XIII. Rescate
La sangre se le heló en las venas. ¿Qué quería decir Gendry con un peligro de muerte inminente? El mensaje era tan sencillo que resultaba imposible hacerse una idea sobre cuál era la situación en la que se encontraban los soldados de la expedición. La única aclaración que se daba era sobre la localización del grupo: pasado el Puño de los Primeros Hombres.
Daenerys levantó la cabeza y miró a su guerrero inmaculado el cual mantenía su expresión en el rostro. La decisión final de la señora de Rocadragón fue hacer llamar a Tyrion Lannister, su asesor y nombrado Mano del Rey, o reina en ese caso.
Tyrion Lannister se presentó ante ella lo más deprisa que pudo cuando fue avisado. La reina de Rocadragón necesitaba tomar una decisión importante que cambiaría la perspectiva de la guerra que se avecinaba. Tenía muchas opciones en su cabeza, pero ninguna le parecía correcta.
—¿Cuál es el problema, Alteza?
—Jon y el resto de hombres corren un peligro de muerte y creo que debería ir en su busca. ¿Estoy en lo cierto?
El gnomo miró a Daenerys, luego a Mayleen y por último, al cielo. Estaba despejado, con unas pocas nubes blancas de aspecto esponjoso y unos débiles rayos de sol que apenas transmitían calor. Tyrion era el consejero de la reina de Rocadragón y debía velar por los intereses de esa mujer, pero al mismo tiempo, sentía que aquello que debía aconsejarle, no sería bien recibido por su sobrina.
—En mi sincera opinión, no deberíais acudir en su ayuda.
La rubia miró a su tío con una expresión de desdén, molesta ante la respuesta. Tyrion lo supo desde el momento de su declaración, siendo de esa forma que le dio la espalda para evitar tener que sentirse más culpable.
—Creo que esta vez no tomaré vuestro consejo —Daenerys comenzó a andar hacia sus dragones. Estos reposaban sobre el acantilado.
—No podéis —contradijo el gnomo—, la persona más importante del mundo no puede volar al lugar más peligroso de Poniente.
—¿Quién lo hará si no?
—Nadie. No podéis ganar el trono, ni romper la rueda si morís —la Stark observaba y oía muy atenta la sucesión de aquella conversación. Parecía que su tío estaba más que empecinado en que la Targaryen gobernara.
—¿Qué debería hacer entonces?
—Nada, a veces no hacer nada es lo más difícil y si morís, estamos perdidos.
—Una vez me dijísteis que no hiciera nada y no volveré a inhibirme —de esa manera, la joven de cabellos blancos subió a lomos del enorme dragón negro y se precipitó por el acantilado seguida de los otros dos dragones de menor tamaño.
Mayleen continuaba analizando las figuras que volaban y la de su familiar Lannister. Estaba algo descontenta y esperaba que Jon y Evan volvieran cuanto antes. No era capaz de imaginar que algo les ocurriera por intentar que Cersei colaborara en algo que debería creer pues representaba el verdadero enemigo de la Corona.
—¿Mayleen? —Tyrion se situó al lado de la señora de Roca Casterly con algo de cautela, intentando averiguar qué pensaba ella.
—Así que gobernar Poniente.
El hombre suspiró agotado.
—Está aquí por eso. Daenerys de la Tormenta es quien debe ocupar el trono, ¡es la única con el poder suficiente para derrotar a Cersei!
—Eso no lo sabes. No hablo por el resto de reinos, pero el Norte estaba dispuesto a luchar por su independencia... Con dragones en Poniente, no les quedará otro remedio que doblegarse.
—Nadie puede someter a los dragones, sobrina. Ni si quiera el orgullo norteño del que te has alimentado —Viento Gris miraba al Lannister y no llevaba la expresión afable con la que observaba a Mayleen, sino una algo más sombría.
—Podría ser que no, pero estarían dispuestos a morir en el campo de batalla. Ahora todo se complica... Jon juró lealtad hincando la rodilla y mis amenazas hacia Daenerys no son más que palabras vacías.
—¿Desde cuándo llevas pensado que sentarte en el Trono de Hierro? —¿cómo había dicho Tyrion? ¿Sentarse en el Trono de Hierro? No lo sabía, ¿quería hacerlo?
—No es lo que crees.
—¿Segura? ¡Hostigas a la Reina con la mirada desde que llegaste a Rocadragón a pesar de recibir su hospitalidad! —la expresión de la rubia continuaba siendo estática, no le afectaron en nada las exclamaciones de su tío— Si sentaros en el trono no es lo que te mueve, ¿qué te ocurre?
