Capítulo 13
Fruncí ligeramente el ceño al escuchar mi apellido pronunciado con un acento francés, y por vivo instinto alcé la mirada, topándome de golpe con un par de ojos color avellanas, y debía mencionar que la intensidad de aquella mirada fue capaz de hacerme sentir el ser más diminuto que podría existir sobre la faz de la tierra.
—Señor Odell, lamentamos el retraso... había algo de tráfico. —dijo papá, mientras apartaba su brazo y me daba un ligero, casi imperceptible, golpe de codo, al notarme con la mirada perdida en la persona que se encontraba frente a mí.
Pero ¿qué podía decir? Había asociado el nombre "Elías Odell" con algún hombre mayor, quizás un viejo pervertido, más sin embargo ahí me encontraba frente a un treintañero, cuyas bonitas esferas ámbar solo era una de las delicadas piezas que conformaban su varonil y hermosa faz de mandíbula fuerte, junto a sus abundantes cejas perfectamente definidas y largas pestañas, así como una nariz nubia y labios carnosos.
Era jodidamente apuesto, y joven.
Moreno, de cabello rizado en un corte formal, barba de tres días bien definida y alto, pero quizás unos centímetros menos que Sloan. Aparentaba tener un buen físico, según lo poco que podía apreciar de su cuerpo bajo tanta tela, ya que vestía con un estilo elegante formal, bastante clásico, a decir verdad, pero su aroma, joder el perfume masculino siempre fue mi debilidad, y el suyo era simplemente exquisito. Tan agradable que por un instante me sentí cómoda, al punto en que tuve que contenerme para no acortar el espacio entre nosotros para hundir el rostro en su cuello e inhalarlo hasta saciarme.
«¡Basta!, concéntrate, que no se te alboroten las hormonas ¡maldita sea!... él es... él es el responsable de todo y...»
—El gusto es de ella, se lo aseguro. —se atrevió a hablar mi padre, al ver que no correspondía el saludo.
—Mademoiselle Rebeca... ¿está todo bien? —preguntó, observándome con extrañez.
Y, aunque la manera en que mi nombre se oyó delicioso al salir de sus labios con aquel acento, la mirada de desconcierto en su rostro fue lo que provocó que mi mente se enfocara y mis defensas se encendieran, ya que sentí que no tenía derecho alguno de verme así.
¿Acaso también esperaba que llegase con una sonrisa, cuando me encontraba ahí en contra de mi entera voluntad?
Me obligué a ignorar las sensaciones que despertaba en mí su agradable aroma y atractivo masculino, apartando cualquier pensamiento lujurioso que quería invadir mi mente ante tan bello espécimen humano, mientras una expresión nula se apoderaba de mi rostro. "¿Todo bien?" ... ¡¿Todo bien?! ¿Cómo diablos se atrevía a preguntar eso dada la situación en que me había metido?
—Discúlpela, señor Odell, está un tanto desconcertada; su mascota, un gatito, murió y se le ha sido difícil superarlo.
Tuve que hacer un gran esfuerzo, para que la expresión en mi rostro no delatara la tremenda mentira de mi padre. ¿Cómo se atrevía a utilizar de excusa a un gatito imaginario cuando nunca me permitió tener una mascota por más que se lo supliqué de pequeña?
—Oh, es una pena oír eso. —respondió el señor Odell, en un tono apesarado.
«¿De verdad se lo creyó?»
—Si es esa la situación, supongo entonces que no se encuentra de humor para esta reunión.
Papá me dio un ligero golpe de codo, en esa ocasión un poco más fuerte que la anterior, dejándome entrever que ya se estaba cansando de mi actitud.
—Descuide, estoy bien —respondí, obligándome a esbozar una sonrisa que se viese lo más genuina posible, mientras me sentaba en la silla. —. Estoy bien, señor Odell, y el gusto es mío.
—Le aseguro que todo está bien, sabe lo importante que es todo esto y está de acuerdo —dijo papá, sentándose a mi lado. —. ¿Cuándo desea que sea la boda?
Volví a bajar la cabeza para que no me vieran fruncir el ceño y reflejar mi molestia, al mismo tiempo en que presionaba las manos en puños bajo la mesa, hundiendo mis uñas en las palmas para intentar aliviar la ansiedad y frustración que me envolvían.
«Es por la familia, lo hago por mi familia... resiste, Rebeca»
—Descuide, señor Stain, no hay tanta prisa —respondió con voz serena. —. Estoy más que seguro de que la mademoiselle querrá conocerme antes de caminar hacia el altar... un año y par de meses será el tiempo que le concederé para eso.
