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Verdades

Tras un acoso de 5 meses que implicaba: un gran sueldo, la facilidad de una inmobiliaria para conseguir una casa para 6 personas, una niñera para sus hijos, y que actuaría cómo su abogado en caso de Aomine tratara de quitarle a sus hijos... Accedió a la tentadora oferta. Cabe mencionar que para Akashi Seijūrō fue un triunfo del cual celebrar.

Les había platicado a sus padres y a sus hijos de la oferta, sus padres le dijeron que lo apoyaban pero que se quedaban en París mientras que sus hijos se negaban. Esa fue la razón por la que se negaba, pero al final sus hijos accedieron. Pues su madre se encargó de hablarle de la generación de los milagros y eso fue lo que hizo que quisieran ir a Japón.

Después de un par de meses de no dejar pendientes y de terminar el contrato con el restaurante, viajaron 15 días antes de la inauguración de "Hikari".

Cuídense dijo Nana despidiéndose una vez más a sus nietos e hijo.

Ustedes también dijo besándoles las mejillas y abrazándolos.

No te derrumbes, tienes Soleil y Lumière para ser fuerte dijo Ryōsaki Ustedes cuidasen a su padre y no dejen que ningún imbécil se le acerque. En especial su padre.

—¡Ryōsaki!/ ¡Papá! exclamaron ambos ganándose la risa de sus nietos/hijos.

Sólo quiero que sean felices y puedas encontrar un varón que te amé— dijo besándole la revolviéndole el cabello.

Gracias papá.

"Pasajeros con destino a Japón abordar por la puerta 7"

Se despidieron una vez más y abordaron el avión.

Los gemelos viajarían por primera vez así que estaban inquietos. Durante todo el trayecto la pasaron riendo y viendo películas mientras que Ryō dormitaba.

Unas horas después llegaron a su destino. Descendieron del avión con sus mochilas y luego fueron por su equipaje.

Y exactamente por eso llamaban la atención, entre los tres llevaban unas 10 maletas. Aunque realmente no era por esa razón, sino por el docel sensual que viajaba con dos gemelos que llevaban el ceño fruncido y mataban con la mirada a quien mirara a su padre.

Caminaron a la salida y vieron a Seijūrō y Kōki con otras dos personas muy conocidas para él.

Sakurai-kun/Sakurai dijeron al unísono un pelo celeste y un alto pelirrojo.

Kuroko-san. Kagami-san. Un placer verlos nuevamente dijo sonriendo y respondiendo al gran abrazo.

Bienvenidos dijeron Seijūrō y Kōki.

Gracias respondieron los tres.

Taiga y Tetsuya miraban fijamente a los pequeños Ellos...

Ryōdai y Ryōki. Son mis hijos dijo presentándolos.

Kagami Taiga dijo el pelirrojo sin apartar la mirada de esos ojos azules Y mi esposo Tetsuya.

Mucho gusto Kagami-san dijeron con una reverencia cómo les había enseñado su padre, pero su japonés sonaba diferente por su acento francés.

Supongo que Akashi-san les informó— los Kagami asintieron Así guarden el secreto por ahora, quiero que los hijos se adapten primero.

Taiga y Tetsuya notaron lo diferente que estaba el castaño, ya no se disculpaba como antes Claro.

Bien. Vamos a casa para que descansen y luego veremos qué casa eligen sugirió Seijūrō.

Abordaron los autos y salieron rumbo a la mansión Akashi. Ryōdai y Ryōki miraban atentamente por donde iban pasando. Todo se veía tan diferente —¿Crees que nos acostumbremos? preguntó Ryōdai.

Por supuesto respondió Ryōki. Pero ambos tenían en mente algo, no dejar que su papá sufra. Las últimas semanas lo habían visto llorar y nombrar a Daiki, su otro padre... lo único que sabían era su nombre y que tenía los ojos azules igual que ellos.

En pocos días se estaban mudando a su nuevo hogar. Una casa de dos niveles, cuatro habitaciones en la planta alta y dos baños, aunque uno estaba en la habitación principal. Mientras que en la planta de abajo la sala, cocina, comedor, un baño y dos habitaciones de invitados. Un bonito jardín y una alberca mediana. Ryō estaba satisfecho con la compra, pensaba que le iba a costar más pero hasta dinero del presupuesto le quedó y con el decidió comprar un auto para poder transportar a su hijos a la escuela, y al trabajo. Los gemelos asistían a la misma escuela pero en diferentes aulas, algo que los tenía inconformes pero fueron bien recibidos.

Los quince días transcurrieron y llego el día de la inauguración.

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—Lo siento— dijo Kōki consolando a su amigo. Ryō no dejaba había dejado de llorar.

Limpió sus lágrimas —Tendré que hablar con ellos.

—Sí... Solo espero que Aomine-san no arruine esto— dijo serió.

—Tendré que hablar primero con él— dijo muy a su pesar. No quería que sus hijos se enteraran de la forma que fueron concebidos.

—Es lo mejor. Ahora están dormidos, será mejor que hable con ellos mañana. Le avisaré a Seijūrō que se quedarán aquí— dijo Kōki.

—Gracias por todo— dio una reverencia.

—No fue nada. Nos vemos uno de estos días— se despidió una vez más y abandono la suite.

Ryō cerró la puerta y regreso a la habitación, sus hijos dormían a los bordes dejando un gran espacio entre ellos. Se dio una ducha rápida y se acostó entre Ryōdai y Ryōki, quienes al sentir el aroma de su papá se giraron y lo abrazaron. Sonrió por las acciones de sus hijos, pero luego esa sonrisa se esfumó al recordar a Aomine y su esposa. Ella era muy hermosa y del tipo que siempre amaba Aomine...

—¿Por qué te sigo amando, Daiki?— susurró entre el llanto sin percatarse de que sus hijos lo escuchaban.

—¿No puedes dormir papi?

—No.

—¿Nos vamos a casa?

—Vamos...

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Mimi había salido del salón llorando. Daiki la observó salir pero tenía que hablar con Ryō y sus hijos —¿En qué habitación están?

—Lo siento. Será mejor que está noche no los veas, ahora ve con tú ESPOSA. Además, no olvides con amenazarlo de quitarles a los niños, cómo abogado te digo que no te lo haré fácil y cómo amigo, que lo pienses bien. La decisión que tomes puede separarte de Ryōki y Ryōdai. Ellos aman a Ryō y no perdonan a quien lo haga llorar en especial a si es su otro padre.

—¿Saben de mí? No parecía que...

Interrumpió a su amigo —Saben que te llamas Daiki y tienes los ojos azules, más nunca han visto una imagen tuya.

—Sei— dijo Kōki caminando hacia su esposo.

—¿Todo bien?— preguntó Seijūrō tomando la mano de su esposo.

—Los niños duermen, y deje más tranquilo a Ryō-san, llegó hecho un mar de lágrimas— dijo viendo al moreno.

—¿Escuchaste? Mejor dale tiempo. Cuando él lo decida te avisaré, ahora ve con Mimi— ordenó.

Daiki apretó los puños y se dispuso a salir —Daiki— volteó a ver al pelirrojo.

—Cuidado con Mimi. Puede hacerle daño a los tres— comentó.

—Ella sería incapaz— bufó molesto.

—Cierto, pero Ryō tiene dos cosas que ella no— el peli azul lo miró confundido —Ryō tiene lo que ella más anhela: tú amor y dos hijos. Solo se precavido, haré que vigilen a Ryō y a los niños.

Daiki salió confundido pero aun así decidió no decirle de la vigilancia a Mimi, cómo le dijo Seijūrō, es mejor ser precavido. No quería que le pasara algo a Ryō y a sus hijos... Tenía dos hermosos hijo y habían heredado sus ojos azules. Eran dos gotas perfectas de él y Ryō.

Akashi tenía razón, cualquier paso en falso y le costaría que jamás los viera, era mejor consultar a Imayoshi antes de tomar una decisión. Tomó el teléfono y le mandó un mensaje a su amiga explicando la situación "Ok mañana lo tendré " fue lo que recibió como respuesta.

No encontró a su esposa así que supuso que ya estaba al departamento. Se digirió al auto y minutos después abandonó el hotel. Cuando llegó al conjunto de departamentos se estacionó y aprovechó para llamar a Imayoshi.

Aomine y ese milagro— escuchó desde el otro lado de la línea.

—Necesito tú ayuda... No sé qué hacer... Ryō regreso a Japón y no lo hizo sólo, regreso con dos hijos míos— explicó.

Así que por eso se fue, ahora entiendo porque me pidió que no te dijera que se marchaba... Debes de estar feliz, después de todo si pudiste tener... Mira, conociendo a Sakurai querrá que convivas con ellos sin abogados de por medio. Cómo abogado y amigo te diré que es lo mejor. Un juicio por los niños es largo y lastimarías más a Ryō y a los niños ¿Sabes si tiene abogado?

—Joder ¡Estoy feliz! son hermosos heredaron mi color de ojos... Y tienes razón. No quiero perderlos ahora que los conozco... Trataré de hablar con Ryō y llegar a un acuerdo mutuo. Sí tiene, es Akashi.

Fue será difícil con Akashi, mejor llega a un acuerdo para que convivas con ellos y que pasen los fines de semanas contigo. Pero tú esposa tendrá que portarse muy bien, aunque dudo que esté feliz cuando descubra los niños.

—Ya lo sabe.

Bueno pues suerte... De seguro estará histérica por los niños.+

—Ya lo está. Bueno gracias, cualquier cosa te aviso.

El cielo se va a caer. Aomine Daiki agradeciendo. Nos vemos, mantenme al tanto de la situación.

Guardó su teléfono y salió del auto. Subió, a paso agigantados, las escaleras hasta llegar a su departamento, estaba cerrado sin seguro confirmándole que Mimi había llegado antes.

—Mimi— la nombró al verla bebiendo una cerveza, algo que a ella no le gustaba.

—Pensé que tardarías ¿No hablaste con tu Ryō?

—Salí a buscarte y me dirigí hacia aquí— respondió quitándose la corbata y el saco.

—Maldita sea ¡Ni si quiera lo niegas!— gritó llorando.

—Mimi, por favor— dijo cansado.

—¿Por favor qué? Dijiste que eras estéril y ahora tienes dos malditos bastardos— gritó estrellando la botella contra la pared.

—No los llames bastardos— gruñó enfadado —Sabes que soy estéril. El médico te lo ha dicho cientos de veces.

—¿Entonces cómo es que son tus hijos esos bastardos?

—El accidente fue hace 6 años y por si no te das cuentas mis hijos tienen 9.

—¡Deja de llamarlos hijos!

—¡Son mis hijos y deja de llamarlos bastardos!— dijo enojado.

—Eso es lo que son. La misma zorra lo dijo: tú los rechazaste ¡Son unos bastardos!

—No llames así a Ryō y a mis hijos— estaba perdiendo la paciencia.

—¿Akashi dijo la verdad? ¿Por eso te casaste conmigo?— pregunto enojada.

—...

—Ten los pantalones para decirme la verdad. Hemos estado juntos por casi 5 años— gritó.

—Sí— respondió y una fuerte cachetada fue que recibió.

—¿Me amas?

—Aprendí a quererte, he intentado amarte pero...— recibió otra bofetada. No se defendió, lo merecía.

—Todo este tiempo las veces que me dijiste que me amabas era a él— dijo llorando.

—Lo siento.

—Algunas vez pensaste en mí ¿En lo que sentiría?

—No pensé que...

—¿No pensaste que regresaría? — lo interrumpió —Maldita sea la hora que la zorra regreso.

—¡Qué dejes de llamarlo así!— dijo enojado.

—¿Lo amas?— gritó enojada.

—...

—¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me hiciste esto? Te burlaste de mí. Me propusiste matrimonio cuando no me amas ¿Hay alguno otro bastardo regado por el mundo?

—Maldita sea ¡Qué dejes de llamarlos bastardos!— dijo enfadado —Ellos vendrán pronto a convivir con nosotros.

—¡No los quiero aquí! En mi casa o en mi matrimonio ¡¿Son esos malditos bastardos o yo?!— gritó en medio del enfadó pero fue demasiado tarde cuando se percató del error.

—Te quiero, pero no dejaré de lado a mis hijos. No los volveré a perder— sacó el teléfono —Imayoshi... No es por mis hijos, es por Mimi. Tramita el divorcio lo antes posible... Ella no los quiere en nuestra vida, deja el departamento para ella... Estoy seguro, si no accede usa el sobre que te entregue... Voy para la casa de mis padres, allí búscame— colgó el teléfono y miró a la castaña –Imayoshi vendrá mañana con el divorcio.

—¡No lo firmaré!— gritó llorando.

—Te quiero, pero me hiciste a elegir entre tú y mis hijos. Firmas o iremos a los juzgados... Créeme ganaré. Sé que te revuelcas con cualquiera EN Mi CASA cuando estoy de guardia y tengo pruebas.

—¿Sí sabías porque no dijiste nada?

—Por qué te quiero. Tal vez no te amé, pero te quiero. Sé que quieres hijos que no te puedo dar, por eso no dije nada.

—¡Eres un maldito estéril que ni tan siquiera me puede satisfacer por completo en la cama!— gritaba pero su esposo no escuchaba.

Daiki busco sus maletas, empacó su ropa del armario, sus uniformes, las armas que mantenía ocultas por la casa, las esposas y demás artículos —Espero encuentres un hombre que te pueda dar lo que quieres.

—Eres un imbécil ¡Esto no se quedará así! Lo bueno de todo esto es que ese maldito docel te odia. Ojalá los bastardos también lo hagan ¡Jamás seras feliz! ¡Me encare de eso, así sea lo último que haga!

Eso fue lo último que escuchó Daiki antes de cerrar la puerta. Ahora tendría que esperar noticias del Imayoshi, mientras tanto, se dirigiría a la casa de sus padres.

—Akashi— dijo cuándo el pelirrojo le respondió la llamada.

—¿Qué pasa Daiki?

—Aumenta la vigilancia. Mimi se volvió loca... Amenazó con hacer algo en contra de ellos.

Te lo dije.

—Solo hazlo... Estaré en casa de mis padres.

—... ¿Qué sucedió?

—Me pidió elegir entre ella y mis hijos. Imayoshi se encargará del divorcio.

Entiendo. Los mantendré vigilados.

Estaciono el auto y luego bajo sus maletas. El auto de su padre estaba en el pequeño garaje indicando que estaban en casa. Abrió puerta de barrotes con la llave que aún conservaba, luego de atravesar el jardín abrió la puerta principal. —Ya llegue— anunció, metió las maletas y las dejo junto a una pequeña mesa del recibidor.

—¿Daiki? ¿Qué pasa? ¿Y esas maletas?— cuestionó Aomine Daisuke (alto, moreno, cabello y ojos negros). Había escuchado ruidos en el jardín y luego a su hijo hablar.

—Regresaré a vivir aquí... Bueno si me lo permiten— dijo quitándose los zapatos.

—Por supuesto, está siempre será tu casa ¿Mimi-san?

—Tenemos que hablar ¿y mamá?— dijo entrando a la sala.

—Terminando de lavar los trastos— se dirigió a la cocina —Kimiko, es Daiki.

De la cocina salió una mujer de 1.70mtrs aproximadamente, tez morena clara, cabello azul y ojos azules —¿Qué pasa?— no le gustó nada el tono de voz de su esposo.

—Será mejor que se sienten— comenzó Daiki, una vez sentados los tres prosiguió —Ustedes siempre me preguntaron por qué buscaba con desesperación a Ryō— sus padres asistieron —Muy tarde comprendí que lo amaba y cuando lo busqué ya había desparecido... Dos meses antes, el día de la explosión en la academia Ryō me estuvo buscando y me encontró al otro día, se aferró a mí y me dijo que pensaba que había muerto.

—Sí, llegó buscándote pero tampoco sabíamos nada— dijo Kimiko. Sin duda uno de los peores días de su vida.

—Al día siguiente me encontró... De alguna manera terminamos en un hotel teniendo relaciones sexuales— confesó avergonzado.

—Bueno...es comprensible. Siempre estuvo enamorado de ti— dijo Daisuke.

—Yo... Estaba confundido. Era mi mejor amigo y...un docel... Cuando despertó lo herí... Le dije que había sido un error y le di las pastillas del día después— se cubrió el rostro.

—Oh Dios mío ¿Se las tomó?— dijo inmediatamente Kimiko.

—Sí. Yo mismo lo vi tomárselas.... Ese fue el último día que lo vi— dijo llorando.

—Daiki— dijo Daisuke.

—Hoy... Regreso a Japón. Tenemos dos hijos, son gemelos idénticos— confesó.

Daisuke y Kimiko se miraron. Tenían dos nietos —¿Dónde están?

—No lo sé. Akashi sabe dónde están— respondió —Dijo que le diera tiempo a Ryō para que hablará con mis hijos.

—Hay que encontrarlos ¿Por qué Ryō los oculto?— dijo enfadado.

—Eso es obvio— dijo Kimiko ganándose la mirada de su esposo e hijo —Ryō te amaba desde Tōō— Daiki abrió los ojos como platos —Nunca tuvo novio esperando que un día lo miraras, pero eso no sucedió y el día que se entregó al hombre que amaba lo trato como un error y para el colmo le dio pastillas para que no se embarace ¿Crees que iba a buscarte y decirte? Al darle ese medicamento es obvio que no querías hijos con él. Supongo que se marchó cuando supo que estaba embarazado.

Daiki se sintió más miserable de lo que ya se sentía.

—Pero si se tomó el medicamento ¿Cómo es posible que quedara embarazado?— dijo Daisuke, las cosas sonaban muy crueles para el castaño.

—Hmmm pues es posible que su cuerpo rechazará el medicamento. Tal vez sus anticuerpos lo vieron como un enemigo y lo rechazó— explicó –Oh puede ser otra cosa.

—Entiendo... Pero eso no explica lo de Mimi-san— comentó Daisuke.

—Me dio a elegir entre ella y mis hijos— dijo encogiéndose de hombros.

—¿La dejaste?— dijo Kimiko.

—Era ella o mis hijos. Ya perdí 9 años de su vida, no pienso dejarlos de lado. Imayoshi tramitará el divorcio— respondió —Además, es posible que haga algo en contra de ellos y Ryō.

—¿Estás seguro?— preguntó Daisuke.

—Sí. No les quería decir pero me era infiel. A pesar de que no la amaba nunca me acosté con otra persona que no fuese ella.

—¡Esa zorra!— Daisuke y Daiki voltearon a verla y luego se rieron pues rara vez la escuchaban hablar así —Me la había encontrado con un hombre en el centro comercial, me dijo que era su primo pero lo note sospechoso. De seguro era el amante.

—Bueno, cómo sea. Lo importante es conocer a nuestros nietos y mantenerlos seguros— Daisuke se levantó y comenzó a dar vueltas —¿Estás seguro de que firmará el divorcio?

—Creó... — respondió dudoso.

—Solo espero que no pase nada malo— dijo Kimiko —Además hay que arreglar la habitación de invitados para cuando vengan de visita— agregó sonriendo.

—Sí, ¿cómo son?— preguntó a Daiki. Estaba emocionado, tenía dos nietos.

—Son hermosos. Se parecen mucho a Ryō pero tienes mi color de ojos— relató emocionado.

—Ya quiero conocerlos— Kimiko se levantó y abrazó a su único hijo.

—Creo que cometí un pequeño error— murmuró.

—¿Qué hiciste?— gruñó Daisuke.

—Tal vez le dije que se los quitaría... Akashi es su abogado— confesó.

—¡Daiki!— exclamaron al unísono.

—¿Qué? Estaba sorprendido y enojado, milagro y no lo golpeé— dijo con algo de miedo por la mirada de sus progenitores.

—Eres un tonto. No puedes hacer eso. Quiero ver a Ryō y a mis nietos felices, no triste— reprendió a su hijo.

—Lo siento. Cuándo lo vea le diré que no lo haré.

—Eso está mejor. Tenemos que verlos— dijo Kimiko sonriendo y fue a la cocina.

—Realmente está feliz— comentó Daisuke escuchando la canción que tarareaba su esposa.

—¿Cómo no estarlo? No puedo darle nietos— murmuró triste.

—Bueno, ahora los tiene. Tal vez si te sometes a otra cirugía.

—No— interrumpió a su padre —Ya llevo dos y no han funcionado.

—Pero hijo, si accedes a que Midorima-san te operé, tal vez...— sabía que era un tema muy delicado para su hijo.

—No quiero que mi amigo me vea las pelotas— dijo fastidiado ¡Eso nunca!

—Pero es por ti— aseguró —Desde ese accidente haz estado deprimido y...

—Lo pensaré. Primero veré qué hacer con Ryō y mis hijos— se levantó y fue por sus maletas dejando a su padre con la palabra en la boca. Acomodó su ropa antes de qué sé terminara por arrugar y se ducho. Cuando salió su madre ya había cambiado sus sábanas, se dejó caer en la cama y colocó su brazo sobre sus ojos.

—Perdóname Ryō, me di cuenta cuando ya fue demasiado tarde.

Tenía dos hermosos hijos con el amor de su vida. Y por lo visto Ryō lo odiaba ¿Cómo no iba hacerlo? Después de todo le hizo mucho daño, aún recordaba esa mirada vacía y la de desilusión en el rostro de Ryō para luego reemplazarla por una de "No me importa nada". Se arrepentía de esas hirientes palabras.

La gente suele decir ojo por ojo y diente por diente, ese fue su caso, lo pagó muy caro: ya no podía tener más hijos.

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