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I. La decisión

—¡Debemos poner a los maestres en marcha! Debemos averiguar de donde obtener vidriagón. El vidriagón los mata. Todo hombre desde los diez a los sesenta años se pondrá a construir lanzas, flechas y espadas.

—Sí —rió uno de los caballeros—, ya es hora de que los pequeños aprendan a luchar.

—Y no sólo los niños. Si queremos proteger el Norte, no lo conseguiremos si sólo la mitad de la población sabe usar la espada—. Replicó Jon de inmediato.

—¿Acaso esperas que coloque una lanza en las manos de mi nieta?

—Algunas mujeres hemos de aprender para reclamar lo que es realmente nuestro—. Dijo Mayleen sin parpadear ni quitar la mirada del hombre.

—No pienso tejer junto al fuego mientras los hombres luchan por mí —se unió lady Mormont a la palabra de la rubia—, podré ser una niña, pero soy tan norteña como vosotros, lord Grover. No necesito permiso para defender el Norte. En las Islas del Oso entrenaremos a cada mujer, hombre, niño y niña.

—Lo único que nos separa del ejército de los muertos es el Muro y lleva sin restaurarse centurias —el chico miró a su amigo pelirrojo Tormund—. No soy el rey del pueblo libre, pero si queremos sobrevivir juntos al invierno debemos trabajar unidos. La última vez que vimos al Rey de la Noche fue en Casaustera y Guardaoriente es el castillo que más cerca queda de allí.

—Si quieres que te defendamos los castillos, allí iremos, amigo —el salvaje era bastante cercano a Jon, estaba claro—. Parece que ahora somos la Guardia de la Noche.

—Si los muertos atraviesan el Muro, los primeros castillos en encontrar serán Último Hogar y Bastión Kar— recordó Jon Nieve levantándose de la gran silla.

—Los Umber y los Karstark traicionaron a vuestra familia apoyando a Ramsay. Los castillos deberían ser derribados hasta los cimientos— fue Sansa a continuación la que habló para contradecir tales palabras.

—Las fortalezas no tienen nada que ver. Además, necesitamos tanto lugares como sean posibles para estas guerras venideras. Entregaremos los castillos a otras familias leales a mi casa.

Un cúmulo de voces se alzó a favor de la contradicción de la Stark, sin embargo, Jon no parecía tan de acuerdo con su hermana y se vio obligado a reprochar. Mayleen continuaba callada y expectante.

—Las familias Umber y Karstark llevan años siendo leales a la casa Stark y no debemos despojarles de sus pertenencias ancestrales por los crímenes de unos vástagos insensatos.

—¿Entonces ya no hay recompensas por la lealtad y castigos a la traición?— Sansa parecía ofendida ante la dura contradicción de Jon.

Discutieron que esos vástagos habían muerto luchando por Ramsay y que las fortalezas debían entregarse a aquellos que defendieron la causa de Jon. Ninguno parecía querer dar la razón al otro.

—Cuando era el lord comandante de la Guardia de la Noche, ejecuté hombres. Mi padre decía que el hombre que dictaba la sentencia debía blandir la espada y, basándome en ello, no castigaré a un hijo por los crímenes de su padre. No arrebataré los hogares que les han pertenecido por siglos —miró con dureza a Sansa—, esa es mi decisión y es definitiva.

Se hizo un silencio en el salón. El ambiente de volvió tenso para todos. Un enfrentamiento entre los hermanos no era buena señal para comenzar una nueva etapa en el Norte.

—Ned Umber, Alice Karstark —llamó May para romper la situación. Sabía qué debía hacer— vuestras familias han luchado codo con codo con los Stark a lo largo del tiempo. Acercaos. ¿Juráis lealtad a nuestra casa una vez más y responder en caso de llamada? —ambos críos doblaron sus rodillas y mostraron las espadas en señal de lealtad— En ese caso, levantad.

Jon dirigió una mirada a Mayleen en agradecimiento, esta movió con sutileza la suya y buscó a Evan en el público. El chico tenía una sonrisa en el rostro y no dejaba de contemplarla.

—Las batallas del pasado ya no importan. El Norte ha de estar unido. ¡Todo el Norte, debe estar unido! Ned y Alice —Jon y Sansa se sorprendieron del cambio que había sufrido Mayleen. Su oratoria era abrumadora—, ¿juráis estar del lado de Jon Nieve ahora y siempre?

—¡Ahora y siempre!

Repitieron ellos sin titubeos. Jon sonrió y el público rugió emocionado. Aquello funcionaba. Poco a poco, el sueño de Robb acerca de liberar el Norte y ser independientes de nuevo, se cumpliría.

Los días pasaban y llegaban noticias a todo Poniente acerca de la que llamaban Madre de dragones, la Khaleesi de los Dothraki. En definitiva, Daenerys de la Tormenta, la hija menor de Aerys Targaryen, más conocido como el rey Loco. Si algo llamaba la atención de su regreso a Rocadragón no era ella, sino sus tres dragones a los que llamaba hijos. Cersei debía considerar aquello una gran amenaza para su reinado.
Fue entonces cuando Invernalia recibió un cuervo desde el hogar de los Targaryen. En concreto iba dirigida al Rey en el Norte.

—¿Qué reclama?— quiso saber Sansa. El tono utilizado denotaba el rencor que guardaba a su hermano tras haber discutido en varias ocasiones con él.

—Quiere que me reúna con ella.

—¿No podría ser más específica?— preguntó molesta Mayleen. La llegada de aquella extranjera con antecedentes de locura en la familia no le resultaba demasiado entrañable.

