IX. Nuevos destinos
Las tropas de Mayleen continuaban entrenando, a la vez que ella se entrenaba a sí misma en los patios de Invernalia. Varios soldados imitaban los movimientos, otros luchaban entre ellos o perfeccionaban técnicas de defensa. A cada día que pasaba, aquel gran pelotón iba en mayor sintonía. Aquello producía una enorme satisfacción en May. No era habitual ver a tantos norteños en armonía y conexión con los dornienses.
La rubia se paseaba por los alrededores, observando que todo siguiera su curso. Ellaria Arena y su hija se acercaron vestidas en tupidas pieles. Aquel frío invernal no era bien tolerado por los habitantes del Sur.
—Quería daros las gracias, lady Stark —la aludida respondió con una reverencia con la cabeza a modo de agradecimiento.
—Ha sido un placer. Siempre es un gusto hacer tratos con los aliados.
El tono peliagudo de la rubia no transmitía la necesaria tranquilidad a las Arena. Fue de tal forma que le hizo tragar saliva y erguir su postura.
—Sí... si no os importa, mi hija y yo iremos a nuestra alcoba. Aún no nos hemos acostumbrado a las nieves del Norte.
—Estamos en paz Ellaria, disfrutad de la hospitalidad de la casa Stark.
Madre e hija siguieron su camino.
Anduvo en dirección a Brienne de Tarth para pedirle que se quedara al mando de las tropas, la cual no se opuso, permitiendo a Mayleen reunirse con Bran y sus hermanas en el comedor del castillo.
—Lo he estado pensando estos días. Me gustaría partir a Rocadragón, esperar a Jon mientras conozco a Daenerys para luego partir a la capital.
—¿Nos pides permiso? —Bran parecía conocer todo lo que iba a tener lugar allí en esos momentos. Los ojos del joven moreno seguían dando escalofríos a la rubia.
—Quería saber que la decisión sería unánime.
—Has dicho "conocer a Daenerys", ¿crees que es una amenaza para el Norte? —Sansa estaba a favor de que Mayleen partiera, pero debía actuar de manera que no supiera nada.
—Escuché a Jon nombrarla como La Reina. Me gustaría equivocarme, pero tengo el presentimiento de que Jon tuvo que hincar la rodilla para que la Targaryen se uniera a nuestra causa.
—Jon es un rey —apuntó Arya sin dar crédito a lo escuchado—, no debería haber hecho eso. No creo que lo haya hecho.
—Puede ser buena idea —desde el principio, Sansa diría que sí. De esta forma había sido—. Invernalia se queda en buena manos.
A continuación, Bran también dio su punto de vista y agregó que sería de gran ventaja conocer los pensamientos de una extranjera que había llegado a Poniente autoproclamándose reina. Finalmente, Arya aceptó, aunque sin creerse que su hermano favorito hubiera sido capaz de doblar la rodilla ante una desconocida.
—Partiré hacia Puerto Blanco en cuanto escriba una carta a Lord Manderly y llevaré conmigo a un pequeño grupo de guerreros. Una vez allí, embarcaremos hacia Rocadragón.
—En ese caso —se adelantó el hijo tullido de Ned Stark—, deberíais partir cuanto antes. Os esperan dos semanas de viaje. Quizás algo menos si vais a caballo.
De esta forma, May asintió una vez y fue en busca de pergamino y tinta para escribir el mensaje a Lord Manderly. Fue breve, tan solo para informarle de su próxima llegada.
Cuando dobló la hoja, la metió en un sobre que cerró con el lacre color gris y el símbolo del lobo huargo de la casa Stark. El Maestre de Invernalia fue quien se encargó de que el cuervo partiera en su viaje, pues eran ellos quienes se encargaban del crecimiento y adiestramiento de las aves negras.
