Sintió su corazón salirse de control. Aomine Daiki, el amor de su vida y padre de sus hijos, estaba frente a él, mirándolo intensamente. —¿No es muy pronto?
—Lo siento. No puedo esperar más tiempo. Estoy muy ansioso— respondió nervioso. No pudo evitar inspeccionar al castaño, Ryō vestía un diminuto short que dejaba al descubierto sus esbeltas piernas y una playera blanca algo ancha que mostraba su clavícula derecha.
Soltó un gran suspiro. Ese día llegaría tarde o temprano, era mejor no postergarlo –Está bien. Pase.
—No sabía que traerles— comentó cuando se percató de que Ryō observaba los regalos en sus manos.
No pudo evitar sonreír cuando vio esa expresión que Aomine mostraba, le indicaba que en verdad estaba nervioso –Ojala le gusten— Esperó a que Aomine pasara para cerrar la puerta y atravesaron el jardín.
—Es muy bonita— comento mientras llegaban a la puerta principal.
—Mis hijos la eligieron— respondió sonriendo mientras recordaba la semana caótica para elegir la casa.
Le dolió que Ryō dijera mis hijos. Pero no podía hacer nada –Ya veo.
Entraron a la casa e hizo esperar al moreno en la sala, mientras que él se dirigía a la cocina –Tenemos visitas. Lávense las manos.
Ryōdai y Ryōki se miraron y rápido se lavaron las manos, su padre se veía serio. Al llegar a la sala vieron a un hombre moreno llorando mientras veía su foto de bebés... En la foto se podía ver a Ryō sonriendo y en cada brazo tenía arrullando a sus bebes vestidos con la ropita que Inari le había regalado.
—Aomine...— dijo llamando la atención del moreno.
Daiki giró y vio a sus hijos; limpió sus lágrimas y regresó la fotografía a su lugar— Yo...— intento decir pero un nudo en la garganta no lo dejo seguir.
—Ryōdai. Ryōki. Él es Aomine Daiki... su padre— dijo Ryō con un nudo en la garganta. Jamás imagino que Aomine quisiera ver a sus hijos.
—¿Qué hace aquí?— dijo Ryōdai con el ceño fruncido. Recordaron que el hombre estaba del brazo de una mujer castaña. —¿Qué quiere?— agregó Ryōki.
A Daiki se le partió el corazón por la mirada de sus hijos. En un susurro triste logro decir: –Quiero conocerlos.
—Nosotros no q... — trataron de decir, pero su padre los interrumpió.
—Soleil. Lumière. Ne soyez pas si, parler avec Aomine. Il ne savait pas de vous, donner l'occasion de traiter avec elle (Sol. Luz. No sean así, hablen con Aomine. Él no sabía de ustedes, denle una oportunidad para tratar con él)— intervino antes de que sus hijos dijeran algo más.
—Mais ... (pero...)— trataron de protestar.
—Le conosco et de vouloir le rencontrer. Et il a également (Los conozco y sé que querían conocerlo. Y él también).
—Mais ce que cette femme? (Pero ¿y esa mujer?)— pregunto Ryōki.
—Il a déjà sa famille. Mme châtaigne est sa femme (Él ya tiene su familia. La señora castaña es su esposa)— dijo al borde de las lágrimas.
—Papa vous aime? (¿Papá lo ama?)— preguntaron al unísono.
—Oui, de tout mon cœur. Mais cela n'a pas d'importance, au moins je veux que vous les connaissez et vivez avec eux (Sí, con todo mi corazón. Pero eso ya no importa, al menos quiero que ustedes los conozcan y convivan con él)— dijo aguantándose las ganas de llorar.
—C'est bien (Está bien)— respondieron al unísono ya más tranquilos.
Ryō sonrió, besó a sus hijos en la frente y luego camino hacia el pelo azul. Le hizo señas para que se agachara –Solo no le diga cómo fueron concebidos. Creen que fuimos novios.
—Está bien—jadeó excitado. Escucharlo hablar francés (aunque no haya entendido) y luego le susurrara en el oído, lo excito.
—Los dejo para que hablen. Preparare el almuerzo.