—No deberías acudir —aconsejaba Davos inseguro—, esa joven ha regresado con la intención de retomar el trono que una vez hubo pertenecido a su padre. Para conseguirlo necesitará toda la ayuda posible.

—Si me aconsejáis no reunirme con ella porque quiere ese maldito trono, ya sabéis que mi ambición no es ser rey.

—Es posible, pero puede que ir a Rocadragón sea beneficioso para todos —señaló May echando una ojeada a la otra carta—, Sam Tarly parece tener buenas noticias.

En cuanto la muchacha pronunció el nombre del hombre, Jon Nieve alzó la vista y atrapó el pergamino que ella sostenía. El aprendiz de Maestre informaba de una gran mina de vidriagón en el hogar milenario de los Targaryen.

—Quizás sí que pueda ser buena idea. Partiremos en un par de noches. Ser Davos, vendrás conmigo y... —el bastardo buscaba a Sansa con la mirada—, hermana, te dejo Invernalia a tu cargo. Confío en ti.

El Consejo acabó y salieron uno por uno, excepto Mayleen, que se quedó pensativa mirando a su alrededor, imaginando una vida que una vez hubo soñado. Creía estar sola cuando Jon Nieve la sacó de sus pensamientos. La miraba desde la puerta de la sala, luego echó una ojeada a los alrededores y entró para quedarse a solas con la rubia.

—¿Qué ocurre?

—Tan solo recordaba la vida que imaginé que viviría si...

—... si Robb aún viviera —acabó la frase el muchacho con una mueca de dolor al recordar a su hermano favorito—, continuo echándole de menos, ¿sabías?

—Puedo creerlo, yo... perdí a nuestro hijo y... no —la muchacha empezó a balbucear. Las lágrimas amenazaban con aparecer— n-no po-dré perdonarme eso jamás, Jon. ¡Cada día de mi vida piensos en ellos y...!

El joven, con timidez se acercó a abrazarla. Necesitaba que alguien la consolara y le dijera que aquello saldría bien, que ella no tenía la culpa. Las lágrimas de Mayleen calaron en el chaleco de Jon y este continuaba sin sentirse cómodo. En cuanto el sedoso tacto de la melena rubia de May le atizó en la cara, le hizo recordar sus días en Invernalia, cuando ambos jugaban a escondidas y se deleitaban de cada beso furtivo que se daban. Después de todo aquel tiempo fuera de las comodidades de Desembarco del Rey, la dorada cabellera de la chica se había vuelto más desaliñada y salvaje, pero permanecía esa suavidad que la caracterizaba. Se sentía mal por ello, sentía que de alguna forma, Robb le observaba.

—No es culpa tuya. Ramsay era...

—¡No lo entiendes! ¡No eres consciente de lo que hice cuando fui su esposa! ¿Por qué manejo tan bien la espada y el arco? —la tez de la cara de la muchacha se volvió roja y sentía que no podía respirar, que algo le oprimía el pecho—. Conviví más de un año con un monstruo, llevé el hijo de un monstruo y... me convertí en un monstruo. No puedo vivir con ello.

—Hiciste lo necesario para sobrevivir.

—¿Y por qué siento que fracasé en todo? —Jon la abrazó y permanecieron en silencio— Robb quiso nombrarte su heredero si ambos moríamos. Creo que debes saberlo.

—¿Crees que él merecía saberlo?— la rubia arrugó la frente sin entender lo que pretendía decir Jon.

—No os entiendo— Mayleen volvió a usar el tono formal, levantando las defensas para no volver a romperse.

—¿Alguna vez alguien ha sabido de lo que una vez hubo entre nosotros?

—Eso forma parte del pasado, Jon. Nadie lo supo, como acordamos. Ni Robb, ni el difunto Príncipe Oberyn, ni Ramsay. Nadie lo averiguó jamás —el muchacho no era idiota, sabía que Mayleen estaba a la defensiva.

—¿Qué hay de Sansa?

—Debe saberlo. Ella ha sufrido tanto como yo y es una de las pocas personas a las que confiaría mi vida— ahora era el bastardo quien se puso tenso y tomó de los hombros a la joven.

—No lo hagas.

—Es necesario.

—¿Y Evan? —Mayleen se sorprendió de que Jon conociera de su relación con el chico. Este siempre intentaba pasar desapercibido. Se quedó en silencio— Tiene madera de guerrero  y aunque creáis que sois discretos, observo a los mejores hombres. Él lo es y adivina a quien observa.

—Sansa ha de saberlo.

Se sostuvieron las miradas en silencio, serios, sin dar la razón ni a uno ni a otro. Sabían que Sansa no encajaría bien la noticia, pero si querían mantenerse unidos, debían empezar por ahí.
Al no decir nada, Jon se marchó frustrado dando un golpe a la mesa.

🐺🐺🐺

¡Buenas mis lectores!

Capítulo número 1 del nuevo y último libro. Estoy emocionada no, lo siguiente. No sois conscientes de la trama que le voy a meter, los líos de personajes, las tensiones, los giros y las ganas que vais a tener de meteros dentro a decir ¡NO MAYLEEN! ¡NO LO HAGAS! O de gritar cosas como "díselo reina", que es una de mis frases favoritas estas semanas jajajaja

¿Cómo ha ido? ¿Ha empezado fuerte? Comenzamos con el primero tira y afloja, ¿cómo se sentirá Sansa cuando se entere de que su amiga, que se casó con su hermano, compartió un pasado con su hermano bastardo? Bueno, quizá no se lo cuente... quién sabe. Y por otro lado, tenemos la relación Jon — Mayleen... ¿qué opináis? ¿Amistad o atracción?

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