Mayleen caminaba a pasos apresurados buscando y reuniendo varios dragones de oro, mapas y provisiones necesarias para mantener a una dama y diez soldados que la acompañarían. Se suponía que el Norte era un lugar seguro desde que todos los señores se decidieron en nombrar juntos a Jon como rey, pero nunca era descabellada la idea de que los bandidos atacaran.
Una vez en las caballerizas, May eligió el gran corcel negro que la había acompañado en más de una ocasión por el bosque y en expediciones. Tan rápido como le fue posible, lo ensilló y colocó los aperos necesarios para subir en el animal y dirigirse a la salida del castillo. Allí la esperaban los diez caballeros voluntarios —encontrándose Podrick entre ellos— con las miradas altas y a la espera de sus órdenes.
—Me alegra veros, Pod.
—Es un placer, May —la muchacha pudo notar la seguridad en sus palabras, algo que la hizo sonreír. Había madurado y mejorado tanto que parecía otro.
Un aullido se dejó oír a lo lejos. Provenía del bosque e hizo que los caballos se pusieran nerviosos y era que Viento Gris corría en dirección a ellos. Se situó junto a Mayleen, haciendo que su corcel golpeara con fuerza el suelo.
—Nos dejas sin huargos en el Norte —bromeaba Sansa al acercarse al lobo—, espero que todo marche bien.
—Estoy segura.
La pelirroja tendió su mano a la rubia, esta la tomó e hizo varios círculos con el pulgar a modo de afecto. En el fondo, estaba agotada de tantas expediciones y tantas batallas que parecían no tener fin. Sansa la comprendía y lo único que no podría soportar la hija de Jaime era perderla. Si fuera por Mayleen, permanecería en Invernalia, pero le preocupaba demasiado la llegada de Daenerys y —más aún— el hecho de que Jon la aclamase como la reina.
Necesitaba saber quién era esa usurpadora.
Apretó los flancos de su semental y echó al galope en dirección a Puerto Blanco, seguida de los diez hombres y del huargo color rojizo.
🐺🐺🐺
Habían pasado unos días desde que el viaje de Mayleen había empezado, a la vez que el de Jon llevaba algo más de cinco días. Por suerte para los cinco, las discusiones de los chicos no habían vuelto, al menos no de forma tan exagerada, y se dedicaban a contar anécdotas de sus vidas.
—La primera vez que maté a un Caminante Blanco —comenzó Jon volviendo a esos días en el Muro, cuando era el mayordomo de Jeor— fue una noche en el Muro. Fantasma estaba nervioso y salió corriendo hacia él. Fue cuando salvé a Jeor Mormont. Lancé fuego sobre el muerto.
—Yo nunca los he visto —se sumó Evan, atento para hablar de alguna de sus batallas—, pero creo que la situación más aterradora a la que me he enfrentado ha sido a Ramsay Bolton. Cuando nos encontró, a mis amigos y a mí... mentí —reconoció mirando al horizonte—. Uno de mis amigos cayó en una trampa de suelo y al intentar ayudarle, un perro de caza atrapó al otro. Le agarró del cuello y pude ver como se desangraba.
—¿No te hizo nada?
—Supliqué piedad. Eran más y estaba rodeado. Luego recuerdo a sus perros avalanzándose sobre mí y tres días después desperté en Invernalia.
—¿Suplicaste de rodillas? —preguntó aguantando el tono sarcástico Gendry. Esto hizo al otro alzar una ceja, serio.
—¿Se te ocurre mejor forma de convencer a un joven cuya fama en Poniente destaca por su habilidad en tortura y desollamiento?
Jon, Davos y Jorah lanzaron miradas a ambos individuos para que volvieran al tono amigable y no desataran una nueva disputa entre ellos. Pronto consiguieron su cometido y fue el de mayor edad quien se dispuso a hablar.
—Daenerys Targaryen me expulsó de Meereen, tuve que irme y cruzando las aguas de Rhonya, nos atacaron los Hombres de Piedra. Uno de ellos me tocó y... contraje psoriagrís —los tres miraron al hombre con intriga—. Mucho más adelante, topé con un joven, Samwell Tarly, en la Ciudadela que me curó.
