Si había algo que reaper de verdad amara, era el café. Adoraba su sabor amargo e insulso, y por supuesto que era quisquilloso con el. Jamas dejaría que alguien más le preparase un café aparte de si mismo, jamás...

Jamás.

-Don! Buenos días! -saludo un albino, el cual traía su canasta con herramientas de jardineria-

-Pasa.

Guió al más joven hacia el jardín, y camino hasta mostrarle la canilla de agua, las plantas, la manguera, y más herramientas.

El joven al primer paso que dio entendió el duro trabajo que tenía, pero sabía que podía traer todo a la vida.

-Va a costar, pero con amor se que puede volver a...vivir. -rio nervioso y se dispuso a llenar un balde con agua, empezando su trabajo-

Reaper no hizo más, volvió a su hogar y disfruto de su café una vez más, sentado en su sofá, relajado, sin distracciones...

...

Habían pasado dos horas, reaper había caído dormido en su sofá, y digamos que no se había dado cuenta de que su café ahora estaba en toda su camisa blanca, manchandola.

-Señor reaper...don... -picoteaba geno la frente del señor, tratando de despertarlo- Se durmió señor, ya es hora de que me vaya, y vi que derramó su café así que le prepare otro.

El joven sonrio al notar que reaper abría sus ojos como platos, rápidamente se paro y vio su camisa manchada, suspiro y tomo el café del joven algo extrañado.

-¿Tiene azúcar?

-Si! A usted parece gustarle. -mala observación por parte de geno- Cualquier cosa allá hay agua caliente, lamento la intrusión y eso pero...no hay nada mejor que un café al despertar.

Rio sonriendo una vez más. Tomo su canasta y se despidió de su señor para tomar rumbo a su hogar.
El hombre se quedó allí, observando el café recientemente hecho. Detestaba em azúcar, y jamás dejaba que alguien le haga café...sin embargo lo probó.

Era asquerosamente dulce.

Era delicioso.