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IV. Discordia

Observaba los terrenos de Invernalia desde una de las más elevadas torres del castillo. Allí el aire amenazaba con cortar las mejillas puesto que la llegada del invierno era inminente y todos lo sabían. El hecho de que esto era cierto —de que tras un largo verano—, de que el invierno estaba llegando, causaba un miedo atroz en los corazones de los habitantes de Poniente.

La mente de Mayleen no podía dejar de pensar en la conversación que tuvo con Brandon o el Cuervo de los Tres Ojos. Le causaba escalofríos que aquel niño conociera mejor que ella misma su propia historia. Por otro lado, Sansa continuaba sin hablarle. May lo intentó en un par de ocasiones, recibiendo constantes negativas de la Stark. May estaba cansada de ir tras ella.

Viento Gris golpeó un par de veces su hocico contra la mano de May para llamar su atención. El huargo estaba inquieto y la rubia no era capaz de comprender el motivo. Se dedicó a observarle y parecía que quería que le siguiera.
May seguía el apresurado paso del lobo que cada pocos segundos olfateaba el aire, ¿acaso seguía un rastro?

El animal continuaba moviéndose con ligereza y agilidad, sabiendo hacia donde dirigirse. Acabó sentándose frente a las criptas de Invernalia. Gimoteaba y movía la cola a la vez que daba pequeños saltos en dirección al interior del lugar. La princesa, incómoda, acarició la cabeza del lobo, nunca se había adentrado allí donde descansaban los Stark que alguna vez fueron nombrados señores de Invernalia. El corazón de May comenzó a latir con fuerza contra su pecho, tanto que pensaba que se saldría. Sintió náuseas y que le faltaban las fuerzas. El huargo le dirigió una mirada de confianza y gimoteó de nuevo.

—Vamos a hacerlo, Viento Gris.

Juntos, bajaron las escaleras, introduciéndose en el lugar más sagrado del castillo, pero fueron unas voces las que les hicieron frenarse. Se trataba de Sansa y ¡Arya!

—Arya Stark... —susurró para sus adentros—, ¿cómo has llegado tú hasta aquí?

Se mantuvo entre las sombras, intentando no molestar aquel tierno reencuentro. El que cualquier persona con corazón habría tenido. Las hermanas se abrazaron con fuerza, sonrientes. Habían pasado tantos años desde que sus caminos se separaron que ninguna era capaz de creer que la otra hubiera cambiado tanto.

—Espero que Jon vuelva pronto —comenzó a decir Sansa—. Recuerdo lo feliz que se puso cuando me vio. Si te ve a ti se le va a parar el corazón.

Ambas rieron unos segundos hasta que se voltearon a contemplar la escultura de Eddard Stark, la que reposaba en la sepultura de sus huesos. Pronto volvieron los rostros sombríos, recordando a su padre. May también sintió un pellizco doloroso en el pecho. Nunca pudo agradecerle a Ned todo lo que hizo por ella.

—No se le parece.

Tenían razón, la persona que realizó aquella estatua no consiguió hacer que se pareciera en nada a lord Eddard. Fue cuando el huargo salió del escondite y se dirigió a las jóvenes Stark. Apurada ante su aparente espionaje, May decidió salir de entre las sombras y situarse junto a las hermanas. Arya sonrió al ver al lobo de Robb aún vivo, pero no le hizo tanta gracia que Mayleen se encontrara allí.

—Cierto, no tiene nada que ver con él.

La voz utilizada por la rubia era calmada, tanteando la situación. Nunca tuvo la oportunidad de hablar con Arya y Sansa parecía aún airada. Tarde o temprano debían hablar y solucionar sus diferencias.

—¿Qué hacéis vos aquí abajo? ¿Por qué Viento Gris os sigue allí donde vais?

—Aquí no, Arya —le reprendió su hermana mayor más brusca de lo que pretendía en un principio.

—Debió haberle esculpido alguien que le conociera.

