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VI. Guerras internas

Habían sucedido varios días y la tensión entre Arya y Sansa continuaba presente en el ambiente. Por el momento, Mayleen se había visto independiente a sus diferencias, pero estaba segura de que pronto aquello le acabaría afectando. Ese mismo día lo hizo.

La hija de Cersei y Jaime estaba en el patio de Invernalia, sola, entrenando con el arco y la espada. El atardecer indicaba el momento de retirarse a los hogares y disfrutar de una cena en compañía de la familia; sin embargo, la mente de Mayleen estaba demasiado atormentada como para encontrarse rodeada de personas.

Estaba tan centrada en mejorar sus dotes como guerrera y arquera que no fue capaz de percibir la conversación que había empezado a tener lugar entre las hermanas Stark en el balcón de un patio de la fortaleza.
Arya hablaba a Sansa acerca de su padre, de la manera en que este apoyaba las acciones de su hija menor acerca de instruirse en las artes de la guerra.

—Ahora está muerto, gracias a los Lannister y con tu ayuda —declaró con una voz que denotaba desafío. La cara de la pelirroja perdió la cordialidad y Mayleen se volvió a sobre sus talones para saber qué estaba ocurriendo. Entonces, la más pequeña sacó un trozo de pergamino y May se atrevió a reunirse con ellas cuando la chiquilla leía la carta. Automáticamente, Mayleen volvió a aquellos días en los que Cersei la manipuló para obligar a Sansa a escribir aquellas líneas.

—Me obligaron a escribirlo.

—¿Enserio? ¿Con un cuchillo al cuello tal vez?

—No así en concreto —intervino la rubia. Ambas Stark la miraron—. Fui yo. Yo la obligué. Éramos amigas y en aquel tiempo Sansa era manipulable.

—Ambas fuísteis culpables —dijo de nuevo Arya—. Os recuerdo en la tribuna del Septo de Bealor, con esos vestidos y peinados que os hacíais.

—Estábais allí —recordó May. Ella misma le indicó a Ned que su hija observaba desde lo alto de una estatua—, os recuerdo.

—Sois iguales. Ambas sois culpables de su muerte.

—Y ¿qué hiciste tú para impedirlo? —intervino Sansa una vez más— Que yo sepa tú tampoco pudiste salvarle.

—¡Pero quise! ¡Yo no traicioné a padre, tampoco traicioné a Robb —alegó enfurecida observando a May—, yo no traicioné a mi familia por mi amado Joffrey!

—Basta, Arya —ordenó Mayleen cansada de la situación. La pequeña no hacía más que criticar todo.

—¡Deberías estar de rodillas y darme las gracias! ¡Darnos las gracias! —corrigió Sansa mirando a su amiga—. Estamos en Invernalia gracias a nuestro esfuerzo. Jon perdió la Batalla de los Bastardos. May ganó junto a las tropas de nuestro tío y yo gané con las fuerzas de Meñique del Valle. Vinieron al Norte por nosotras, ¿dónde estabas tú?

—Entrenando.

—¿Entrenando? Mientras tú entrenabas nosotras sufríamos cosas que no podrías imaginar.

—¿Seguro? Tengo una buena imaginación —el tono soberbio que usaba la de cabello moreno transmitía una impotencia increíble a Mayleen. Arya se creía más inteligente que cualquiera de los presentes en Invernalia. No se lo iba a dejar fácil.

—No sobrevivirías a lo que hicimos nosotras.

—Nunca lo sabremos —los ojos desafiaban a Sansa y esta mantenía la compostura todo lo que podía, aquella carta podría significar su perdición ante el Norte—, ¿y vos? No os defendéis.

—Sé cuál es mi lugar en este sitio. No necesito las opiniones innecesarias.

—¿Qué harás con la carta? —volvió a preguntar Sansa.

—Tienes miedo, pero no de Jon, no. Eras una niña asustada atrapada con los malvados Lannister —repitió con zozobra la pequeña de las mujeres.

