Capítulo 10
Observaba consternada una enorme casa de color negro que se extendió frente a mí una vez que los portones eléctricos se abrieron para darme paso, luego de dejar mi auto estacionado afuera; desde mi perspectiva una obra magistral, de dos plantas, cuya estructura era moderna, con paredes de cristal que permitían una vista panorámica del patio delantero.
Me quedé sumida en lo que mis ojos apreciaban, preguntándome el motivo por el que Sloan me había citado en aquel lugar, hasta que el teléfono vibró en mis manos con un mensaje entrante:
De Sloan: ¿Piensas entrar o te quedarás admirando mi paisaje?
Bueno, todo apuntaba a que se trataba de su casa... no podía creerlo, ¡estaba conociendo su jodida casa!
Di un ligero respingo cuando escuché el portón cerrarse a mi espalda, más no volteé hacia atrás y seguí contemplando el magnífico diseño que poseía aquella estructura. El color le quedaba genial y las paredes de cristal era simplemente perfectas; era moderno, y muy elegante.
Mordí mi mejilla interna y observé el verde y bien cuidado pasto del patio delantero antes de comenzar a andar en dirección a la puerta principal, pero me detuve de golpe cuando noté a tres figuras caninas de la raza Gran Danés a una corta distancia, en posición de alerta, y mi cuerpo entero se estremeció; joder, eran enormes y fieros, ¿Cuánto medían? Seguramente ochenta centímetros de altura.
Uno de ellos gruñó, siendo seguido por el resto, en lo que avanzaban en mi dirección a pasos lentos, acechándome, y yo retrocedí, temblando ante el miedo que me provocaba ver sus feroces colmillos.
«Perdóname, señor, si estando ebria te ofendí»
— Seth, Ra, Anubis, permanezcan quietos.
El alma volvió a mi cuerpo cuando la voz de Caín, grave y demandante resonó con el viento antes de que su escultural cuerpo masculino apareciera tras los perros. Parecía que acababa de salir de la ducha, vestía solamente un pantalón de buzo que dejaba a mi vista aquel abdomen marcado que presumía un enorme tatuaje de ave fénix y llevaba una toalla en su cuello para escurrir las gotas de agua que caían de su sedoso cabello castaño.
Me perdí por completo en aquella imagen, que por segundos logré olvidar a los caninos mientras lo escrutaba, hasta que mis ojos llegaron a su rostro y se conectaron con los suyos, entonces noté su expresión y supe que no estaba nada feliz.
Seguramente por lo grotesco que se leía el mensaje que le había enviado.
—Adelante, Stain. —me habló con seriedad, manteniéndose detrás de la línea que formaban sus perros, con los brazos cruzados.
Negué con la cabeza, viendo a uno de ellos mostrarme sus dientes con gruñidos.
—No te atacarán, porque me encuentro aquí. Pero, Ay de aquel que se atreva a venir mientras estoy fuera. —comentó adoptando una expresión un tanto perversa en su rostro, que en lugar de darme seguridad solo aumento mi temor hacia sus mascotas.
—N-No, ven por mí, o diles que se vayan.
—Creí que tenías urgencia por coger conmigo —rodó los ojos, antes de darme la espalda. —. Si no vienes, entonces te quedas con ellos.
—¡No! —grité aterrada y quise volverme hacia atrás, pero no había escapatoria, el portón estaba cerrado, así que la única manera de avanzar era hacia al frente... hacia él. —. A-Ahora mismo iré, pero, por favor, espérame.
Tragué saliva y comencé a andar, lento, cuidando no hacer ningún movimiento que los hiciera sobresaltar y atacarme, y me sorprendí en gran manera al notar que no se movieron ni un milímetro una vez que pasé frente a ellos y me aferré con fuerza del brazo de Caín.
«Ese grosero e infeliz»
El interior de la casa no dejaba de ser impresionante, aunque era peculiar, ya que los colores que predominaban eran el negro, gris, blanco y rojo. Movida por la curiosidad, no pude resistirme a aproximarme a un enorme recuadro que colgaba de la pared, admirando en él a una mujer con un niño, que por el parecido me hacía suponer que se trataba de Caín y su madre; había escuchado de Waleska Sloan, una persona adorable según se comentaba, pero no tenía el placer de conocerla.
—¿Vodka?
Parpadeé un par de veces para concentrarme al oír a Sloan a mi espalda, y me giré tomando la bebida que de por sí necesitaba con urgencia.
—N-No esperaba que respondieras a mi mensaje —confesé un tanto nerviosa, dándole un profundo trago al licor. —. Menos que me invitaras a tu casa.
Él enarcó una ceja, y se paró firme, cruzando los brazos sobre su pecho.
—No te acostumbres a esto —se limitó a responder, antes de rodar los ojos y avanzar hacia las gradas. —. Vamos.
Lo seguí gradas arriba sin dejar de apreciar el lugar; eran muy escasos los objetos decorativos, todo era sencillo, pero lo poco que había le daba el toque elegante. Por lo que pude percibir una vez que estuvimos en el piso de arriba, había un total de cuatro habitaciones en la planta alta, y aunque pensé que quizás querría utilizar alguna de invitados, terminó guiándome hacia la suya.
Lo primero que admiré al encontrarme en aquel espacio perfectamente ordenado y con olor a su embriagante perfume, fue el paisaje que se apreciaba a través de una pared de cristal. Era hermoso, e imaginaba que despertar contemplándolo era una experiencia alucinante.
—¿Quieres otro tipo de bebida? Hay para elegir en el refrigerador de la esquina. —comentó, mientras se empinaba una botella de ron.
—Joder, ¿qué tan ebrio estás? —se me fue imposible no preguntarlo, al ver como bebía aquel líquido como si fuese agua.
—No lo suficiente —jadeó, dejando la botella a la mitad sobre el buró, para luego acercarse a mí. —. Vamos al grano, Stain, interrumpí mi rutina de ejercicio por ti.
Tragué saliva.
—Haré que valga la pena. —intenté sonreír, pero esto no pasó de ser más que una mueca triste cuando la impresión de encontrarme en su casa pasó, y la realidad de lo que estaba pasando golpeó a mi puerta.
Alcé la barbilla y procedí a bajar el cierre ubicado a un costado de mi vestido negro ceñido, para luego comenzar a bajarlo, deslizándolo por mis curvas hasta sacarlo por completo para quedarme en una fina ropa interior de encaje color rojo vino y mis tacones, pensando en que eso me hacía lucir más sensual.
Sloan acortó el espacio entre nosotros, y yo retrocedí un paso, ganándome una mirada confusa de su parte. Sonreí de manera sugerente en lo que posaba las manos en su abdomen para hacerlo retroceder hacia la cama, hasta sentarse en el borde de esta, entonces procedí a sentarme a horcajadas sobre él, con las rodillas flexionadas a sus costados.
Lo tenía tan cerca, que podía sentir su respiración chocar en mi barbilla, y su anatomía presionada contra mi feminidad de una manera ardientemente peligrosa.
Gemí.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, frunciendo el ceño.
—¿Qué parece que hago?
—Rebeca... —dijo en un tono de advertencia, y me estremecí al darme cuenta de que era la primera vez que mencionaba mi nombre en todo aquel tiempo, y vaya que sonaba muy sexi con esa voz tan grave y varonil, provocando que cada fibra de mi cuerpo se exaltara.
—Dime. —respondí, en el mismo tono.
Si era honesta, me sorprendía en gran manera lo lejos que me había permitido llegar hasta ese momento, tomando en cuenta lo terriblemente controlador que era.
Estaba siendo muy ambiciosa, lo sabía, pero me sentía tan perdida en la vida, que necesitaba sentirme en control de algo. Y ese algo era lo único por lo que aún era capaz de decidir... mi cuerpo, el placer, y con quien tenerlo.
Y entre más pasaban los minutos, más anhelaba ese control.
Creí que me ordenaría parar cuando se inclinó hacia un lado, pero solamente alcanzó un preservativo de la gaveta y lo pasó de mano antes de tomar la botella de ron que había dejado anteriormente para empinarla sobre sus labios y darle un profundo trago.
Sentía que me daba luz verde para continuar, y esperanzada en que quizás, solo quizás, él estaba dispuesto a hacer algo diferente aquel día y ceder ante mí, deslicé las manos desde sus hombros hasta el rostro, para tomarlo de las mejillas, mientras fijaba la mirada en sus carnosos y apetitosos labios.
Deseaba probarlos con desespero y tomar más de él... a mí manera.
Lo necesitaba.
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