—Está bien, sí que lo he pensado —hizo una breve pausa—. La idea llegó a mi cabeza cuando fui vendida a los Bolton, cuando probé el verdadero sabor del poder. Fui Reina en el Norte en dos ocasiones y cedí mi cargo a Jon Nieve con gusto, pero no puedo soportar la idea de que una desconocida extranjera quiera gobernar sobre aquello que no conoce en absoluto.
—Hablas como tu madre, Mayleen —podría haber dicho mil cosas que la rubia aceptaría y encajaría sin notársele, pero aquel fue un golpe duro. May apretó los puños y el huargo enseñaba los dientes con un gruñido.
—No pediré perdón por pensar en mí y en los deseos de mi pueblo, Tyrion. No volveré a hacerlo.
No se movió del sitio, no fue a esconderse como unos años atrás habría actuado. Dejó que la tirantez e incomodidad de la conversación actuaran por sí solas, siendo de esa forma, el hijo de Tywin Lannister se rindió y dejó a solas a su sobrina. Sabía que una nueva batalla se estaba abriendo entre ellos, aunque lo que no sabía era si alcanzaría a la reina dragón.
🐺🐺🐺
En el Puño de los Primeros Hombres, los ocho soldados esperaban de forma paciente la ayuda de Daenerys. Una ayuda que no estaban seguros de que llegase, pues Gendry era el responsable de que el mensaje llegara a Rocadragón. Algunos pensaron que el bastardo de Robert había muerto por el camino debido al frío, al cansancio o al ataque de un caminante, pero eran muchos más los que se aferraban a la idea de que lo había conseguido.
Siete hombres estaban atentos a su alrededor, a cada movimiento que los muertos realizaban, aunque resultaba espeluznante el hecho de que eran capaces de quedarse estáticos durante horas. Por otro lado, Thoros de Myr muy alejado de mejorar, cada hora que pasaba, se encontraba más exhausto y débil. Beric le instaba a mantenerse despierto, pero la herida que le causó aquel oso le dejó muy malherido.
—¿Cuánto llevamos así? —gruñó Sandor enfadado y asqueado de la situación.
—Algo más de un día —respondió Evan sentándose junto al caballero de la Hermandad Sin Estandartes.
—¡Ese novio tuyo ha debido morir en el camino!
El joven de ojos claros sonrió ante el comentario, no porque hubiera sacado a relucir el hecho de que Gendry podía estar muerto en esos momentos —algo que, en realidad, no quería ni imaginar— sino por la manera de mencionar su buena relación.
—Ahora mismo ese no es nuestro problema principal. ¡Thoros se está muriendo!
—¡Lo hará de todos modos si ese chico no ha cumplido su misión!
—¡Hey! —llamó la atención Jorah, cansado de soportar las disputas causadas del aburrimiento y desesperación de la desventajosa posición que mantenían— ¡Tenemos suficientes problemas como para que andéis peleando como críos! Callad y mantened la energía. Algo me dice que en algún momento la necesitaremos...
De forma inesperada, el grupo se calló y dejaron que las horas transcurrieran en paz. Evan miraba sus botas y el hielo que se había formando algo más abajo, allí donde el agua se separaba de la isleta por medio de una fina capa de tierra. ¿Estaba congelada? Alzó la vista, dándose cuenta de que los Caminantes Blancos continuaban en sus posiciones sin apenas moverse.
El Perro se levantó una vez más y fue en busca del cuerpo atrapado de un Caminante Blanco que debían llevar a la capital. Este no dejaba de moverse y lanzar pequeños gritos moribundos y, harto de ellos, Sandor le propinó una patada. El nuevo chillido hizo que un coro de los compañeros del caído pusiera los pelos de punta a Evan.
—Yo que tú no les cabrearía más de lo que ya parecen.
El enorme Clegane se volvió para ver a Evan y rodó los ojos con cansancio. Aquel joven le provocaba dolor de cabeza.
—¿Thoros? —Dondarrion sacudía el cuerpo inerte del sacerdote— ¡¿Thoros?!
El hombre envuelto en pieles había dejado de respirar. El frío había acabado con su vida y no pudieron hacer nada por evitarlo. Beric cerró sus párpados con cuidado y posó su cabeza sobre el pecho de su amigo.
—Debemos quemar el cuerpo —recordó Jon mirando el cadáver que tenían ante ellos.
