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XII. Auxilio

La primera noche de estancia fue de lo más reconfortante. Una brisa marítima inundaba por la mañana las fosas nasales de Mayleen, inspirándole una confianza extraña para salir a explorar la isla.

Missandei acompañó a los norteños hasta el comedor donde les esperaba un pequeño desayuno como cortesía de la dama dragón que, por ese momento, no se encontraba allí.

La rubia comió algo de pan acompañado de unas tiras de carne de cordero para salir lo antes posible a descubrir el exótico lugar. Por el camino, comía una manzana roja que arrancó de un árbol del camino que llevaba al acantilado. Caminaba observando a los tres enormes dragones, recordando que hubo una vez en que su tío le advirtió sobre estos y la manera en que ella misma se rió alegando que estaban extintos.

El más grande de los tres había alzado el vuelo con una ligereza admirable, casi como su su cuerpo fuera una pluma. A continuación, su hermano de color dorado le siguió.
Mayleen observaba a una distancia prudencial, con ganas de poder acercarse, si bien el gesto de desconfianza del huargo le hizo pensarlo dos veces.

—¿Qué opináis de ellos? —la voz de Daenerys sorprendió a la rubia.

—Son magníficos —respondió con sinceridad. Eran hipnotizantes—, producen escalofríos, pero son hermosos.

—Lo son. El verde es Rhaegal, nombrado así en memoria de mi hermano; el dorado se llama como mi otro hermano, Viserion; por último, el negro y más grande de todos, Drogon. Era el nombre de mi primer esposo. Decidme, ¿quién es él?

Señalaba con la mirada al lobo que acompañaba a Mayleen a todos los lugares a los que se dirigía.

—Era el lobo huargo de mi marido, Viento Gris. Nadie osaría atacarme cuando él se encuentra junto a mí.

—Resulta inquietante como... —la Targaryen analizaba la mirada del lobo, la cual se movía de arriba a abajo sin parar— los ojos son capaces de revelar tanto acerca de alguien.

Mayleen la miraba expectante, sin decir nada para luego emprender una marcha hacia el acantilado. Tenía que recabar cuanta más información mejor sobre esa mujer.

—¿Puedo preguntaros acerca de Jon Nieve? Sobre su llegada a vuestro puerto y el trato que hizo con vos.

—Llegó porque necesitaba alguna clase de mineral que se encontraba aquí y aprovechó para hablarme sobre la guerra. Sobre ser aliados.

—Intuyo que las casas Targaryen y Stark lo son ahora.

—Así es. Además, las tropas de Jon vendrán junto a las mías a la capital. Jon me prometió su ayuda para derrocar a la reina.

La hija de Cersei necesitó sólo unos segundos para recuperarse de lo que le había sido confesado. ¿Era alguna forma de explicarle que Jon había hincado la rodilla ante ella?

—Habláis como si de alguna manera diérais por sentado que Cersei no ayudará en la verdadera batalla que se ha de librar.

—Tenéis razón —reconoció la mujer de cabellos blancos—, ¿qué opináis vos? Se trata de vuestra madre, a la que conocéis desde que érais una cría.

Mayleen rotó el cuello contoneando su melena rubia antes de mirar a Daenerys. A su cabeza sólo llegaban pensamientos negativos acerca de cada comentario de la Targaryen, pero era debido a la poca simpatía que sentía por ella. No estaba siendo objetiva.

—Tengo pocas esperanzas en que aúna sus fuerzas a las nuestras... aún así espero que lo haga. Quiero creer que la coherencia le haga pensar con claridad y es que Cersei ha podido ser una reina horrible, pero siempre ha sido inteligente.

—¿Qué hay de vos? ¿Seguiréis a Jon hasta Desembarco del Rey? —ambas mujeres se acercaban al gran dragón verde que reposaba en el saliente rocoso del acantilado. Viento Gris atenuaba el paso y miraba al reptil con recelo.

—En realidad no sigo a Jon —mintió May y una arruga de asombro se dejó ver en la frente de la otra.

—No os entiendo.

—Él es el Rey en el Norte, pero yo cuento con mis propios hombres y tropas. Trabajamos codo con codo y confiamos el uno en el otro.

—Creía que todo el Norte le rendía pleitesía.

—Es complicado de explicar —era una historia larga que comenzaba con el matrimonio de Robb y acababa en la Batalla de los Bastardos. Ambos acontecimientos traían recuerdos amargos a la rubia que no quería sacar con la desconocida Targaryen—. Digamos que no supongo una amenaza para Jon. Fue elegido rey y estuve de acuerdo, aunque él es distinto. Puede resumirse en que elegí pertenecer a su familia.

—Parece que os lleváis bien.

—Somos buenos amigos.

—Ya veo...

Daenerys echó un vistazo de reojo a Mayleen cuando esta se acercó al precipicio en el que se encontraban, allí donde las olas rompían con violencia. El paisaje era tan distinto a los que conocía que seguía sin dar crédito a las visiones. Al darse la vuelta, la mujer de cabellos blancos había desaparecido. Subió en uno de los dragones y volaba vigilando el territorio.

La Stark y su lobo continuaron explorando las verdes praderas en las que se observaban las manadas de caballos Dothraki galopando en diferentes direcciones o a los propios dueños de esos animales entrenándose.

—¿Qué os parece todo esto, sobrina? —la vocecilla de su tío la hizo sonreír de manera instintiva. Había querido abrazarle desde el momento en que se reencontraron en la playa.

—Una auténtica mezcla de la fantasía y realidad.

La felicidad era palpable en los rostros de ambos individuos y, tras unos segundos de indecisión, corrieron a abrazarse. Tyrion no pudo sacarse de su cabeza durante esos dos años y medio la imagen de su sobrina mayor, alejándose de Desembarco del Rey, con una barriga de ocho meses y el semblante serio. Era el último recuerdo que le quedaba de ella antes de perderla... Hasta ese momento.

Recordar aquello le hizo pensar en el bebé que llevaba dentro. El hijo de Robb Stark, si siguiese con vida, ¿qué debía tener? ¿Tres años? Tyrion casi sentía miedo de preguntarle.

—Cada vez que volvemos a reencontrarnos eres una mujer diferente, ¿qué ha sido de ti estos años? Me imagino que no has debido disfrutar de la mejor estancia en Invernalia.

—Si te refieres a los Bolton, he decidido aprovechar lo bueno que saqué de la experiencia —por el cambio de volumen y tono de Mayleen, el gnomo supo que ese no era un tema que agradara a la muchacha.

—Siempre has sabido sobrevivir.

Anduvieron horas enteras parloteando del pasado, de Invernalia, los viajes que ambos emprendieron hasta llegar a quienes eran. El hombre pudo saciar su curiosidad acerca del gran lobo que acompañaba a Mayleen a todas partes. Viento Gris conseguía asombrar a los habitantes de Rocadragón casi tanto como los dragones lo hacían con los visitantes.

—Es curioso porque nunca llegué a conocer en profundidad a Robb, pero siento que continúa vivo en el huargo —los ojos nobles color caramelo del can reposaron en la silueta de la rubia.

—Me gusta pensar eso, tío.

Mayleen intentaba averiguar más cosas acerca de la extranjera que se hacía llamar la Reina, pero tanto ella misma como la mujer de cabello rubio platino eran recelosas y evitaban compartir más información de la necesaria. Por otro lado, mucho más al norte de la isla en la que ambas se hayaban, un joven moreno y de ojos azules corría junto a otro huargo de color blanco y ojos rojos en dirección a Guardaoriente. Debía correr en horas el camino que habían hecho en varios días.

No sabía cuánto llevaba ni cuánto le quedaba. Estaba sólo seguro de una cosa: no debía parar hasta llegar. En su cabeza era capaz de recordar al grupo de exploradores huir de una masa de Caminantes Blancos. Tampoco podía dejar de repetir la escena con Evan y era una mierda. ¡No podía continuar odiándole! Antes era sencillo, cuando sólo era el amante de May, pero tras todo es tiempo trabajando juntos, hacían un perfecto equipo. Aquel maldito bastardo era su amigo.

Sentía sus piernas como gelatina, amenazándole con detenerse y no volver a responder a sus órdenes. Sus pulmones ardían en el interior de su cuerpo, utilizando hasta el último de sus alientos para continuar la marcha y, al final, se detuvo en lo alto de una colina. Se llevó las manos a las rodillas, agachándose un poco, y tosió un par de veces para luego tomar una larga bocanada de aire. Al erguir su cuerpo de nuevo, pudo ver en el horizonte el colosal muro de hielo que separaba las tierras frías y níveas de la civilizaciones de Poniente.

Divisar Guardaoriente fue la mayor alegría que pudo darse el joven, incluso una sonrisa se instauró en su rostro. Se dio la vuelta, como si estuviera acompañado, en busca de Evan. Pero topó con su soledad. Le habría encantado compartir con él la felicidad del momento. No debía pasarse ni un segundo más.