Aceptando el consejo de la pelirroja, la pequeña Stark volvió a centrar la conversación en su difunto padre. No le hacía mucha gracia aquellos cambios, por no mencionar que Mayleen no era del agrado de la joven.

—Todos aquellos que le conocieron están muertos ahora —apuntó Sansa con pesadumbre.

—Nosotras no —recordaba May mientras intentaba colocar su mano sobre el hombro de su amiga; sin embargo, en el último momento, cambió de idea y retrajo la mano, escondiéndola dentro de su capa.

La pelirroja fue consciente de lo que acababa de ocurrir y miró a Mayleen por el rabillo del ojo, encontrándose con los iris verdes de su amiga. Se mantuvieron quietas y sin casi respirar unos segundos hasta que, al final, Sansa dejó entrever una pequeña mueca que podía hacerse pasar por una media sonrisa.
El lobo volvió a lloriquear y jadear, moviéndose de un lado a otro hasta que se paró sobre otra tumba, se tumbó sobre ella y lanzó un amargo y lastimero aullido.

Las tres muchachas supieron de quien se trataba aquella sepultura, no eran necesarias las palabras. Tanto Sansa como Arya dieron un paso atrás, dejando hueco a la rubia para acercarse.
Mayleen no tenía ni idea de que el cuerpo de su marido estaba allí enterrado junto a una estatua que le removió las entrañas. Se acercó a la cara de piedra y posó su mano derecha en la mejilla, simulando que la acariciaba como durante un tiempo pudo hacer.

—Oh Robb —suspiró ininteligiblemente—, lo siento tanto. ¿Por qué te fuiste tan rápido?

Sentía que las rodillas le flaquearían en cualquier instante. Un par de lágrimas corrieron en silencio por sus mejillas, atravesaron su rostro y cayeron sobre la cabeza del animal. Este se levantó del suelo, se apegó a la mujer y le lamió la mano. La joven se agachó, se sentó recostada a los pies de la estatua y la cabeza del huargo sobre sus piernas. Era la primera vez que entraba en aquel sagrado lugar y también la primera que podía hablar a Robb sintiendo que de verdad la escuchaba. Estaba en las criptas, en el Norte. En su hogar.

Las hermanas de Robb observaban la escena. Sansa con el corazón de un puño, no podía evitar volver a Desembarco del Rey. Esos días en los que May fue capturada en los Gemelos. No podría olvidar sus llantos nunca. Arya, por el contrario, estaba espantada de la idea de que su hermano mayor, el heredero de la casa Stark, se casara con la hija del enemigo principal. Debió ser causa de un hechizo porque conociéndole, él nunca se habría casado con una Lannister, menos aún cuando se rumoreaba que los hijos de Cersei eran de Jaime. Era una abominación. Incluso se preguntaba cómo su padre pudo compartir con ella tanta información.

—Salgamos de aquí, Arya. Necesita unos minutos a solas.

Poco convencida de aquello, la pequeña Arya obedeció, aunque en la salida de las criptas hizo pública su opinión acerca de aquello.

—¿Por qué?

—¿Qué te ocurre? —Sansa no entendía el repentino cambio de humor de su hermana pequeña. Sabía que May no era de su agrado, pero ese momento debía ser sólo para ella y su marido.

—¡No debe estar abajo! Es sólo para la familia. Sólo para los Stark. No puedo creer que... esa Lannister conviva y haya sido elegida por las casas norteñas como reina.

—Nuestro hermano se enamoró de ella y ella de él. ¡Tan sólo... acéptalo! —las conclusiones precipitadas de Arya no estaban gustando demasiado a Sansa. La pequeña Stark no conocía como ella a May—. Fue una gran reina para el Norte.

—¡No es de los nuestros!

—Claro que lo es. Y desde hace más tiempo del que crees.

—Veo que sigues siendo la niña tonta que solías ser, Sansa. Hay cosas que no cambian nunca...

