XIV. Hacia la capital
Jon Nieve galopaba en dirección al Muro a lomos de un caballo negro. No pensó que saldría con vida de aquel lugar, pero Benjen Stark se convirtió en su salvación. El hermano de Eddard Stark al que se dio por muerto muchos años atrás apareció en el momento más crucial de la vida de Jon, salvándole de una muerte segura a manos de los Caminantes Blancos. A cambio de su vida, los muertos se llevaron la de su tío.
Daenerys esperó durante horas —junto a Jorah Mormont— el avistamiento del Rey en el Norte. Quiso aferrarse al pensamiento de que la vida de uno de sus dragones no se había perdido en vano. Ella había corrido —y pagado— el riesgo al volar en ayuda de Jon y sus chicos... No podía morir.
Las horas parecían horrorosamente lentas para la reina de Rocadragón, mientras que para los supervivientes de la expedición, el fuego caliente y un poco de comida en condiciones sólo les alegraba el regreso. Tormund, Davos, Beric y Sandor se calentaban junto a las llamas a la vez que esperaban que un cochinillo de pequeño tamaño se asara. No pronunciaban palabra alguna, sólo miraban las ascuas, meditando qué habría sido de Jon Nieve.
—¿Estamos rezando para algo? —la voz algo más animada de Evan invadía la penumbra, haciendo que los cuatro se giraran a verle. Gendry le acompañaba.
—Sí —se adelantó el Perro a sus acompañantes—, para que se te caiga el brazo ahora que lo tienes roto. Puede que los Dioses nos escuchen por una vez.
—¿Puedo apuntarme a la oración?
Evan se giró para ver a un Gendry sonriente al que golpeó con algo de fuerza con su brazo no herido. El Baratheon echó a correr en dirección a la fogata para sentarse entre Dondarrion y Tormund, mientras que el otro joven acabó al lado de Davos. Trincharon el cochinillo una vez se hubo cocinado y disfrutaron del pequeño trozo al que cupieron cada uno hasta que, desde lo alto de la torre de vigilancia, se escuchó a uno de los guardas gritar y ordenar que se abrieran las puertas.
Sandor fue el más rápido y en cuanto lo hizo, descubrió al caballo azabache. Sobre él, un cuerpo casi inerte amenazaba con desplomarse. No tardó en saber que se trataba del bastado de Ned.
Avisaba con gritos y gestos a los demás que no tardaron más de unos segundos en unirse al Clegane. Entre tres de los hombres llevaron el cuerpo inerte de Jon a una habitación. Usaron mantas y pieles para hacerle entrar en calor de nuevo, pues su temperatura corporal era anormalmente baja y la forma agresiva de temblar preocupaba a los más mayores. Dejaron fluir también agua caliente sobre el cuerpo del muchacho.
Sólo esperaban que se recuperara de aquel estado.
🐺🐺🐺
En las tierras de Rocadragón, Mayleen había pasado unas semanas a la espera del regreso de Daenerys y Jon. Se sintió inútil y su cabeza no pudo parar de dar vueltas acerca de lo que era más conveniente para ella y el Norte. Exploró la isla, descubriendo que —al contrario de las órdenes de Lord Manderly— el pirata capitán de la galera que la había acercado hasta la isla reinada por la Targaryen, permaneció con su tripulación y barco cerca de las costas.
—¡Puedo notar cierto... resquemor! —gruñió Tregar desde lo alto de su galera—, ¿os aburrís en la triste espera en que se ha convertido este viaje?
—¿No teníais vos la misión de volver a las aguas de Puerto Blanco una vez mis caballeros y yo estuviéramos a salvo en estas tierras?
—Es posible —respondía el pirata deslizándose por una de las cuerdas hasta llegar a la joven. Esta observaba con rencor—, pero existe un problema. ¿Queréis saberlo?
—No tengo tiempo para jugar a vuestros juegos.