El líder de la Hermandad Sin Estandartes prendió en llamas su espada e hizo uso de la pequeña petaca —antes propiedad del sacerdote— para vertir un poco de alcohol sobre las pieles que le cubrían. De esa manera, Thoros comenzó a arder.
Las horas continuaban pasando, aburriendo más y más a los hombres, de forma que, cuando Sandor vio una piedra, se hizo con ella y no pensó más de una vez en lanzarla contra los esqueletos del otro lado de la orilla haciendo uso de toda su furia y decepción, dando de lleno en un cráneo. Una sonrisa apareció en el rostro del Clegane cuando se decidió a repetir la hazaña; sin embargo, en esa segunda ocasión, el lanzamiento no fue demasiado bueno y la roca impactó contra el hielo sobre el agua, permitiendo que esta se deslizara sobre la capa congelada hasta llegar a los enemigos.
La pequeña roca golpeó uno de los pies de un caminante que alzó la mirada en dirección a Jon y su grupo. Al instante se pusieron rígidos, pues el gran número de muertos comenzó a gritar y dar un par de pasos temerosos hacia adelante, comprobando que el hielo soportaría el peso.
—¿Creéis que...? —Evan se puso en pie preocupado ante lo que estaba teniendo lugar.
—Esperemos que no.
Jon miró al muchacho con la misma expresión de angustia, colocando su mano en el mango de su espada, rezando por no tener que usarla.
Los siete hombres contuvieron el aliento durante unos pocos segundos que les parecieron horas. De repente, todos los Caminantes Blancos que se arremolinaron en las horas anteriores y que habían esperado pacientemente, comenzaron a correr hacia la "isla" para acabar con la vida de los humanos.
Los hombres desenvainaron sus espadas y tomaron una posición defensiva para evitar un ataque aún más feroz de los cientos de enemigos que se les venía encima. Se concienciaron en escasos segundos de que iba a tener lugar una batalla por sus vidas... e iba a ser muy dura.
Evan había asiado el martillo de Gendry con gran fuerza y no dudó en usarlo cuando dos caminantes se le abalanzaron. Consiguió lanzarlos fuera de su dirección, pero relajarse era imposible, llegaban más por todas partes. El joven no tenía tiempo para pensar, tan solo lanzaba golpes contra todo lo que se le acercaba de frente, de manera que, cuando no lo esperaba, un cuerpo le atrapó por la espalda y le derribó. Un grito salió de su garganta cuando se golpeó el brazo contra una roca.
Tenía al muerto sobre él, tomando impulso para golpearle la cabeza con una roca y, de manera instintiva, Evan se llevó ambos brazos a la cara, procurando asimilar el golpe que estaba por llegarle, pero para su sorpresa, un golpe llegó antes... en dirección al enemigo.
—¡Levanta!
Gritó Davos tendiéndole una mano que aceptó con prisa. A continuación, tomó su arma habitual —la espada—, pero cuando quiso notarlo, estaban acorralados por todos y cada uno de los lugares.
—¡Esto es el final, señores! —gritó Davos apretándose aún más contra el pequeño espacio que les quedaba— ¡ha sido un placer luchar junto a los hombres más valientes de Poniente!
—Te quiero, Mayleen —susurró Evan cerrando los ojos, alzando el gesto al cielo. Jon le miró por el rabillo del ojo, con la mandíbula apretada y le colocó la mano sobre el hombro.
—Lo siento.
Evan negó con suavidad. Aquello no era culpa de Jon ni de nadie. Le habría gustado echarle la culpa de aquello a May, pero no podía. Ella no podría haber visto el futuro y sería injusto.
Todo parecía perdido, los caminates trepaban por el montículo que unía el trozo de tierra con el gran lago y, por muchos intentos que los hombres realizaban, era imposible acabar con la amenaza... Jon fue el primero en darse cuenta de que no lo conseguirían. Mantenía su posición táctica defensiva, pero giró la cabeza, encontrándose con la mirada desesperada de Tormund y la agotada de Jorah. Sandor también se cansaba a cada golpe que daba y Evan —a pesar del dolorido brazo— continuaba usando su mandoble contra los Caminantes, bramando con cada acierto. Sus voces eran una mezcla de dolor e ira. El bastardo de Ned incluso juró verle llorando.
—¡AH! —chilló una última vez Evan cuando Beric reposó su mano derecha sobre las del muchacho quien, sorprendido, le miró con ojos cristalinos. El más mayor negaba con suavidad la cabeza en forma de decirle que se había acabado, que estaban bien, que iban a estarlo.
