XXVII. Aegon Targaryen
Daenerys Targaryen, Madre de dragones entró en el habitáculo. La pareja de amigas se miró de reojo, cómplices, ninguna simpatizaba demasiado con la mujer que reclamaba por derecho el Trono de Hierro.
—Lady Stark —miró a Mayleen a continuación—, ¿sería posible hablar a solas?
—Mayleen es mi familia. Lo que tengáis que decir, decidlo.
Con cierto recelo —pues la Targaryen no sabía bien cómo hablar con Sansa— Dany se acercó a las muchachas. La Stark y la Lannister se mantenían firmes y estáticas.
—Me preguntaba, ya que fuimos capaces de llegar a un acuerdo en cuanto a Jaime Lannister —May se mordió el carrillo derecho—, si podríamos hacerlo ahora también.
—Brienne siempre me ha sido leal. Decía la verdad sobre su padre —dijo Sansa señalando a Mayleen.
—Ojalá pudiera confiar en mis asesores tanto como lo hacéis vosotras.
—Mi tío —intervino la rubia por primera vez— es un hombre inteligente y sabio. Incluso cruel si debe serlo.
—Nunca debió confiar en Cersei —recriminó la autodenominada reina mirándola.
—Ni vos tampoco.
La profunda voz de Sansa dejó mudas a las otras dos. A Daenerys porque sintió aquello como un insulto; a Mayleen porque casi sintió las ganas de reír ante aquello. Había sido un golpe duro.
—Son familia, creía que la conocía.
—Las familias son complicadas. Tan solo analizad las nuestras —recordaba May mientras hacía un análisis de las atrocidades que sus familiares habían cometido.
—Las tres tenemos cosas en común —comenzó a decir de nuevo Daenerys sentándose en una de las sillas—. Sabemos lo que es dirigir a personas que no aceptan a una mujer al mando.
—¿Eso opináis? —Sansa lanzó una pequeña mirada a su amiga. Aquel comentario por parte de la Targaryen daría mucho pie a una discusión.
—Por lo observado en estas semanas, los norteños son hombres tradicionales y la tradición no significa que una mujer dirija los ejércitos.
—Nunca han mostrado resistencia a seguirnos a Sansa o a mí.
Los nuevos ojos brillantes de Mayleen rebosaban desafío y desconfianza cuando miraban a la tercera mujer. Sansa era la única en la sala que creía saber el motivo: Jon. Las dos adultas sentían algo por su hermano bastardo y, a la vez que Sansa era conocedora del enamoramiento de Jon hacia Mayleen, esta última ocultaba el mayor de los secretos del Nieve.
La postura erguida y orgullosa de la leona de Lannister no solo defendía su promesa y la de Robb para con el Norte, defendía también su amor por Jon. La mujer de cabello blanco platino era una amenazada para la estabilidad del Reino, sobre todo cuando se convencía de que el trono era suyo. Mayleen era sabedora de la verdad: Jon Nieve era en realidad Aegon Targaryen, el único y verdadero heredero al Trono de Hierro. En otras palabras, la causa de la destrucción de Daenerys de la Tormenta.
—Es verdad —respondió la Madre de dragones—, vos sois la Novia del Norte y os siguen gracias a vuestras promesas.
La rubia estaba a punto de contestar a aquello. Sansa fue más rápida:
—¿Por qué creéis que estamos en contra vuestra, mi señora?
—Vuestro hermano. Creo que os molesta... a ambas.
Hubo un pequeño silencio, no más de cinco segundos, pero daba mucho que opinar y valorar. Sobre todo a la extranjera.
—Los hombres cometen locuras por amor. Son fácilmente manipulables.
De nuevo, fue la voz de la Stark la que habló. No estaba segura de si la Madre de Dragones conocía la relación entre Jon y May.
—Volví a Poniente porque toda mi vida he luchado por un objetivo: el Trono de Hierro.
La hija de Cersei alzó una ceja, poco convencida. Ella sabía que antes de que todo aquello comenzara, la actual aspirante a Reina de los Siete Reinos no era más que una moneda de cambio de su hermano Viserys Targaryen. Recordaba a Robert Baratheon y la orden de búsqueda y asesinato de los dos hermanos, hijos de Aerys el Rey Loco comúnmente conocido. Fue una niña que creció bajo la influencia y poder de otros hombres —como la propia Mayleen—, pero ninguno nunca le impuso la idea de sentarse en el asiento más peligroso de Poniente.
—Y aún así, continua siendo vuestra meta.
—Lo era... hasta que conocí a Jon. Estoy aquí ahora, a mitad de camino, librando su guerra —el tono de voz que empleaba era suave, demasiado quizá—. Decidme, ¿quién manipuló a quién?
—No era su guerra. Ni tampoco de Sansa o mía, ¡ni si quiera del Norte! La Larga Noche habría acabado con todos nosotros —la muchacha se puso en pie, cansada de andarse con rodeos. Debían ir a lo importante—. ¿Queríais tomar el trono de Cersei? Pudisteis hacerlo, reinar sobre los escombros de Desembarco del Rey, pero pronto los muertos habrían llegado, más numerosos, ¡más fuertes! Vos no los habríais parado de ninguna forma.
—Tengo un ejército y dos dragones sin los cuales no habría sido posible hacer frente a esos enemigos.
—Ejército y dragones sin sentido si no hubierais sabido que lo único capaz de destruir al Rey de la Noche era el acero Valyrio.
De nuevo, el silencio. La pelirroja debía intervenir en aquel caos silencioso a punto de explotar.
—Vuestro objetivo es poner rumbo a la capital, acabar con Cersei —repuso Sansa antes de que su amiga pudiera intervenir de nuevo—, ¿irá Jon junto a vos?
—Estoy aquí porque amo a Jon, porque quise ayudar al Norte.
Mayleen miró hacia otro lado y optó por levantarse de su asiento, observar la conversación desde un plano secundario. Ella no era la señora de Invernalia. Sansa la analizó al abandonar la silla junto a ella, luego suavizaba el rostro al mirar a la Targaryen.
—Quizá debiera agradeceros vuestra ayuda desde que llegasteis al castillo —Daenerys le colocó la mano derecha sobre la mano que Sansa tenía colocada sobre la mesa.
—Mi objetivo es ahora acabar con la familia que ha castigado a la vuestra y a la mía, comenzando por Cersei Lannister.
—Hemos derrotado a los muertos, acabarás con Cersei... ¿qué será lo siguiente?
Hubo un pequeño silencio, Mayleen trataba de no decir nada. Le resultaba mucho más que complicado cuando mencionaban a su familia y la manera que parecía que querían borrarla del mapa.
—Tomaré el Trono de Hierro —respondía de forma automática Dany.
—¿Y después? —preguntó May una vez más.
—¿Qué hay del Norte? Se nos arrebató hace muchos años y lo recuperamos. Juramos no volver a arrodillarnos. ¿Qué hay del Norte?
La expresión de la Targaryen cambiaba por completo. Ya no estaba esa simpatía ni ganas de comprender a Sansa, era más como de enfado. Automáticamente, la mano que había situado sobre la de la pelirroja fue retirada.
No tardó mucho más en levantarse para marcharse. Quizá iría en busca de Jon para narrar la conversación que acababa de tener lugar en la sala. Mayleen no se movió del sitio cuando la Targaryen se ubicó en el pasillo de salida. Fue un claro gesto de desaprobación a la extraña. La dragona y la leona se clavaron la mirada unos segundos, ambas rugían con fiereza luchando por lo que defendían.
Las chicas continuaron observando su partida hasta que quedaron solas. No les eran necesarias las palabras para saber qué querían decirse.
—Atacará Desembarco del Rey.
—Lo sé.
—¿La acompañarás? —Mayleen negó con suavidad la cabeza.
—Reuniré a mis tropas y, si me permites, las norteñas también.
—El Norte es tan tuyo como mío, May. Pero dime, ¿vas a traicionarla? —Sansa estaba confusa, no tenía ni idea de qué pensaba hacer su amiga para que aquello no pareciera alta traición.
—Necesito que Jon esté presente para decirlo.
🐺🐺🐺
La intención de Daenerys de la Tormenta era viajar cuanto antes al sur, de esa manera Cersei estaría menos preparada para la batalla final. Por eso mismo, partir al sur era su principal prioridad. Mientras ella se encargaba de prepararlo todo, Mayleen estaba a punto de jugar su mejor carta, la misma que el propio Sam le había entregado.
El bosque de Dioses era el lugar perfecto, nadie osaba entrar en un lugar tan sagrado como aquel. Jon parecía desconcertado al ver a sus hermanas y a Mayleen esperándole allí. Incluso Bran se encontraba junto al pequeño lago.
—¿Ocurre algo importante?
—Lo que voy a revelarte ahora, Jon, cambia todo —Sansa estaba en su papel regio, pero incluso a ella le fue complicado parecer natural.
—¿De qué estás hablando?
—¿Y si te dijera que hay un heredero legítimo al Trono de Hierro? Alguien a quien le pertenece realmente —Nieve bajó la cabeza y se rió. Creía que Mayleen hablaba de sí misma.
—May, permíteme, pero tú...
—Una vez más te equivocas Jon Nieve..., aunque debería llamarte Aegon Targaryen.
Tan pronto como el nombre salió de sus labios, el bastardo y la Stark abrieron mucho los ojos.
—¿De qué hablas, Mayleen?
—Lyanna Stark estaba enamorada de Rhaegar Targaryen, pero la relación era algo prohibido. Aún así, se casaron en secreto...
Jon se acercó a la rubia con prisa para parar en seco justo frente a ella.
—Ella murió frente a Ned justo tras tu nacimiento y le pidió que te escondiera —Mayleen posó sus manos en los hombros del muchacho, esperando una respuesta que no llegaba—. Jon, eres el legítimo heredero del Reino. La sangre de los Stark y de los Targaryen corre por tus venas.
—¿Cómo sabes que eso es cierto?
—Dice la verdad —reconoció Bran mirando con ese semblante serio y formal que tenía desde que se convirtió en el Cuervo de los Tres Ojos—, puedes preguntarle a Sam.
—¿Qué tiene él que ver en todo esto?
—Verás Jon... —comenzaba diciendo la rubia, Sansa parecía estar procesando la información aún— cuando Daenerys hizo arrodillarse al ejército del Dominio... estaba encabezado por lord Randyll Tarly. Él y su hijo menor murieron en el fuego de Drogon tras negarse a reconocer a Daenerys como la única verdadera reina.
—Sam se enteró... —masculló el chico mirando el suelo.
Hubo un silencio largo, parecía que Jon sopesara las opciones. Por un lado había jurado lealtad a los dragones, pero por otro había vendido su alma y sus palabras a la leona. Estaba hecho un lío. Amaba a la rubia que tenía frente a él, pero era demasiado leal a su juramento.
—Jon —habló Sansa por primera vez—, lo que te estamos pidiendo es que te unas a nosotras. Tiéndenos el poder de las huestes norteñas, Mayleen tiene un plan.
—Se amotinarán contra ti si sigues a Daenerys. Fui advertida por Wyman Manderly. Contamos con el apoyo de Dorne, la flota de piratas de Sallahor Saan, el ejército de las tierras de los ríos, del valle, de las tierras de la Tormenta y del Norte. Podemos ganar.
—Tiene dos dragones adultos y yo hice un juramento.
—No la traicionarás tú.
—¿Cómo? —el joven estaba confuso, sin entender nada de lo que planeaban.
—Las fuerzas con las que cuenta Daenerys son extranjeras. Los Inmaculados pertenecen a Astapor, los Dothraki a las llanuras del mar Dothraki, los Segundos hijos son meros guerreros de las Ciudades Libres —puntualizaba Mayleen haciendo cuentas con las manos—, solo las fuerzas de los Greyjoy podrían suponer una amenaza contra Poniente.
—Dorne no olvida —recordaba Sansa dando un paso al frente—, las tierras de los ríos son de Brynden y Edmure, sirvientes de Mayleen; el Valle, desde la caída de Meñique es mío; las Tierras de la Tormenta ahora son dirigidas por Gendry... juró lealtad a May...
—¡Ese chico fue legitimado Baratheon por la propia Daenerys! —el escándalo se notaba en la voz de Jon, aún sin dar crédito al motín—, no puedo creer que la traicione.
—¿Te extraña a ti? —Brandon abrió la boca para intervenir en favor de las chicas— Tú mismo has sido traicionado por tus propios hermanos en la Guardia de la Noche. Los mismos que te dieron un puesto como Lord comandante.
Si algo tenían en común los mayores allí reunidos era que la traición les había acompañado durante sus vidas... e incluso ellos habían traicionado a otros por sobrevivir.
Sansa consiguió ganarle la partida a Petyr Baelish, a Cersei Lannister e incluso fue capaz de perdonar a Theon Greyjoy. Una de las más crueles a la casa Stark.
Jon Nieve sobrevivió a los Cuervos de la Guardia, al engaño de su "padre" Ned y casi le costó la vida traicionar a su primer amor, Ygritte.
Por último, Mayleen, que había ganado sus batallas a Cersei, Jaime y Tywin Lannister, a Walder Frey, Roose y Ramsay Bolton e incluso a Meñique. La rubia estaba tan acostumbrada al sentimiento que casi lo había normalizado.
—El Norte entero lo quiere tanto como nosotros. Si vamos a la capital con sus tropas y dos dragones, no habrá batalla. Se rendirán.
—¿Y si no lo hace?
—¿Quién iba a enfrentarse a Drogon o Rhaegal? —preguntaba retóricamente May con una ceja levantada.
—¿Y si no se rindiera?
—Habría una batalla y cuando ganemos, Daenerys querrá tomar el Trono de Hierro, que lo haga, pero no me obligará a arrodillarme.
Entonces parecía que Jon comenzaba a entender lo que pretendía hacer May. Quería declarar otra batalla, no contra la forma de gobierno de la Targaryen, sino por conseguir la emancipación de la que todo el Norte hablaba.
—¿Le declararás la guerra?
—No. La declararía ella.
—¡A causa de tu rebelión! —la expresión de Jon denotaba cansancio, casi rozando el enojo. Era como si de alguna manera, continuara inclinando la balanza del lado de la Targaryen.
—Jon, eres rey —recordó Sansa dando un paso al frente—. Este es tu reino, este es el lugar al que perteneces. Tu verdadero nombre es Aegon Targaryen, tú eres la única amenaza entre ella y ese trono.
—Si tu historia sale a la luz... Sería el final para Daenerys. Lo sabes a la perfección —apuntaba Mayleen mirando a Arya, quien aún no había pronunciado palabra en todo aquel entuerto.
Tras sopesar todas las palabras de los reunidos, se dispuso a hablar, pues su único interés en Poniente era poder tachar nombres de su lista.
—Poniente no se sostiene bajo la tiranía de Cersei, no creo que lo haga bajo el mando de otra.
—¡Opináis sin conocimientos! —Jon estaba nervioso, se encontraba luchando contra todas las mujeres presentes— Daenerys de la Tormenta es mucho más que querida Más Allá del Mar Angosto.
Pues que se hubiera quedado allí. Le habría encantado decir a Mayleen, pero sabía que ese comentario no le causaría ningún bien en la discusión.
—Robert Baratheon no era un usurpador, como la gente le denominaba —repuso Mayleen más calmada—. Robert tenía todo el derecho a declarar una guerra, al igual que cualquier otro señor del continente. Las rebeliones ocurren bien por hambre, injusticias o amor, como fue en su caso.
—No puedes justificar tu posibilidad de rebelarte contra...
—Robert —continuó la rubia evitando que la interrumpiera— aclamó a sus abanderados que le siguieron a la guerra y, de manera justa y sin traición, derrotó a Rhaegar en el Tridente, por eso, aunque fue mi padre quien asesinó a Aerys, si Robert hubiera llegado antes a Desembarco, habría acabado con ese viejo loco de un solo golpe.
—Los Targaryen perdieron su derecho como tal al trono desde ese día —reconocía en voz baja Arya Stark, dando la razón por una vez a la Lannister.
Jon miró al níveo suelo, apretó los puños y pensó en las palabras que acababan de salir de los labios de ambas mujeres.
—Si fuera así, Gendry sería el verdadero heredero.
—Piensa en qué harás, Jon Nieve —habló Mayleen una última vez antes de largarse del lugar.
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