Un inesperado jadeo cargado de alivio brotó de mis labios tras oír aquellas palabras, e instintivamente alcé el rostro, viéndolo con los ojos abiertos de par en par, reflejando mi sorpresa.
No había una boda a la vuelta de la esquina, podía respirar.
—Pero, señor Odell, usted...
—No me estoy retractando, supongo que la mademoiselle sabe el motivo real de este matrimonio por lo que no disimularé al comentar frente a ella que durante todo este tiempo en que sea mi prometida, cumpliré con los acuerdos como si ya fuésemos marido y mujer, y espero que usted, señor Stain, cumpla con los suyos —sus intensos ojos se posaron en mí. —. ¿Está usted de acuerdo en que lo mejor será conocernos? Su opinión también importa.
Me limité a asentir con la cabeza, manteniendo el rostro serio. Si era honesta, en aquel momento no sabía qué pensar o decir, lo único que resonaba en mi cabeza eran gritos de alegría por haber esquivado una bala, y al mismo tiempos pensamientos de admiración hacia la manera en que aquel hombre se expresaba al hablar de negocios; tenía porte, elegancia y autoridad.
Sí, había algo de sensualidad en aquel tipo, y no solo por su atractivo físico.
—Me complace saberlo —se limitó a responderme, antes de hacerle una ceña al mesero para que se acercara. —. ¿Les parece si comenzamos?
La cena en sí me resultó tediosa, y no solamente porque mi padre decidió ser el protagonista de la noche y comenzar a hablar de negocios en la mesa, sin incluirme, sino también porque no pude pedir un platillo fuerte, como el de ellos, para evitar la mirada acusatoria de mi progenitor, y tuve que conformarme con una ensalada de verduras cocidas y pollo a la plancha junto a un vino blanco.
Y, como en cualquier restaurante fino y elegante, era en porciones pequeñas... ¡me estaban matando de hambre y aburrimiento!
De vez en cuando mis ojos se encontraban con el apacible rostro de Elías Odell, quien comía tranquilo, demostrando que sabía de modales en la mesa; usaba tenedor y cuchillo de mesa con destreza, y mascaba con la boca cerrada. Parecía ser demasiado perfeccionista, ya que no tiraba ni una migaja, ¡ni por error! Además, era un hombre joven, realmente apuesto y adinerado así que no imaginaba el motivo por el que alguien como él seguía soltero, y buscaba esposa mediante un jodido acuerdo.
¿Quizás tenía fetiches extraños?
Como era de esperarse ante tanto ocio se me fue imposible no comenzar a divagar y me pregunté qué tal sería en el sexo, y es que, si era sincera, me encontraba embobada solo de ver sus finos y largos dedos manipulando el cubierto y las cuchillas. También se me hacía difícil no ver con atención sus apetitosos labios cuando los entreabría para ingerir la comida, produciendo en mi mente los pensamientos más lujuriosos que podría imaginar.
—Y, ¿qué le apasiona, mademoiselle Stain? —me preguntó de la nada, haciéndome sobresaltar por la sorpresa y el temor de haber quedado en evidencia mientras lo contemplaba sin pudor.
Por suerte pude disimular y mantener la postura en tanto fijaba la mirada en sus intensas esferas ámbar; mi mayor pasión era las fiestas y el sexo, pero no iba a responder aquello. Había algo más en lo que sí éramos compatibles: "los negocios", había estudiado Administración y tenía muchas ideas qué aportar, pero mi padre no deseaba escucharlas.
Quizás, si podía sostener una buena conversación con el señor Odell sobre el tema laboral, le demostraría que se equivocaba sobre mí, y que merecía una oportunidad.
—Pues...
—El spa, e ir de compras, como todas las mujeres —papá respondió, tal y como hacía ante cualquier pregunta que fuese dirigida a mi persona. Me observó de reojo con una expresión seria y comprendí que su intención era hacerme callar por miedo a que dijera algo que pudiera ofender a "mi prometido". —. Señor Odell, tengo una duda respecto a...
Dejé de intentar tener una conversación con aquel par, era claro que Héctor Stain no me dejaría hablar, por lo que continué cenando lo poco que restaba en mi plato. Al fin y al cabo, todo giraba alrededor de ellos, e incluso mi matrimonio sería para afianzar su sociedad... así que, al diablo.
—Les ruego me disculpen, familia Stain, porque debo retirarme —anunció luego de ver algo en la pantalla de su teléfono, antes de ponerse de pie y avanzar en mi dirección, extendiendo su mano para pedir la mía. —. Ha sido un verdadero gusto poder verla esta noche, es usted una mujer muy hermosa. Ahora, si me permite —dijo, antes de sacar una caja roja de terciopelo que llevaba en su bolsillo, y al abrirla pude apreciar un delicado y elegante anillo de compromiso que poseía orillas de diamantes junto a uno más grande ubicado en el centro. Una pieza de joyería muy hermosa. —. Espero poder verla pronto, estaré encantado de conocer a mi futura esposa, y lamento profundamente lo de su gato. —declaró, para luego guiar mis manos hacia sus labios y besarme los nudillos, acto que me dejó un tanto anonadada.
¿De dónde rayos había sacado mi padre a aquel hombre tan... peculiar?
Me esforcé por formular un "Gracias", aunque al final no supe si solo lo pensé, o si realmente la palabra salió de mis labios. Lo seguí con la mirada mientras avanzaba por el camino entre las mesas, tenía un porte muy formal... demasiado, a decir verdad, actuaba como un hombre de unos sesenta y pico de años, aunque seguramente no pasaba de los treinta y uno o treinta dos.
Y, como si su persona no me resultara un tanto singular por sí sola, el hecho de que cuando estaba a punto de salir del lugar se le sumaran dos enormes hombres, vestidos de negro, me hizo fruncir el rostro con desconcierto... llevaba guardaespaldas.
¿Quién rayos era?
Bajé la mirada hacia mi mano, y contemplé el anillo que adornaba el dedo anular, sintiéndome realmente extraña; sin saberlo, el señor Odell me había dado la última pieza que hacía falta para desconocerme por completo... ¿Qué rayos estaba haciendo? La verdadera Rebeca Stain juró jamás llevar uno de esos, y por ese motivo procedí a quitármelo y guardarlo en mi bolso de mano.
«No quiero esto»
—Un año y meses es mucho tiempo —comentó mi padre, una vez que llegamos a casa. Permaneció callado durante el camino de regreso, seguro pensando en qué decir. —. No creas que significa que esto se acabó; vas a casarte con ese hombre y unificaremos nuestras empresas, tienes totalmente prohibido desistir de este compromiso, así como continuar asistiendo a esos clubes de mala muerte.
—Pero, papá, yo...
—No te negaré el salir a divertirte, eres una mujer adulta, pero asiste a lugares VIP, donde encuentres personas de tu misma clase, y hazle un favor al mundo; respeta a tu prometido, no seas como tu madre.
Frené en seco a mitad de pasillo, viéndolo consternada mientras él me ignoraba por completo y seguía su camino hasta desaparecerse por el pasillo. Había muchas ofensas que podía utilizar, pero compararme con mi madre era la peor de ellas.
«Idiota»
Decidí subir a mi habitación para refrescarme un poco, y luego descansé sentada en el balcón, donde encendí un cigarrillo al que le di una calada profunda mientras meditaba en lo ocurrido y aunque aún sentía algo de alivio luego de saber que la boda no sería pronto, no podía evitar pensar en el anillo que aún guardaba en mi bolsa de mano y sentirme ansiosa. El fingir toda la cena que era una mujer callada y sumisa me había agotado emocionalmente, así que no quería ni imaginarme como sería fingir durante un año y meses, y aún después de casados.
La frase "cumpliré con los acuerdos como si ya fuéramos marido y mujer, y espero que usted, señor Stain, cumpla con los suyos" no salía de mi cabeza, haciéndome pensar una y otra vez en todo lo que representaba. Al final se trataba de un negocio muy grande, y yo solo era la esposa trofeo que debía fingir ser alguien más para agradarle a su prometido.
No me agradaba la idea....
...No me parecía justo...
...No lo permitiría.
Si bien yo no podía romper con el compromiso por el bienestar de la relación con mi familia, no tendría la culpa si era él quien decidía terminar con aquella farsa, después de conocerme y darse cuenta de que no era la clase de mujer que quería en su vida. Debido a la manera en que se puso de pie al verme llegar para apartarme una silla, su forma de actuar y su porte, podía suponer que contaba con unos modales como solo podía exhibir un caballero habituado a la más refinada cortesía... en otras palabras, era joven y apuesto, pero chapado a la antigua y seguramente muy conservador.
Sí, solo debía a demostrarle quien era la verdadera Rebeca Stain, y seguramente huiría en cuestión de días. Solo así lograría salir invicta de aquel desastre.
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