Mayleen no volvió a ver al capitán del barco en todo el tiempo que Daenerys estuvo fuera. En su lugar, descubrió la cueva de la que Jon extrajo el vidriagón, divisó a la gran horda de dothrakis y su manera de luchar, algo caótica y salvaje, todo lo contrario a los Inmaculados. Esos soldados parecían estar conectados entre ellos para impedir cualquier fallo de coordinación o, en caso de debilidad de un compañero, proporcionar el tiempo necesario para que el caído se recuperase. Eran asombrosos.
Se encontraba sumergida en sus pensamientos, rondando la frase que dijo Brandon hacía unos meses atrás, ¿por qué ser la Reina en el Norte cuando os veo gobernado en el Trono de Hierro?¿Serían reales las palabras del Stark o simplemente de trataba de una mentira bien contada? A Mayleen le gustaba fantasear con la idea de sentarse en el Trono de Hierro, cumplir su sueño y el del pueblo norteño.
—No dejo de preguntarme cómo es posible que nos encontremos siempre en situaciones tan delicadas, lady Mayleen.
Esa voz la reconocería en cualquier lugar. Mayleen creía que ella era una persona escurridiza, pero sólo dos personas lo eran más que ella: Meñique y él... Lord Varys, el eunuco.
—Tenéis razón, Varys. Cada ocasión que os doy por muerto o desaparecido, aparecéis de nuevo como un vulgar perro faldero —una sonrisa sarcástica y amarga apareció en la cara del pequeño hombre calvo—. ¿Qué tramáis en esta ocasión?
—Solo me uní al bando ganador. Era mi única jugada. ¿Por qué iba a estar tramando algo?
—Por favor, no podéis engañar a alguien que lleva observándoos desde que era una cría —la rubia se cruzó de brazos y levantó la ceja izquierda.
—En ese caso, siento decepcionaros, pero... decidme, ¿qué sentís tras vuestro derrocamiento como reina? —la mujer entrecerró los ojos, analizando la satisfacción del eunuco. Ese dardo envenenado pretendía hacerla enfurecer para demostrar su poca madurez y May no iba a caer en sus juegos.
—La monarquía en el Norte no se parece en nada a la del Sur. Jon gobierna con sabiduría, escuchando las peticiones de sus seguidores, liderando las batallas.
—No os he preguntado por el reinado de Jon, sino por vuestro derrocamiento —repitió con maldad el hombrecillo de grandes dimensiones. La rubia sintió un enorme impulso de golpearle.
—No fui derrocada, Jon vengó la muerte de Robb acabando con la tiranía de Ramsay y por ello se le eligió, además, por sus venas corre verdadera sangre Stark.
Varys sabía sobre qué temas hablar para acabar con la paciencia de la joven. Al igual que May sobre él, el eunuco conocía el carácter de la rubia, sabía que en lo más profundo de su corazón, la hija de Cersei quería tomar el poder. ¿Por qué si no iba a estar tomándose tanta molestia?
—Decís eso, pero... tenía entendido que fue gracias a vuestro ejército y el de Sansa los que liberaron a las tropas del bastardo de una muerte segura.
—En ocasiones hay que mantenerse escondido para poder llegar a lo más alto... y creo que en eso vos tenéis bastante más experiencia.
—¡Oh mi señora! No os hacéis a la idea de cuán os parecéis a aquellas personas con las que habéis crecido y... no sólo hablo de vuestra madre, niña.
Ser nombrada como niña, molestó a Mayleen. Ya no era una niña tonta a la que podían malear a la imagen de otros. Era una mujer. Sus decisiones y los caminos que eligió a lo largo de su vida eran los que habían hecho de aquella leona, una mujer carismática y mucho más que decidida a luchar por sus sueños.
—Algún día seréis descubierto y pagaréis por cada una de vuestras jugadas, porque no tenéis idea del alto precio que el poder supone —Varys se mostraba calmado, su postura habitual. Mantenía sus manos ocultas en las anchas mangas de su túnica de tela gris de Myr, decorada con hilos de oro y algunas incrustaciones de pedrería preciosa. Una túnica pensada para alguien de elevado status social.
—Diría que vos lo conocéis.
—Demasiado —reconoció la joven, taladrando con la mirada los ojos del eunuco—. Mi deuda se cobró en dos ocasiones.
La última conversación con Varys caló profundo en la rubia, quien volvió a pensar en su difunto hijo al que nunca volvió a ver. Recordaba al pequeño sonreír jugando con la nieve en Invernalia. Ella sonreía a la vez que esperaba atenta la llegada de Evan al castillo. Se acordó de las pequeñas manos de Eddard cuando tomaban las de ella para caminar y de lo divertido que le resultaba observarlo dormir.
Nunca olvidaría esos pequeños recuerdos a los que se aferraba como si su vida dependiera de ello.
🐺🐺🐺
—¡Barcos! —la espera se estaba haciendo eterna, pero al fin, los hombres estaban de regreso a Rocadragón— ¡La reina ha vuelto!
Mayleen seguía a Missandei y Gusano Gris camino abajo hasta la playa y así saludar a los recién llegados. Lo que desconcertó a los tres jóvenes fue que tras mirar al cielo y escuchar los rugidos de dragón, sólo fueron capaces de contar a dos de los enormes reptiles: Drogon y Rhaegal, ¿habría muerto el dragón crema dorado?
La galera de madera atracó en el muelle de Rocadragón, dejando paso a la reina de esas tierras. Daenerys no parecía satisfecha ni contenta, su expresión era sombría, no había ni un sólo ápice de simpatía, sólo dolor. Mayleen y la Madre de Dragones intercambiaron miradas por unos segundos y, la expresión de la mujer de pelo blanco, era mucho más que conocida por la rubia... Ese dolor en la mirada, la falta de brillo, eran el sentimiento de una madre que había perdido a un hijo.
La Targaryen siguió su camino sin mostrar más "debilidad" ante sus criados y ayudantes, mas Mayleen estaba segura de que había descifrado bien a la otra mujer. La Stark siguió un poco más el trayecto de la que había salido del barco hasta que oyó el sonido de varias botas caminar sobre madera: Jon Nieve, pensó de inmediato.
Un sonrisa de alivio surcó el rostro de la chica. Esta se acercaba a él para darle la bienvenida con un abrazo que Jon correspondió sin esperar más de lo necesario. El hecho de que ella hubiera sido la primera persona en ver tras salir de ese monstruo de madera flotante, le resultaba de lo más reconfortante. Tenerla allí, recibiéndole entre sus brazos le producía una nostalgia acerca de su hogar, aunque —de alguna manera— Mayleen conseguía hacerle sentir en casa.
—Veo que vuelves de una pieza, bastardo —la broma dejó paso a la preciosa sonrisa de la rubia. Jon se contagió, de manera más tímida, y se dio cuenta de que añoró los comentarios de la dama.
—Tenía que hacerlo, mi señora.
Se volvieron a abrazar cuando May le preguntó por Evan. Estaba tan ensimismada hablando con el Rey en el Norte que apenas se había percatado de que varios hombres más acompañaban a Jon.
—Recibió un gran golpe que le hizo caer. Creemos que podría haberse roto el brazo —el joven se rascó la frente con algo de preocupación—, se encuentra en Invernalia con Gendry. Misión cumplida con esos dos.
La chica se alegró de que ambos hubieran conseguido disipar la rivalidad que les enfrentaba, a la vez que un pozo de dudas se le venía encima acerca de la lesión de Evan. ¿Estaría bien? Le habría encantado reencontrarse allí en Rocadragón con él, abrazarle y besarle de nuevo.
—¿Qué ha ocurrido allí fuera? Daenerys no parece contenta.
El joven bastardo comenzó a hablar de lo ocurrido Más Allá del Muro, el proceso tan complicado que existió entre Gendry y Evan para convertirse en amigos y la estampida de los Caminantes. Detalló hasta el más mínimo detalle de la llegada de la Targaryen a lomos de Drogon y el sepulcral silencio que se creó cuando fueron testigos de la caída en picado de Viserion. Asustada, Mayleen se llevó las manos a la boca, intentado procesar la imagen que se le había formado en su cabeza.
Jon Nieve siguió hablando acerca de la vuelta a Guardaoriente y sobre Benjen Stark, quien le salvó la vida cuando estuvo a punto de morir congelado.