Las palabras hicieron mella en el dolido corazón de la pelirroja. La pequeña estaba siendo de lo más dura. Llevaba demasiado tiempo fuera como para saber qué estaba teniendo lugar allí.

—Tú has estado fuera tantos años, ¿cómo te atreves a acusarme así?

Viento Gris precedió la salida de Mayleen, advirtiendo de esto a las jóvenes que continuaban discutiendo. Se habían callado, pero la rubia pudo oir parte de la acalorada charla. Su tristeza quedó oculta por un velo de ira.

—Parece que llega la Novia del Norte, ¿os llaman así, cierto?

—Según lo que tengo entendido, sí. No puedo controlar los apodos de las personas, Arya.

—¡Mancillas el honor de la casa Stark! —acusó sin titubear con una mueca de enfado— ¿Cómo fuiste capaz de abandonarle así?

—¿De qué hablas?

—¡De la noche en los Gemelos! —en cuestión de segundos, la mente de Mayleen conectó aquellas pistas. Esa fue la noche en que vio a Sandor Clegane y Arya Stark por última vez. La joven tenía una idea equivocada— ¡Huiste!

—Me echaron del castillo. Quise salvar a vuestro hermano, pero tenía tres saetas clavadas en el pecho —señaló los lugares donde le impactaron—, no tenía fuerzas. Se desplomó sobre mí y murió en mis brazos.

—No os creo.

—Está bien, pero mientras vuestra hermana y yo luchábamos por sobrevivir y portar las responsabilidades que teníamos, ¿dónde estábais vos?

—He podido estar en numerosos lugares, aunque nunca revolcándome en las sábanas con el bastardo que asesinó a Robb.

Las palabras afiladas de Arya cayeron como un jarro de agua fría a Mayleen. Sansa también estaba alucinada con el comportamiento tan inadecuado de su hermana, tanto que incluso golpeó su brazo. La rubia había entrado en una nueva batalla y, esta vez, con una persona que debía resultar ser más una aliada que una enemiga.

—Pensais que lo conocéis todo. Dejadme explicaros algo. No fue culpa mía acabar por error en el campamento de Robb, no fue mi culpa que nos enamorásemos ni que muriera —sentía que a cada palabra que decía, un fuego emergía de sus entrañas—. Nunca entró en mis planes tener que casarme con Ramsay Bolton y, por supuesto, tampoco fue de mi agrado sufrir sus... ¡abusos! Quizás vuestra vida ha sido de lo más dura, pero ni por un momento pienses que la de Sansa o la mía han sido sencillas.

—Nadie confía en las palabras de un traidor.

—La arrogancia es la perdición de los hombres. Vuestro criterio es vuestro y no puedo haceros cambiar. Yo no he de dar explicaciones de por qué estoy aquí, menos aún a vos.

La llegada de la menor de los Stark tampoco había sido grata del todo. Se comportaba como una cría, juzgándolo todo en base a sus creencias cuando no era consciente ni de la mitad de cosas que habían tenido lugar en su vida. Lo peor llegó cuando Mayleen se dio la vuelta para dejarlas a solas.

—¡Vuestro nombre! —gritó desde la distancia—. Vuestro nombre se convirtió en el primero de mi lista hace mucho tiempo, lady Bolton.

La alusión a su segundo marido le hizo apretar los puños y la mandíbula. Le habría gustado voltearse y cerrarle esa bocaza, pero se contuvo. Debía actuar como la reina imperturbable que una vez fue. Era mayor y más inteligente que Arya, de eso no tenía duda. Gracias a eso, pensaba utilizar la debilidad de unión de las hermanas Stark en su beneficio. No pensaba permitir que una caprichosa lobezna arruinara todo por lo que había luchado.

