda ganarse su afecto y ayudarle a sanar.
No me resistí a tomar a aquella criatura de la caja, guiándolo directamente hacia mi pecho para abrazarlo con emoción; era un gatito, y hermoso y tierno gatito regordete, como el que siempre había querido.
—Hola, pequeño, eres muy hermoso —dije, alzándolo frente a mi rostro y viendo sus bonitos ojos azules con adoración. —. Eres tan tierno y adorable...
Carajo, aquello fue amor a primera vista.
Desvié la vista del bonito felino solo para encontrarme con la mirada enternecida de Odell puesta en mi rostro, y aunque realmente estaba emocionada, me obligué a recuperar la postura mientras lo devolvía a su caja y la tomaba de manos de aquel hombre.
—Gracias, señor Odell —me aclaré la garganta. —. Fue muy gentil de su parte.
—Por favor, ma chère, llámame Elías —dijo, antes de pedirle a otro de sus guardaespaldas que se acercaran. —. Me tomé la libertad de traer cosas para el gato, entre otros presentes para usted. Espero le gusten, y que también le hayan gustados las flores que le envié esta mañana. —esbozó una sonrisa tan amplia que desnudó su perfecta dentadura.
Y vaya que su sonrisa era realmente hermosa.
«¡No! ¡Basta! Recuerda la situación y no sucumbas a sus encantos»
No podía perder el horizonte solo por un bonito y tierno presente... la misión era lograr que desistiera de nuestro compromiso.
—Ahora sí, vamos a cenar. —anunció mi padre.
Me excusé con los presentes antes de llevar al mínimo hasta mi habitación, luego me lavé las manos y bajé para unirme al resto, notando enseguida la presencia de los guardaespaldas a unos pasos de distancia de la mesa, como si fueses estatuas decorativas. A pesar de la suma de dinero que mi padre había logrado, nunca nos vimos en la necesidad de contratar seguridad, ni siquiera Sloan la utilizaba, por lo que la curiosidad hacia la clase de persona que debía ser Elías Odell, como para necesitar guardaespaldas, comenzaba a carcomerme.
La velada avanzó tranquila, sin ningún percance. La comida estaba deliciosa, ¿y como no? Mi abuela había supervisado cada pequeño detalle. No hubo conversaciones de negocios, ella lo prohibió tan pronto como papá intentó traerlo a colocación; lo cual agradecí.
Elías se comportó realmente caballeroso, entablaba animadas conversaciones triviales con la mujer que me había criado y por la forma en que ella reía tan a gusto con él, era claro que se la había ganado.
De vez en cuando su mirada se encontraba con la mía, y sonreía, lo que me hacía sentir de una manera extraña; pero ¿qué podía esperar? Estaba acostumbrada a mi padre, y a Caín Sloan, quienes eran amargados y nunca sonreían. Elías era diferente... era como un hombre de ensueño y eso no me generaba confianza alguna, al contrario, me hacía dudar de él y de sus verdaderas intenciones.
Nadie podía ser tan perfecto, y a la vez feliz.
—¿Acaso le comenté de lo bien que luce, señorita Stain? —me preguntó, una vez que todo terminó y lo acompañé hasta la puerta.
—Sí, lo hizo, pero, por favor, Elías, llámeme Rebeca —respondí lo mismo que me había dicho al llegar. —. Y gracias por el halago.
—Me gusta su cabello —dijo, posándose frente a mí y tomando mi mano. —. Aunque sus rizos le quedaban de maravilla. —besó mis nudillos, mientras yo lo observaba anonadada por su comentario. —. Que descanse, ma chère.
Se marchó, y yo continué de pie frente a la puerta unos minutos más; llevaba ya varios meses de que me había alisado el cabello, lo que significaba que él me había visto antes de eso.
—Rebeca, dile al jardinero que saque esa bola de pelos de mi casa. —ordenó mi padre, sacándome de mi ensimismamiento.
—Espera, ¿qué? —cuestioné, girándome para enfrentarlo. —. No, claro que no.
—No quiero un animal en esta casa.
«¿Aparte de él?»
—No me desharé del gato, es un regalo del hombre con quien pretendes que me case —rebatí. —. Tú provocaste esto al mentirle, y ahora atente a las consecuencias.
—¿Qué has dicho? ¿Como te atreves a hablarme de esa forma? —inquirió, viéndome con enojo. —. No me desafíes, Rebeca. Además, no se me olvida que pusiste en riesgo todo al vestirte como una puta barata para esta cena.
Lo miré a los ojos, decidida a no dejarme intimidar por él, ni ceder ante su manipulación... no lo permitiría en aquella ocasión.
—El gato se queda, papá. —concluí, antes de pasarlo de lado y retirarme con prisa hacia mi habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro