Capítulo 2 (Fragmento introductorio)
"Tifanny"... ¿Por qué Tifanny? No tenía ni la menor idea, fue lo primero que se me ocurrió una noche, en donde uno de mis posibles ligues decidió preguntar mi nombre mientras nos encontrábamos en un Antro de los barrios bajos de la ciudad. No podía ir por la vida declarando a diestra y siniestra que era Rebeca Stain, no solo corría el riesgo de que mi padre se enterara, sino que también me exponía a que alguien atentara en mi contra.
Nunca imaginé que alguna de mis aventuras de una noche terminaría siendo uno de los candidatos de mi padre... pero, un momento, ¿mujerzuela?
Estaba por rebatir aquel comentario tan hipócrita y misógino cuando la puerta se abrió de pronto, y el hombre de tez bronceada salió del cubículo llevando la camisa desarreglada y el pantalón con la bragueta abierta. Estaba jadeante, su rostro poseía un tono rojizo, y tenía el cabello desordenado, lo que dejaba en evidencia lo que se encontraba haciendo, pero no era eso lo que robaba mi atención, sino la expresión de su rostro; parecía molesto y eso le daba una apariencia ligeramente sexi.
De no ser porque su presencia representaba un verdadero problema, seguramente me habría excitado. Pero en ese momento, solo podía pensar en qué hacer para evitar que aquel hombre revelara mi secreto ante papá.
—S-Señor Mitchel —esbocé una sonrisa, intentando que no se notase lo nerviosa que me encontraba. —. La verdad no sé de qué me...
—No intentes pasarte de lista conmigo —dijo de pronto, acortando el espacio entre nosotros, manteniendo un semblante serio. —. Este es el trabajo de mi vida, una gran oportunidad, y si tu padre se entera que me acosté contigo me echará a patadas.
¡Punto a mi favor! El tipo no planeaba delatarme.
—Ah, ¿sí? —mordí mi labio inferior de manera juguetona, pensando en la situación. El saber que no me encontraba en riesgo me hizo relajarme, y por alguna razón, su angustia me resultaba divertidamente excitante. —. Y, ¿no crees que vale la pena el riesgo? —inquirí juguetona, acortando el poco espacio que había entre nosotros.
Miré fijamente sus ojos, y sonreí satisfecha al notar como sus pupilas se dilataban, hasta dejarlo con una mirada oscurecida por el deseo. No pude contener el impulso de darle un vistazo a su entrepierna, y presioné los labios para no reír al notar que nuevamente se encontraba acalorado, con un notorio bulto resaltando de su ropa interior, a través de la bragueta abierta.
«Qué promiscuo»
—¿Entonces, señor Mitchel? —ladeé un poco la cabeza, decidida a continuar provocándolo. —. ¿Lo val...?
No pude terminar la oración cuando de pronto me sujetó del mentón, haciéndome alzar la mirada, en tanto acercaba su rostro, al punto en que podía sentir su respiración pesada.
—Eres sensual, Tifanny, y me diste la mejor noche de todas —tragó saliva, mientras contemplaba mis labios. —. Pero tu padre tiene mi futuro en sus manos.
Si era honesta, no recordaba con exactitud a aquel hombre, pero, dado a que conocía el nombre que solía darle a mis aventuras, podía confirmar que en efecto lo había tenido entre mis piernas, y como quizás llevaba un par de copas de más encima aquel día, necesitaba que me hiciera recordarlo.
—Comprendo su posición —respondí, posando la mano sobre su pecho, para comenzar a descender lentamente, hasta toparme con el imponente bulto. —. Pero su cuerpo dice lo contrario. —lo presioné por sobre la tela.
Un gruñido, que sonó más a un rugido salvaje, brotó de sus labios y en un loco impulso se inclinó para tratar de besarme, acto al que correspondí echando la cabeza hacia atrás con una sonrisa juguetona.
Había caído.
—Eres una incitadora. —dijo con reproche, al pensar que me estaba burlando de él.
Me alcé de hombros, antes de posar las manos en pecho y hacerlo retroceder hacia el cubículo donde se encontraba anteriormente, dándole un darle un leve empujón e indicándole con mis gestos que debía sentarse sobre la tapa del retrete.
—No estoy jugando —respondí a su comentario, retrocediendo un par de pasos. —. ¿Traes preservativos?
Me vio con las cejas alzadas, y asintió con la cabeza.
—Entonces póntelo.
Sabía que era una completa locura, pero en aquel momento mis impulsos eran más fuerte que la razón.