—Sobre eso— comentó teniendo la atención de los tres Sakurai —Papá y mamá quieren conocerlos ¿Quieren ir a casa o ir algún lugar?
—Se refiere a su abuelos— aclaró Ryō por la mirada de sus hijos –Dígales que vengan. Preparare más comida.
—¿Quieres ayuda, papá?— preguntaron al unísono.
—No. Hablen con su padre— dijo y se dirigió a la cocina. Al llegar se apoyó de la puerta mientras lagrimas surcaban sus mejillas. Daiki quiso conocer a sus hijos. Tal vez si en aquella ocasión... ¡No! Ya todo era pasado, él había tomado la decisión de marcharse, ahora Aomine estaba casado y hasta con hijos posiblemente... Solo tenía que enterrar sus sentimientos en el fondo de su corazón.
——————— En la sala——————
Los tres de ojos azules se miraban fijamente, no decían nada ni se movía. Ryōdai codeo a su hermano para que hablara.
—¿Por qué dejó a papá?— preguntó Ryōki.
Nunca espero esa pregunta pero si Ryō les dijo que fueron novios tenía que seguir con esa pequeña mentirá —Porqué fui un tonto. No saben lo arrepentido que he estado estos años.
—Ahhh ya veo— murmuró Ryōdai.
—¿Por qué no busco a papá?— preguntó Ryōki —Sí estaba arrepentido ¿por qué no lo buscó?
—Lo he buscado por años pero nunca lo encontré.
—Sí, claro. Por eso está casado— resopló Ryōdai.
—Sobre Mimi— comenzó a decir pero no lo dejaron continuar.
—No nos interesa su familia. Solo no le haga más daño a papá— dijeron al unísono.
—Papá quiere que convivamos y lo haremos, queremos verlo feliz y si eso lo hace feliz lo haremos— agregó Ryōki.
—Entiendo— dijo tratando de captar todo lo que sus hijos dijeron.
Ryōdai y Ryōki se miraron y luego asintieron —Hablenos sobre papá y la Kiseki no Sedai.
Daiki sonrió, se sentó frente a sus hijos y comenzó a contarles sobre Ryō y sus amigos.
——————————
Las risas de sus hijos atrajeron su atención, se asomó y los vio sonriendo. Se veían tan felices, sabía que en el fondo siempre habían querido conocerlo.
—¡Tenemos que conocer a Murasakibara-san!— exclamaron emocionados.
—Si quieren podemos juntarnos el próximo domingo con todos— sugirió sonriendo. Sus hijos se veían felices de escuchar sobre sus amigos.
—¡Sí!— exclamaron.
Ryō sonrió y se regresó a la cocina para seguir preparando el almuerzo.
——————————
—Aomine-san ¿Le dijo a sus padres?
—Sí. Dijeron que venían enseguida, supongo que compraran algo para sus nietos— dijo mientras sus hijos le mostraban una tableta con fotografías de ellos y Ryō.
—Está bien. Voy a ducharme. Si vienen abra usted la puerta. No me gusta que los niños abran.
—Entiendo— respondió viendo como el castaño subía las escaleras. No pudo apartar la vista de ese firme y redondo trasero. Ryō se había vuelto mucho más guapo; los años y el embarazó le habían asentado de maravilla.
Unos 15 minutos después se escuchó el timbre. Daiki dejó a sus hijos buscando un álbum que habían traído de París, mientras iba a abrir la puerta.
—Daiki— dijo Kimiko al ver que su hijo abría la puerta.
—Pasen. No entiendo como abrir el portón, al parecer tienen problemas con el intercomunicador— explicó ayudando a su madre.
—Sí ha Sakurai no se molesta, lo arreglaré— dijo Daisuke.
—Tendrás que preguntarle. Vamos.
Se dirigieron a la casa, al llegar a la sala vieron a uno de los gemelos. Ojos negros y azules se encontraron y no se movieron.
—Ryōki ya lo encontré— se escuchó desde la planta de arriba y se escucharon los pasos.
Ryōdai corrió y llegó a la sala para encontrar a dos desconocidos pero miro entre ellos y su padre —Se parecen a Aomine-san— comentó mientras se aproximaba a su hermano.
—Son... Son hermosos— dijo Kimiko llorando y corrió para abrazar a ambos. Estrujó a sus nietos —Se parecen tanto a Daiki— dijo besándoles las mejillas a ambos.
—Ella es mi madre, Kimiko Aomine, y mi padre Daisuke, son sus abuelos— dijo Daiki limpiándose las lágrimas.
Daisuke se aproximó y abrazó a los tres —Son hermosos— dijo llorando.
Por alguna extraña razón los gemelos sintieron un nudo en garganta y comenzaron a llorar.
Ryō estaba caminando por el pasillo que conducía a las escaleras cuando escucho el llanto de sus hijos. Bajó corriendo por las escaleras y terminó resbalándose los últimos escalones.
—Ryō— gritó Daiki y corrió a levantar al castaño —¿Te golpeaste mucho?
—No. Sólo resbale los últimos tres escalones— dijo levantándose con la ayuda del moreno.
—¿Seguro? ¿No te duele algo?— preguntó revisando al castaño.
¿Desde cuándo era amable? el casarse le asentó bien. Bajó la mirada y mordió su labio... —Estoy bien— retiró sus manos de las del pelo azul. No podía permitirse ilusionarse.
—Ryō-kun— Kimiko corrió a los brazos del castaño cuando salió del asombro.
—Aomine-san— dijo sonriendo mientras la abrazaba —Aomine-san— dijo en forma de saludo al padre de Daiki.
—¿Por qué irte así? Nos hubieses dicho— preguntó Kimiko mientras se limpiaba las lágrimas.
—¿Su hijo le dijo todo?— la pelo azul asintió —Niños ¿Por qué no van y sacan los vídeos de la computadora a la tableta? Estoy seguro que a sus abuelos les gustaría verlos.
Notaron que su papá quería hablar con sus abuelos y asintieron —Sí, papá— dijeron y subieron las escaleras a buscar los vídeos.
—Intenté decirle a Daiki-san.
—Pero no me dijiste nada— dijo Daiki con el corazón estrujado.
—Mamá me convenció de decirle... Fui a la comandancia y comprendí que no podía interferir en su vida si no quiera hijos y estaba con su novia... La asistente— dijo sollozando.
Megumi. Nunca la olvidaría, gracias a ella comprendió lo que sentía por Ryō.
—Así que nos mudamos— dijo limpiándose las lágrimas.
—Ryō— dijo Kimiko abrazándolo.
—Siento no haberles dicho a ustedes— dijo arrepentido.
—¿Por qué no regresaste antes?— preguntó Daisuke.
—Los niños no quisieron conocer a Daiki-san. No podía obligarlos— confesó.
A Daiki se le rompió el corazón el saber que sus hijos no querían saber sobre él —¿Preguntaron por mí?
—A los 5 años. Por alguna razón creyeron que tenía una mamá, así que tuviera que decirles la verdad a medias— respondió.
—¿Qué les dijiste?— cuestionó Daisuke.
—Qué Daiki-san y yo éramos novios, que nos separamos y que no le dije que los esperaba porque ya tenía a otra persona. No quiero que sepan la verdad de cómo fueron concebidos. Ellos no tienen que saber que su padre no querías hijos conmigo — confesó triste.
—Ryō yo...
—Ahora eso no importa— dijo rápidamente —Podrán verlos cuando quieran, pero ya que su hijo quiere pelear por ellos tendremos que ver cómo termina todo.
—No Ryō, no voy a pelear por ellos— dijo Daiki ganándose la mirada sorprendida del castaño —Quiero convivir con ellos y estar bien con ellos, no que me odien. Tampoco quiero que tú lo hagas— eso último lo dijo en un murmuró.
—¿De verdad? — saber que no se los quitaría le hizo sentir feliz.
—Sí. Lo menos que quiero este discutir contigo. No quiero estar más lejos de ...— su teléfono sonó, revisó de quién era la llamada y sonrió —Disculpen.
Ryō mordió su labio y trató de calamar sus latidos. Juraría que eso le pareció una confesión pero no podía ser así... Reanudó su plática con los Aomine.
—¿Todo bien?— preguntó Kimiko cuando regreso Daiki con una gran sonrisa.
—De maravilla— respondió sentándose al lado de su madre.
—¿Mimi-san?— preguntó Daisuke.
—Todo salió perfecto.
—Disculpen, iré a calentar la comida— dijo Ryō rápidamente. No quería escuchar nada de la familia feliz del padre de sus hijos.
Kimiko miró al castaño retirarse y lo siguió. Estaba apoyado del refrigerador, se aproximó —Ryō-kun.
Se irguio y limpio sus lágrimas —Aomine-san.
—Dime Kimiko, ya me llamabas así— dijo sonriendo —Además entre tanto Aomine nos confundes y no sabemos a quién le hablas.
—Está bien, Kimiko-san— dijo sonriendo.
—Déjame ayudarte— se ofreció.
—¿Segura?
—Por supuesto— comenzaron a servir, cuando vio que faltaba un plato pregunto —¿Qué sientes por mí hijo?
El plato vacío se le resbaló de mano —¿Qué dice?
—¿Qué sientes por Daiki, Ryō?— cuestionó —¿Lo odias?
Término de levantar el plato roto y lo hecho a la basura — No pude odiarlo porqué es el padre de mis hijos. Me odié por tener esperanza por unos simples besos y unas caricias. Besos y caricias que para su hijo no fueron nada... solo unomás en la cama.
—Ryō...
—Ryōdai y Ryōki me lo recuerdan cada día. No importa lo que sucedió, lo sigo amando... pero eso ya no importa, Daiki-san tiene su propia familia. Ahora lo único que quiero es que mis bebés convivan con su padre.
—Pero Daiki...
—Ya no hablemos de eso, no quiero saber lo feliz que es. Me duele mucho. Por favor no siga— dijo limpiándose las lágrimas.
—Ryō... Daiki, él...
—¡Basta! Por favor. No quiero escuchar.
—¿Qué pasa, papá?— preguntó un pequeño castaño.
—Nada Ryōdai. Dile a tú padre y tú abuelo que se laven las manos, y que Ryōki también lo haga.
—Está bien, papá.
—Será mejor servirles— dijo llevándose los platos.
Kimiko miró al castaño dirigirse al comedor —Sí tan sólo supieras cuanto a sufrido Daiki por ti— pensaba mientras tomaba los platos faltantes.
——————————
Platicaban mientras comían. Ryō les platicaba como eran sus vidas en París.
—¿Hay alguien en tú vida Sakurai?— cuestionó Daisuke.
Se le atoró el bocado que se había llevado a la boca y los gemelos rieron —Dómine— dijeron al unísono.
—Por favor. No digan eso.
Daiki fruncio el ceño.
—Es verdad, pero papá no le hace caso— comentó Ryōki.
—Dómine es el médico que trajo al mundo a mis bebés y es su pediatra— explicó —Los niños tienen esa idea loca, pero Vicent y Anastasia, su esposa, son grandes amigos de la familia.
Los gemelos rieron, le gustaba molestar a su papá.
—¿Entonces no hay nadie?— volvió a preguntar Daisuke.
—No. Al parecer estoy destinado a enamorarme de personas que me dañan— respondió con una sonrisa triste. A Daiki se emocionó al saber que no había alguien, pero también se le dolió esa declaración.
—¿Hubo alguien?— cuestionó Kimiko. Aquel comentario sabía que estaba refiriéndose a su hijo.
—Uno no le aguanto el paso a mis hijos, y el otro... digamos que termine en el hospital con dos costillas fracturadas— respondió encogiéndose de hombros.
—¿Qué?— gritaron los Aomine.
—Le dije que tenías hijos, supongo que no me creyó y cuando los vío reaccionó mal.
—¿Le hizo daños a mis hijos?— preguntó enfadado.
—No, mis hijos estaban con mi madre. No hablemos de esto, no me gusta recordar... ¿Cómo le ha ido en la policía, Aomine-san?— preguntó Aomine mayor para cambiar de tema.
—Bien...
Nos leemos en unos días
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