—Deberíais parar —animó de nuevo la rubia. Quería irse de partida de caza. Un cuervo llegó esa mañana, era de Jon, decía que volvían al castillo para forjar unas armas y tomar otras, así que les recibirían con unas piezas de caza—, todo esto ocurrió hace años y lo que de verdad importa es lo que hagamos ahora. Unidas. Dejemos atrás nuestras diferencias, por Robb, por Ned y Cat. Por Rickon. Debe ser ahora que el Norte vuelve a estar unido.

—Sois las dos. Las dos tenéis miedo. Miedo de que el Norte lo vea, ¿qué pensarán...?

—Haced lo que creáis más beneficioso, entonces —Mayleen tuvo una idea—. Hacedlo público, que los hombres se irriten y se maten de nuevo entre ellos. Hacedlo y veréis por vuestros propios ojos las consecuencias que traerá.

—No os saldréis con la vuestra —la rubia se encogió de hombros y levantó las cejas en un movimiento de indiferencia. Necesitaba mermar la extrema confianza de Arya por muy difícil que fuera.

—Está en vuestra mano. Hacedlo o no, pero en cualquier caso os diré que os lo advertí, porque  mientras vos entrenábais en Pentos, Myr o Braavos, yo era una reina. Era la Reina del Norte. Recordadlo.

Arya la analizó, expectante. La actuación de May la había desconcertado. No entendía el repentino cambio de roles. Ante el silencio establecido entre las tres jóvenes, Mayleen dio un paso atrás y se retiró del lugar. Caminó hasta las caballerizas donde la esperaba un corcel negro de gran tamaño con las crines brillantes.

—La partida marchó hace unos quince minutos. No deberían haberse alejado demasiado.

—Gracias, Maurice —el mozo hizo un gesto en señal de agradecimiento a la muchacha y esta salió a galope de Invernalia para internarse en el Bosque de los Lobos, esperando poder divisar al grupo de cazadores.

Pudo encontrar las huellas en la nieve de las pisadas de los caballos y perros, por lo que no tuvo que hacer demasiado esfuerzo por encontrarles, pero a ella sólo le interesaba encontrar a dos personas. El encargado de los perros iba a la cabeza, liderando al grupo.

—¡Farlen! —llamó May al encargado de las perreras. Era el hijo de Farlen, quien murió a manos de Theon Greyjoy cuando este decidió traicionar a Robb. El padre del chico, de apenas veinticuatro años, le enseñó a distinguir a los lobos comunes de los huargos y le trasladó todos los secretos sobre la caza de venado. Esa familia siempre había sido leal a la Stark— ¿Creéis que dos piezas de venado y otras tantas liebres estarán bien?

—¿El grupo de invitados es muy grande? —negó con la cabeza—. En ese caso, sí.

—¿Qué me decís de la población de lobos? ¿Ha aumentado?

—Sí, en cierta medida. El otro día los perros se enfrentaron a una manada nueva, pero se muestran menos agresivos desde que Fantasma y Viento Gris merodean los alrededores.

Dejó que el pelotón se alejara un poco, ella iría en otra dirección, aunque no dejó de hacer gestos a Evan hasta que ella tomó un rumbo distinto. En parte quería conocer los rincones del enorme bosque que a todos les parecía estar encantado. Su caballo iba al paso, despacio mientras que ella estudiaba los árboles y se dejaba cautivar por la belleza de la naturaleza y los sonidos de los animales habitantes de ese lugar.
A lo lejos pudo ver una liebre de gran tamaño, cargó su arco, apuntó y en un abrir y cerrar de ojos, la flecha se hundió en el pecho del animalillo, matándolo al instante.

—Buen tiro —la voz asustó a May que dio un ligero salto en la silla de su montura.

—Gracias, mi señor —respondió con un deje alegre. Evan se posicionó a su lado, bajaron de los animales y se dirigieron hasta el cadáver de la liebre para recogerlo—. Veo que entendiste mi señal antes.

—No fue complicado entenderla, pero la próxima vez tan solo avísame —May le besó la mejilla y a continuación los labios.

—¡Vamos! La última vez ya sabes lo que pasó.