Lo miré de una manera seductora, y guie las manos hacia mis piernas, deslizándolas por los muslos y levantando mi falda, hasta llegar al borde de las bragas. Noté que tragó saliva, devorándome con la mirada, y se apresuró a tomar la billetera de su bolsillo trasero, sacando un preservativo, y bajándose el pantalón a la altura de sus tobillos, para colocarse aquel látex.
—¿Me recuerdas? —me preguntó, mientras rasgaba el envoltorio.
Negué con la cabeza.
—Fue hace como mes y medio, ese día en el antro parecías una hermosa amazona en medio la pista, bailabas de una manera tan sensual que me excité de solo verte, y el momento en que aceptaste ir a un lugar más privado conmigo, joder dudé mucho de sí podrías ser real o solo una ilusión.
Lo hacía todo con tanta presura, reflejando lo ansioso que se encontraba, que debía confesar que incluso llegaba a causarme un poco de gracia. Una vez que estuvo listo, con su miembro erguido, deslicé las bragas por mis piernas de una manera tortuosamente lenta, y las colgué sobre el pasador antes de acortar el espacio entre nosotros, sonriéndole de manera sugerente.
Estaba por realizar un comentario respecto a lo desesperado que se veía, cuando me tomó con firmeza de la muñeca y tiró de mí, haciéndome caer sentada sobre su regazó con las piernas abiertas. Traté de acomodarme, pero su brazo alrededor de mi cintura me lo impedía, ya que me presionaba con fuerza contra su cuerpo, y solo contuve la respiración para no emitir una exclamación de molestia cuando lo sentí invadirme sin cuidado alguno, de una manera grotesca y para nada placentera.
—Fuimos al motel de la esquina, y yo seguía sin poder aceptar que aquello estaba pasando en realidad; olías tan bien, como ahora una fragancia tan delicada —comenzó a besar mi cuello y guio su mano libre hacia mi seno para acariciarlo sobre la ropa, mientras continuaba moviéndose de manera torpe. —. Tan limpia, aromática y con esa piel tersa y suave... eras como un sueño, joder, ¿cómo no pude imaginar que no pertenecías a esas áreas? ¿qué hacía la hija de Stain en un lugar de mala muerte como ese y yéndose con cualquier persona?
Puse los ojos en blanco con una expresión de fastidio, y posé las manos en sus hombros, pidiéndole que se detuviera de una vez. No podía creer que realmente me hubiese enrollado con aquel tipo, era muy malo, no por nada lo había olvidado.
—Cierra la boca. —demandé.
Una vez que aflojó el agarre en mi cintura, tomé el control de la situación y comencé un vaivén lento, moviendo las caderas, mientras cerraba los ojos para intentar concentrarme y disfrutar; ya todo comenzaba a encajar en su lugar, y el placer se hacía presente. Suspiré gustosa y mordí mi labio inferior, arqueé la espalda y me incliné, deslizándome sobre su cuerpo y rozando mi clítoris contra su pubis en busca de fricción, hasta que esto no fue suficiente y tuve que estimularme, con los dedos.
Sí, eso ayudaba mucho.
Poco a poco era arrastrada por las agradables y placenteras sensaciones, y tal como sugerían sus jadeos y gruñidos, parecía que él también. Mis piernas firmes a sus costados estaban rígidas mientras me movía de arriba abajo, y a los costados, tratando de llegar cada vez más profundo, en tanto mis dedos torturaban de manera deliciosa aquel punto tan sensible.
—¡Rebeca!
Abrí los ojos de golpe, mientras paraba en seco sintiendo como el corazón comenzaba a bombear fuerte contra mi pecho, luego de oír la voz de mi padre. Estaba por emitir un jadeo cuando sentí su mano posándose sobre mi boca, obligándome a guardar silencio.
Fruncí el ceño en confusión, y dirigí la mirada hacia el hombre bajo mi cuerpo, encontrándome un rostro pálido y una mirada cargada de terror. Si a mí me había asustado oírlo, tal parecía que a Mitchel le había provocado que el alma abandonara su cuerpo.
Gemí contra su mano.
—Guarda silencio —expresó, aterrado. —. Si bien antes me hubiera echado a patadas por saber que había estado contigo, el encontrarnos en plena acción hará que me mate.
Presioné los labios cuando una carcajada quiso abandonarlos, y aparté su mano. Era claro que la adrenalina que recorría mi cuerpo había nublado mi juicio, ya que, por algún motivo, no estaba preocupada.
—Es probable —comenté risueña. —. Pero, eres tan malo en esto que quisiera gritar para que nos descubra.
Bromeaba, claro estaba. Tampoco disfrutaba de tener que lidiar con el enojo de Héctor Stain, pero la forma en que su brazo se aferraba de mi cintura, y el cómo su mano presionó mi boca minutos atrás me había resultado realmente excitante, y quería saber lo que el enojo era capaz de provocar en él.
Me lo imaginaba poniéndose de pie para cogerme con fuerza contra la puerta de aquel baño. Pero...
—Por favor, no, te lo suplico.
...Contrario a lo que creí que haría, como intentar someterme o callarme, aquel hombre rompió en llanto de la manera más patética que mis ojos pudieran haber presenciado.
No podía ser verdad.
Rodé los ojos, mientras me ponía de pie y tomaba mis bragas del pasador de la puerta para comenzar a arreglar mi ropa, mientras lo oía suplicarme.
—Quédate aquí unos minutos más, alejaré a mi padre. —comenté, suspirando exasperada, en lo que salía de los baños.
Cielos, debía ser una jodida broma.
—¡¡Rebeca Stain!!
La voz de mi padre se oía cada vez más molesta. Me asomé por la puerta y observé el pasillo, ahí se encontraba él, de espaldas junto a otra persona. Miré al frente, en donde se encontraba el baño para damas, y luego de percatarme de que siguiese en la misma posición, me apresuré a cruzar hasta el otro lado.
—¡¡¿Rebeca?!!
—¿Sí, papá? —respondía a su llamado, saliendo del baño con las manos mojadas.
—¿Dónde estabas?
—Claro está que en el baño. —lo señalé con obviedad.
—¿Y por qué no respondías? —inquirió, cruzándose de brazos.
—Pues...
«Piensa rápido Rebeca»
—Es que tengo mi periodo —presioné los labios. —. Además de que es vergonzoso responder desde el baño —suspiré, antes de avanzar hacia él y el otro sujeto. —. Papá, necesito que me disculpes, tengo que irme.
—Pero, Rebeca, estamos en medio de algo y quiero prese....
—Lo sé, y lo siento —interrumpí, y posé la mano en mi vientre bajo. —. Pero tengo cólicos —hice un puchero. —. Quiero descansar un poco.
Él suspiró agotado, sujetándose el puente de la nariz. Cuando recién comenzaba a "florecer" habíamos tenido tantas conversaciones sobre que mis "estados de mujer" no debían intervenir en mi desempeño, ya que eso me pondría en desventaja frente a los hombres, que creí que en base a eso ofrecería su respuesta, pero, contrario a lo que pensé, él simplemente asintió con la cabeza y me permitió marcharme.
—Espera —me interrumpió. —. ¿Qué piensas del joven que estábamos entrevistando?
Alcé las cejas con sorpresa, sin poder creer que estuviese pidiendo mi opinión respecto a un tema de la empresa. En ese momento Mitchel volvió a mi memoria, el pobre seguía escondido en el baño, y el que aquella fuese la primera vez que mi padre pedía mi opinión, y fuese exactamente respecto a él, me ataba de manos.
Así que, ¿qué pensaba de él? Bueno, ¿aparte de que era muy malo en el sexo?
—No es lo que estás buscando, papá —respondí, sin ninguna pizca de duda. —. Dile eso, sin destruir sus sueños y esperanzas. —concluí, antes de despedirme de mi padre con un beso en la mejilla, para luego alejarme por los pasillos.
No había nada personal en mi decisión de dejarlo fuera de las empresas, simplemente estaba basándome en lo que mis ojos habían atestiguado; si no era capaz de terminar un simple discurso porque mi presencia lo distraía, o le tenía tanto miedo a mi padre, no podría prosperar en un negocio como aquel.
Quizás era una persona extrovertida, libertina y un tanto descarada, fingiendo estar desentendida de lo que pasaba en mi entorno, pero, contrario a lo que mi padre creía, era consciente de cómo funcionaba el negocio y algún día, esperaba que muy lejano cuando ya hubiese disfrutado lo suficiente, sería yo quien manejaría las empresas y toda la carga de responsabilidad pesaría sobre mis hombros.
Ya que, si el que alguien externo tuviese el control de las empresas de mi padre dependía de que me enamorara y me casara, eso nunca sucedería... No estaba dispuesta a convertirme en una esposa trofeo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro