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XXVI. Aliados

La cena superaba cualquier expectativa de las esperadas. Todos estaban felices, a pesar de las numerosas víctimas que habían tenido que despedir. Una vez más, el Norte sobrevivió.

Todo el gentío parecía encajar unos con otros, pero Daenerys se hallaba sola en una mesa larga, mirando la estancia y a aquellos que bailaban, reían y comían. Ella, por el contrario, no tenía con quien hablar, tan solo Missandei de Naath podía hacerle compañía. Las mujeres miraban por un lado a Jon con sus compañeros salvajes y otros tantos de la Guardia de la Noche, todos felices y recordando historias acerca de su antiguo y caído Lord-comandante Edd; posaban sus miradas en los integrantes de la familia Stark, la manada de tres junto con ser Davos, Sandor Clegane y algún señor más; por último, encontraba a la disfuncional familia Lannister, donde Jaime no cesaba de sonreír al contemplar a su hija, Tyrion le lanzaba miradas misteriosas. Brienne de Tarth y Podrick les acompañaban. Mientras tanto, Missandei y Daenerys eran dos completas extrañas en esa sala tan aparentemente familiar.

—¿Nadie me va a preguntar por el color de mis ojos o soy la única que de ha dado cuenta? —la cuestión del brillo que desprendían causaba cierta incomodidad a la muchacha, no sabía si era algo malo...

—Hija, para mí siempre estarás perfecta. No importa cuánto cambies.

—¿Os acordáis de ella cuando se negaba en rotundo a casarse y yacer con príncipes? —el hermano pequeño de Jaime hablaba con algo de oscuridad en la voz. Apenas era perceptible— Recuerdo cuando esa idea la escandalizaba.

Padre e hija se miraban extrañados. No sabían a qué se refería Tyrion.

—Tenía quince años... —respondió nerviosa Mayleen bebiendo un poco de agua—, no creía en el amor y menos todavía en la existencia de jóvenes que supieran tratar a una dama.

—Claro... los chicos de Ned Stark sí que saben, imagino.

Mayleen arrugó el ceño. Creía estar entendiendo a lo que se refería su tío. ¿Era posible que de alguna manera hubiera visto o escuchado a Jon horas antes en su habitación? Él era el principal consejero de Daenerys. Si conocía algo de información era su obligación contársela.

—Pues sí, la manada de Ned sabía como tratar a las personas.

La sonrisa forzada de la joven hizo saber a Jaime que algo no andaba bien entre ellos. No podría saber de qué se trataba porque nunca imaginaría lo que había ocurrido. De todas formas, quiso intervenir.

—Estás tenso esta noche, hermano. ¡Bebe y diviértete por el hecho de que tu sobrina haya despertado!

—Sí, eso mismo haré.

Hubo un silencio incómodo.

—Oye, ¿habéis visto a Evan? —Jaime casi se atragantó con el vino. Procuró disimularlo— No lo he visto en todo...

Tan pronto como formulaba la frase, le llegó el flashback de cuando le encontró luchando en los propios aposentos de Mayleen durante la Larga Noche. Estaba herido de gravedad en el abdomen.

Olvidándose de su familia y la posibilidad de que Tyrion supiera la verdad con respecto a ella y Jon, la joven echó a caminar de manera apresurada para encontrarse con Bran Stark. Él no le mentiría.

—Sabía que acabaríais acudiendo a mí, Princesa —era cierto, el Cuervo de los Tres Ojos llevaba parte de la cena observándola. Esperaba el momento en que ella se diera cuenta de la ausencia de Evan.

—¿Dónde está Evan? —preguntó aterrada por escuchar la respuesta que no quería oír— ¡Decidme que se encuentra indispuesto y por eso no ha podido bajar!

La desesperación en la voz de la mujer era mucho más que palpable. No era este el único factor que lo demostraba, también lo mostraban su lenguaje corporal y el nuevo brillo jade de sus ojos.

—Cuando le dejasteis en vuestra alcoba con esa espada estaba a salvo de otros caminantes...

—¿Pero? —la templanza en el Stark la ponía nerviosa.

—Pero no a salvo de la muerte. Tenía una herida sangrante sin buena predicción. Él lo sabía y aguantó todo cuanto pudo.

—Dilo Brandon, dilo con claridad.

—Fue cuestión de tiempo que se desangrara —calló por unos segundos, esperando para analizar el rostro de Mayleen—, lo hizo pocos minutos después de que abandonaras la habitación.

—Dilo.

Era una exigencia. Mayleen quería escucharlo de sus labios, del Cuervo de los Tres Ojos. No vacilaba, ni si quiera temblaba.

—Evan falleció durante la Larga Noche.

El corazón le dio un vuelco. Lo sintió y se vio obligada a dar una gran bocanada de aire. Consiguió achacar ese duro golpe en público.

—Gracias.

Susurró dándose la vuelta para abandonar la sala. Necesitaba paz para pensar y ordenar sus sentimientos, por lo que se dirigió al Bosque de Dioses, el único lugar que le concedería verdadera quietud.

🐺🐺🐺

En cuanto puso un pie en el lugar, los dos lobos —Fantasma y Viento Gris— salieron a saludarla. Era hermoso observarles, pocos huargos quedaban en Poniente y ver dos ejemplares adultos juntos era algo mucho más que complicado.

—¿Mayleen? —una voz masculina la sorprendió por la espalda. No le hizo falta voltearse para saber quién se trataba— Lo siento. Tengo algo que enseñarte.

La tomó de la mano para llevarla al lugar que había hecho para él. A pesar de comenzar como competencia y no haberse caído especialmente bien en el inicio, las aventuras que pasaron les unieron durante sus viajes. Sí, Gendry y Evan se apreciaban demasiado, por lo que cuando el bastardo de Baratheon recibió la noticia sintió una puñalada de dolor.

—Quemamos todos los cuerpos en piras funerarias, pero quise tener un gesto con él. Recogí sus cenizas y las guardé.

Gendry llevaba a la muchacha hasta una especie de tumba, pues el joven cavó un hoyo donde enterró a Evan y colocó unas piedras encima. Alrededor parecía empezar a crecer algún tipo de planta.

—Supe que querrías despedirte de él. Lo hice por ambos.

Mayleen abrazó con fuerza a su amigo. Gendry podría ser terco e ingenuo, pero era buena persona. Sin duda alguna, May opinaba que jamás encontraría a alguien con un corazón tan bondadoso como el suyo. El Tormenta se quedó paralizado al principio, luego le correspondió con más fuerza todavía.

—Parece que los Dioses le hubieran gastado una mala broma —el muchacho recordaba la escena frente al fuego, cuando estaban recién llegados de Más Allá del Muro y Evan decía a Gendry que este no podía morir, que no le haría ilusión visitar su tumba para hablarle de sus hazañas—. Todo ha ocurrido al contrario...

—Muchas gracias por esto, Gendry. Nadie ha hecho algo así por mí en muchos años.

—Lo que sea por la Reina.

—No pueden escucharos decir algo así.

—Cada hombre libre jura a quien quiere, no a quien se le obliga, Mayleen —los ojos sinceros y comprensivos de Gendry conmovieron a la muchacha—. Con vos en el trono, los reinos se unirían para hincar voluntariamente sus rodillas.

Mayleen era capaz de notar la pulsaciones de su corazón contra la pared torácica. Las palabras de su amigo eran auténticas, hablaba con seguridad, como si esta información estuviera evidenciada. Casi podía sentir como si el peso de la corona reposara de nuevo sobre su cabeza.

—La casa Martell te seguirá gracias a tu historia con Oberyn; el Norte entero es tuyo gracias a Jon, a Sansa y porque ellos creen en ti; cuentas con los soldados del Nido de Águilas porque Sansa está de tu lado; tu comandante más fiel es ser Brynden Tully, comandante de las tropas de las Tierras de los Ríos; ser Davos cuenta con buques gracias a su pasado como contrabandista y contacto con piratas; la casa Tarly apoya a Jon Nieve desde que Sam ocupó el puesto de su padre como señor de Colina Cuerno y del Dominio ahora que la casa Tyrell ha desaparecido; y yo he sido legitimado como Baratheon, lo que me convierte en señor de Bastión de Tormentas y las tierras de la Tormenta. Mayleen, cuentas con mucho más apoyo que la casa Targaryen.

Sentía ganas de vomitar. No era capaz de procesar tanta información en tan poco tiempo. Gendry le expuso de forma clara y concisa todo el apoyo que la Mayleen y Jon tenían en conjunto frente a la Targaryen extranjera. Le gustaría contradecir al muchacho, pero todo aquello era cierto, sus conjeturas no eran meras especulaciones.

—Gendry, si te escuchan decir esto creerán que conspiras.

—El pueblo tiene derecho a decidir su nuevo rey —la tomó de los brazos, llamando su atención con una seguridad en sí mismo que pocas veces antes había demostrado—, o reina en este caso.

—¿Puedo confesar algo?