Gendry, de esa manera, volvió a tomar la carrera porque debía ayudar a sus compañeros. Estos habían confiado y puesto sus vidas en manos de un herrero a quien no conocían demasiado. No podía fallarles.

En Guardaoriente las cosas estaban tranquilas, nadie discutía ni creaba problemas. Estaban más preocupados por el grupo de hombres que partieron en busca de un muerto para llevarlo ante Cersei. Tal vez, esa tensión ante la espera de una exitosa expedición, era lo que mantenía en vilo y calma a los soldados allí expectantes.

—¿Cuántos días llevan fuera? —preguntó uno de los hombre de Beric.

—Esta media noche hacen seis.

Parte de la Hermandad Sin Estandartes se quedó haciendo vigilancia en el castillo a la espera de Dondarrión y Thoros. Casi todos los que habitaban en esos momentos la fortaleza de Guardaoriente eran soldados de Beric.

Los dos hombres que hacían el turno estaban a punto de quedarse dormidos cuando creyeron ver un cuerpo desmayarse unos metros más allá de la puerta de entrada. Si no hubiera sido por el aullido de Fantasma, no habrían sabido que se trataba de uno de los chicos de Jon.

De forma rápida y eficaz, los habitantes del castillo se reunieron y organizaron para socorrer al chico que había caído agotado en la nieve. Cuatro hombres le tomaron por las extremidades y le arrastraron a una sala con chimenea, a la espera de que entrara en calor y poder preguntarle. Que hubiera vuelto sólo les hacía sospechar demasiadas cosas... Ninguna buena.

El herrero despertó sobresaltado. Estaba sudando sobre una mesa de madera. Se encontraba únicamente con sus pantalones de piel, aunque a causa del calor desprendido por el fuego, a su parecer le sobraban también.

—Hey chico, ¿qué ha pasado ahí fuera?

—Tengo... tengo que escribirle...

—Vamos, vamos, ¿qué ha sido del resto? —volvió a insistir el guarda de la torre.

—¡Necesito una pluma y tinta! —exigió Gendry fuera de sus cabales. No comprendían que los demás corrían un gran peligro— ¡Que alguien los traiga, YA!

Los aliados de Beric y Thoros de Myr decidieron hacer caso al alterado muchacho que en poco tiempo consiguió lo que había ordenado. Por desgracia, no sabía escribir. El hombre de capa amarilla que llegaba por primera vez a la sala se dio cuenta de ello.

—Gendry —habló el conocido. Aún le recordaba de cuando le atrapó junto a Arya Stark y un muchacho regordete a las afueras de Harrenhall—, ya me ocupo yo. ¿Quién es el destinatario?

—¡Lim, rápido! Daenerys Targaryen debe saber que necesitan ayuda urgente. No hay tiempo para explicarlo.

Lim Capa de limón no gastó demasiada tinta en aquel mensaje. Sólo puso a quien se dirigía y el escueto mensaje dentro acerca de la situación de los ocho hombres que quedaban en las tierras Más Allá del Muro. Un cuervo emprendió el viaje a una velocidad arrolladora.

—Tranquilo, herrero —decía el arquero de nombre Lim—. Tú has hecho todo lo que has podido. Lo que tenga lugar ahora no será culpa tuya.

El bastardo de Robert se llevó las manos a la parte de atrás de su cabeza y frotó la zona, desalentado. Tenía una especie de presión en el pecho que le hacía sentir culpable de lo que fuera que les pudiera ocurrir.

—Lim —volvía a llamar Gendry al arquero de la hermandad—, se trata de Thoros. Un oso muerto nos encontró y le hirió de gravedad. Seguía vivo cuando le dejé junto al resto, pero su lesión pintaba mal.

Capa de Limón giró sobre sus talones y miró los profundos ojos azules del moreno, aún sentado en la mesa recuperándose del viaje. Puso una mueca lastimera y se mordió el carrillo derecho. Luego salió de la habitación cerrando la puerta con un portazo.

Gendry quedó a solas. Era la primera vez en mucho tiempo que se encontraba solo y en silencio. La presión en el pecho volvía y le impedía respirar. Su cuerpo le gritaba llorar, quería hacerlo y no tenía ni idea del motivo.
Miró el fuego crepitar, sintiendo que todo su cuerpo ardía y le daba igual. De pronto, una lágrima impactó contra su mano, haciéndole bajar la mirada y darse cuenta de que lloraba. Primero sonrió de manera irónica, pero pronto su labio inferior comenzaba a temblar y las lágrimas salieron sin parar una tras otra, convirtiéndose aquel en un llanto silencioso e inconsolable. El muchacho se rodeó las piernas con los brazos y escondió la cara, ¿qué le estaba ocurriendo?