La discordia en Invernalia no era una señal buena de cara al exterior. Los egos de las tres mujeres podrían acabar con el equilibrio que había hasta el día en que Jon Nieve partió para buscar la ayuda de Daenerys Targaryen. Sansa resolvía competentemente los problemas que se presentaban en el reino. May entrenaba a otros caballeros y practicaba su técnica de lucha ante los ojos sorprendidos de aquellos que nunca creyeron en que la joven Mayleen Lannister había hecho de sí misma una guerrera. Arya la estudiaba cada día y Bran observaba con cautela. Todo iba a cambiar.

Mientras que en Invernalia las tensiones crecían y crecían, ser Davos y Tyrion Lannister se embarcaron hacia Desembarco del Rey con la aprobación de la reina Daenerys. Una vez hubieron contemplado las opciones, ambos hombres partieron en el viaje.

—Jon —llamó Tyrion antes de subir en la barcaza—, no te pediría esto si no fuera necesario.

—¿Qué ocurre?

—Tras la derrota de mi hermano en el Camino de Rosas —decía el gnomo recordando la estupidez de Jaime en el intento de asesinar a la reina dragón—, Dany cautivó a los que se rindieron y les obligó a hincar la rodilla. De no hacerlo... morirían.

—Acabó con todos ellos

El enano negó con la cabeza.

—Lord Randyll Tarly y su hijo, Dickon —los pensamientos de Jon viajaron unos segundos a su regordete amigo Sam. Los mencionados no eran otros sino su padre y hermano— se negaron a obedecer y murieron en el abrasador fuego de Drogon. Lord Varys y yo creemos que su crueldad empieza a crecer de manera desmesurada y parece que vos sois la única persona que realmente podría hacerle pensar sobre la manera en que un rey debe actuar.

—Supongo que queréis que le haga ver en lo que se está transformando —el enano asintió una vez subió a bordo—. Haré lo que esté en mi mano.

—Gracias, hijo.

Sabía que se trataba de un trabajo complicado, pero Tyrion veía parte de Aerys "el Rey Loco" Targaryen en la forma en que Daenerys de la Tormenta actuaba. Necesitaba a Jon Nieve para que esa parte de la mujer no continuara emergiendo.

Tyrion bajaba las escaleras que llevaban a la playa. Había visto a sus hermanos y Cersei había aceptado la posibilidad de una reunión para que así pudiera ser testigo de qué era eso que amenazaba la integridad del Reino. El gnomo iba enredado en sus pensamientos. Debía salir de allí de inmediato antes de que cualquiera descubriera su verdadera identidad.

—Hace poco buscábamos a todos los enanos del Reino.

Un par de guardias que habían abusado de su poder para quitar el dinero a ser Davos se habían dado cuenta de que los pasos apresurados de Tyrion intentaban esconder un secreto.

—Es cierto, ¿cómo os hicísteis esa cicatriz?

—Un accidente con la pesca. Nada importante caballeros.

Un muchacho que se había pegado a Davos observaba la escena confuso y ciertamente enfadado por que aquellos hombres abusaran de su posición.

—Acércate, enano —sacaron las armas y apuntaron en dirección al su cabeza.

—¡Vamos señores! —intentó Davos calmar la situación— Quizás con un poco de oro podamos dejar esto pasar.

—¿Más del que nos paga la reina Cersei?

Fue en cuestión de segundos que el joven de ojos azules agarró con fuerza una maza que se escondía en el barco y golpeara la cabeza de uno de los soldados. Esta rodó a unos metros en la arena y el compañero no tuvo tiempo para reaccionar cuando el martillo le golpeó en el pecho y luego en la cabeza. Ambos estaban muertos.

—¿Quién es este?

—Es Gendry Baratheon.

—Bienvenido a la tripulación, Gendry Baratheon.

🐺🐺🐺

¡Buenas tardes!

Mi niño del Lecho de Pulgas ha aparecido al fin. Es que de verdad, Gendry siempre ha sido un personaje al que he apreciado mucho y ahora, después de tantas temporadas... ¡vuelve! Se va a reencontrar con Mayleen, pero no sabéis bajo qué circunstancia jejeje que ganitas

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