—Lo que sea.

Entonces Mayleen supo que Gendry debía conocer la verdad acerca de Jon Nieve... o mejor dicho, Aegon Targaryen.

🐺🐺🐺

Gendry volvía al Gran Salón envuelto en una serie de sentimientos encontrados. ¿Qué acababa de revelarle Mayleen? ¿Significaba eso que Jon Nieve era el verdadero heredero al trono? En realidad, al muchacho no le importaba demasiado que su amigo Jon —o Aegon— o Mayleen fueran coronados como reyes en Poniente. Tal como él mismo había expuesto en voz alta, las fuerzas que apoyaban a los norteños eran mucho mayores que las que podían ayudar a Daenerys. Ni si quiera la parte de la Flota del Hierro que dirigía Yara Greyjoy tenía posibilidades en un ataque naval si los piratas de Salladhor Saan se unían a May y Jon.

—¡Gendry ven con nosotros! —la voz de Tormund Matagigantes alertó al chico que parecía algo desconcentrado. Sin pensarlo, se acercó a la mesa.

—¡Bebe algo! Brindemos por Evan —se sumó Davos a la oración tomando una jarra de cerveza—. Nunca olvidado, nunca muerto.

Sorbió un trago de la bebida que el salvaje pelirrojo le puso en la mano. Continuaba ensimismado en sus pensamientos, pero la idea de brindar por Evan le gustaba. Se puso en pie y alzó su cuerno.

—¡Por Evan! El soldado más engreído, egocéntrico y orgulloso que he podido toparme en mi camino —hizo una pausa, pero aquellos que se encontraban a su alrededor no dijeron nada, como si supieran que aún quedaba algo por decir—... pero el más valeroso, valiente y dispuesto a sacrificarse por un amigo. Fue lo más parecido a tener un hermano.

Desde la lejanía, Daenerys contemplaba la sala con ojos observadores. Todos eran una familia, le gustaba ver al pueblo brindando y reencontrándose, celebrar momentos o cantar, como había visto hacer a Gendry o minutos antes, a lo que quedaba de familia Lannister. El apoyo y amor incondicional que un padre regalaba a su hija.

Se dio cuenta también de la manera en la que el rencor dejaba paso a la admiración cuando se topó con ser Sandor Clegane y las hermanas Stark. Sansa fue prisionera en la capital durante mucho años y el Perro fue el único que la vio cambiar y convertirse en la mujer fuerte y poderosa que era en esos momentos.

De alguna manera, Daenerys vivía sus pesadillas: no estaba integrada, era una extraña, una desconocida, una extranjera. Allí no simpatizaban con la Targaryen, los Dothraki o los Inmaculados. No eran importantes, solo colaboradores para frenar la guerra contra la muertos y procurar la supervivencia de Poniente.

🐺🐺🐺

Sentía todo su cuerpo encogido y magullado. El dolor no tardó en aparecer y es que su herida aún palpitaba, solo Sam conseguía que el daño desapareciera durante unas horas cuando le llevaba la leche de la amapola. Estiró su cuerpo con pereza, esto le hizo sentir mucho mejor, pero fue cuestión de segundos recordar la noche anterior, cuando se disculpó con Evan frente su pequeña e improvisada lápida. Una vez más sintió el flechazo en el pecho, culpabilidad... ella metió al joven muchacho en esa guerra... Evan no era más que otra alma inocente caída en el Juego de Tronos.

Se reunió con Sansa, apenas pudo verla la noche anterior y necesitaba hablar con ella acerca de las palabras de Gendry. Eran arriesgadas, pero basadas. Tampoco quería entusiasmarse con la idea, pero mandar cuervos para averiguar los deseos de los señores de Poniente era buen plan. Debía tener toda la fuerza posible.

—¡Mayleen! Ya te extrañaba —cuando May observaba a su amiga, se quedaba embelesada por su belleza y carisma. No quedaba ni rastro de la niña tonta que una vez fue—, me alegro mucho de veros con energía. Lo siento por todo.

—Cada una de sus muertes recae en mi conciencia... al igual que el peso de la corona —la pelirroja ofreció una silla a la rubia—. Empiezo a notar que vuelve a ceñirse sobre mi cabeza, que debo hacer algo.

—¿Qué deseas hacer?

Mayleen habló sin asperezas acerca de las teorías sobre las huestes que podían conseguir.

—¿Serían suficientes?

—Tienen que serlo.

Entonces la puerta se abrió para dejar paso a Daenerys de la Tormenta.

🐺🐺🐺

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