🐺🐺🐺

El sonido de las olas impactando de manera agresiva contra las paredes rocosas de los acantilados, resonaba en toda la isla acompañándose de los temibles rugidos de los tres dragones que sobrevolaban sus costas. Mayleen podía estar horas contemplando a aquellos enormes reptiles volar mientras que el huargo se escabullía de ellos siempre que le era posible.

—Y decidme, mi señora —Daenerys quería indagar en la vida de la rubia—, tengo entendido que fuisteis reina. ¿Cómo acabó Jon siendo nombrado Rey en el Norte?

—Mi primer matrimonio fue con el Rey en el Norte. Robb Stark fue el primero tras cientos de años. El pueblo norteño se ha cansado de la tiranía Lannister —la Madre de Dragones no la interrumpió, asumiendo que la historia no terminaba ahí—. Cuando le asesinaron, las personas que acordaron la traición me llevaron de vuelta a la capital donde fui vendida a la casa Bolton.

—Dejadme adivinar, ¿conseguir lealtades? —Mayleen asintió con lentitud— Conozco esa sensación.

—La convivencia con esa familia era... complicada, aunque aprendí a ser un soldado en batalla. Años más tarde hubo una guerra para recuperar Invernalia y el ejército de Jon estaba a punto de ser derrotado por el de mi segundo esposo, pero mis tropas llegaban de Aguasdulces y junto a los aliados de Sansa Stark ganamos la batalla.

Mayleen continuó explicando cómo se eligió a Jon como el Rey en el Norte. Al final de la historia, Denerys tenía varias dudas sobre Jon y Mayleen.

—Si os hacéis apellidar Stark, ¿por qué no seguís a Jon? ¿Acaso sois independiente por ser señora de Roca Casterly?

—Soy consejera de Jon y su aliada. Él me ve y trata como una igual. No he tenido que doblar la rodilla ante él para que confíe en mí. Sí, es mi rey, pero no exige lo que he de hacer con mis tropas.

—Tenéis un concepto muy distinto de rey —informaba la mujer mirando al frente. Mayleen quería que la de cabellos blancos hablara de ella como Reina de los Siete Reinos.

—Jon busca la independencia del Norte... como lo era antes.

Estaba claro que la rubia estaba buscando enfadar a la extranjera. El Norte era un reino libre hasta que los dragones de los antepasados de Daenerys obligaron a los Stark a rendirse a los Targaryen. La señora de Rocadragón se había dado cuenta de las palabras afiladas de la muchacha con la que conversaba.

—¿Os pidió consejo Jon Nieve antes de embarcar hacia mis tierras?

—Así es.

—Y al regresar para dirigirse al Muro, ¿os habló acerca del trato que debió aceptar para que mis inmaculados y dothraki ayudaran al Norte en esa guerra contra los Caminantes Blancos?

—Me temo que no hubo suficiente tiempo en una noche para hablar de todos los aspectos que tuvieron lugar aquí.

Los ojos claros de ambas mujeres denotaban cierto matiz oscuro al dirigirse a la otra. Eran palabras arriesgadas las que usaban, marcando los límites que las separaban, defendiendo sus diferentes posturas en Poniente.

—Vuestro Rey en el Norte hincó la rodilla ante mí. La casa Stark y sus vasallos me ayudarán a retomar el trono que por derecho es mío.

Al fin Mayleen obtuvo la confirmación que llevaba buscando tanto tiempo. Su amigo Jon había sucumbido a las demandas de la Madre de Dragones, ignorando los deseos de su pueblo. El pueblo que le había erigido rey.

—Por eso somos las mujeres la que debemos portar la corona...

Gusano Gris se acercó a las dos mujeres con un sobre en la mano. Mayleen diría que el inmaculado parecía preocupado, pero su expresión —casi siempre seria— no cambiaba demasiado a lo largo de los días.

—Están en peligro.

🐺🐺🐺

¡Buenas tardes lectores de Poniente!

Perdonad por toooodo este tiempo ausente. Se me han ido pasando los días volando y no era consciente de que ha pasado como un mes desde entonces. Por ello, os contentaré con una doble publicación de capítulos. Espero que la gusten.

En primer lugar, ¿las chispas entre May y Dany? No voy a decir nada acerca de ello, ¿vosotros? Y segundo, mi pobre Gendry. Le tengo tanto cariño, me parece el personaje menos explotado de la saga que necesito darle algo de protagonismo en mi obra, así que no os olvidéis de él corazones ❤️

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