—¿Sam Tarly? —exclamó Jon al oír por primera vez en mucho tiempo de su amigo—, ¿sabéis qué fue de él?
—No, pero creo que se trataba de una técnica prohibida. Muy posiblemente los Maestres le expulsaron, pero fue brillante, a la vez que doloroso. Salvó mi vida.
Esperaron a que Gendry se sintiera lo suficientemente confiado para hablar, pero ninguno le presionó. El pobre muchacho estaba pensando en qué anécdota podía contarles... ¿hablar de Melissandre? De alguna manera le provocaba angustia.
—Bueno... —comenzó diciendo con nerviosismo— la mía no tiene nada que ver con las vuestras. Yo huí de Harrenhall y poco después nos topamos con unos bandidos y luego acabé en Rocadragón por requerimiento de Stannis Baratheon. Me engañaron con la excesiva hospitalidad que me ofrecieron. Por la noche, la Mujer Roja...
—¿Mujer Roja? —preguntó el Mormont sin saber de quién hablaba el chico.
—Melissandre, una sacerdotisa cuya única Fe va dirigida al Señor de Luz —explicaba Evan, adelantándose a cualquiera de sus compañeros de viaje.
—Aquella mujer comenzó a besarme, luego se desvistió y se colocó sobre mí —el tono del muchacho cada vez era más rápido y los que le acompañaban se aguantaban las risas—, así que cuando estábamos en... faena, me ató y dejó caer sobre mí tres sanguijuelas que tras unos minutos me apartó y tiró sobre unas brasas. Casi juraría que estaba maldiciendo a las personas que nombraba.
El Baratheon pasó su mirada a los cuatro hombres expectantes. Ninguno decía nada, pero estaba claro que se guardaban las ganas que sentían de reír a carcajadas. Al final, aunque lo intentó con todas sus ganas, Jon Nieve no pudo evitarlo. Los otros dos se rieron tras él.
—¡No me puedo creer que te dejaras tan fácilmente!
—¡Cualquiera de vosotros habría hecho lo mismo!
—¡Espera, espera, espera! —la picardía de Evan estaba a punto de cambiar por completo el rumbo alegre y divertido a uno un poco más profundo— ¿Esa anciana fue tu... primera mujer?
—No tienes que conocer mi vida entera.
—O sea, que sí —Gendry rodó los ojos ante la sonrisa de autosuficiencia del otro, reconociendo que sí, que aquella sacerdotisa fue la primera mujer con la que yació— ¿Qué decís vosotros cuatro?
—Para empezar —replicó Davos al hacer memoria de que tras aquel encuentro entre Gendry y la Mujer Roja, él mismo le ayudó a huir de Rocadragón—, he de decir que ayudé a ese muchacho a salir de la isla. Cuando Gendry estuvo bajo la manutención de Stannis, no confiaba demasiado... ¡La paranoia le consumía día a día!
Jorah Mormont se dio cuenta, en esos instantes, de que el viaje hasta Guardaoriente iba a ser de lo más entretenido, puede que incluso aquellos dos chicos de ojos azules pudieran llevarse bien. A decir verdad, se encontraban todos muy a gusto.
—¡Claro que sí, Davos!, pero ¿cuál es tu historia?
—Ya sabéis que en mis días me dediqué al contrabando. Era todo un pirata, casi tan bueno como Salladhor Saan —un brillo en su mirada aparecía al echar un vistazo a su vida pasada—. Creo, que la primera vez que estuve con una mujer fue en uno de los viajes. ¡No sabéis de lo que eran capaces esas piratas!
—¡Maldito viejo pirata! —aulló bromeando Gendry.
—¿Qué decís vos, Jorah? —Evan volvía a la carga.
—Yo soy muy viejo ya para acordarme de eso, chico.
Reconoció el más mayor para intentar quitarse de enmedio la incómoda pregunta. Sin embargo, no le funcionó mucho ante la curiosidad de tantos jóvenes.