—¿Te encuentras bien para enfrentarte a... mi familia?
—Si un ejército de Caminantes Blancos no ha podido conmigo, no creo que lo haga tu madre.
—Te sorprenderías. ¿Dónde llevas a ese monstruo? Creía que habrías traído uno contigo —preguntaba con intriga la muchacha. Jon se dio la vuelta y señaló al hombre que cargaba el cuerpo metido en un saco.
—Ve a verlo, ahora es inofensivo.
Mayleen miró una vez más a su amigo, no muy confiada acerca de acercarse tanto a un Caminante. Tras unos momentos de indecisión, se dispuso a verlo de cerca. Jon acabó siguiéndola de manera automática, ni si quiera había pensado en que quería seguirla, tan solo ocurrió.
—¿Podría echar un vistazo...? —no podía ser cierto. Después de tantos años sin saber de él, ¿se encontraba con el Perro?— ¿Sandor?
Al oír su nombre, el soldado de enormes dimensiones se dio la vuelta para poner cara a esa voz tan familiar. Sabía que la escuchó en algún lugar, pero nunca la pudo haber asociado a ella.
—Tenía que haberme imaginado que se trataría de ti, maldita renacuaja —el rostro del Perro continuaba tal y como Mayleen lo recordaba, quizás alguna cicatriz nueva, pero nada muy distinto.
—Parte de mi existencia trataba de ser una molestia para los criados en Desembarco del Rey, de esa forma, aquí me tienes de nuevo, siendo una persona cambiada.
Era cierto, todas las personas que habían conocido a Mayleen antes y después de su primer matrimonio fueron testigos del cambio de carácter de la joven. Sandor —como muchos otros—, escuchó las canciones de los bardos acerca de la Boda Roja, la conquista de Roca Casterly o lo temibles que eran el matrimonio de Ramsay con la rubia. Todas esas historias estaban protagonizadas por Mayleen Lannister y Sandor no era capaz de dejar de ver a la rubia como la cría que una vez fue.
—Sandor —volvió a llamarle May con un tono de añoranza. El susodicho se dio la vuelta para mirarla a la cara—, me alegro de verte de nuevo.
—¡No te pongas melodramática ahora! —era algo que esperaba, pues el Perro nunca había sido un hombre fácil de conmover— ¿Quieres ver al Caminante o no?
Sin responder, la chica se acercó al saco de tela en el que guardaban a la criatura. Clegane le dio una patada primero para que dejara de moverse en todas direcciones, tratando de escapar, luego descubrió la huesuda cara. El Caminante Blanco profirió un gutural grito.
—Los amigos de este hijo de puta casi nos matan a todos. Se llevó la vida de un loco llamado Thoros de Myr —explicaba Sandor mirando aún al monstruo de ojos azules—, aunque la peor parte se la llevó el dragón.
De alguna manera, Mayleen sentía la pérdida de la Madre de Dragones y es que, perder un hijo, es el dolor más horrible que una mujer puede experimentar.
—¿Vendrás a la capital con nosotros?
—¿Tú vas a venir? —a Sandor le extrañó que la joven quisiera volver a ver a su familia, claro no conocía la faceta estratega ni la parte de reina que floreció en Mayleen.
—¿Por qué crees que estoy aquí? —la chica se acercó al Perro para hablar de un asunto algo peliagudo, pero que sólo alguien como el Clegane sería capaz de mantener en secreto— Nada me haría más ilusión que ver como el todo el Imperio de Cersei cae ante sus ojos. Quiero arrebatarle el Trono de Hierro.
—Nada me gustaría más que eso, pero ¿estás segura de que llegado el momento serás capaz de hacerlo? —el hombre confiaba en las palabras de la rubia. El cambio que sufrió durante todos esos años la habían convertido en una mujer fuerte y capaz.
—Sí.
—Puede que hayas cambiado, pero en el fondo continuo viendo un buen corazón. No la matarías y a Jaime menos.
Sandor volvió a tapar la cabeza del Caminante para llevarlo a la galera que embarcaría a Desembarco del Rey, mientras que Mayleen quedó pensativa sobre las últimas palabras del hombre. ¿Sería capaz de enfrentarse a sus padres de la manera en que Sandor hablaba? Quería creer que sí.
🐺🐺🐺
Era el día, tenían todo preparado, embarcaban a la capital. Algunos, como Jon o Daenerys, por primera vez, otros lo veían como un regreso desagradable y necesario.
El barco de Tregar cargaba con los soldados y caballos norteños de Mayleen y la propia joven. Si todo salía como tenían pensado, la vuelta a Invernalia se realizaría esa misma tarde, con el grueso de las tropas de la Targaryen incluido.
—¿Sitio para uno más?
—Por supuesto —respondió Mayleen asomándose a la cubierta.
—No —dijo a su misma vez el capitán Tregar, enfadando a la rubia, que no dudó en acercarse y enfrentarlo.
—Ese hombre es el rey de aquel a quien le sirves —dijo recordando a Lord Manderly—, es un norteño y amigo. Subirá si así lo requiere.
—Yo soy el capitán de este barco, mi señora —recordaba Tregar posando su mano en la mejilla de la joven.
—Y él el rey. Dad las gracias de que no lo fuera yo, si no, estaríamos en una situación muy diferente.
Jon subió a bordo, situándose junto a Mayleen. Nada más verle la expresión supo que había discutido con el muchacho. Este último, mantuvo la mirada alta unos segundos, luego se dirigió al bastardo e hizo una pequeña reverencia para contentar a la Stark. Claro que Mayleen notó la implícita burla en el acto.
—¿Algo más en que ayudar, lady Stark?
Al ver al capitán tan cerca de la rubia, Jon se decidió a intervenir en esa batalla desconocida por él. ¿En qué lío estaba May metida?
—Largo de aquí —ordenó Jon con calma y, tras unos segundos de vacile, Tregar volvió a su posición en el barco. Mayleen y el Rey en el Norte quedaron a solas.
Caminaron hasta la proa, asegurándose de que quedaban a solas por completo. Había varios soldados de los suyos allí dentro, pero no querían ser oídos.
—¿Qué va a pasar ahora?
—Convencernos a tu madre para que se una a nuestra causa. No podría negarse si un Caminante Blanco se presenta ante ella.
—Quiero equivocarme, pero Cersei es la mujer más impredecible que he conocido —pensó en su madre durante unos minutos. Siempre tenía algún plan retorcido o un as bajo la manga—. Me gustaría equivocarme y poder decir que se unirá a nosotros.
El muchacho se dio cuenta de que Mayleen se sentía algo angustiada. Lo notó en la forma en que miraba cabizbaja al suelo y sus ojos —normalmente brillantes y astutos— evitaban el contacto visual. Tampoco dijeron nada en un buen rato, Jon miraba al horizonte y, de vez en cuando, a ella de reojo.
Tras unos segundos de indecisión, el bastardo colocó su mano sobre la de May. Un látigo de electricidad sacudió el cuerpo del hombre. La princesa le miró con cara apenada, acababa de asimilar que volvería a ver a sus progenitores... ¿Cómo de horripilante podría ser la escena?
—Mayleen —la llamó con voz suave y calmada—, saldrá bien. Por nuestra parte hemos hecho todo lo posible. Depende de ella.
La rubia dibujó una sonrisa algo forzada.
—Eso es lo que me preocupa, que todo dependa de ella.
🐺🐺🐺
¡Buenas noches lectores!
Estoy de camino al trabajo y he pensado en vosotros y he dicho... voy a darles una pequeña alegría (o no) publicando un nuevo capítulo de la saga. Os voy a decir un secreto... ¡estoy acabando la obra! Es decir, tengo la temporada ocho a punto de acabar, me quedan uno o dos capítulos como mucho y un epílogo. ¡Tengo dos finales pensados! Ahora, no sé cual utilizar. Bueno, actualización, estoy de camino a casa, no me dio tiempo a publicar anoche en fin
Espero que leáis mientras duermo un rato que he tenido una noche agotadora. Muchos besos <3
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