—¿Te refieres al otro día? Estaba ocupado entrenando a tus caballeros —de repente el chico se puso a la defensiva y May no entendía qué le estaba ocurriendo en esos últimos días.

—Perdona por echarte de menos —repuso ella empezando a enfadarse—, no pensé que... ¿qué te pasa? Estás diferente.

—No es nada.

—Evan... sabes que puedes confiar en mí.

—En serio, déjalo May.

—No sé que te ha ocurrido, pero el Evan que conocí era jovial y era feliz con todo lo que hacía. Ese era el Evan del que me enamoré.

—¡Al igual que tú opinas eso de mí, la Mayleen de la que me enamoré era efusiva y no hacía caso de las malas lenguas! —miró hacia el suelo triste—. Te daban igual las opiniones de otros, ¿qué te ha pasado?

—Esto no es como antes... ahora...

—¡Mayleen, no bastan dos besos furtivos a escondidas! —explotó. Llevaban así más de cuatro meses y en todo el tiempo que se conocían no habían consumado ninguna relación— ¿Crees que después de tanto...?

Entonces ella le entendió. Había sido tan egoísta que no se había parado a pensar en lo que Evan sentía. Había estado tan inmersa en saber de las opiniones de los señores norteños sobre ella que había desatendido a quien debía ser una de sus prioridades. Entonces le besó. Colocó sus pequeñas manos en las mejillas del chico y besó sus rosados labios con fuerza, disfrutando de aquello porque nadie les podría observar.

—Lo siento, mi amor... había estado tan...

—No digas nada.

Evan la tomó entre sus brazos y May le abrazó con las piernas, pegando sus cuerpos todo lo posible mientras que los besos hacían aumentar las temperaturas de los cuerpos de ambos. Evan tenía sus manos en el trasero de la rubia a la que colocó contra un árbol. Evan se separó unos segundos para mirarla a los ojos una vez. Ella sonreía con picardía, por lo que las manos de Evan se adentraron en el pantalón de la rubia, desabrochando las cuerdas que le permitían que se ciñeran a la cintura de la joven. Sus dedos continuaron descubriendo allí donde profundizaban hasta topar con la intimidad de May. Esta gimió en el oído de Evan.

—Te quiero, Evan.

—Te quiero, princesa.

Los labios de Evan se posaron en el cuello de la rubia, dando pequeños besos húmedos que cortaban la respiración de la chica y hacían que cientos de escalofríos ascendieran por su vientre. Entonces, las habilidosas manos de May se abrieron paso por el peto de su amante y consiguió bajarle los calzones. No hicieron falta las palabras, Evan colocó su mano derecha en la boca de la Lannister cuando se adentró en Mayleen. Primero lento, prestando atención a los gestos de su amante, aunque pronto aumentó su ritmo, poco a poco.

Los jadeos de Mayleen empezaban a hacerse audibles y se mezclaban con los de Evan cuando la muchacha hundió sus manos en el pelo y lo alborotaba. Él la besaba aún manteniéndola atrapada entre su cuerpo y el tronco, agarrándola por debajo de sus muslos, pero pronto comenzó a ascender por ellos hasta llegar a las curvas de su trasero. Mayleen estaba a punto de terminar cuando desplazó sus manos a la espalda de Evan, en aquellos momentos recubierta de una fina película de sudor. Entonces los orbes verdes de May se encontraron con los azules de Evan y en el fogoso beso que intercambiaron, las bocas de ambos se abrieron cuando llegaron al orgasmo.

Con delicadeza, Evan volvió a posar los pies de su señora en la nieve y se sonrieron. Las mejillas de ella estaban coloreadas y él no pudo evitar pensar lo preciosa que se encontraba en esos momentos, con la respiración agitada y la cara sonrosada que, en contraste con la nieve, le daban un aura angelical.
Mayleen observaba a Evan recolocarse la ropa, pensando en lo bueno que había sido todo aquel tiempo con ella. Desde el momento en que se conocieron tuvieron una conexión y tenía miedo de afirmar que estaba enamorada de él. Evan la hacía feliz y sanaba su corazón, pero a la vez que la hacia sentir bien, ella misma se machacaba por ello. Sentía que traicionaba a su primer esposo.