Evan bajó la espada y cerró de nuevo los ojos, buscando un poco de paz, encerrándose en su mundo. Y, de repente, pudo oírlo, consiguió escuchar unos rugidos que nunca antes había oído, unos que tanto Jorah, Jon y Davos reconocerían a kilómetros.
Fue entonces cuando una gran llamarada de fuego impactó en el centro de los atacantes. A la primera fogarada se le sumaron otras dos, impidiendo el avance de los muertos. Daenerys había llegado, Gendry vivía y cumplió su misión.
Los siete hombres quedaron fascinados al observar a tres dragones adultos sobrevolar la zona, defendiéndoles. Las llamas tenían tanta potencia que, al impactar contra las placas de hielo, estas explotaban en cientos de pedazos a la vez que miles de Caminantes Blancos morían entre columnas de fuego. Finalmente, el gran dragón negro se posó junto a los hombres mientras que el verde y dorado continuaban defendiendo la posición.
—¡Subid! —ordenó, gritando, Daenerys.
Jon se acercó primero para tomarla de la mano y subir tras ella, pero se dio cuenta de que una nueva horda de enemigos llegaba a ellos. Fue cuando se decidió a alejarse y cubrir a sus soldados. El bastardo volvió a la carga, esperando a los otros, aunque al mismo tiempo que peleaba, se adentraba y alejaba del dragón.
Poco a poco, los hombres subían en el reptil alado hasta que fue Jon el único que quedaba en tierra. La reina de Rocadragón le instaba a subir con el resto, pero la gran masa de muertos le impedía dar la vuelta y subir, ignorando por completo las voces de sus amigos.
—¡Tenemos que irnos, Jon! —aconsejaba en ese momento Jorah.
Un grito cortó el aire. Un rugido, mejor dicho. Un rugido lastimero heló la sangre en las venas de los vivos cuando alzaron la vista para ver aquella dolorosa escena. Viserion —el dragón dorado crema— caía en picado del cielo con una enorme lanza de hielo atravesándole el cuello, dejando a su paso unos enormes charcos de sangre. Finalmente, el enorme cuerpo golpeó el agua congelada, abriendo una grieta que se lo tragó hasta las profundidades.
Un latigazo de dolor sacudió el pecho de Daenerys. Había perdido a uno de sus tres dragones, a uno de sus tres hijos. Estaba devastada y por unos minutos, parecía que el mundo hubiera guardado silencio. No era así. El bastardo de Ned alzó la vista en busca del culpable del crimen, descubriendo al líder de todos esos ejércitos, al conocido como Rey de la Noche. Este estaba cargando una nueva lanza.
—¡Debéis marchar ya!
Repetía Nieve sin descanso hasta que el hielo a sus pies se quebró y rompió.
—¡Jon! —chilló Evan desolado. Entonces Daenerys entendió que alzar el vuelo era lo único que podía hacer.
—Tenemos que irnos.
Sin mirar atrás, Daenerys ordenó a su dragón lo propio, muy a su pesar de que el bastardo quedara solo ante la gran manada de enemigos, ahogándose. Tormund miró hacia abajo, apenado.
El amante de Mayleen se sentía agotado y dolido, tanto mental como físicamente. Además, aquel viaje a lomos de un dragón le estaba revolviendo el estómago, haciéndole sentir fatal.
—¡Estás blanco! —el pelirrojo salvaje representante del pueblo libre usó una de sus manos para mantenerle erguido e impedir que cayera— ¡Vamos muchacho, aún tienes muchas cosas que hacer!
—Gra... gracias, panocho.
El joven Rey en el Norte luchaba por no morir en esas congeladas aguas, por lo que luchó con todas sus fuerzas por nadar hacia la superficie. Las pieles no colaboraban, pues lo único que hacían era retrasarle haciéndole sentir pesado.
Estaba al límite de sus fuerzas, agotado, en estado de hipotermia. Su cuerpo le pedía parar de luchar, pero debía continuar, porque Poniente aún le necesitaba. Y lo consiguió, sus manos salieron del agua y atraparon a Garra. Luego asomó su cabeza y dio una gran bocanada de aire.
Consiguió arrastrar su cuerpo por la placa de hielo y ponerse en pie. Por suerte para él, quedaban pocos caminantes alrededor y se alejaban... hasta que le sintieron.