—No quiere decir que sea menos interesante.
El oso les habló, de forma resumida, de su historia de amor hacía tantos años atrás, hablándole incluso sobre porqué fue exiliado por el propio Eddard Stark.
—Resumiendo, que fue en la noche de bodas —asintió para confirmarle—. ¿Qué hay de ti, Jon?
—Una vez hubo una preciosa salvaje del Pueblo Libre. Tenía los cabellos rojos como el fuego. Se llamaba Ygritte. Creo que fue la primera mujer a la que amé de verdad.
Al igual que el primero, narró cómo se conocieron y lo que la llevó a la muerte o, en su caso, quién. Jon nunca olvidaría ese día en que Ygritte le apuntaba con el arco por traicionarla y la forma en que murió en sus brazos. Olly le disparó por la espalda y directo al corazón. Fue una de las noches más duras de la vida del bastardo Stark.
—¿Qué dices tú? —preguntaba en su lugar Gendry que, para sorpresa de todos, había sonado hasta curioso.
A decir verdad, Evan tenía un listado algo largo. Era un muchacho muy apuesto, de clase baja que se dedicó toda su vida a sobrevivir. Muchas veces, las damas de los lugares donde había vivido o había trabajado, le buscaban para algo más que una simple charla a media noche o por el mero hecho de estar en compañía.
—Fue cuando tenía dieciséis —habían transcurrido ocho años desde aquello— y por aquel entonces, trabajaba en las caballerizas de un señor menor del las tierras de la Tormenta. Ese hombre tenía dos hijas, una estaba casada y a la menor de ellas estaban buscándole pretendiente.
—¿La primera vez que dormiste con una mujer, era de alta cuna? —el asombro de Jon era desmesurado.
—¡En mi defensa diré que ella tenía muchas más ganas que yo! —Evan se encogió de hombros intentando aparentar mayor credibilidad—. Bueno, Lara venía casi a diario a hablar, era unos años mayor y una noche llegó llorando.
»Acicalaba a los animales antes de echarse un rato cuando escuchó a alguien hipar. Fue cuando se asomó a la entrada y la encontró. Su vestido estaba hecho jirones y juraba que tenía heridas sangrantes. Al principio, se asustó, pero luego la reconoció y salió en su ayuda. La tomó entre sus brazos y la dejó sobre una de las balas de paja para intentar tranquilizarla.
—¡Eh eh! ¿Qué os ha ocurrido, mi señora? —preguntaba un Evan aún muy joven.
—Discutí con mi padre. ¡No quiero casarme con otra persona que no seáis vos!
»La damisela se había enamorado con todo su ser del muchacho que se encargaba de mantener a los corceles y sus cuadras limpias. Ambos sabían que aquello no era lo correcto, pero fue Lara la que dio el primer paso y besó a Evan. Este la siguió. Nunca le había pasado nada como lo de aquello, pero era consciente de lo que tenía que hacer. Y así fue. Yacieron juntos hasta que, a la mañana siguiente, el padre de la dama les encontró.
—¿Qué ocurrió después?
—Me pilló y era huir o perder la cabeza, literalmente, a manos de su padre —Mormont estaba alucinado con las grotescas historias—. Tampoco es que yo estuviera buscando el amor de una mujer. De hecho, no tuvo ningún significado para mí.
—¿Desvirgaste a una señorita de alta cuna? —Jon Nieve seguía sin salir de su asombro.
—Casi me cuesta la vida.
—Yo me preocupaba de más por unas idioteces con una damisela de alta cuna a la que le gustaba el peligro —declaró Jon, ansiando la pregunta de Evan. Necesitaba hacer saber que él también tuvo una historia con Mayleen.
—¡Siempre ese honor tan presente en ti, Jon!
Exclamó Evan golpeándole en la espalda con una sonrisa; sin embargo, el bastardo no estaba tan satisfecho con la reacción del otro joven. Era cierto, Jon sentía algo que no debía por May, no sólo porque fue la mujer de su hermano, sino porque pensar en la rubia de aquella manera y no poder tenerla, le hacía sacar a la luz partes de él que no quería mostrar. ¡Mierda! ¿Por qué era todo tan complicado?
A menudo, Jon —cuando se iba a dormir— pensaba en cómo sería tenerla, sentir sus manos acariciando su piel o abrazarla en mitad de la noche para saber que se encuentra bien. Besar esos preciosos y rosados labios sin parar y no tener que esconder sus sentimientos. ¡Quería saber cómo se sentían todas esas cosas! Pero, por encima de todo, lo que necesitaba averiguar era la sensación de poder compartir una vida entera con una persona. Abrir los ojos por la mañana y saber que se encuentraba junto a él. Y es que, el joven y nuevo Rey en el Norte haría lo que fuera por poder llamar a Mayleen suya.
—... ¿Jon? ¿Nos estás escuchando? —Gendry le sacó de sus pensamientos.
—Estaba pensando es su princesa —bromeaba Evan, aunque en el fondo tenía razón.
—Sí, bueno, ¿cuál era la pregunta?
—Te preguntábamos si tu historia con esa dama fue inocente o más como la de Evan —mientras que Jon se debatía entre marcarse un farol o decir la verdad, Jorah se sorprendía ante el ambiente tan agradable que se había instaurado entre el Baratheon y el soldado. Llevaban casi todo el día sin pelear.
—Inocente —si por algo había sobresaltado siempre el bastardo de Ned, era por su sentido de la justicia y honor. No era capaz de mentir—, no hubo más que besos y sencillos encuentros.
Tras aquella confesión, Jon no volvió a hablar mucho más. Intervino cuando tuvo que hacerlo, sólo se concentró en seguir con la mirada a Fantasma, esperando que el animal no se alejara demasiado del grupo. Jorah y Davos, por otro lado, se dieron cuenta del repentino cambio en el Rey en el Norte y se mantuvieron observando durante los días que le siguieron.
—Podría jurar que en vuestra historia... hay algo que no estáis diciendo —tras un par de lunas, Jorah se decidió a saber qué le había pasado.
—No me apetece hablar de ello.
—Lo que no consigo averiguar es si no lo decís por no herir a otros o a vos mismo —el bastardo apretó la mandíbula. El asesor de Daenerys de la Tormenta tenía razón.
—Quizás un poco de ambas, mi señor.
—No puedo decir que sea la persona más inteligente ni suspicaz de todo Poniente, pero conozco la expresión de un hombre enamorado —ante la revelación, Jon tragó saliva— y casi podría asegurar que vuestra inocente historia adolescente fue, ni más ni menos que con la Novia del Norte, Mayleen Stark.
No se dieron cuenta, pero las monturas de ambos se habían detenido en el sitio. En el rostro de Jorah aparecía una sonrisilla victoriosa, aunque él también comprendía la situación del joven: Mayleen no correspondería el amor del cuervo al igual que Daenerys rechazó el del oso. Jon, al contrario que su acompañante, le miró a los ojos, angustiado y agotado. Si ese extraño se había dado cuenta de ello, ¿quién más lo habría hecho?
🐺🐺🐺
¡Buenas noches ponientíes!
Estoy super emocionada con un nuevo proyecto con Lannister, pero que no tiene que ver con wattpad. Se trata de imprimirlo para tenerlo yo en físico, por eso estoy deseando acabarlo. De momento, juntando todos los borradores de todos los libros... son más de 500 páginas ¡no me lo creo! A un tamaño de 11 la letra jajajajaja
Bueno, volviendo a la obra, ¿qué va a pasar con Jon y Dany? ¿Con Jon y May? ¿Con May y Evan? Tengo taaaantos horizontes abiertos que quiero y necesito abarcarlos todos.
Espero que os siga encantando tanto como hasta ahora. Un beso enorme ❤️
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