Se acercó a él y le estrechó entre sus brazos. Este se volvió y la correspondió con un beso en la cabeza, aunque en cuestión de segundos, una lágrima se deslizó por la cara de la rubia. Intentó disimularla, pero el temblor de su cuerpo la delató.

—Eh eh eh —dijo preocupado el chico agachando la mirada para encontrar la de su amante—, ¿he hecho algo?

Ella negó con suavidad y el muchacho se encargó de limpiar el rastro que las lágrimas dejaban a su paso. Creyó saber de qué se trataba.

—Perdona... —se disculpó con la voz congestionada por culpa de los mocos—, ha estado genial. Soy yo... yo no...

—May, tranquila. Ha sido perfecto —se sentó en la base de un árbol y atrajo a la joven hasta su regazo, sentándola sobre él y cubriéndola con una capa—. Sé lo que ocurre.

—Y por eso me disculpo.

—No tienes que hacerlo. No puedo comprenderlo porque yo nunca había sentido por alguien nada como lo que sentiste por Robb. Hasta ahora —el corazón de May empezó a latir a gran velocidad—. Mayleen, eres la persona más maravillosa que jamás haya conocido y no me importa tener que esperar una vida entera para disfrutar a tu lado.

Sus palabras sonaban melodiosas, sinceras. Su amor era mutuo y ella no era lo suficientemente valiente como para afrontarlo. Mayleen se reincorporó y colocó sus manos sobre las mejillas de Evan. Con los pulgares le acariciaba formando pequeños círculos hasta que, con lentitud, se acercó a sus labios y los unió. Primero una vez, se separó y volvió a besarle.

—Evan te he entregado mi corazón —se decidió al final a hablar—. Está maltrecho y aún continúa sangrante porque desde que se rompió, todos aquellos a los que se lo he dejado ver se han aprovechado. Por eso lo escondí. —hizo una pausa para elegir las palabras que usaría—. Cuídalo y no te marches con él pues si lo haces...

Levantó su mirada vidriosa al cielo y se dio cuenta de que había empezado a anochecer. Debían poner rumbo al castillo de nuevo.

—¿No volverías a recuperarlo? —bromeó el chico quitando la tensión que se le había formando a los dos en la garganta.

—¡No, idiota! —respondió con una sonrisa y golpeando su brazo—, al contrario. Si te marchas con él... procura que no te encuentre jamás. Acabaría contigo.

—¿Es una amenaza, mi señora? —la sonrisa perfecta de Evan daba paso a los blancos dientes que poseía. May sentía que era capaz de verle sonreír horas enteras y no se cansaría.

—Una clara amenaza.

—Eso me temía.

Y ese amor que sentían el uno por el otro crecía cada día más. Era una relación furtiva, casi al igual que la que mantuvo con Jon Nieve hacía tantos años atrás. La única diferencia era que la de Evan era mucho menos inocente y sabedora de lo que ocurría con cada decisión que tomaba. Sabedora de que siempre que decidía amar a alguien, esa persona acababa trágicamente. Y ese mero pensamiento le producía terror.

🐺🐺🐺

¡Buenos días!

Han pasado varios días, lo sé y lo siento mucho mucho. Hace tiempo que estuve bloqueada y por fin he podido sacar el tramo hacia adelante.
Me vino la inspiración de un día para otro y me ha dado para escribir otro par de capítulos jejeje
Aunque ahora tengo que compaginar el trabajo con escribir y estudiar unas cosas que no me interesan...

En fin, que este verano está siendo el menos verano del mundo... no me gusta la vida adulta chicos/as. Disfrutad de la universidad, consejo de joven que acabó la uni en junio jajajajaja

Volviendo a Evan y Mayleen... ¿qué, alguno que ame a Evan tanto como yo? Es que es dulce, bueno y comprensivo. ¡Cómo se nota que es a man written by a woman! No voy a negarlo. ¿Qué opiniones tenéis de cara al futuro de esta última obra? ¿Sobre el trono? ¿Daenerys o Arya? Contadme, os leo 🫶🏼

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