En el Muro, los dos dragones restantes llegaron sanos y salvos con la parte restante del pelotón de Jon que sobrevivió y, lo que era más importante, consiguieron el objetivo de llevar con ellos el cuerpo de un Caminante Blanco.
El amante de Mayleen se encontraba débil, el brazo le dolía a rabiar, sólo cuando Beric y Sandor le echaron un vistazo en una de las habitaciones de Guardaoriente, llegaron a la conclusión de que pudo habérsele roto durante la batalla.
—¿Cómo? ¿Qué voy a hacer ahora?
—Debemos inmovilizarlo hasta que en Invernalia un Maestre pueda verlo bien —informó Dondarrion tomando unas tablas de madera—. No soy un experto, pero esto ayudará.
Evan retrajo el brazo con cierto temor, no estaba muy seguro de las conclusiones de esos dos hombres. No se trataba de confianza, sino de que ellos no eran médicos y él era demasiado escéptico para creer que se hubiera partido un brazo.
—Perdonadme... creo que no. Estoy bien.
Sandor le agarró de la muñeca y tiró de ella, provocando un grito en el joven, algo que les hacía asegurarse aún más del diagnóstico.
—Lo sentimos, chico.
En la parte más alta de Guardaoriente, Daenerys aguardaba la espera del soldado que dejaron atrás en el Puño de los Primeros Hombres. Jorah la acompañaba, entristecido.
—Mi señora...
—Sólo un poco más.
La puerta de entrada a la fortaleza estaba vigilada por Davos quien no podía pensar en que su rey hubiera muerto. Pronto se le unieron otros dos más, mientras que Evan quedó solo en la misma habitación oscura en que le habían entablillado el brazo y, cuando estuvo totalmente sólo, comenzó a llorar, descargando la tensión, el miedo y angustia que sintió Más Allá del Muro. Dentro de su pecho, el nudo que se le acumuló se deshacía con lentitud. Resultaba gratificante, aunque le era incómodo pensar que alguien podría descubrirle indefénso como era en esos momentos.
Hipaba con violencia, casi de manera incontrolable, sintiéndose estúpido por no poder controlar sus emociones. Respiraba profundamente, tomando varias bocanadas de aire hasta que consiguió respirar con tranquilidad.
—¿Te encuentras mejor? —Evan se sobresaltó al oír la voz masculina que le hablaba desde el marco de la puerta.
—¿Cuánto llevas observando?
—He visto lo suficiente —respondía el moreno acercándose con cuidado—, tranquilo, no lo contaré.
El guerrero esbozó una pequeña sonrisa improvisada, aunque las marcas de las lágrimas que habían caído por sus mejillas aún eran visibles. Evan intentó esconderse.
—Me alegro de que estés bien... bueno, me conformaba con que llegaras de una pieza, tío —hablaba de nuevo Gendry en un tono más amigable, tendiéndole la mano a su compañero.
—Yo también me alegro de verte de nuevo, Gendry.
Reconocía Evan aceptando su mano, dándole un abrazo. El Baratheon se sentó junto al amante de May, espalda contra espalda, descansando de los intensos días que pasaron en la nieve. No decían nada, tan solo se hacían compañía disfrutando del silencio mutuo.
—¿Sabes que lo más grande está aún por llegar?
—Espero que no mueras, Gendry. No me hará especial ilusión ir a verte en un agujero a contarte mis victorias —bromeaba el otro chico estirándose para encontrar una posición cómoda.
—La única razón por la que no dejaré que me maten será por no darte esa satisfacción —se encogió de hombros— ¡acostúmbrate a mi existencia!
—Creo que empecé a hacerlo —Evan volteó el cuello para mirar al cervatillo— y diría que incluso me gusta.
No dijeron nada más, pasaron la noche así, siendo felices y fantaseando con un futuro en el que los Stark ganaran la guerra.
🐺🐺🐺
¡Buenas noches!
No mentía cuando dije que iba a publicar otro capítulo. He tardado, pero aquí está. Este mucho más dirigido al rescate de los chicos y la muerte de Viserion..., pero hemos podido observar desarrollos de personaje, en especial, de la relación del herrero y Evan. De alguna manera, me recuerdan a los inicios de Sansa y Mayleen, cuando la pelirroja sentía más admiración que otra cosa por la rubia. En fin, que mis chicos son adorables.
Por otro lado, está a punto de ocurrir un reencuentro de los tres principales en Rocadragón, ¿qué ocurrirá entre Jon y May?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro